LA REVALORIZACIÓN DEL TRABAJO COMO POSIBILIDAD DE DISMINUCIÓN DE LA DESIGUALDAD FEMENINA EN EL CASO MEXICANO

El presente ensayo tratará de contestar a la pregunta: según las propuestas de la economía feminista, ¿en México ha habido una mejora en las condiciones de vida de las mujeres respecto a la apertura de condiciones y aperturas laborales con el fin de frenar la desigualdad social en los últimos años? Esto tiene como objetivo mostrar las críticas y propuestas que nos ofrece la economía feminista en contraparte a la economía ortodoxa, a su vez, este texto pretende visualizar como ha aumentado o disminuido el trabajo no remunerado por parte de ambos sexos en lo que va del 2019-2021. El texto se divide en tres partes: la primera, busca contextualizar y explicar qué es lo que propone la economía feminista; la segunda, muestra el debate que hay en torno a la división social del trabajo, la tercera parte, muestra, de modo escueto, el índice de desigualdad en la apertura en el mercado laboral para hombres y mujeres antes de la pandemia y en este año.

1.- La economía feminista: un camino para la igualdad de oportunidades y el sostenimiento de la vida

Según Giddens, la desigualdad de género no se contaba en la estratificación social,  aunque atraviesa todas las clases sociales, el «estatus de mujer tiene realmente muchas desventajas en comparación con el del hombre, en diversas áreas de la vida social en las que se incluyen las oportunidades de trabajo, la propiedad de los bienes, los ingresos, etc. […] Se puede señalar que las mujeres, incluso hoy, suelen estar relegadas al “ámbito privado”: el mundo familiar doméstico, los niños y la casa» (Giddens, 2000: 224-225). Estos elementos han organizado históricamente una reproducción social de asignación de roles y perpetuación de la desigualdad política y económica referente a la mujer. La economía feminista intenta revertir no sólo estos elementos de desigualdad histórica, sino hacer una crítica de todo sistema económico y social imperante para tratar de equilibrar la balanza en cuanto a equidad de oportunidades científicas, políticas y laborales. Como escuela de pensamiento surgida de la heterodoxia busca sostener el mantenimiento de la vida y la crítica en cuanto a la desigualdad de género en vez de centrarse en explicar el funcionamiento óptimo de los mercados. La economía feminista tiende a poner el punto del debate en la cuestión social en lo micro (trabajo doméstico) y macro (oportunidad laboral dentro del mercado) en vez de centrarse en la optimización del mercado, tiene una función liberadora dotando de mejor distribución del trabajo y los ingresos.

            Esta escuela hace hincapié en las desigualdades del trabajo doméstico y de las discriminaciones en el ámbito laboral desde el siglo XIX, con la primera ola del feminismo, ya se demandaban las «primeras reivindicaciones del salario para amas de casa» esto correspondía a la noción de familia en el cual el hombre era el proveedor y la ama de casa la que cuidaba a los niños, enfermos o ancianos, estereotipando de esta manera los roles. No fue sino hasta la tercera ola que nace la economía feminista como línea de investigación la cual plantea críticas a la economía neoclásica como nos describe Agenjo (2013: 60-65):

