Cartas sobre una canción

8 de diciembre de 2020

Amigo rojillo:

El otro día te vi compartir la canción Secretaria, interpretada por Mocedades, junto con un comentario elogioso sobre ella. Debo decir que se trata de un gusto compartido, aunque no los escucho con mucha frecuencia. Mis padres y algunos tíos tenían casettes e incluso algún disco con canciones del grupo y me contagiaron de su gusto desde que era pequeño.

Al escuchar nuevamente la canción, he considerado que tu comentario estaba cargado de razón: es fascinante ver cómo se logra contar toda una historia en esa canción de apenas poco más de tres minutos, con diversas capas de complejidad de las que no siempre somos conscientes al escucharla o cantarla pero que seguramente contribuyen al impacto que nos causa. 

Puedo pensar, por ejemplo, en cómo da cuenta de una relación de varios años tan sólo con decir “Te firmé mis veinte años” casi al inicio y “hasta creo haber tejido yo tus canas” en la siguiente estrofa. O bien, en la contribución de la secretaria al desarrollo profesional de su jefe —lo que nos pone frente a la importancia de este tipo de personas en el ámbito laboral— y la manera en la que ella misma parece gozar o sufrir con él, manifiesta por los versos “Hemos compartido juntos/ tus fracasos y tus triunfos”. 

Está también el tipo de intimidad y complicidad que se establece en la relación, al grado de que se llama a sí misma la celestina de su jefe, elige flores para las amantes e incluso firma las tarjetas. Sólo nos queda imaginar cómo pudo llegar a ese punto la relación, puesto que se entiende que el jefe intentó establecer un amantazgo con ella, que se negó,  y nos remata con una aparente contradicción que se expresa cuando ella misma se confiesa “un poquito enamorada” al final.

Todo eso sin mencionar el contraste entre las vidas del jefe que se iba con los suyos a las siete en punto mientras la empleada se iba a su casa: él tiene una vida familiar y múltiples amantes ¿Y qué hay de ella? La canción parece dar a entender que vive sola ¿Es así o simplemente no quiere dar tanta información sobre sí misma como la que da sobre su jefe?

En fin. Creo que es evidente que tu invitación a escuchar la canción fue bien recibida y me ha hecho acercarme a la canción de una forma en que no lo había hecho antes. Ahora te pregunto a ti: ¿Qué es lo que estabas pensando cuando la compartiste? ¿Qué es lo que ves en esa canción, que parecía remover algo en ti? Puedo suponer varias cosas, pero preferiría tener tus respuestas en lugar de quedarme con puras conjeturas.

Saludos, Rafa.


21 de Julio 2021 

Recibe un afectuoso saludo, Rafa, confío que sepas disculpar la demora de mi respuesta. De buen grado la espera buscará compensarse con algunas anotaciones y comentarios a tus reflexiones.

En primer lugar, quiero destacar la relevancia de lo íntimo en el saber popular desde sus sonoridad: este pueblo puede que no lea, pero de que tiene un cancionero al que recurre para soportar la existencia eso es seguro. En ese tenor es significativo cómo se genera la conexión entre los artistas que comunican lo cotidiano y van tejiendo historias completas. Una canción que también cumple con ser una historia completa es la Canción para una esposa triste, (de la cual la versión de Maitén Montenegro es mi preferida). Pero lo que quiero destacar es: 1) el saber popular que se genera desde la cotidianidad, como la banda sonora de un pueblo y 2) la voluntad y el talento (epocal ¿?) de inventar tramas complejas en la música; cuestión que va a encontrar su contrapeso en las baladas acarameladas de los 80’s.

La canción de Mocedades pone de manifiesto el llamado “trabajo de cuidados”; ¿qué es una secretaría sino la perpetuación de la figura femenina como cuidadora del hombre que, además, cumple con el rol de amante. Creo que el dilema de la protagonista de la canción gira en ese conflicto: realizar el trabajo impago que representa los cuidados, pero sólo desde el ámbito profesional, ceder al concubinato de su jefe implicaría un rol de amante que no estaría dispuesta a ejercer. La sublimación de secretaría que plantea mocedades es una extensión del ideal masculinista del cuidado que, sin embargo, no se concreta como el objeto completamente sumiso. 

