Se ha ido la luz en casa de Karen. Se siente cansada y se nota el remordimiento y, quizá, un poco de arrepentimiento en su rostro. Ahí está la culpa, esa enfermedad. Llega Dionisio y advierte su celular. “¿Qué le pasa al televisor?”, pregunta Dionisio a Karen. “No sé, ve a ver si ya vino la luz”. Y se hizo la luz, la luz de la pantalla del televisor.
“Yo también estoy cansado”, dice Dionisio. “Trabajaste hasta tarde también hoy”, le dice Karen a Dionisio con tono de reclamo. “Sí, mucha chamba”, contesta el esposo de Karen. “¿Y qué tal está Suyapa?”, pregunta Karen con sarcasmo. “¿Qué decís?”, pregunta Dionisio realmente sorprendido. Karen avienta con ira un trapo de cocina al suelo. “¡Suyapa! ¡¿Qué crees que no sé quién es?!”, reclama Karen airada. “¿Cómo lo supiste, era un secreto?”, cuestiona Dionisio. “Un secreto a voces”, recrimina Karen. “¿Te molesta que vaya a rezar todos los días?”, pregunta Dionisio. “¿Cómo?”, pregunta Karen sorprendida. “Ahí, donde está la virgen de Suyapa”, afirma Dionisio. “Yo sé que no creés, por eso no te quería contar”, explica Dionisio. “Le estoy pidiendo un hijo”, dice Dionisio. Karen llora de culpa y remordimiento. Dionisio la procura, se mantienen juntos.
Surgen dos reflexiones al respecto. Una que va a sonar muy básica pero también creo que tiene su relevancia. Sin intención de denostar las creencias de nadie, pero advirtiendo lo problemático que siempre será creer, en lugar de pedir un hijo, ¿no habría sido mejor que Dionisio procurara el cuidado de su vida sexual con su mujer, la intimidad con ella, independientemente de la frecuencia de la misma? Podríamos también inferir la idea de que ello fuera un problema con cierta antecedencia para lo cual hay profesionales, claro, sin dejar de advertir la accesibilidad a los mismos en relación con el contexto. Sin embargo, planteando estas meras obviedades que incluso son susceptibles de alejarse del contexto de la película, me parece sugerente pensar en qué medida podemos dejar de ser responsables o adultos ante nuestros problemas, en nombre de nuestras creencias y convicciones. ¿Qué tan cercanos son nuestros objetivos en relación con nuestras acciones? y ¿Qué tanto queremos lo que se supone que queremos? Por ejemplo, ¿qué tanto Dionisio quiere a Karen? o, quizá, ¿qué tanto Dionisio quiere más tener un hijo que estar con Karen?
Por otro lado, intentando ser justo, ¿Por qué negarle a Dionisio el legítimo cuidado de la intimidad de sus creencias? Independientemente del posicionamiento de Karen ante las mismas, ¿por qué no pueden ser parte de la preservación íntima de su sensación? Ello también es parte de un cuidado de sí mismo. Ahí es donde vemos como Karen y Nicole actuaron como prótesis de la vigilancia del dispositivo, movilizadas como cuerpos insatisfechos (por la sensación de insatisfacción) para sujetar a Dionisio a la moral y sus perversiones.