  1.  la cuestión de neutralidad con que se estudia la economía; al ser el humano un ser social mira las cosas desde su «contexto histórico, cuerpo, sexo, conflictos e intereses que son inseparables del objeto que se estudia. Se entiende que la economía no es neutra, sino que está construida socialmente a partir de un proceso plagado de sesgos y cargas valorativas». (Agenjo, 2013: 60-61) Este entorno hace que la economía se estudie desde una visión de los países industrializados con relaciones de poder entre naciones y sobre todo desde la perspectiva del hombre blanco, sexista, racista y burgués, dejando fuera del estudio a mujeres, pueblos indígenas o de otras razas que no sean del tipo europeo o anglosajón dominante. A su vez, critica la noción del homo economicus en su afán de racionalidad autosuficiente y egoísta no influenciado por la sociedad sino por su propio interés, la economía feminista pondera otro modo de relación que implica la relación con los demás en sentimientos no de egoísmo sino el altruismo o la solidaridad, la responsabilidad o la coerción.
  2. Critica el objeto de estudio de la economía; la toma de postura por parte de los ortodoxos a centrarse en el interés meramente capitalista haciendo caso omiso a las relaciones de poder, al impacto ambiental o las necesidades de las personas. Además, propone ampliar el concepto de trabajo enfocándolo en la reproducción de la vida y no del poder.
  3. Critica al enfoque deductivo; se concentra en el método de trasladar todo comportamiento a una representación matemática para establecer causalidades reduciendo la conducta humana en axiomas y dándole la espalda a los problemas sociales. Para ello la economía feminista propone la interdisciplina con base en el objeto a estudiar para evitar este reduccionismo matemático.
  4. Crítica a la pedagogía; se valora la diversidad y practicidad de saberes combatiendo así las verdades absolutas basados en axiomas, conjuntando el vaivén de conocimientos entre instituciones, escuelas y la sociedad.
  5. Cuestionamiento político: Duda de la separación entre economía normativa y positiva porque esta diferenciación obedece a una pauta neoliberal, por lo tanto, la escuela feminista de economía pretende acercar lo social a la discusión para que se planteen y debatan los problemas reales de la población.

Si bien sus críticas no sólo son propias de esta corriente en particular, sino que las comparte con otras, por ejemplo, con el sostenimiento de la vida, la economía feminista comparte ideario con la economía ecológica al preservar la vida y la del planeta. Al mismo tiempo, la «economía ambiental se ha centrado en analizar la problemática de la gestión de la naturaleza y los costos ambientales como externalidades que pueden ser internalizadas en el sistema de precios a partir de su valoración económica. La asignación de valores monetarios a los servicios ambientales sería, desde esta perspectiva, un intento de corregir los precios desde el encuadre del análisis del coste beneficio», (Gartor, 2015:41) en el mismo tenor, la economía feminista ha tratado de visibilizar «las esferas económicas relacionadas con el trabajo doméstico a partir de su medición en términos monetarios, cuantificando cuál será su importancia relativa en el PIB», (Gartor, 2015:42) y es que la mera cuantificación mostraría que el costo del deterioro de fauna, flora y el agotamiento de recursos así como el peso del trabajo no remunerado que hacen las mujeres en sus casas y la discriminación laboral en el país.

Otra escuela con la que comparte ideario es con la economía institucional, que es la que mediante políticas públicas intenta influir en el cambio social y político a partir de propuestas de planeación económica; esto se deriva del impulso que dan los movimientos populares y de la vigilancia de la ciudadanía en las políticas gubernamentales, ya que muchas veces estas políticas benefician a las inversiones capitalistas; así tanto la economía feminista e institucional buscarán: «la explicación de la importancia del trabajo de reproducción no solamente para la vida y para la acumulación capitalista sino también para la lucha: para la construcción de economías solidarias, de procesos colectivos de auto organización, capaces de incrementar la autonomía de las mujeres en el mercado y la resistencia al control del Estado sobre las vidas». (Carrasco Bengoa, 2017: 27) Al unísono con esto, también hay coincidencias con la escuela marxista al estudiar las condiciones de explotación dentro de la producción y el reconocimiento del trabajo dentro del sistema capitalista, sin embargo, la postura marxista ve la división social del trabajo determinada, de tal modo que las feministas critican al marxismo porque no considera en su construcción de clases sociales a las mujeres lo que las lleva a plantearse su autonomía en el análisis: «no se las definía como clase por las relaciones de producción específicas en las que estaban insertas, sino que quedaban definidas como obreras o burguesas en función de las relaciones de producción en las que estuvieran sus maridos. Aducían que las mujeres, en la medida que no tienen acceso propio a un salario, sino que dependían del salario de sus maridos, eran una clase en sí misma […]: trabajaban en condiciones de esclavitud respecto a un hombre concreto». (Pérez Orozco, 2004: 99)

Por último, usa los análisis de la economía postkeynesiana en cuanto a la distribución de la renta, la intervención estatal y el papel dinámico del dinero en la historia; y esta de acuerdo con la economía del desarrollo en criticar las pautas del crecimiento económico hegemónico neoliberal y destacar las desigualdades globales.