De hecho, mencionas que la vida íntima de la secretaria  es algo que desconocemos y creo que eso puede leerse desde su simbolismo: de la celestina de las citas clandestinas en realidad no importa mucho su contexto, por que, en realidad, su tragedia está en ser “casi esposa”. La vida en su oficina se devora a su vida fuera de ella.   

Finalmente, frente a la música como mero entretenimiento me gustan las ensoñaciones que pueden generar canciones donde caben vidas completas.


1 de septiembre de 2021

Estimado Gandhi:

Me alegra recibir tu respuesta a mi carta. Tocas diferentes temas y cada uno bien merecería una buena charla.

Te preguntas cómo se da la conexión entre el saber popular, el saber cotidiano o sobre lo cotidiano, y las canciones en las que se expresa. Creo que no está de más recordar, y sé que lo sabes, que la relación es más compleja de lo que puede parecer a primera vista. Nacidas del saber popular sobre la vida, canciones como ésta se convierten en elementos del mismo; es decir, el saber popular les da forma y luego ellas contribuyen a darle forma a ese saber. Llega a pasar que cuando escuchamos una canción por primera vez de pronto pensamos “¡Es neta!” y también que más adelante encontramos situaciones ante las que llegamos a comentar “Es como dice la canción tal”.

Ahora bien, hablas de la voluntad epocal de crear canciones con este tipo de complejidad y las contrastas con las baladas acarameladas de los 80’s. Pero es interesante notar que el mismo Juan Carlos Calderón que compuso Secretaria escribió también otras como Eres tú, interpretada también por Mocedades, Acarícame, para María Conchita Alonso o La incondicional, para Luis Miguel. Aunque claro, podrías negarte a considerar estas otras canciones como baladas acarameladas, esperaré a ver que piensas. En todo caso, lo que me interesa es apuntar hacia la relación, seguramente complicada, entre los requerimientos de la industria musical y la composición de canciones que expresen y den forma al saber popular. Incluso si un compositor como Calderón tiene la voluntad de que sus canciones funcionen como una forma de apropiación y expresión del sentir y el pensar del pueblo, de una colectividad en un momento concreto, los constreñimientos que imponen las exigencias de canciones aptas para el consumo masivo propias de la producción industrial caen sobre él con todo su peso. Claro que ambas cosas no son necesariamente excluyentes, la canción que ha motivado esta plática es un buen ejemplo de ello, pero no siempre se identifican. 

Tal vez valga la pena recordar que las canciones que se forman en el saber popular, y le dan forma también (perdón por ser reiterativo), han existido durante siglos y han sido uno de los vehículos principales de transmisión de saberes. Podemos pensar en el trovadorismo de la Edad Media, o en las diversas formas que ha tomado la canción popular mexicana a lo largo de los siglos XIX y XX (nomás por no reducirla al corrido).

En fin, sirva esto como comentario breve a tu señalamiento sobre la voluntad y el talento epocal para dar forma a este tipo de canciones. Hay otras cosas que me gustaría decir pero no quiero extenderme demasiado y además debo darles forma.

Saludos.

¿Cómo elegir un método de investigación?

Ante todo, un método es la decisión de un coeficiente epistémico. Es decir, es la elección de una aproximación que comienza con la forma de entender el objeto de investigación. Hay diferentes modos de entender un objeto. Habrá maneras primitivas y otras maneras más desarrolladas, según Gaston Bachelard. Mi curiosidad actual es entender nuestra existencia mediada por objetos tecnológicos a partir del sensualismo filosófico.

Es posible que me haya posicionado en un coeficiente epistémico primario, pero es un punto de partida para desarrollar lo que entiendo por ‘materialidad de nuestra existencia’. En este coeficiente epistémico, los objetos tecnológicos se vuelven fundamentales en la medida en que nuestra sensibilidad es mediada por objetos tecnológicos. Desde aquí podemos pensar lo más inmediato como los muebles en los que nos sentamos a escribir y a descansar, las puertas que se nos abren y cierran, la arquitectura que alberga a nuestro cuerpo. La arquitectura es, por el momento, estática e inmóvil. Pero los objetos tecnológicos que median muchas de nuestras actividades son móviles, portátiles e inteligentes. Por ahora, me interesan los dispositivos inteligentes que inhiben y posibilitan nuestra sensibilidad a partir de algoritmos.

