Meditaciones vagabundas VI

Gatillourbano
Querétaro, México, 2016.
© RAGCH

Sucede que las ciudades efectivamente no son necesariamente el conjunto de sus calles y edificios, que sus paisajes no necesariamente son resultado de unos discursos arquitectónicos basados en la construcción o en la edificación, pues también podemos pensarlas como un complejo tejido de relaciones humanas que con alguna frecuencia prescinden de las grandes edificaciones por razones prácticas o espirituales. La urbanización como paradigma predominante de la civilización es un accidente que suele venir acompañado con una radical fragilización de la vida humana. Las grandes urbes con frecuencia son espacios de producción en serie de la muerte.

Rafael Ángel Gómez Choreño

Tengo un corazón enfurecido…

La imagen de un corazón enfurecido me vino a la mente pensando más en los furores del alma que en un sentimiento de enojo. ¿En qué momento la idea de una alma furiosa habrá quedado reducida a la imagen de una alma enojada?

El punto interesante de todo esto, sin embargo, no es sino atreverme a pensar nuevamente en los movimientos del alma, en su actividad y su poder, a partir de una reflexión filosófica sobre sus furores, sus estados energéticos, sus fuerzas desplegadas o desplegándose. Quizá por eso en algún momento el significado de la palabra “furor” quedó completamente desplazado hacia el ámbito de pensamiento y reflexión de los espectáculos ofrecidos por el puro despliegue de las fuerzas del alma, como expresión de su violencia o agresividad, así como hacia el ámbito de análisis de los efectos de dicho despliegue de fuerzas, de su violenta capacidad de creación o destrucción, de transgresión y transformación del mundo.

Mi interés en los furores del alma, por el momento, consiste solamente en colocar mi reflexión en ese punto en el que la idea del furor, la idea antigua de una alma furiosa, puede ser comprendida únicamente como un tipo de reflexión filosófica sobre la manifestación de sus fuerzas o de sus estados energéticos, haciendo posible nuevamente una psicología filosófica. Pensar en una alma furiosa no implica sino atreverse a pensar en una alma activa, en un alma que se pone en movimiento de formas diversas. La furia del alma no es sino el acontecimiento de su fuerza desatada: la activación de sus fuerzas.

Un asunto aparte es determinar si el despliegue de estas fuerzas se activa de forma creativa o destructiva, o como fortaleza o debilidad espiritual. Por eso no pienso, por ahora, en un alma furiosa en todas sus formas, sino específicamente en un “corazón enfurecido”, pues me interesa ese modo específico de actividad anímica en el que el despliegue de fuerzas implica una fortaleza construida a partir de la unidad del “libre querer”: esa extraña capacidad de querer lo que uno quiere. Pienso en un corazón enfurecido asumiendo que el alma se vuelve un corazón precisamente cuando su actividad logra concretarse en una voluntad cierta de su libre querer. Fuerte no sólo por el poder de la energía desplegada, sino también por la fortaleza conseguida en el proceso. La fortaleza del alma es un corazón cuyos movimientos sugieren la realización de una furia voluntariosa, del enfurecimiento de una alma ordenada en su más íntima voluntad y realizada en su más perfecta unidad consigo misma.

Por el momento me conformo, entonces, con poder pensar que la furia de mi corazón es una fuerza capaz de imprimirle un movimiento a todo…

