Los deseos flamean como
banderolas cosidas
al costado. Es así. La
agitación de la belleza come
a deshora y no hay
pacto para su pasión. Me levanto
de noche para ver
la ligereza del abismo
que mis pies abren, el danzón
dañado por la inversión ambiental.
Los hechos hunden clavos fríos
en las certezas. ¿De dónde
viene este saber que destruye
su consuelo? Hay
que leer las reglas del espanto
en una ciudad con sol. Pero
las ciudades aplastan al sol. Las pérdidas
se cansan del cuerpo, no se engañan.
—Juan Gelman—