“[…] en el hombre, la vida lleva con ella una cesura, que puede hacer de cualquier vivir un sobrevivir y de cualquier sobrevivir un vivir […] sobrevivir indica la pura y simple continuación de la nuda vida, respecto de una vida más verdadera y más humana; en otro, la supervivencia tiene un sentido positivo y se refiere […] al que, combatiendo contra la muerte, ha sobrevivido a lo inhumano […] el hombre es aquél que puede sobrevivir al hombre […] la capacidad inhumana de sobrevivir al hombre […] el hombre es el no-hombre verdaderamente humano es aquel cuya humanidad ha sido íntegramente destruida […] si el que testimonia verdaderamente de lo humano es aquel cuya humanidad ha sido destruida, eso significa que la identidad entre hombre y no-hombre no es nunca perfecta, que no es posible destruir íntegramente lo humano, que siempre resta algo. El testigo es ese resto”
Giorgio Agamben
El excelente documental One Man Metal nos permite adentrarnos en las respectivas poéticas y procesos creativos de tres interesantísimos exponentes del Black Metal. A lo largo de menos de una hora nos enteramos de varias de las motivaciones de estos realizadores para llevar a cabo su muy particular, original y respectiva propuesta, al igual que del carácter entrañablemente personal de la misma.
Se trata de un documento invaluable que resulta paradigmático en el abordaje de tal clase de temas y contenidos que ojalá pueda llegar a convertirse en referente más constante para el acercamiento a realizadores y músicos que suelen quedar invisibilizados, al igual que su trabajo, al permanecer (voluntaria o involuntariamente) en la periferia de la llamada Industria Cultural.
Para abordar críticamente este excelente documento y dar cuenta de su aportación a la comprensión de esta clase de fenómenos musicales, me ceñiré a la división temática por interprete a la que tiende el documental. A favor de la agilidad de este último, los realizadores llevan a cabo un discurso visual que logra una simultaneidad expositiva que interrelaciona a los tres creadores. En mi caso, a partir del material fílmico, quiero intentar lograr un foco de atención específico a cada uno de los realizadores abordados en tan importante trabajo.
El primero de ellos será el proyecto llamado: Striborg, cuyo autor es el músico Russel Menzies, mejor conocidos por su seudónimo: Sin Nanna. Dicho músico está localizado en Maydena, Tasmania. Una región particularmente remota que puede implicar un relevante aislamiento en relación con otras partes del mundo y, por lo tanto, en relación con otras escenas del Metal Extremo en el mismo. Ello se puede apreciar en la dificultad que ha llegado a representar la posibilidad de una gira por Europa ‒tanto por la distancia como por los costos posibles implicados en la misma‒ de bandas tan célebres y estimadas como Portal o Ulcerate. Esta última, por cierto, ha logrado lo que para muchos es el tremendo triunfo de presentarse tanto en los Estados Unidos como en México con relativo éxito, tomando en cuenta que no se trata de una banda que cuente con una importante base de fans, más allá del reconocimiento de medios especializados o de fervientes escuchas de la música, capaces de apreciar tanto la discografía de esta banda como la de los grupos y géneros afines a la misma.
Para conocer la relación entre la postura vital que vertebra el arte de un autor como Sin Nanna, me parece importante atender la manera en la que concibe temas como: la sociedad, el aislamiento y la introspección. Cuando el músico es interrogado acerca de su sensación como habitante del mundo capaz de contemplar el paisaje y el entorno de la Naturaleza que lo rodea, afirma experimentar: “un sentimiento generalizado de ser parte de un ser rendido, más denso, desde que pernoctas aquí y te conviertes con lo que te rodea. Podrías permanecer en trance lo suficiente y te conviertes en uno con lo que te rodea; podrías permanecer en trance lo suficiente para después liberarte y conectarte con el bosque. Tus manos están conectadas con las ramas, tú eres parte de esto”.
Me atrevo a advertir en ello una experiencia cósmica tendiente a cierta mística cuyo vínculo se fundamenta en la relación entre Sin Nanna y la Naturaleza como fenómeno manifiesto, fáctico y, en un sentido matérico, positivo; al músico le basta el dato concreto de la Naturaleza para asumirla como la influencia energética capaz de motivar su música, al igual que el proceso creativo de la misma.