—Rafael Ángel Gómez Choreño—

Anarquismo hedonista: una primera aproximación

La simple idea de una fisiología del cuerpo político sugiere –incluso reclama– la posibilidad de un “anarquismo hedonista”. Pero sobre todo exige analizar el problema de la constitución del cuerpo político, no desde la perspectiva de una visión idealista que haga de la idea de “cuerpo político” una simple metáfora, sino desde una postura materialista que realmente nos aferre al análisis de lo político desde la corporalidad y sus  mecanismos orgánicos, metabólicos y nerviosos. Es inquietante –como sugiere Onfray– la invitación a pensar en la constitución del cuerpo político desde la perspectiva de su funcionamiento fisiológico; particularmente si con ello hacemos posible el análisis económico y político de la efectividad de nuestros gastos energéticos. Quizá de este modo los problemas relacionados con la dinámica política de las sociedades contemporáneas dejarán de ser un mero asunto de especulación pura o de análisis estadístico, para convertirse en auténticos ensayos de habitación creativa de nuestra corporalidad. Cuando menos, el puro planteamiento sugiere un desplazamiento de nuestra atención, de la cuestión del gobierno del cuerpo político o su administración a la cuestión de su alimentación, su auto-regulación o, desde un enfoque más preocupado por su vitalidad orgánica, por la construcción de sus experiencias de placer y resistencia política: el horizonte más adecuado para el desarrollo de una erótica estética del cuerpo político.

—Rafael Ángel Gómez Choreño—

Cuerpos nómadas: los límites de la experiencia

CUERPOS NÓMADAS:

LOS LÍMITES DE LA EXPERIENCIA ENTRE LA IMPOTENCIA Y EL SENTIMIENTO DE IMPOTENCIA

Ponencia leída en el Coloquio Internacional “Poder e impotencia: una cuestión de límites”, que se llevó a cabo en la Sala de Conferencias del Centro Interdisciplinario de Investigación en Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, del 9 al 13 de noviembre de 2017.

La ciudad y sus enemigos I

Entre los múltiples enigmas que hoy pueden despertar interminables reflexiones y discusiones filosóficas, se encuentra, con su poderosa y silenciosa presencia, el “enemigo”. Sin embargo, de inmediato llama la atención que éste no haya podido convertirse en un problema filosófico por sí mismo, ya que no hay duda de que, antes de ser un fenómeno para la experiencia filosófica, es cierto que el “enemigo” es una presencia evanescente que atemoriza a todos por igual y que, de algún modo, siempre está ya constituida, en nuestro horizonte ontológico, como una experiencia ordinaria, común y cotidiana, aunque en realidad no exista ninguno de sus objetos, de sus fantasmas, de sus espejismos. El “enemigo”, en este sentido, es una fantasía que suele alimentar nuestras más diversas inquietudes y, justo por ello, no necesita tener más presencia que la que se encarna fantásticamente en un temor vacío, en un miedo sin objeto, pues su única realidad suele ser, precisamente, la simple inquietud que nos genera. Así que todo parece indicar que, cuando la filosofía ha intentado asumir el tema del enemigo, no ha hecho más que enfrentar uno de esos asuntos que se hallan más allá de sus límites autoimpuestos y que, en todo caso, no ha hecho sino tratar de postular objetos teóricos que puedan llenar ese vacío que alimenta nuestras inquietudes para tratar de apaciguarlo.

El “enemigo”, para la filosofía, no ha sido entonces más que un mero recurso metodológico; una hipótesis para lograr plantearse algunos de sus problemas fundamentales; un recurso retórico para justificar algunas de sus investigaciones y postulados; pero, sobre todo, el tema del “enemigo” ha sido un recurso político para garantizar el posicionamiento de la filosofía frente a todos los que no podemos vivir tranquilos ante la mera sospecha de alguna enemistad, instalando, por supuesto, ilusorias promesas de seguridad y certidumbre, que sólo han de cumplirse mediante a una sujeción voluntaria a una norma filosófica, comúnmente instalada a través de una definición o un conjunto de ellas.

Sólo reconozco una excepción: la de aquellas filosofías que, en lugar de postular una ética normativa, han tratado de reconocer en el “enemigo” algo más que una amenaza amorfa, sin rostro, sin un gesto característico, es decir, más allá del miedo y la incertidumbre, más allá de la mera intranquilidad del ciudadano ordinario, para identificar las formas concretas de la enemistad y los retos que estas formas concretas le demandan a la filosofía al invertir el enfoque mediante el cual se ha tratado de pensarla. Esta inversión implica algo muy simple: dejar de pensar al “enemigo” como la amenaza de un “otro”, para empezar a pensarlo como la amenaza en la que uno mismo se convierte en situaciones específicas de conflicto frente a un “otro”. Las filosofías que han aplicado esta inversión en el enfoque, con sólo hacerlo, han hecho posible la investigación filosófica de la enemistad como síntoma de una crisis ética de la vida cotidiana, de la vida común, de la vida política, pues justo han hecho evidente, de este modo, que la enemistad no es la noticia de una presencia que nos amenaza, sino uno de los mecanismos que utilizamos para organizar nuestra relación con los otros. La enemistad es un acontecimiento que nos revela que vivimos con otros y que, al margen de la amenaza que los otros pueden representar para uno o la que uno puede representar para otros, está el simple y constante enfrentamiento de intereses y conveniencias.