2.- Debate sobre la resignificación del trabajo

El debate feminista sobre la cuestión del trabajo es la revaloración de la categoría de trabajo. Desde un punto la economía ortodoxa se ve como trabajo aquello que genera un salario, por lo que quedan fuera de ese ámbito todos aquellos trabajos que no se remuneran, por ejemplo, el de las amas de casa dentro de la institución de la familia. La economía feminista como vimos critica el estudio de la economía solo visto desde la producción monetaria de los hombres, nunca ha contabilizado en el PIB aquel trabajo sin salario por parte de las mujeres. Revalorizar este trabajo es necesario y urgente, no sólo porque resulta beneficioso para la economía de un país, pues para el trabajador asalariado es una gran ayuda que alguien sostenga las necesidades básicas de un hogar, en este sentido que ayude al cuidado del trabajador y a preservar la vida familiar.

            Las feministas han tomado como brújula resignificar el trabajo a medida que sostenga las condiciones vitales de las personas en vez de buscar un enriquecimiento egoísta, por eso algunas feministas como Amaia Pérez Orozco proponen el fin del trabajo asalariado ya que aliena, pues «a quien lo realiza se le expropia su resultado; y porque no se realiza en términos de bienestar, sino porque vivimos inmersos en un marco de esclavitud del salario y de la búsqueda del beneficio monetario»; (2014: 285) además se busca el fin de la división sexual del trabajo ya que implica la privatización, la feminización y la irresponsabilidad de preservar la vida. Si bien, la primera opción se oye en estos momentos utópica, quizá se dé en otras condiciones, en otros tiempos donde el capitalismo no sea voraz, sino que esté más regulado; la segunda opción es necesaria, sobre todo porque se le deja a la mujer la tarea del hogar, no requiere cualificación, no se remunera. Esta división sexual del trabajo tiene tres funciones en el sistema económico: 1) hace una distribución de tareas basándose en las estructuras socioeconómicas y políticas que hacen difícil su negociación; 2) el sexo es criterio para ocupar ciertos cargos; 3) otorga a las mujeres el trabajo con menor poder socioeconómico, el de los trabajos residuales o de cuidados. (2014:186) En el mismo tenor de la estereotipación y el control, hay una cultura histórica sobre la familia que tiende a homogeneizar los roles mediante: «políticas públicas y legislaciones (salarios mínimos diferenciados por sexo; prohibición a las mujeres de trabajar en diferentes sectores; etc.); discursos científicos (economistas clásicos que diseñaron la escisión público/privado-doméstico y alabaron la reclusión de las mujeres en el segundo; discursos médicos de delineamiento de la diferencia sexual y patologización de todo aquello que se saliera del binarismo heteronormativo); e intervenciones políticas (entre ellas la lucha sindical por el salario familiar para los hombres». (2014:187) Todo esto merma la igualdad social de hombres y mujeres y normaliza un control social, los economistas ortodoxos naturalizan el rol de ama de casa de la mujer, siguiendo estos rasgos: 1) están en el ámbito doméstico; 2) dependen primero del salario de sus padres y luego del de sus maridos; 3) son amas de casa y se especializan en labores domésticas; 4) son improductivas, ya que el trabajo doméstico no produce valor; 5) son irracionales, porque no se guían por el egoísmo, que es el motor racional del crecimiento del mercado, sino por el amor y el altruismo a su familia, que es lo moralmente deseable, pero que es irracional, y por lo tanto no económico. (2014: 189). Afortunadamente, la economía no tiene una sola visión ni este estereotipamiento, por lo que este razonamiento político ortodoxo no aplica en muchos países pues siempre hay movimientos sociales y activistas que demandan posturas más realistas que involucren mejorar las condiciones sociales de su entorno, un ejemplo de ello es Silvia Federeci, en Salario para el trabajo doméstico (2019).