El propio autor a través de la propia descripción de su ejecución, da cuenta de cómo la misma constituye un paisaje musical anímico; la manera en la cual entiende al sonido y, por lo tanto, el porqué de las texturas y tesitura de la atmósfera que genera, al igual que el significado emotivo de las mismas como resultado de una producción musical y una relación específica con su equipo. Se trata de una relación con la materia inmediata de un realizador para llevar a cabo el descenso implicado en una investigación de sí mismo: “Los instrumentos están siendo los elementos y la esencia de la Naturaleza […] la guitarra puede imitar a la neblina, a la nieve, a la escarcha, al invierno; la batería es como el corazón de la tierra, los árboles, las rocas […] las voces son como la voz del bosque. Todo es sobre eso, son atmósferas y nada más importa”. Se trata de una comunidad con el todo en tanto que comunidad consigo mismo. Como el propio Sin Nanna llega a explicitar, tal es el principio del carácter introspectivo y radicalmente individual de la espiritualidad que también constituye su arte.
Antes de llegar a tal punto, me parece importante atender el testimonio de dicho autor en relación con temas como la soledad y lo social:“Al mudarme aquí pude reflexionar acerca de cómo había sido vivir en la ciudad, rodeado de gente todo el tiempo y de toda la basura que puse en ello. Solamente me convertí en un ermitaño y corté con todos esos problemas en mi vida y me volví semi-feliz por hacer eso”. Es sugerente que Sin Nanna describa su satisfacción o plenitud como una semifelicidad. Quizá se trate de lo particular de una relación íntegra con uno mismo que pasa por los tránsitos del dolor como ineludibles vías para nuestra comprensión, los cuales están emparentados con fenómenos como La noche, la Soledad y la Indigencia. Todas estas experiencias radicalmente personales por su carácter intransferible, implican la plenitud de vivir los límites del cuerpo.
Parece que Sin-Nanna reconoce una liberación en su decisión de convertirse en un ermitaño, en relación con haber invertido demasiada energía en ser parte de dinámicas sociales que suelen condicionarnos a través de sujetarnos al deseo de los demás y sus expectativas. Parece que Sin Nanna reconoce en dicha voluntad un ejercicio emancipador de autonomía que lo aleja de la sujeción que puede implicar la atención de la opinión general como principio de normalización. En ello podemos inferir la radical actitud de los exponentes de esta música como manifestación de una forma de vida, lo cual fácilmente es inferible como el vínculo fundamental entre muchos de los realizadores de esta clase de música y sus propuestas afines, al igual que entre estos últimos y sus escuchas. Es sugerente pensarlo y poder detectarlo específicamente entre estos tres creadores.
Sin embargo, tal manifestación también consiste en reconocer que una voluntad semejante también requiere de una máscara que, como toda máscara, posee un carácter social. También se trata de una máscara protectora, con la salvedad de que la misma es la construcción del deseo de un poeta, no de una sociedad, la cual tiene el fin de preservar y cuidar de una relación con lo demás a través de uno mismo. Es el caso de Sin Nanna; una máscara que establece el cuidado de la relación entre él y la Naturaleza, como posibilidad del propio Russel Menzies. Un artificio que es parte del tránsito constitutivo que consuma a Striborg como proyecto. En ello se advierte la consumación de dicha lógica de las apariencias en el proceso creativo que la vertebra.
El momento en el cual ello se manifiesta con mayor claridad es cuando Russel se ha puesto el corpse paint. Ante tal situación y la pregunta de si nota algún cambio al portar la máscara de su personaje, el músico responde: “Sí, me siento diferente”.
El propio autor de Striborg articula con solvencia el testimonio que da cuenta de los porqués del mismo y el carácter íntimo de su realización. Podemos inferir que ello le permite distinguirse de propuestas musicales afines, incluso a pesar de las obvias semejanzas con las mismas: “Este tipo de música, este tipo de sistema de creencias, tiene poco que ver con ser un ser humano o mostrarnos como seres humanos. Como seres humanos e incluso como espíritus somos individuales, estamos solos. Estamos muy solos, incluso si tienes un alma gemela en este mundo, sigues estando completamente solo. Cuando morimos lo hacemos solos”.
En esto último es advertible el carácter radicalmente individual, personal e introspectivo de la practica espiritual que constituye la poética del músico. Es entonces que podemos advertir un ejemplo de honestidad en términos lógicos, no morales, como correspondencia entre nuestro sentir, pensar y actuar; la congruencia posible implicada en la consumación de un acuerdo con nosotros mismos,manifiesto en una forma de vida. Sin Nanna, al igual que el resto de los músicos que participan en este documental, no sólo nos dan cuenta de sus procesos creativos sino también del ejercicio personal y único de un arte de vivir; la estrategia de sobrevivencia de la que han sido capaces a través de la música.