—Rafael Ángel Gómez Choreño—

Ciudades en duelo

 

CIUDADES EN DUELO:

CUERPO, VIOLENCIA Y MEMORIA

Ponencia leída en el 4º Coloquio Internacional sobre Violencia, que se llevó a cabo en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Sinaloa, a través del Cuerpo Académico Humanismo e Identidad Cultural, el 19 de octubre de 2017.

Imaginaciones rebeldes

La ciudad sólo podrá ser un horizonte para la articulación de las rebeldías y las resistencias políticas cuando hayamos logrado la imaginación de diversas formas de solidaridad política entre las diferentes comunidades de acción ciudadana, ya sean urbanas o rurales, territoriales o sectoriales, globales o locales.

—Gatillourbano—

Nietzsche y las transgresiones libertarias del erotismo y la imaginación poética

NIETZSCHE Y LAS TRANSGRESIONES LIBERTARIAS DEL EROTISMO Y LA IMAGINACIÓN POÉTICA

(Sobre la lectura que hacen de Nietzsche Bataille y Bachelard)  

Ponencia leída en el II Coloquio “Cuerpo, resistencia y producción de subjetividades: Nietzsche y los filósofos nietzscheanos”, que se llevó a cabo en el Salón de Actos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, el 23 de noviembre de 2016.

Ciudad, éxtasis y ensoñación

 

ARTÍCULO EN REVISTA

GÓMEZ CHOREÑO, Rafael Ángel, “Ciudad, éxtasis y ensoñación. Formas psicoactivas de ciudadanía”, en Revista Palabrijes. El placer de la lengua. Ciudad de México, México, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Año 6, Núm. 13, “Ebriedades”, enero-junio 2015.

[ISSN 2007-8285]

Cuerpo y sentimiento de potencia

CUERPO Y SENTIMIENTO DE POTENCIA:

NOTAS SOBRE EL VITALISMO NIETZSCHEANO

Ponencia leída en el Coloquio “Vitalismo filosófico: vitalismo y crítica de la modernidad”, que se llevó a cabo en el Salón de Actos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, el 20 de octubre de 2015.

El cuerpo como territorio baldío

 

EL CUERPO COMO TERRITORIO BALDÍO

Ponencia leída en el 1er Coloquio Internacional Filosofía Latinoamericana Hoy (6º Coloquio), que se llevó a cabo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAEM, del 12 al 14 de agosto de 2015.

La ciudad en rebeldía II

¿De qué lado nos pondremos cada uno de nosotros? ¿Qué calle ocuparemos? El tiempo lo dirá. Pero lo que sabemos es que ha llegado el momento, que el sistema no solo está descompuesto y al descubierto, sino que parece incapaz de ninguna otra respuesta que no sea la represión. Por eso nosotros, el pueblo, no tenemos otra opción que luchar por el derecho colectivo a decidir como reconstruir el sistema y con que hechuras. El partido de Wall Street tuvo su oportunidad y ha fracasado miserablemente. La construcción de una alternativa sobre sus ruinas es tanto una oportunidad como una obligación insoslayable que ninguno de nosotros puede ni querría siquiera evitar.

David Harvey, Ciudades rebeldes. Del derecho de la ciudad a la revolución urbana, p. 235-236.