Un cuadro de nuestra vida cotidiana es ver el comportamiento de las personas en una cafetería. En la acera había una pequeña mesa con 3 señoras. Todas ellas hablaban y se miraban al rostro. En la mesa de al lado, había otra señora leyendo un libro en inglés. Adentro estaba un hombre joven frente a su laptop, hablando y haciendo gestos exagerados. En la mesa del centro había alrededor de 6 personas, cada una con su laptop. Tenían una cara seria, sin movimiento, sin emociones, concentrados en la pantalla. Después, llegó una mujer joven tatuada de pies a cabeza. Pidió un croissant y un café con hielo. Se sentó sola y comenzó a ver el teléfono. En los 20 minutos que estuve ahí no vi que tocara ni el café ni el pan; se distrajo tomando fotos a insectos que subían un árbol. Esta escena contrastó con mi experiencia. Llevaba un libro para leer unos cuántos párrafos, pero me fue imposible. Hacía mucho sol, los autos hacían mucho ruido, los transeúntes hablan muy fuerte, el viento era refrescante, los perros que pasaban tenían un pelo hermoso. Es difícil sentir y pensar simultáneamente. ¿La tecnología por venir será capaz de emular la sensación del mundo? ¿No hay en ello una higienización de las sensaciones y afectos desagradables? ¿Bajo qué criterio se eligen las sensaciones y afectos positivos y deseables? ¿Viviremos como en la película «El Demoledor» protagonizada por Silvester Stallone y Sandra Bullock? No sé ustedes, pero yo optaría por un beso corporal a un beso virtual.

-Luis Avena-

¿Qué implica hablar de cultura?

Nos acercaremos teóricamente a este proceso [de reproducción de la vida natural] para, al describirlo, descubrir en él un nivel de existencia al que vamos a llamar comunicativo o semiótico. Dentro de este nivel trataremos de poner al descubierto lo que pensamos que es la esencia de esa dimensión cultural del proceso de reproducción social. Presentaremos, para ello, un esquema del modo en que se reproduce la sociedad humana en general y de cómo ésta reproducción puede ser vista como dotada de una consistencia doble: la primera puramente operativa o «material» y la segunda, coextensiva a ella, semiótica o «espiritual». Se tratará de una descripción encaminada a romper con la dicotomía que postula una heterogeneidad substancial entre la práctica material y la guía espiritual en la vida humana y que ―de muchas maneras, unas menos «sutiles» que otras― continúa empleándose para justificar el dominio de ciertas castas, clases, géneros, comunidades o «culturas» que estarían más cercanas al «espíritu», sobre otras, que estarían alejadas de él y más cercanas a la «materia».

Bolívar Echeverría, Definición de la cultura. 2ª edición. México, FCE-Editorial Itaca, 2010, Lección II, p. 46.

Comentario:

Después de mostrar la existencia de una dimensión especial del comportamiento humano un nivel del comportamiento distinto al de la eficiencia funcional, pero presente de manera orgánica en todo quehacer Bolívar intenta ubicarla en un marco más amplio: el del proceso de reproducción de la vida humana. En estas líneas podemos apreciar cómo es bastante cuidadoso al negar que haya una diferencia sustancial entre el nivel material y nivel espiritual de la vida. ¿Por qué?, más allá de si se trata o no de negar el dualismo desde una perspectiva ontológica, porque nos recuerda la manera en que esta distinción se ha usado para justificar relaciones de dominio. Esta conciencia de su parte nos debe servir para tener siempre presente que ninguna definición de cultura es inocente o «neutra», y que esto puede ser así incluso a pesar de quienes la formulan.

Esto exige una conciencia crítica de nuestra parte cuando nos proponemos analizar fenómenos «culturales». ¿De qué hablamos? ¿qué queremos decir? No podemos permitirnos entender lo cultural manera descuidada o adoptar una definición que creemos que nos conviene de manera a-crítica. Pues corremos el riesgo de que lo que presentamos como explicaciones se conviertan también en justificaciones de relaciones de poder con las que más nos valdría tomar distancia.

Rafael Peralta Martínez