Tengo un corazón enfurecido…

La imagen de un corazón enfurecido me vino a la mente pensando más en los furores del alma que en un sentimiento de enojo. ¿En qué momento la idea de una alma furiosa habrá quedado reducida a la imagen de una alma enojada?

El punto interesante de todo esto, sin embargo, no es sino atreverme a pensar nuevamente en los movimientos del alma, en su actividad y su poder, a partir de una reflexión filosófica sobre sus furores, sus estados energéticos, sus fuerzas desplegadas o desplegándose. Quizá por eso en algún momento el significado de la palabra “furor” quedó completamente desplazado hacia el ámbito de pensamiento y reflexión de los espectáculos ofrecidos por el puro despliegue de las fuerzas del alma, como expresión de su violencia o agresividad, así como hacia el ámbito de análisis de los efectos de dicho despliegue de fuerzas, de su violenta capacidad de creación o destrucción, de transgresión y transformación del mundo.

Mi interés en los furores del alma, por el momento, consiste solamente en colocar mi reflexión en ese punto en el que la idea del furor, la idea antigua de una alma furiosa, puede ser comprendida únicamente como un tipo de reflexión filosófica sobre la manifestación de sus fuerzas o de sus estados energéticos, haciendo posible nuevamente una psicología filosófica. Pensar en una alma furiosa no implica sino atreverse a pensar en una alma activa, en un alma que se pone en movimiento de formas diversas. La furia del alma no es sino el acontecimiento de su fuerza desatada: la activación de sus fuerzas.

Un asunto aparte es determinar si el despliegue de estas fuerzas se activa de forma creativa o destructiva, o como fortaleza o debilidad espiritual. Por eso no pienso, por ahora, en un alma furiosa en todas sus formas, sino específicamente en un “corazón enfurecido”, pues me interesa ese modo específico de actividad anímica en el que el despliegue de fuerzas implica una fortaleza construida a partir de la unidad del “libre querer”: esa extraña capacidad de querer lo que uno quiere. Pienso en un corazón enfurecido asumiendo que el alma se vuelve un corazón precisamente cuando su actividad logra concretarse en una voluntad cierta de su libre querer. Fuerte no sólo por el poder de la energía desplegada, sino también por la fortaleza conseguida en el proceso. La fortaleza del alma es un corazón cuyos movimientos sugieren la realización de una furia voluntariosa, del enfurecimiento de una alma ordenada en su más íntima voluntad y realizada en su más perfecta unidad consigo misma.

Por el momento me conformo, entonces, con poder pensar que la furia de mi corazón es una fuerza capaz de imprimirle un movimiento a todo…

—Rafael Ángel Gómez Choreño—

Nietzsche y las transgresiones libertarias del erotismo y la imaginación poética

NIETZSCHE Y LAS TRANSGRESIONES LIBERTARIAS DEL EROTISMO Y LA IMAGINACIÓN POÉTICA

(Sobre la lectura que hacen de Nietzsche Bataille y Bachelard)  

Ponencia leída en el II Coloquio “Cuerpo, resistencia y producción de subjetividades: Nietzsche y los filósofos nietzscheanos”, que se llevó a cabo en el Salón de Actos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, el 23 de noviembre de 2016.

El cuerpo como territorio baldío

 

EL CUERPO COMO TERRITORIO BALDÍO

Ponencia leída en el 1er Coloquio Internacional Filosofía Latinoamericana Hoy (6º Coloquio), que se llevó a cabo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAEM, del 12 al 14 de agosto de 2015.