Vivian Maier
Septiembre 26, 1954. New York, NY
© 2018 Maloof Collection, Ltd

Comentario: 

Estas ideas me hacen recordar que la ciudad rebelde no implica sino el despliegue de un espíritu de libertad habitando las calles, en el pleno ejercicio o puesta en juego de diversas formas de praxis y de diversas formas de valoración, pues justo en ello –en la diversidad de ambas cosas– se juega precisamente el inevitable derrumbe de la civilización capitalista y la transformación creativa de nuestros modos de producción: la construcción o reconstrucción poética de la ciudad, de la vida civilizada, de nuestra ciudadanía. La ciudad rebelde no niega el valor de la ciudad; por el contrario, lo reconstituye, lo reorganiza, le da otras fuentes, lo vuelve a fundar… Nos permite preguntarnos si efectivamente podemos rescatar una ciudad de los procesos debilitadores de la urbanización neoliberal, reivindicándola para la lucha anticapitalista (Cf. HARVEY, 2013: 219).

—Rafael Ángel Gómez Choreño—

El deseo de una ciudad

Vivian Maier
1954. New York, NY
© 2018 Maloof Collection, Ltd

La habitación de una ciudad no es muy diferente a la habitación de cualquier otro espacio. No depende en realidad de las condiciones materiales del espacio físico, sino de la potencia imaginaria que uno es capaz de desplegar en el proceso de habitarlo. La imaginación de la habitación de la ciudad es lo que nos constituye como ciudadanos; por eso mismo, es el instinto que gobierna a nuestra imaginación lo que determina nuestro posicionamiento en el juego de las relaciones de poder que han producido las formas materiales de nuestras ciudades. Una imaginación deseante, por ejemplo, por eso se sujeta con tanta facilidad a los dispositivos de poder con los que las ciudades garantizan el desarrollo de una cultura de consumo. Pero de igual forma, es una apropiada imaginación del deseo la que nos libera del consumo. Habitar una ciudad desde el deseo puede sujetarnos a una relación de dominación alimentada por un obscuro impulso imaginario de consumo y auto-consumo, pero también puede liberarnos de dicha relación de poder, si encontramos el modo de revertir el efecto de poder del dispositivo mediante la liberación imaginaria del propio deseo. El deseo de una ciudad implica de suyo una habitación poética del espacio.

—Rafael Ángel Gómez Choreño—

La ciudad y sus ruinas

La ciudad siempre está articulándose y re-articulándose entre sus ruinas y ruindades. Y nuestras andanzas y andaduras son posibles gracias a eso: no habría ninguna memoria posible de otro modo y sin memoria andaríamos como ciegos por la ciudad. De hecho eso pasa con mucha frecuencia, pero gracias a las memorias que se activan con cada nuevo derrumbe, con cada grieta emergente, con cada fragmento oxidándose irremediablemente, es como podemos seguir andando nuevos caminos en el diario recorrido de los caminos ya conocidos. Las ruinas de la ciudad son el perfecto espejo de nuestras ruinas, del mismo modo que las ruindades que nos encontraos al paso, pues son las ruinas y ruindades que se han alojado silenciosamente dentro de nosotros mismos. Las geometrías del espacio no son sino la perfecta proyección de nuestras temporalidades, de nuestras habitaciones interiores en constante derrumbamiento, las cuales se despliegan sobre el espacio habitado del mismo modo en que se encuentran desplegadas en las memorias que se duermen y despiertan todo el tiempo en nuestro cuerpo. Las ciudades siempre están traslapando su irremediable modernización con capas y más capas de ruinas aparentemente invisibles, aparentemente olvidadas, recogidas en un frágil silencio que siempre está a punto de quebrarse en el grito desesperado de nuestras soledades. Las ciudades en ruinas emergen siempre de su elaborado ocultamiento, materializándose en el dolor de nuestros tropiezos, de nuestras incertidumbres, de nuestros agotamientos. Las ruinas de la ciudad son la habitación dolorosa de nuestras propias ruinas, de nuestras memorias dolorosamente desmoronadas por el irreversible paso del tiempo.

—Rafael Ángel Gómez Choreño—

La ciudad en rebeldía I

Lo urbano funciona pues, obviamente, como un ámbito relevante de acción y rebelión política. Las características propias de cada lugar son importantes, y su remodelación física y social, así como su organización territorial son armas para la lucha política.

