Detengámonos un momento en un elemento importantísimo de la película. Antes de ser asaltados, Herralde, su padre y el militar que los acompañaba cantaban en la diligencia La Marcha de San Lorenzo. Dicha marcha fue compuesta en honor a la batalla que ocurrió en dicha población durante la campaña militar de José de San Martín, ocurrida en el periodo del proceso de independencia argentina. Dicha batalla fue considerada el bautismo de fuego del ejercito del libertador criollo. Esa marcha también será cantada por El Muerto, años después, mientras se rasura y durante la secuencia en la que va hacia las orillas del pueblo del cual se ha convertido en gobernante al haber asumido -podemos inferir al tratarse de un pueblo “sin” “ley” cuyo paisaje evoca el origen mismo del mundo- un puesto policiaco-militar bastante impreciso. El Muerto es una extraña clase de autoridad totalmente vertical de la región. No perdamos de vista este elemento, más adelante será obvia la relevancia del mismo. Dicho lugar es conocido como “La Malaria”, una enfermedad, un pueblo enfermo de sí mismo. Podemos adelantar, prometiendo tratar de evidenciarlo, que se trata de un pueblo enfermo de su propia indolencia, la cual los ha condenado a la esclavitud de su propia corrupción a través de su propia negligencia.
Por otra parte, en relación con Argentina, estamos ante una nación que lleva para entonces décadas constituyéndose y que parece no acabar de hacerlo. Se observa en el paisaje tucumano el contraste con el “esplendor” civil de lo porteño -muy probablemente de cepa europea-, insinuado en la ilustración que denotan los modales de Julián Herralde, su padre y el militar de la diligencia, a pesar de lo poco que los hemos podido contemplar. Buenos Aires parece ser el beneficiario de la orfandad a la que el proyecto de La Patria Argentina ha decidido condenar al llamado “interior de la república” dedicada a las labores más agrestes. Por cierto que Pablo Cedrón, actor intérprete de Aballay en la película, en alguna entrevista hizo referencia a la manera injusta en la que se subvalora al resto de Argentina en relación con Buenos Aires, al referirse con ironía al interior de la república como “el inferior de la república”. Hay algunas opiniones que considera a Argentina un país macrocéfalo que pone al llamado “inferior de la república” al servicio de la ciudad de Buenos Aires. Lo pongo sobre la mesa sin asumirlo ante la falta de elementos que puedo aportar al respecto. Sin embargo, no creo que sea irrelevante al respecto que en la película, en tono de reproche y burla, El Muerto le diga a Herralde: “Los porteños no son buenos para el trabajo del campo”.