Por ello, el testimonio de Sin Nanan resulta todavía más relevante al permitirnos comprender al arte como una estrategia espiritual ante la imposición y coerción de un contexto, manifiesto muchas veces en la diversidad de sus instituciones. Ante tal reducto podemos advertir la pertinencia del carácter subversivo de toda poética como operadora de la apertura del sentido del mundo, incluso más allá de instituciones tan poderosas como La familia, sobre todo cuando esta última es entendida como el núcleo social al que solemos quedar reducidos por los azares de la genética, los cuales se evidencian lejanos a las diversas posibilidades del ejercicio de nuestra voluntad y su soberanía:
Mis padres me forzaban a ir a la Iglesia Cristiana pero yo no sentía nada de espiritual en eso y no significa nada para mí […] para mí la espiritualidad está en la esencia encontrada por mí mismo y eso se fue dando al mismo tiempo que me adentraba en el Black Metal y descubrí que el sentimiento que me producía La Naturaleza y la música de Black Metal era exactamente esa espiritualidad. Aunque fueran cosas separadas, ¿cómo puedes tener algo de Naturaleza y Música?; ¿cómo pueden ser una misma entidad? Ese es el fundamento para crear mi música, van mano a mano. Cuando estoy aquí [en mi casa] o cuando estoy en mi habitación componiendo música en la guitarra, a veces trasciendo mi cuerpo astral, así que estoy tocando estos riffs distorsionados de Black Metal y al mismo tiempo trasciendo al bosque; estamos conectados, es parte de mí, siempre está ahí.
De manera sumamente generosa, Sin Nanna nos comparte la experiencia estética de su espiritualidad y cómo la misma implica un compromiso total de su cuerpo, al grado de lograr la trascendencia característica de una Experiencia Religiosa. ¿Será que a través de tal posibilidad de religación es posible el encuentro entre los realizadores de un género musical y sus escuchas, al grado de constituir una comunidad entre creadores y público en la cual el creador también es un escucha y el espectador un creador? Me parece que ello puede ser capaz de desafiar a cualquier imposición, inducción al consumo e intrusión en el moldeamiento del gusto por parte de toda Industria Cultural.
He elegido como segundo momento de este material ‒sin llevar a cabo orden jerárquico alguno y motivado por el ritmo de mi escritura‒ el abordaje por parte del documental del fascinante proyecto: Leviathan, cuya autoría corre a cargo de Jeff Whitehead, mejor conocido por su seudónimo: Wrest. En tal momento del film vamos a encontrar nuevamente una máscara social. Sin embargo, en contraste con el tratamiento del proyecto Striborg por parte de los realizadores del documental, será notable el énfasis en la exposición de la trayectoria vital del músico estadounidense por la ineludible vertebralidad de la misma en la poética de dicho realizador de Metal Extremo ubicado en Oakland, California.
Wrest comparte la significatividad de sus primeros años, el carácter primigenio de una época fundamental para la constitución de la sensibilidad de un ser humano: “[Mi niñez] me pareció eterna […] Me convertí en tutelado judicial, lo cual quiere decir que tus padres no te quieren en sus casas, así que estás en hogares sustitutos […] lo arruiné en mi último hogar en San Francisco […] tomé mi patineta y me quedé en las casas de mis amigos”.
Estamos ante lo complejo y profundo de un temperamento tendente a lo libertario de una rebeldía que se manifiesta en el autor de Leviathan desde sus primeros años. Ante lo que le ofrecía su entorno inmediato vemos la voluntad emancipadora que puede llevar a alguien a la construcción de su propio camino. Al parecer para unos padre como los de Wrest tal clase de inquietud fue un enorme desafío incanalizable e inacotable. Ambos ‒exintegrantes de un matrimonio‒ acaban por renunciar a la presencia de su hijo en sus respectivas casas.
¿Cuál sería la mejor manera de fomentar un espíritu libre sin cooptarlo para evitar convertirlo en un peligro para los demás y para sí mismo?; ¿cuál sería la vía para que tal voluntad se convierta en el principio de un ejercicio estructurante de sí mismo sin acabar por normalizar tal clase de carácter? Parece que incluso plantear la pregunta es potencialmente normativo y normalizante al implicar un juicio sobre las potencias creadoras que se manifiestan en un personaje como Wrest desde temprana edad.
Sin embargo, la intuición que siguió le dio su propia respuesta, la cual lo ayudaría a posicionarse ante la experiencia única de la adversidad de un cuerpo vivo. Wrest opta por acudir a su sensación, a su gusto y, por lo tanto, al gozo y al placer de la satisfacción de su deseo. El entonces joven se desborda en su pasión por el tatuaje, las patinetas y la música.