En América Latina la cuestión del cuidado ha ido ganando terreno en las políticas públicas, según Corina Rodriguez Enríquez, hay tres factores que explican este interés: «i) la transformación demográfica hacia sociedades más envejecidas que van expandiendo las demandas de cuidado; ii) el reconocimiento que la desigualdad en la distribución de las responsabilidades de cuidado impone barreras a la participación económica de las mujeres, que a su tiempo obstaculiza la superación de las situaciones de pobreza y el mejoramiento de las condiciones de vida de la población; iii) el reconocimiento de los riesgos que implica la no atención con calidad suficiente», (Carrasco Bengoa, 2017: 160) a su vez estas bases se respaldan en organismos internacionales como los consensos de la Conferencia Regional sobre la mujer de América Latina y el Caribe de la Cepal, las organizaciones y aplicación de nuevas políticas varían según los países, Uruguay es uno de los países en avanzar en un sistema nacional de cuidados (SNIC) el cual se viene implementando desde 2010 gracias a la participación ciudadana en diálogo con los gobiernos.

3.- Avances en México sobre la disminución de la brecha de desigualdad laboral entre hombres y mujeres

En México el caso es diferente, con esta transición de coyuntura de la 4T se desplegaron una serie de políticas públicas tratando de remediar el panorama de violencia que azota el país, entre feminicidios, desapariciones forzadas y violencia doméstica que parece que cumplía la norma de excepción de Ciudad segura en toda Latinoamérica, lo que disminuía la igualdad laboral, hasta que en el gobierno de AMLO empezaron a implementar políticas de paridad de género, posibilitando la apertura de oportunidades. Es un camino lento, por lo que aun queda mucho por hacer, pues los cambios no se dan de hoy para mañana.

            Según el Banco Mundial en el 2019, México sigue teniendo una entrada laboral de mujeres baja, hasta antes de la pandemia fue de 45% en el caso de las mujeres, en el caso de los hombres fue de 77% (Banco de México, 2020:21); respecto al 2021 en el primer trimestre vemos que la tasa de participación económica fluctúa un poco más abajo del estimado en 2019, según la tabla de estimaciones básicas de INMUJERES con 74.23 % en hombres y 41.66% en mujeres, esto se debe a que la pandemia redujo la tasa de trabajo, muchas personas quedaron desempleadas por el cierre de negocios, sin embargo a pesar de que en 2019 era más baja la tasa de empleos en mujeres, no ha sido un gran descenso en la apertura de oportunidades, esto se debe a factores más que nada estructurales como la discriminación de las prácticas de contratación, movilidad y ascenso, también por los trabajos inflexibles, la insuficiencia de servicios o distribución de tareas familiares que las mujeres tienen que elegir en vez de forjarse un patrimonio con la ayuda de un trabajo remunerado. (INMUJERES, 2021)

            Lo que no dice la tabla de indicadores básicos es cual es la cantidad de mujeres trabajando en puestos directivos empresariales o políticos, y cuales son los sectores en las que más participan las mujeres, quizá sea una estimación con fines a mostrar solo generalidades,  pero lo que si es cierto es que gran parte de la población femenina todavía está concentrada en el sector residual de cuidados, hasta el Banco Mundial da recomendaciones sobre el mejoramiento de estos sectores sin señalar el crecimiento social en la escala de clases sociales. (Banco Mundial, 2020: 58-61)

Tabla 1 Indicadores básicos de participación femenina en el trabajo

        

