Comunidad

Sin embargo, antes de ir por Aballay, debe rescatar a Juana quien nuevamente a caído en manos de “El Muerto”. Juana, estaqueada como lo estuvo Julián, reza por un último milagro a “el pobre” para salvarse y reencontrarse con Julián. El milagro ocurre. Para salvarla, Julián hace una alianza con “el santo”. Le dice a “El Muerto”: “Te traje algo que se te perdió hace tiempo”. “El pobre” está atado encima de su caballo. Sin embargo, en la confianza de su supuesta victoria, “El Muerto” no se percata de que Aballay está desatado. Y que de sus amarras flojas Julián puede tomar una pistola con la que se enfrenta a tiros con “El Muerto” y sus hombres, logrando herir de muerte a tres de ellos. Aballay antes del tiroteo corre maniatado y montado en su caballo, cumple su promesa de no volver a hacer daño y se va sin matar a nadie. Julián intenta tomar un caballo, las patas traseras quedan atadas por la boleadora de un gaucho aliado de “El Muerto”. Van otros hombres de “El Muerto” contra él. Logra arrebatarle a uno un cuchillo, hiriendo a dos de gravedad y dejando a otro tuerto. Toma a otro de rehén y le quita la pistola. Empieza un nuevo tiroteo donde logra acabar con el resto de los hombres de “El Muerto” ahí presentes, usando a su rehén como escudo humano. Este último recibe todas las balas que le tocaban a Herralde.
Asumamos que eran pocos hombres los que estaban en escena a favor de “El Muerto”. Si bien suena un poco excesivo lo ocurrido en la confrontación, concedamos esta licencia poética como parte del género western, en este caso un western gauchesco. Me parece necesaria esta digresión. Quizá no tanto para el lector de este trabajo como para mí, con el fin de ser justo con la muy estimable calidad de la película. Probablemente tal sea el peligro de la descripción de un relato, en este caso la secuencia de un filme, desmontar al mismo en la unidad de sus elementos, al grado de hacer de su explicación el malentendido de la misma, acentuando la insalvable distancia con su experiencia. Ante dicha posibilidad prefiero ser cauto.
Sin embargo, a Julián se le acaban las balas. Sólo quedan él, “El Muerto” y Juana estaqueada, flotando con el polvo árido de Tucumán. “El Muerto” advierte: “Suelta tu arma y a ese hombre que me estoy poniendo nervioso”. Ello lo dice apuntando a Juana con su revolver. Julián obedece y, cuando parece inminente la derrota del joven porteño e imposible un milagro más por parte de “el pobre”, ocurre nuevamente. El pueblo se cura de la malaria, el pueblo de “La Malaria” se cura. Antes de que “El Muerto” dispare es atravesado por una bala. Pronto llega otra proveniente del rifle del hombre al que “El Muerto” le robó tres caballos al principio de la película. Llega otra más por parte del vendedor de ropa que le regaló un pañuelo de “seda de la India” a Julián cuando buscaba alambre para trabajar en la casa de Juana cuando era empleado de la misma. Después disparó una mujer. Un close-up da cuenta de que un niño lo ve todo. Disparo otro hombre. Al igual que el resto, lo hace con su propio rifle o pistola. Así fue hasta que cayó de bruces sobre el suelo aquel Tirano y verdugo.
Este fue el último milagro del santo, el milagro que aparentemente no llegó y por el cual pidió Juana. Como vemos al principio de la película en la secuencia de la pulpería cuando Julián toma venganza por primera vez y recaba la primera pista que lo lleva a “El Muerto” y Aballay, todo el pueblo era devoto de “el pobre”. A pesar de su miedo, la única figura de bondad y altruismo en territorio tan adverso y ante el autoritarismo despiadado que sufría era “el pobre”. En su imagen yace la memoria de la solidaridad como necesidad, la solidaridad necesaria para hacer de la vida en dicha circunstancia digna de ser vivida. Sólo ello hacía posible una mínima alegría, sólo compartiendo se podía tener algo que compartir.
Siendo justos con el pueblo -perdón por la omisión- Juana logra escapar de “El Muerto” -después de la secuencia del anuncio de su “matrimonio”- gracias a la ayuda de algunos pobladores que, además, también le facilitan la liberación de Julián y los dos caballos con los que llega con su padrino, el contacto que les permite encontrarse con “el pobre” quien atenderá la ceguera de Julián. De la misma forma en la que la imaginación del dolor de Julián cuando era niño por parte de Aballay transformó a este último de un terrible delincuente en un estilita, el pueblo en su momento se transformó, empezando a curarse de la fiebre del miedo, cuando se imaginó el sufrimiento de Juana durante la fiesta en la que “El Muerto” hizo de ella “su” “esposa” al marcarla con el hierro ardiente con el que se señala a una yegua. Por cierto, como preámbulo a dicha “unión”, “El Muerto” dio un discurso en el que recordó los tres grandes valores sagrados de la nación argentina: Dios, La Patria y La Familia.

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