Muchas veces no necesitamos que la sociedad dé respuestas, haga búsqueda alguna o si quiera se haga preguntas ante la complejidad de nuestra circunstancia porque lo que suele ver como un problema no necesariamente lo es. Basta con que uno tenga el coraje suficiente para permitirse la amabilidad de comprenderse a sí mismo. Parafraseando al sabio efesio, “la armonía inaparente es mejor que la aparente”, especialmente en el caso de aquél que se investiga a sí mismo.
El documental nos da noticia en relación con tal posibilidad de la sensibilidad del autor de Leviathan. Wrest recibió ayuda de sus amigos y la familia de los mismos, quienes durante los años ochenta le permitieron vivir en los sofás de sus casas por no tener un hogar en el cual quedarse. Al mismo tiempo cultivaba su pasión por un deporte tan extremo como el de la patineta, lo cual lo convirtió en skater. Como fruto y evidencia de dicho compromiso se encuentra la aparición de un joven Jeff en varias páginas de revistas dedicadas a la difusión de noticias alrededor del Skateboarding. De particular relevancia resulta la aparición del futuro exponente del Metal Extremo en la portada de la segunda edición del videojuego Skate or Die de la compañía Nintendo.
Otro ejemplo de su estrecha relación con el mundo del Skate se manifiesta en su incursión en el diseño de logos para una de sus marcas: “Le vendí esto a [Genuine] Thunder Trucks en mil novecientos noventa y uno por cuarenta dólares. Siguen usándolo y no recibo ningún dinero. Considerando el hecho de que es un ícono y que se sigue usando, ¿dónde está mi dinero?”, afirma Wrest después de enseñar dicho diseño de su autoría,tatuado en su pecho.
Interesante pregunta la del músico. Especialmente en relación con la defensa del propietario por parte del Derecho, basada en una Justicia Geométrica que pareciera propiciar opacidades que fomentan la injusticia. Ante dicho fenómeno concreto resulta sugerente pensar que en el Antiguo Derecho Romano era imposible renunciar a la autoría de nuestros actos, al igual que a los fenómenos resultantes de los mismos.
Otra interesantísima foto que comparte el músico es la de la sesión que protagonizó y que estuvo en manos del importantísimo maestro del tatuaje japonés Horiyoshi III. Un artista en toda la extensión de la palabra que sólo trabaja con el doloroso método tradicional de dicha expresión de las artes visuales y de las modificaciones corporales de todos los tiempos, un quehacer legendario. No ha dejado de ser importante la relación de dicho músico con tal mundo, independientemente de que ésta se haya dado de manera ininterrumpida desde el momento en que conoció dicho arte. El propio Wrest se gana la vida tatuando.
Hablando de la estética de su arte, de manera semejante y análoga a la de Sin Nanna, Wrest comparte su postura ante un fenómeno tan representativo del Black Metal como lo es el corpse paint: “Todo el asunto de usar corpse paint me ayuda a remover el factor humano; se lleva el factor humano y hace interesante a la música. La hace un poco más misteriosa”.
Es sugerente pensar esta interesantísima postura en sí misma ya que nos remite a la despersonalización de la cual habla Sin Nanna en relación con dicho recurso estético. Los temas del Black Metal son fenómenos comprometidos con la espectralidad de las penumbras de lo oculto. Con fenómenos como la noche, abordada de manera tan simbólica como concreta, al igual que con las intensidades de lo desconocido vinculadas a nuestros miedos y temores, incluyendo al dolor de nuestra angustia. Sentimientos como el horror y el terror, emociones que figuran hondas huellas de nuestros tránsitos y orígenes vitales, se evidencian vinculadas a la trascendentalidad de circunstancias como: la soledad, la indigencia y el vacío, fenómenos que no dejan de ser tan espirituales como físicos. Ello es advertible en la música de Leviathan y Striborg, al remitir a lo suprasensible como desafío a la inmediatez de nuestra finitud implicada en los límites del cuerpo. Se trata de música que vislumbra a la muerte y a la sublime experiencia de su intuición.
La pregunta sería, ¿qué tanto el corpse paint implica una habitación humana de la espectralidad que desafía a nuestra sensibilidad?y, en esa medida, ¿qué tanto también implica una protección ante los peligros de tal experiencia suprasensible que puede parecer incluso sobrenatural?
En relación con dicha inquietud, pienso en el gran autor de la tradición del corpse paint como fenómeno estético del Black Metal: el importantísimo Per Yngve Ohlin, mejor conocido como: Dead. Por parte de este último podemos hallar un claro testimonio acerca del compromiso espiritual de una práctica poética tan influyente como la de dicho maquillaje.
