JARDÍN NÓMADA

*Jardin des Plantes , Paris – Eduard de Vries, 2015, Acrilico sobre papel 38 x 32 cm.

Aspiro a un nuevo tipo de Jardín de Epícuro, pero fuera de las paredes, ya no sedentario, geográficamente cerrado, localizado, sino un Jardín nómada, portátil y móvil, llevado consigo ahí donde uno esté. Un jardín virtual cuyos efectos sean reales. Una manera de vivir según los principios epicúreos en el mundo y no a su lado. Propongo una máquina de guerra que, siguiendo el principio del caballo de Troya, entre la ciudad para llevar a cabo su combate de resistencia, de oposición y de vida alternativa al mundo trivial.
Así, no nos puede extrañar que con la historiografía clásica se conozcan las tesis de Epicuro sobre la ética o la física, el detalle de su frágil constitución fisiológica, que se glose sobre el tetrafarmakon, que se diserte sobre sus orgías con un pequeño bote de queso y un vaso de agua, que algunos pasen su vida de investigadores en la filosofía preocupados por el peso de sus átomos, ¡pero que en ningún lugar aparezca uná información concreta sobre el Jardín…! N i tanto, ni tan poco.
Al noreste de Atenas, yendo tras las huellas de ese lugar mítico, engañado por las indicaciones de un mapa, en lugar del Jardín de Epicuro lo único que encontré fue la plaza de una iglesia sucia con niños que jugaban como pájaros en una jaula. Coches por todos lados, una gran contaminación, huellas de óxido de carbono en las paredes, establecimientos con carteles deteriorados, nada que indicara el lugar filosófico. Queda esa idea de que estaba en las afueras, en los suburbios, lejos del centro, del Partenón y de la Acrópolis donde vivían los dioses, los importantes y la sombra de Platón.
Ahora bien, para mí el Jardín de Epicuro constituye lo que Deleuze llama un personaje conceptual, una figura, una oportunidad de filosofía y de filosofar, un concepto que reviste la misma dignidad que el número pitagórico, la idea platónica, la épokhé escéptica y otros clásicos de la filosofía. El Jardín: una obra filosófica, una encarnación, una idea que se ha vuelto volumen. Edificio epicúreo, casa conceptual o vivienda destinada a la idea, podemos imaginar que, al igual que Malaparte, el filósofo disponía de una casa a su semejanza.
En un aspecto absoluto, todo Jardín proviene del Tigris y del Éufrates, en Mesopotamia, donde se ubica por primera vez un paraíso. Comprendí lo que Epicuro nombraba en Mauritania, en un oasis, cuando tras horas de desierto, de arena, de viento abrasador, con el cuerpo deshidratado, entré en el de Terjit: frescor del riachuelo ondulante bajo las ramas verdes, sombras de las palmeras, suavidad del aire, contraste con el calor en las dunas, pureza del agua en la que uno se baña desnudo, arena de polvo anaranjado, destellos de luz jugueteando por todos lados en el suelo, murmullo de los insectos: la antítesis del desierto, el remanso, la paz del cuerpo, su serenidad después de ponerse a prueba.
Sin lugar a dudas, el Jardín proviene del oasis.
N o es de extrañar que los caravaneros que han conducido sus rebaños de camellos y sus caravanas a través de una hoguera encuentren bendiciones en estos aguaderos. Antídoto contra la violencia del desierto, el oasis ofrece un concepto que se convierte en paraíso y éste engendra el jardín y otras comunidades ideales entre las cuales, siempre, se hallan arquitecturas verdes, reducciones florales y vegetales de la idea de que los hombres se forjan en los trasmundos…


Michel Onfray, La comunidad filosófica. Manifiesto por una Universidad popular, Introducción, Un jardín nómada

