Toda investigación antropológica, independientemente de la orientación metodológica que la dirija o los compromisos teóricos que la hayan inspirado, busca transformar la comprensión que tenemos de nosotros mismos. Y esto no sólo en relación con la imagen que tenemos de nosotros mismos como individuos, sino también en relación con la imagen que tenemos de la humanidad entera, es decir, de aquello que nos hace ser y sentirnos seres humanos. Por eso, ninguna investigación antropológica se puede contentar con sólo formar parte de la construcción social de un conocimiento positivo sobre la «naturaleza de los hombres», pues su finalidad no se suele limitar al querer construir una «imagen de la humanidad», sino comprenderla a través de las imágenes o representaciones resultantes de un proceso de investigación, ya que sólo así —al menos eso se espera comúnmente— se podrán superar las múltiples contradicciones que suele generar la «vida humana»: una vida atravesada por la cultura.
Esto se cruza precisamente con los problemas que hay que enfrentar para lograr una comprensión antropológica del surgimiento y evolución de las sociedades contemporáneas, que se ha dificultado en las últimas décadas debido a la complejización de la red de relaciones y fuerzas que han tenido que sucederse para que dichas sociedades adquirieran la forma que poseen actualmente. Parece, además, que hemos llegado a un punto de “máxima incomprensión”, como consecuencia de la ignorancia predominante con respecto a la función cultural de las nuevas técnicas comunicativas y recursos tecnológicos, así como a la insistencia, por parte de algunos teóricos, de seguir exaltando el valor (caduco) de algunos productos culturales, como el «arte de culto» y la «educación nacionalista». Las sociedades contemporáneas son todo menos Naciones o «sociedades civiles nacionales» y el desarrollo de la cultura va por todos lados, menos por el camino de una «cultura ilustrada»; como lo hubiesen querido o deseado las “buenas conciencias modernas”. Hoy, las viejas categorías modernas ya no nos sirven para pensar al Hombre y la complejidad de su proyección social.