Wrest lleva al equipo de realizadores a un lugar clave en su trayectoria como músico y como ser humano:
Estamos en Ashbury donde viví por alrededor de diez años […] Por un largo periodo de tiempo me levantaba, tomaba café, trabajaba en la música. Cuando trabajaba en North Beach, iba a trabajar y después dormía. Era todo lo que hacía realmente; era todo lo que tenía en ese momento, todo lo que quería hacer era música. Para vivir tenía que trabajar temprano algunas veces […] no salgo, no voy a bares, no voy a shows solo porque no puedo estar rodeado de gente. Tuve experiencias muy intensas en este edificio, y viví cosas muy perturbadoras en esa habitación, completamente sobrio.
El músico nos informa de una rutina en la que se manifiesta la sincronía con un proceso creativo en el que el sentido de la misma era la música como motivo de vida. Es evidente el privilegio de la soledad para dicho ejercicio como la sensación correspondiente con tal habitación de sí mismo como forma de vida. Al igual que en el caso de Sin Nanna, en ello se manifiesta el arte de vivir de Wrest, en el que la influencia de los demás se evidencia como una adversidad para la integridad de tal proceso como ejercicio constitutivo en tanto que ejercicio creativo. Estamos, nuevamente, ante el descenso implicado en el autoconocimiento como intensa experiencia y habitación de nosotros mismos. A pesar del consumo de sustancias, a pesar de las rutinas, parece que la sospecha acerca del carácter normalizador de la compañía de los demás como influencia de lo social en nuestras vidas es correspondiente con la imposibilidad de una evasión de nosotros mismos como principal obstáculo y engaño del proceso creativo. Sin embargo, tal búsqueda no deja de tener peligros como el propio Wrest lo explicita. Ello también parece claro para los demás protagonista del documental. Bien afirma Nietzsche que “vivir es estar en peligro”: “Traté de terminar con mi vida en esa habitación”, afirma el músico. “No funcionó, así que me mudé a Oakland”, concluye el autor de Leviathan. Se trata de una música que, como todo arte, está comprometida con La visión del abismo.
Vale la pena indagar más en la postura del autor acerca de la problematicidad de los fenómenos de lo social, la cual resulta semejante a la de los otros músicos participantes del documental: “Si hago que Leviathan toque en vivo, yo tocaría la batería, alguien más cantaría, sería como si algunos me cubrieran estando ahí, sería raro, nunca pasará. Nunca fui el tipo que quisiera actuar en vivo, o un guitarrista y esas cosas”. De hecho, el propio Wrest tiene una experiencia referente que puede ser advertible como el fundamento del contraste entre los procesos creativos compartidos y los individuales. El músico llega a declarar al principio del documental que siempre fue parte de bandas que quiso que sonaran más brutales y contundentes, varias de éstas fueron exponentes de géneros que iban desde el pop hasta el Math Rock. En tal postura es apreciable lo intransferible de la autoría del músico. Se trata de una intensa sensibilidad irremplazable, lo cual conecta con la espiritualidad de un proyecto como Striborg. Se trata de la autenticidad única de lo que puede un cuerpo habitando la plenitud de su sensación.
Un punto de contraste en relación con lo anterior permite ser advertido por el autor en otro importante proceso creativo del mismo, el cual generosamente accede a compartirnos: “Hay otra música en mí que no es [tan estridente]. Leviathan [es] toda esa ira y enojo que puedo mostrar y no es difícil de mostrar”. El músico se refiere a su proyecto: Lurker of Chalice, un proceso creativo que está vertebrado por un compromiso sensible sumamente intenso durante un momento crucial y definitivo en su vida: “En Lurker hubo una musa que lo inspiró en su momento. Ella está muerta […] no creo que Lurker [of Chalice] pase otra vez”. En 2006 Jesse, entonces novia de Wrest, fue diagnosticada con un cáncer cerebral. Después de un año de terrible sufrimiento, la pareja del músico se quitó la vida.
El propio Wrest sobrevivió al intento de seguir los pasos de Jesse. El documental indica que el músico no había grabado “una pista nueva de Leviathan o Lurker of Chalice desde entonces. Jeff prometió nunca sacar otro disco de Leviathan”, por lo menos hasta la fecha de la entrevista en la que Wrest comparte lo sucedido en el documental. Poco antes de terminar el film, Jeff “fue inculpado por delitos sexuales contra su entonces novia. Él mantiene su inocencia y eventualmente fue encontrado no culpable de los cargos, excepto por el de agresión doméstica agravada. En 2011 regresó como Leviathan,lanzando su sexto álbum: True Traitor, True Whore”, nos informa el mediometraje.