 

David Harvey, Ciudades rebeldes. Del derecho de la ciudad a la revolución urbana, p. 174.

Comentario: 

No dejo de pensar, justo por eso, en la importancia que tiene el resistirse a pensar la ciudad desde la reducción a lo urbano. La ciudad es, en muchos sentidos, el resultado de las complejas relaciones entre lo urbano y lo rural. El caso de la acción y la rebelión política no es la excepción, sino por el contrario la confirmación de esto. La reorganización política del territorio urbano, especialmente cuando resulta del trabajo político de una ciudadanía en rebelión, implica el posicionamiento estratégico de las comunidades rurales, de sus más diversas necesidades e intereses, de sus luchas y resistencias.

Quizá por eso, tras analizar el caso de El Alto, David Harvey señala con total precisión que: “La lección a extraer del estudio de Lazar es que es efectivamente posible rescatar una ciudad de los procesos debilitadores de la urbanización neoliberal, reivindicándola para la lucha anticapitalista” (HARVEY, 2013: 219).

—Rafael Ángel Gómez Choreño—

La ciudad del sinsentido: poéticas y retóricas de la vida civil I

Ninguna ilusión ha sido más poderosa en la Modernidad que la ilusión de una vida civil. Sin embargo, sin la creencia en un cuerpo político constituido jurídicamente, esta ilusión carecería de sentido, pues su efectividad no depende en ninguna medida de la emergencia de las ciudades modernas y sus nuevos usos y costumbres, o sus códigos e instituciones, sino en la pura fe de los ciudadanos en la existencia de un orden político en el que se funda toda relación e identidad social: el Estado moderno.

A diferencia de las ideas o representaciones que los hombres del Renacimiento tenían de la vida civil, fuertemente basada en la participación activa del ciudadano, los ciudadanos modernos han preferido confiar en una idea abstracta de la vida civil, aunque ningún ciudadano quiera participar efectivamente en su construcción o encarnación.

La vida civil no es en la Modernidad más que una determinación abstracta de la idea del Estado-Nación; es una definición jurídica cuya principal función consiste en organizar y regular, simultáneamente, todo lo político y todo el pensamiento sobre lo político. Mientras que la imaginación y el desarrollo de la vida civil en el Renacimiento –u otras épocas– ha consistido fundamentalmente en el desarrollo de una intervención poética de todo lo político; en la Modernidad, en cambio, la vida civil no es sino el objeto abstracto con el que decidieron trabajar diversas tradiciones políticas retóricamente. Responde más a una forma de “hablar de” que de “hacer como”.

La intervención poética del espacio I

Pensar que los espacios urbanos pueden ser intervenidos poéticamente es una forma de colocar el tema del cuerpo y la imaginación en el horizonte de una reflexión filosófica sobre las dificultades de la vida civilizada en las sociedades contemporáneas. En el programa de esta reflexión filosófica dos temas han cobrado un especial interés en mi trabajo de investigación: las prácticas efectivas de la gubernamentalidad y el ejercicio crítico de una ciudadanía ética. El primero se ha convertido en una vía de acceso al análisis de las relaciones de poder desde la perspectiva problemática del estudio de las formas del gobierno de sí y el gobierno de los otros: el análisis de las relaciones de poder como relaciones de dominación; el segundo, en cambio, me ha permitido acceder al análisis, mucho más específico, de las prácticas contemporáneas del gobierno de sí como ejercicio de una ciudadanía ética, como la puesta en juego de la filosofía como forma de vida o intervención poética del espacio en la ciudad del sinsentido.

—Rafael Ángel Gómez Choreño—

El deseo y la máquina

EL DESEO Y LA MÁQUINA:

REFLEXIONES SOBRE LA CIUDAD Y EL CUERPO

Ponencia leída en el Coloquio “Pensamiento e inmanencia: apuntes sobre la filosofía de Gilles Deleuze”, que se llevó a cabo en la Sala de Videoconferencias del edificio “Adolfo Sánchez Vázquez” de la FFyL-UNAM, del 10 al 12 de abril de 2013.