Nuevos marcos de política: el arribo del populismo

Como para cualquier ámbito del conocimiento, los tiempos cambian y las ideas se vuelven insuficientes para explicar la realidad. Los paradigmas cambian: cambian las ideas y las formas con las que nos explicamos el mundo, cambian las personas que las sustentan y cambian las prácticas que de ellas derivan. Esto no significa que lo que se decía antes deje de existir, sino que se necesitan nuevas ideas para dar razón de lo que acontece de manera más adecuada a la realidad de los tiempos. En política no es la excepción y los esquemas de explicación también cambian. No podemos seguir sosteniendo que hablar de izquierda y derecha nos proporciona un horizonte suficiente, hay expresiones e ideas que lo rebasan. Pero muy adentro, siguen estando.

Tomando en cuenta la filosofía e historia de la ciencia, y siguiendo el gran aporte del concepto de paradigma para saber qué son y cómo se transforman, sabemos que se necesitan marcos explicativos acordes a los tiempos. Si algo no existe en la ciencia son las verdades absolutas. Necesitamos una filosofía que se mantenga crítica y en constante renovación del pensamiento. Necesitamos nuevos esquemas que no sigan este mito de la superación lineal de la ciencia, sino que conserven los paradigmas anteriores y los refinen, o al menos señalen que ahora la realidad no es tan simple. Esa es la apuesta para mantener una explicación adecuada a la complejidad de los tiempos.

Izquierda y derecha, ¿qué nos dicen ahora? En un contexto donde el modelo neoliberal se ha extendido, en el cual los focos de resistencia no logran imponer un modelo explicativo más allá de la mera resistencia, y donde el socialismo real parece ser solo nominal, vemos que incluso los más socialistas mantienen intercambios con el modelo neoliberal, bajo el riesgo de desaparecer. ¿Qué nos dice realmente este modelo, que al agregar una zona indefinida llamada centro, no logra complejizarse? El tiempo ha vuelto este modelo que en el siglo XX pudo explicar la realidad política en uno reduccionista y determinista. Los esquemas de la política internacional nos enseñan que actualmente, todos los actores se colocan pisando más o menos alguna de estas categorías, pero no son ya cajones en lo que podamos meter los fenómenos actuales y encontrar respuestas adecuadas.

¿Cuál es la opción? Necesitamos nuevas categorías, eso es indiscutible. Pero, ¿cuáles? Los intentos por llevar las posturas al extremo no incrementan la complejidad necesaria. La extrema izquierda, con su opción revolucionaria, parece haber estado allí siempre, pero su potencial está más que desactivado. Ya no estamos en la Guerra Fría. La extrema derecha, por su parte, parece explicar fenómenos como los que se presentan en la Argentina de Milei, o en la postura dominante que no rechaza sus lazos con el fascismo en algunos países de Europa. Incluso el término «extremo centrismo» parece alcanzar para nombrar algunos fenómenos que en el esquema tradicional no existían y que ahora se señalan. Este esquema de extremos solo estira la liga, pero deja fuera cosas que no encajan.

¿La opción es volver a los esquemas del siglo XIX de conservadores contra liberales? Este es un intento por simplificar la ya superada dicotomía horizontal de las posturas políticas. Este movimiento encubre aún más la realidad en categorías que ya no son posibles de usar, y además ejemplifica lo que decíamos: como en la ciencia, en las ideas políticas no se eliminan esas características, por ejemplo, de liberalismo y conservadurismo, pero se complejizaron al llegar las categorías de izquierda y derecha. Es raro señalar al pensamiento progresista como liberalismo, pues se contradice. ¿Qué es ser liberal? ¿Apoyar al libre mercado o estar en contra de este?, si lo tomamos como algunos gobiernos de Sur Global lo hacen actualmente, podemos equiparar izquierda con liberal y derecha con conservador en sus versiones 2.0? Esto nos mete en más problemas que los que resuelve. Habrá que darle otro espacio para hablar de esta postura de usar categorías arcaicas porque me parece que es todo, menos inocente.

Así pues, no es sencillo. No existe ninguna teoría o explicación que abarque totalmente la realidad, pero hay aproximaciones que son mejores y más responsables que otras. Al menos algunas asumen sus sesgos y su inconmensurabilidad. Si dejamos atrás la división izquierda-derecha, hemos visto emerger gobiernos que se enmarcan en un concepto conocido, aunque adaptado a los nuevos tiempos: el populismo. Podríamos aventurarnos a señalar que, tras la dicotomía izquierda-derecha, surge el paradigma del populismo. Ante la crisis de los partidos, observamos que el discurso sobre el que se erigen las nuevas políticas busca superar las complicaciones de la diferencia de clases, y así los gobiernos intentan rescatar la representación, no tanto en las clases bajas, sino en la idea del «pueblo». Esta simplicidad y vaguedad no son triviales, pero a su vez, ¿cuál sería su contraparte? Es claro que se genera un vocabulario alrededor de esta idea, pero la contraparte no sería aquella que el mismo discurso populista intenta colocar como su contrario —en el caso de «la casta», los privilegiados, etc.— pues eso es un intento de mantener la idea de división del paradigma anterior, pero de una forma flexible. Lo que se busca es encontrar nuevos enemigos con un vocabulario desgastado.

Siguiendo a José Luis Villacañas, me parece que lo que encontramos como una contraparte sería el republicanismo, una corriente con la que se busca contrarrestar el énfasis en «el pueblo» y el uso que se hace de este concepto para gobernar de acuerdo con lo que se va ponderando, incluso más allá de la ley. Encontramos en la idea de la república un contrapeso, no solo a la idea, sino al paradigma, como una opción que se volcará a defender la legalidad y el aspecto democrático, no solo en la democracia electoral, sino también en la conformación del Estado para mantener contrapesos internos al poder. En el populismo, bajo el discurso de «gobierno para el pueblo», se busca concentrar en el poder ejecutivo muchas de las funciones que deberían corresponder a otros poderes.

Desempolvar la idea del republicanismo para entrar como contendiente en este nuevo paradigma que no descarta las divisiones previas del espectro político, púes sabemos que existe las etiquetas conservador/liberal; izquierda/derecha, pero que dichas figuras no son suficientes y mantenerlas nos puede meter incluso en lugares contradictorios. Sabemos de casos en los que gobiernos de izquierda se vuelve del todo conservadores llegado incluso a ser gobiernos autoritarios y dictatoriales, sin siquiera pisar algunos de los ideales de la derecha. Entramos en la división populismo/republicanismo una disputa por el mantenimiento o disminución de los derechos de la ciudadanía y el mantenimiento de ciertas institucione que concentren el poder o mantengan contrapesos internos. Igualmente podemos pensar que la discusión se da en términos discursivos en el que la legalidad y legitimidad del poder puede estar en “el pueblo” más allá o si estos e encuentran en el entramado constitucional e histórico, más allá de las etiquetas políticas con las que se explicaba la dinámica social en el siglo XX.

Este es el desafío en el que nos encontramos. Habrá que darle más espacio para ver cuánto puede soportar este nuevo modelo y si realmente puede considerarse un nuevo paradigma.

Acerca de Eduardo García Vázquez

http://instagram.com/barbaro_andante
Esta entrada fue publicada en Sin categoría. Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *