Karen se da cuenta de que los compañeros de Dioniso están en la calle más temprano de lo normal. Con la precipitación de la incertidumbre habitándola, marca desde su celular a su esposo. Así es, a pesar de su humildad y la de su contexto, Karen y Dionisio tienen celular como todo ser humano probablemente ya lo tenga desde las primeras semanas de gestación desde hace, por lo menos, dos décadas. Sé que no hablo de nada fuera de lo cotidiano (así de normalizado está el asunto). Sin embargo, el contraste que ello genera en la película, manifiesto en su dirección de arte, resulta interesante. Me recuerda un poco a una charla con Daniel Filmus en un programa de televisión, en la que hablaba del realismo mágico como una transversalidad entre lo moderno y lo tradicional como signos de aparente progreso y de aparente subdesarrollo. Su ejemplo era el uso del microondas en una región indígena (no creo que del todo apartada) en una de sus estancias en México. Quiero poner sólo de relieve el contraste. Sin duda el fenómeno siempre será más complejo que el epifenómeno.
Dionisio no le contesta, a pesar de que sería probable que, por la ubicación geográfica de la región, hubiera perdido la señal. Nicole se da cuenta de la incertidumbre de Karen y esta última le explica a la primera que se le hace raro no haberlo visto ir de camino a casa. Se encuentran con el guardia que no las dejó pasar, éste le explica que salieron temprano porque van a fumigar y que Dionisio se fue a casa diciendo que iba a la misma “para aprovechar la tarde”. Karen le pide a Nicole que cuide su puesto para ir a buscar a Dionisio a casa, “¡Seguramente a esta hora debe estar revolcándose con la tal Suyapita ésa!”.
¿Cuánto hemos permitido que se condicionen los espacios de nuestra imaginación y qué alcance tiene dicha posibilidad en nuestra vida? ¿Cuánto es posible permitir o negar el vuelo de nuestras imágenes sin quedar sujeto por tales tendencias? ¿Qué tanto haya que reconstruirnos, poetizarnos, para no ser dispositivo y prótesis del mismo? Probablemente hay que ver la forma de cultivar nuestra inmunidad, en términos de Roberto Esposito, asumir la inaccesibilidad de lo íntimo como el único territorio multitemporal, capaz de ser el resquicio que siempre hemos sido, aunque no lo comprendamos, nuestra sensación.