JARDÍN COMO ESPACIO POÉTICO

**** Kiftsgate Court, Mickleton, County of Gloucestershire, England ****

…los jardines expresan mejor que otras manifestaciones culturales las inquietudes filosóficas de cada época. Y no solo porque las ideas encuentren fácil traducción al lenguaje del jardín, sino también porque, desde antiguo, los jardines han inspirado y acogido a los pensadores: recordemos a “Akademos” platónico, el Liceo aristotélico, el jardín de Epicuro, el gimnasio de Cinosarges, pero también a Shaftesbury, Rousseau, Kant y tantos otros pensadores que han pensado en y sobre jardines. Se puede afirmar que el jardín ha representado un marco privilegiado para la práctica de la filósofia tanto como el vehículo de transmisión de pensamientos y saberes. Y en este sentido es también un documento de la singularidad de una cultura y un lugar, si bien desde Walter Benjamin sabemos que todo documento de civilización lo es también de barbarie. Hay que subrayar este aspecto, porque los jardines han representado y representan un importante símbolo de poder político (Versalles, Kew Gardens, etc.) y del status social de sus propietarios, así como del dominio y la violencia que el hombre ejerce sobre la naturaleza.
Sir Francis Bacon escribió que la jardinería es uno de los placeres más humanos (“the purest of human pleasure”). En este sentido expresa un elevado grado de refinamiento cultural, tan elevado como el de la propia filosofía. En suma, los jardines sustancian, dan forma y visibilidad a los ideales de perfección latentes en una sociedad y materializan su imagen de una buena vida. En su libro “A Philosophy of Gardens” (2006), David Cooper escribe:

«Sostengo que los jardines contribuyen a la buena vida al ser espacios ‘acogedores? Para ciertas prácticas que ‘inducen’ virtudes, en el sentido en que esas virtudes son ‘internas’ a dichas prácticas cuando estas son realizadas con la debida comprensión».

Esta es la cuestión primordial y el quid del asunto: ¿por qué los seres humanos han sentido a lo largo de la historia la necesidad de construir jardines? Hay muchas posibles respuestas a esta pregunta, […] pero la más sencilla es que creamos jardines porque nos producen bienestar. El hecho de que los seres humanos se empeñen en convertir un trozo de tierra en un edén evidencia su necesidad de paz, serenidad y equilibrio, sometidos como están a la permanente contradicción entre su destino mortal y su vocación a la permanencia, entre su deseo de orden y su temor al caos, entre el poder de su razón y el desorden de sus instintos. Ese es su propósito, su razón de ser: aunar el arte y naturaleza creando belleza, la cual es promesa de felicidad. Del mismo modo que la eudaumonía, era, para Aristóteles, los estoicos y otras escuelas filosóficas, indisociable de la práctica de la “areté”, el ejercicio de la jardinería requiere paciencia, perseverancia, humildad, esperanza y un amplio repertorio de virtudes específicas. Un jardín exige constancia por más que esté cambiando. Tal vez eso explica por qué, como señalo el poeta culterano del siglo de oro Francisco de Trillo y Figueroa, en los confines del jardín cabe todo el espacio del mundo.
Muchos de los placeres físicos y los beneficios psicológicos que depara un jardín -serenidad, libertad, reposo, inocencia- constituyen ungredientes esenciales de una buena vida. Sea cual sea esa receta, hay una corriente subterránea que une la felicidad con el jardín desde los inicios de la civilización (Paraíso Terrenal, Edén, Campos Eliseos, jardín de las delicias…) y que convierte a estos en islas de perfección. La utopia se respira en todos los jardines del planeta. Y el hecho de que, como observa Karel Čapek, los jardineros vivan para el futuro, presta fuerza a esta idea. Sin riesgo de exagerar, podríamos afirmar que el jardín es por derecho propio un espacio utópico. Si, como sugiere Northrop Frye, el pensamiento utópico está menos interesado en alcanzar fines que en visualizar posibilidades, el jardín, en verdad, permite vislumbrar, entrever y apreciar lo que podría ser pero todavía no es, así como lo que pudo ser. Y contribuye a mantener viva la promesa de un futuro mejor, que irónicamente a veces se convierte en la aspiración de un regreso a la Arcadia, donde, como escribió Arthur Schopenhauer parafraseando a su vez a Friedrich Schiller, todos hemos nacido. Los jardines nos hablan tanto de la nostalgia de lo que una vez fue como lo que nunca podrá ser. La pasión por construir jardines se alimenta tanto del afán de evadirse de la realidad como del anhelo de retornar a la naturaleza. En esta fiesta de lo efímero, por usar la expresión de Michel Baridon, la nostalgia del paraíso se confunde con el sueño utópico de un mundo mejor, y el empeño de forzar la naturaleza compite con el anhelo de redimirla.
La experiencia del jardín posee no solo una dimensión ética y estética sino también política, que no se puede separar de las anteriores. Los hábitos y valores que, valga la redundancia, cultiva la jardinería bien podrían guiar la búsqueda del buen común y mejorar la convivencia social. Además de una escuela de rectitud moral y un escenario para la buena vida y la salud privada y pública, el jardín ha llegado a ser también en nuestra época un espacio de resistencia y contestación social, de solidaridad y rebeldía contra la hegemonía del neoliberalismo y el mercantilismo rampante, y se ha convertido en un objeto de reivindicación política y de lucha por los derechos ciudadanos y la sostenibilidad del medio ambiente. El fenómeno de los huertos y los jardines comunitarios, que se proliferan en las ciudades del mundo occidental, ilustra a la perfección las relaciones existentes entre la jardinería y el activismo político. Sólo en la ciudad de Nueva York existen en la actualidad más de seis mil, donde se han convertido en espacios de socialización e integración intergeneracional, en fuentes de solidaridad, cohesión social y movilización ciudadana y en catalizadores del cambio social. Aparte de un modo de producción de alimentos saludables y una manera de embellecer los lugares públicos y de mejorar las condiciones ambientales de los barrios, los jardines comunitarios han constituido una fórmula alternativa y eficaz de promover la identidad y el trabajo grupal, de prevenir la marginación y la exclusión social y de reducir la criminalidad. En palabras de Karen Schmelzkopf, los jardines comunitarios son una de las instituciones cívicas locales más participativas.

