Después del encuentro con Erling, Karen llega a casa. Al prender la tele tiene una estática considerable y Karen se pregunta “¿Y ahora qué le pasó a la tele?”, como si se tratara de un familiar enfermo. De repente, se recupera la imagen. Efectivamente, la tele está enferma de culpa televangelista. “Hermano, hermana, basta ya de ese agobio que destruye tu vida. Sé fuerte como una roca. ¿Acaso ese problema que tienes en tu hogar, en tu trabajo, o específicamente en tu pareja, te hace sufrir? Nosotros tenemos la solución. La solución es ahora [Karen toma asiento intrigada, han capturado la sensación de su angustia, tienen su atención.]. Ahora que me está viendo, ¿acaso crees que los problemas del amor se resuelven en pareja? ¡No!, los problemas del amor se resuelven amando, amando al señor. Puedes creer que amas a tu pareja. Pero si no amas a Dios primero, jamás amaras a tu pareja. Sé fiel al señor y el señor será fiel contigo. Sin Dios nada podemos hacer. ¿Necesitas una solución?, ¿necesitas un consejo? Ven al centro de atención de Tegucigalpa [Karen toma un cuaderno rápidamente y apunta los datos que le están dando], a nuestra casa de oración, ahí te esperamos. No te divorcies, no te divorcies. Nosotros tenemos una solución para ti. Que Dios te bendiga, te invito y te espero.” Parece que al final resulta más importante decir “te invito y te espero” que “Dios te bendiga”.
Resulta interesante cómo la imagen televisiva queda exhibida por la imagen cinematográfica en lo que se refiere a su participación directa en la organización de la moral de algunos televidentes. El anclaje ha quedado muy claro en el momento en que la protagonista de esta narración se engancha a la normalización moral de los programas televangelizadores cuando, tras cuestionarse por su extrañeza en la programación habitual, de pronto le parece atractivo que estén hablando de algo que le interesa en su vida personal, aunque con ello quede expuesta —debido a sus propias acciones— a los dispositivos de normalización moral de las sociedades contemporáneas; particularmente los de la culpa provocada por la valoración moral de aspectos de la vida cotidiana, como puede ser la infidelidad.
Me agrada el cuadro y me parece que hay varios temas interesantes que apuntas brevemente y sobre los que valdría la pena que hicieras un comentario más amplio.
En primer lugar está el tema de la relación con la televisión, que anotas al decir que se habla de ella como de un familiar. Creo que es bastante interesante porque apunta al papel que toma la televisión en la vida de las personas: ocupa un espacio de familiaridad. ¿Cómo llega a ocupar ese espacio y qué implica que lo haga?.
Otro que me parece interesante es el de la estrategia que emplean programas como el evangelista para atraer la atención de la gente y cómo la canalizan. Especialmente el hecho de que apuntan a espacios y momentos de vulnerabilidad: los momentos de angustia o de incertidumbre, el sentimiento de culpa. Y cómo eso forma parte de una estrategia no sólo moral sino comercial, porque a fin de cuentas les interesa invitar a la gente a consumir lo que ofrecen.