Cabe mencionar que ante el terrible evento que da pie al conflicto principal del filme, este último manifiesta una elipsis importante en relación con dicho evento. ¿Qué pasó con Herralde después del asesinato de su padre?
La película muestra la angustia de Aballay al hacer el descubrimiento en la diligencia del todavía niño Julián Herralde, atemorizado y oculto en el baúl de la diligencia. El impacto de dicho encuentro y la conmoción del mismo llevan a Aballay a un estado de aturdimiento, una relación de opacidad consigo mismo estratégicamente evidenciada por el director a través de una fotografía tendiente al esmeril característico de la disolvencia. La confusión y el desconcierto propios de la compasión manifiestan la pérdida del dominio de sí mismo a través del control de la sensación generadora de una labilidad del cuerpo. Dicha circunstancia determinará un cambio irreversible en la vida de Aballay.
Me atrevo a inferir que, a pesar de la lábil lucidez de Aballay a partir de dicho encuentro, podemos suponer que hizo algo para salvar al joven Herralde de su propia banda y que después Herralde hallaría auxilio o la forma de salir de tan vulnerable situación. ¿Qué sería para un grupo de este tipo un niño indefenso? ¿En qué habría sido convertido? ¿Qué habría sido de él? La compasión parece ser uno de los escenarios más lejanos al respecto. Sin embargo, más allá de la colectividad devenida en masa a través de la embriaguez misma de la estupidez -la disolución etílica y social en algunos personajes, clara al principio de la película, parece ser una metáfora de dicha alienación-, parece haber sido posible la “escena” de la imaginación del sufrimiento ajeno que llevó a Aballay a tal posicionamiento. Ello implica la inferencia de la generación de un mundo posible correspondiente a dicha “escena”, entendido como producto de la sensibilidad del bandolero gaucho.
Fernando Spiner en dos ocasiones nos ofrece la escena de dicho encuentro a través de un super close-up de los ojos del líder gaucho que minutos antes había matado al padre de Herralde por llamarlo en la desesperación por proteger a su hijo: “gaucho ignorante”. Tal estrategia narrativa corresponde con un close-up al rostro temerosos del niño que fue Julián Herralde. El audio de esa escena evoca un recuerdo, es el sonido de voces desesperadas, entre ellas la de niños. ¿Qué vio Aballay en el rostro de ese niño? ¿Qué vio en los ojos de Julián Herralde cuando tan sólo era un niño indefenso? Probablemente, nos atrevemos a inferir, al propio Aballay en una circunstancia parecida. Quizá, alguna acontecida durante la infancia del gaucho convertido en asesino y asaltante de caminos.