Después de la fecha de publicación de este último, Wrest retomó la actividad y producción de Leviathan con luces y sombras, a pesar de lo criticado que fue el momento catártico que representa un disco como True Traitor, True Whore, el cual es considerado uno de los peores y menos solventes álbumes del músico. Sin embargo, es claro que las razones del mismo son mucho más personales que creativas por parte de Wrest. También para ello es el arte y en ello también se manifiesta La poética de un arte de vivir.
Para concluir este trabajo abordaré el tratamiento del film del proyecto: Xasthur, cuya autoría reside en Scott Conner, músico estadounidense residente de Alhambra, California. En la participación de este creador en el documental se evidencia con singular claridad el vínculo poético entre estos tres grandes musicos, además de una notable coincidencia en relación con temas como la soledad y el aislamiento. También encontramos instantes únicos de afortunado contraste en relación con el discurso del film.
Scott nos comparte: “[Con la música] es algo como un amor-odio [el] que tengo hacia ella. En un sentido literal amo hacerla, escribirla y grabarla. Es por eso que no importa quien la escuche y quien no […] esas cosas no me importan cuando hago música. Hay muchas bandas que son complacientes con la gente. Yo prefiero tomar el riesgo de intentar nuevas cosas sin importar si es una nueva clase de sonido diferente, proveniente de otro lugar, con el que los fans del metal no siempre están familiarizados”.
Es notoria la resonancia entre este músico y sus colegas también entrevistados. Es advertible una suspicacia semejante en relación con las posibilidades de lo social. Por un lado, surge la pregunta: ¿puede dejar de ser el arte un proceso íntimo? Por otra parte y en relación con lo anterior, ¿hasta qué punto es cuestionable el carácter social del arte? Podemos pensar que sería más congruente que estos músicos no compartieran con los demás de ningún modo su obra. Sin embargo, el arte es para ser apreciado y, en esa medida, es difícil no encontrarnos en él por medio de la afinidad de sensibilidades que convoca. En ese sentido, para decirlo nietzscheanamente, el arte es para todos y para nadie; para todos los que encuentren un eco de sí mismos resonando en él y para nadie incapaz de sentir afinidad alguna con lo propuesto. Sin embargo, aun así, es ineludible que la principal motivación y la más importante satisfacción de estos músicos es lograr constituirse a sí mismos a través de su arte, al llevar a cabo a través de ella una habitación de su dolor. Me parece legítimo concederles dicha claridad, en la medida en que, como el propio Scott acaba de explicitar, la reacción o respuesta de un público posible ante la respectiva obra de estos músicos no depende de ninguno de ellos.
El autor de Xasthur generosamente nos comparte una parte medular de su proceso creativo, la cual tiene una importante y estrecha relación con su experiencia onírica:
“Guardo un cuaderno y un bolígrafo junto a mi cama cuando voy a dormir, y al despertar escribo lo que vino a mí, en el momento en el que estoy dentro y fuera del sueño. Es cuando la mayoría de las cosas vienen hacía mí. Lo que hago es un reflejo de mi mente. Pero lo que es peor es que eso también es el reflejo de la mente de otras personas […] el odio, el miedo, la muerte. El asunto de la lírica que es muy poco comprendida es que no recuerdo que alguna vez haya respaldado en mis letras: “voy a matarme”… yo no hago eso. En vez de eso, lo que hago es decir: “¡Hey!, aquí hay algunas razones para ti […] tal vez quieras adentrarte, morir o matarte […]”.
En esta explicación Scott nos ofrece una claridad en relación con su postura ante cualquier escucha posible de su música y ante el encuentro entre la sensibilidad del músico y la experiencia estética de quien oye su música. Se trata de una relación que tiende a una correspondencia semejante a un mutualismo; una sensación de frontera que explicita Xasthur, entre lo aparente del afuera y lo aparente del adentro; la relación entre nuestra vida anímica manifiesta en la intimidad de nuestra sensibilidad y la vida anímica que expresamos al relacionarnos con el mundo al habitarlo. En ello Scott reconoce lo vinculante de lo común de toda experiencia relacionada con nuestra angustia.
