Siempre que se declara un «paro de actividades» en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, me inquieta, por supuesto, que los complejos procesos que tienen lugar día a día en una institución como ésta se vean detenidos, truncados, pospuestos o incluso lesionados de un modo irreversible e irreparable; y particularmente me inquieta todo esto cuando se afecta el desarrollo de las actividades académicas, sociales y políticas de la vida universitaria.
Y en esas circunstancias –las de la declaración o simple amenaza de un «paro de actividades»– me preocupa especialmente que pudiera darse el caso en que un simple «paro» pudiera prolongarse «indefinidamente», no sólo durante días o semanas, sino durante meses o años, porque, así como puedo imaginar el poder simbólico que puede cobrar un «paro definido» si se logra manejar como una declaración pública con la intención de desplegar un contenido simbólico y desatar procesos de conciencia política, del mismo modo me puedo imaginar el daño que puede causar un «paro indefinido» en estos tiempos en que no hay nada menos oportuno que tener cerrados indefinidamente los espacios públicos, especialmente cuando se trata de espacios universitarios.
Por otro lado, específicamente contra los «paros indefinidos», me parece urgente señalar que no sólo los maestros de la CNTE andan necesitando el apoyo de los universitarios; la sociedad entera necesita de nosotros, pero en el más alto y demandante de los sentidos: el del movimiento social. Asunto que igual se desdobla hacia la solución de complejos aspectos de la movilidad social y política que hacia la atención de los más complejos aspectos de la movilización social y política.
Así que resulta pertinente tomar en consideración que, así como no pasa nada si la FFyL se declara en «paro de actividades» de vez en cuando para producir un efecto simbólico, también sucede que, en algunas ocasiones, esos «paros de la vida universitaria» hacen o pueden hacer que suceda todo porque nos permiten preguntarnos de vez en cuando ¿Qué tipo de actividad universitaria no queremos parar?
O mejor aún: ¿Qué tipo de actividad universitaria nos gustaría poner en movimiento en tiempos como éste?
Atender con una perspectiva asistencialista las necesidades de algunos movimientos sociales no es el mejor modo de contribuir solidariamente, de un modo universitario, a la defensa o desarrollo de los movimientos sociales en su diversidad. La universidad es un espacio público, no sólo en el supuesto sino de hecho, por todo lo que tiene un movimiento en ella cotidianamente. Así que cuando la universidad se mantiene cerrada, sin actividades, reservada a cualquier uso particular, pierde su sentido como un espacio para el desarrollo de una vida universitaria, pero, además, pierde su carácter de espacio público.