– Santiago Beruete, Jardinosofía. Una historia filosófica de los jardines, Turner Noema, Madrid, 2016, pp. 18-21.

EL JARDÍN COMO EXPERIENCIA FILOSÓFICA

**** Jardines del Château de Valmer, Chançay, Francia ****

El jardín ha sido escasamente estudiado por la filosofía y eso a pesar de que, como todos sabemos, las primeras escuelas filosóficas se desarrollaron en ellos. La razón de este desinterés tal vez provenga de esas mismas escuelas filosóficas que ensalzaron el valor del entendimiento frente al de los sentidos como fuente de conocimiento, que primaron el mérito de la “episteme” o ciencia en detrimento de la “téchne” y los oficios, que valoraron los saberes teóricos muy por encima de los saberes instrumentales, y prestaron más atención a los sistemas conceptuales que a las realidades mundanas. Sea como fuere, los jardines han plasmado de forma privilegiada la relación del hombre con la naturaleza y han sabido traducir en un lenguaje plástico y sensorial la metafísica vigente en cada momento histórico.


Santiago Beruete, Jardinosofía. Una historia filosófica de los jardines, Turner Noema, Madrid, 2016. p. 15.

SEMBLANZA

Jorge Aguas Leal Es investigador asociado del CEGE  desde septiembre de 2019 y como estudiante asociado desde noviembre del 2014. Participe en el programa de investigación  de  la Formación  cultural de las sociedades contemporáneas (ETM007) y  La ciudad como espacio poético (ETM008) a los cuales están adscritos los seminarios de las Poéticas y retóricas de la vida civil e Imágenes e imaginaciones de la cultura dentro de este último seminario colabora en el proyecto web Pantalla y deseo.

Se formó como licenciado en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), actualmente cursa la licenciatura de Ciencia Política por la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa (UAM-I).  Se ha especializado en estudios sobre filosofía libertina, en sus intereses están los temas respectivos a la intimidad como el erotismo y las filosofías sensualistas del siglo XVIII, además de la relación de la filosofía con la literatura. Asimismo estudia el contexto de las utopias como un acercamiento a la evolución de las prácticas de la rebeldía en su emergencia dentro de las relaciones de poder, en particular con aproximaciones cercanas al anarquismo y los socialismos tempranos.