Si bien es clara la misantropía del músico, vale la pena ser justo y asumir la inconmensurabilidad de la respuesta o reacción ante su arte por parte de un escucha posible. Con su música Scott ofrece una paisaje anímico de su sensación, un horizonte de lo único de su sensibilidad. Es por ello que resulta inferible que, a pesar de lo planteado en relación con un público posible por parte del músico, lo que más bien parece explicitar este último es una relación consigo mismo, un posicionamiento ante la intensidad de su dolor como motivo vertebral de su proceso creativo. Decirlo de la manera en que lo afirma es una manera de hablar de la congruencia de una honestidad vital implicada en su actividad como músico. En ese sentido, nuevamente, es fácil inferir a la realización de su poética como un ejercicio de sobrevivencia. Nuevamente, podemos deducir fácilmente que estamos ante el arte de vivir de un músico.
Dicho posicionamiento acaba de redondearse, en relación con la semejante suspicacia por lo social que une al músico con Sin Nanna y Wrest:
Sé lo que puse en esto y sé que no se podría recrear en vivo. La única forma de que funcione es encontrar gente para una sesión y realmente no me gusta hacer eso […] es una de las cosas sobre el metal, especialmente en estos días, hay muchas bandas, músicos que se reciclan y yo no estoy en eso. No es el tipo de banda que vas a ver, no es del tipo de música para todo público. Ese es el porqué, además de que hago muchas canciones, no recordaría todo lo que he escrito.
Se trata de procesos de creación sumamente íntimos, únicos y definitivos que, por su inextricable relación con la sensación del músico, son incapaces de tener a todo mundo como público posible y que, en esa medida, sería incalculable su reacción o respuesta ante dicha propuesta, al igual que la legitimidad de su vínculo con la misma. Scott lo tiene muy claro, la principal relación de su música es consigo mismo porque la única persona importante en dicho proceso creativo es su autor. Scott apela al instante único de la intimidad como única legitimidad, imposible ante los demás porque la única legitimidad posible de su arte yace en sí mismo.
Hablando de la legitimidad del carácter íntimo del arte, el músico nos regala una proyección de su paisaje anímico en el mundo. Se trata de un lugar semejante a la penumbra del desierto de la adversidad, ese vacío que se propone habitar el Eremita para encontrarse y entrar en comunidad a través de sí mismo; un abismo al cual asomarse y desde el cual comprender. En este caso, se trata de un parque público cerca de la casa del músico:
Es lo más cercano que tengo a la tranquilidad. Es lo más oscuro alrededor que se puede obtener. Depresivo en cierta forma, me gusta de noche. No lo sé, no sé qué lo hace más depresivo, la gente o su vacío, no estoy muy seguro de ello […] nunca entendí a la gente y no creo que ella me entienda a mí y no tengo nada en común con nadie, con muy pocas personas al menos. Realmente no veo algo que valga la pena en mucha gente. Encuentro a los seres recordando, siempre [estoy] pensando en formas de hundirlos si pudiera. Pero, al mismo tiempo, cuando conozco a alguien que será un pedazo de porquería, como todos los demás, trato de no ser una persona interesante que tal vez piense como lo hago. Realmente me complazco con eso.
Si bien es inferible el dolor del músico, no estamos ante un resentido sino ante un misántropo. No es alguien incapaz de la contención necesaria para contemplar su dolor y hacer del mismo motivo suficiente para el ejercicio infantiloide en el que consiste la venganza. Todo lo contrario: se trata de alguien que resguarda la intimidad de la habitación de sí mismo para contemplar su dolor, evitando que dicho sentimiento lo destruya. Es posible advertir que por ello Scott es capaz de ser tan prolífico y creativo, al igual que Sin Nanna y Wrest. La preservación de ese aislamiento le permite mantenerse vivo al músico, al constituir (al igual que sus colegas) una poderosa habitación de su dolor que implica el desapego del mismo. Quizá lo difícil de advertir es que se trata de un dolor demasiado profundo.
Lo anterior me recuerda a una premisa budista: “si no puedes desapegarte de tu dolor, sé generoso: si no puedes desapegarte de tu dolor, sé creativo”:“De lo que se trata [mi música] es de lo [que] hago y no cómo me veo […] es la manera en cómo es mi vida realmente y el modo en cómo me siento realmente […] no quiero retratarme a mí mismo como algo, ni ser positivo o negativo […] Yo no hablo con la gente y si digo que quiero estar solo es en serio”.
¿No será esta postura por parte de Scott un relevante signo de la liberación implicada en el desapego?; ¿por qué no puede resultar más sospechosa la demanda social de ser parte del colectivo, de integrarnos, de ser públicos y de corresponder con las maneras de vivir que suelen juzgar al aislamiento o a la privacidad como ejercicios sospechosos y nocivos que atentan en contra de la llamada vida de un tejido social, en lugar de advertir tal clase de posicionamiento como el ejercicio del cuidado de nosotros mismos ante la sobreestimulación de nuestra sensación?; ¿es lo mismo unirse que alienarse?:
Antes de juzgar la misantropía de alguien sin advertir el tremendo compromiso consigo mismo que puede implicar como ejercicio del cuidado de sí mismo,como cultivo de su gusto y, por lo tanto, de su sensibilidad ante el mundo, vale la pena pensar en las intensidades de los procesos creativos implicados en tal clase de posicionamiento como ejercicio de autoconocimiento. Nuevamente Scott tiene la generosidad de compartir un momento específico de su proceso creativo, el cual manifiesta sus secuelas cuando durante dicha narración el músico padece una breve regresión con tan sólo recordar dicho periodo. No es fácil descender al abismo de sí mismo:
Hice muchos discos durante momentos terribles y porosos y probablemente ninguno fue tan difícil de hacer [como Telepathic With The Deceased del 2004] […] Estaba recordando cosas verdaderamente malas […] Ese disco […] fue realmente extraño, muy extraño para mí. Yo estaba […] perdiendo la cabeza en ese momento […] No podía distinguir la diferencia entre el día y la noche. No podía diferenciar entre una semana y la siguiente o un mes y un día. Fue como mirar alrededor y decir: “¿esto es la vida o no lo es?” Afortunadamente fui capaz de apartarme y hacer algo fuera de eso. Cada vez me doy cuenta de que me gustan muchas otras cosas […] Podría tratar de hacer música felizmente oscura pero no sería yo.
Llevar a cabo ese viaje en descenso al encuentro de uno mismo es ser plenamente a través de nuestra sensación. El relato de Scott resulta doloroso porque no es lejano a experiencias tan terribles como la psicosis, según aquellos que la han vivido.
Sin embargo, más allá de su misantropía, el músico es ejemplo de la falta de miedo característica del pesimismo. Aquél capaz de afirmar una voluntad de poder porque sabe qué es perderlo todo. Una actitud que implica comprender qué es perderse para ganarse. Ello es advertible en la claridad implicada en sospechar del futuro y en apreciar al presente como el instante en el que es posible la alegría. Podemos verlo en el documental cuando en este último se da el afortunado registro de la poco frecuente pero radiante sonrisa de Scott cuando llega de visita un hermoso gato negro. Vemos el semblante plenamente vivo del músico como si se tratara del de la espontánea alegría de un niño. Decía Nietzsche que el nihilismo es un pequeño “no” que viene del gran “Sí” de la vida, ese gran “Sí” que siempre dirá un niño. En mi humilde opinión, la música de estos tres grandes autores representa la alegría de la comunidad que puede constituir la compleja profundidad de la vida. Un océano a atravesar para dejar de tener miedo y encontrarse con la oportunidad de tan liberadora plenitud.
¿No valdría la pena comprender a géneros del Metal Extremo tan polémicos como el Black Metal desde esta clase de apreciación y horizonte más allá de lo obvio, inmediato y superficial que puede ser restringirnos a sus signos?: “La gente identifica lo que hago con [el] black metal y a mí me gusta tomar lo que hago y volverlo algo que no tiene sentido […] [ir a un lugar que no me gusta cuando creo que lo sería] es el futuro y es el pasaporte. A veces me separo de mi propio futuro y mi pasado a través de los ojos del futuro de alguien más en el tiempo. Tal vez esto sea la persona en la que me convertí y esa persona ahora es nadie”.
Esta declaración me remite a la posibilidad de un nihilismo perfecto como ejercicio de autoconocimiento.Me resulta semejante tal postura a un nihilismo perfecto como puede serlo el budismo. Entiéndase la palabra ‘perfecto’ no como sinónimo de absoluto como solemos entenderlo sino en su acepción latina: lo completo. El único matiz sería que se trata de un nihilismo cuya condición libertaria radica en su falta de propósito y apertura de sentido, lo cual no es del todo incompatible con el budismo y su carácter insustancial. En este sentido, sería un nihilismo anticósmico y cercano al nihilismo matérico de Sin Nanna, fundamentado en la relación del autor de Striborg con La Naturaleza. Se trata de la afirmación implicada en el presente de la realización de un Amor Fati; un ejercicio libertario de asignificación capaz de afirmar la vida a través de un pesimismo; amar el descenso implicado en el destino del autoconocimiento.
¿Hasta qué punto tal proyecto puede ser el de un subgénero musical como el Black Metal?; ¿puede el arte dejar de comprometerse con la búsqueda y encuentro de nosotros mismos? Ahora que Scott graba con el nombre de Nocturnal Poisoning, quizá también valga la pena preguntarlo.