Conclusiones

A modo de conclusión, pude observar que la economía feminista como escuela de pensamiento llena un vacío intelectual en la cuestión de la organización de las sociedades y en apuntar el sostenimiento de la vida en contra parte de la maximización de la utilidad y la reproducción del poder. Di cuenta de sus críticas a la economía ortodoxa: crítica epistémica, critica del objeto de estudio, crítica del enfoque deductivo, crítica pedagógica y cuestionamiento político, a su vez que mostré las coincidencias que tiene esta corriente heterodoxa con otras de la misma naturaleza. Hice notar el problema del trabajo basado en la división sexual del trabajo y su estereotipamiento por parte de la cultura política y socioeconómica. También en un terreno más práctico pude evidenciar que en México la brecha entre oportunidades laborales sigue siendo mayoritaria para los hombres respecto de las mujeres, además que no bajo mucho la ponderación por la pandemia, sin embargo, de lo que me di cuenta fue que las instituciones de cuantificación muestran a la ciudadanía generalidades y no un desglose sobre en qué sectores son los que hay mayor cantidad de oferta laboral para mujeres, dejando un sesgo informativo. Asimismo, pude comprobar que instituciones como el Banco Mundial, una institución que podemos calificar de ortodoxa, todavía pondera que las mujeres tienen trabajos de cuidado no asumiendo que también pueden tener una representación en el ámbito político, empresarial o tener cargos administrativos. Este ensayo no puso que políticas llevo a cabo AMLO en el presente gobierno para reducir la desigualdad en cuestión laboral que posibilite las oportunidades laborales porque rebasaba los objetivos del texto, sin embargo, los objetivos fueron cumplidos, y concluyó que aún falta mucho por hacer en erradicar la desigualdad, es un camino lento que requiere la participación ciudadana y el apoyo de las instituciones gubernamentales para la promoción de una nueva cultura civil que recupere la reconfiguración de nuevas masculinidades, políticas paritarias, flexibilidad de horarios laborales para la crianza y respeto a los derechos laborales.

BIBLIOGRAFÍA

Agenjo, Astrid; Molero, Ricardo; Bullejos, Alba y Martínez, Coral, (2013), Hacia una economía más justa. Manual de corrientes económicas heterodoxas, Economistas sin fronteras, Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo. PP. 53-97.

Banco Mundial, (2020), La participación laboral de la mujer en México, Washington, Grupo Banco Mundial.  Disponible en: https://documents1.worldbank.org/curated/en/753451607401938953/pdf/La-Participacion-Laboral-de-la-Mujer-en-Mexico.pdf (Accedido el 15 de octubre de 2021)

Carrasco Bengoa, C., Díaz Corral C., (ed.), 2017, Economía feminista: desafíos, propuestas, alianzas, Barcelona: Entrepueblos.

Gartor, Miriam, (2015), “Apuntes para un diálogo entre economía ecológica y economía feminista”, en Ecología Política, N° 50.

Giddens, Anthony, (2000), Sociología, Madrid, Alianza. Pp. 424-428.

Inmujeres, Cálculos con base en INEGI, ENOE. Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. Nueva edición. 2021. Primer trimestre. Disponible en: http://estadistica.inmujeres.gob.mx/formas/panorama_general.php?menu1=6&IDTema=6&pag=1 (Accedido el 15 de octubre de 2021)

Pérez Orozco, Amaia, (2014), Subversión feminista de la economía. Sobre el conflicto Capital-Vida. Madrid: Traficantes de sueños. Pp. 50-72.

JARDÍN NÓMADA

*Jardin des Plantes , Paris – Eduard de Vries, 2015, Acrilico sobre papel 38 x 32 cm.

Aspiro a un nuevo tipo de Jardín de Epícuro, pero fuera de las paredes, ya no sedentario, geográficamente cerrado, localizado, sino un Jardín nómada, portátil y móvil, llevado consigo ahí donde uno esté. Un jardín virtual cuyos efectos sean reales. Una manera de vivir según los principios epicúreos en el mundo y no a su lado. Propongo una máquina de guerra que, siguiendo el principio del caballo de Troya, entre la ciudad para llevar a cabo su combate de resistencia, de oposición y de vida alternativa al mundo trivial.
Así, no nos puede extrañar que con la historiografía clásica se conozcan las tesis de Epicuro sobre la ética o la física, el detalle de su frágil constitución fisiológica, que se glose sobre el tetrafarmakon, que se diserte sobre sus orgías con un pequeño bote de queso y un vaso de agua, que algunos pasen su vida de investigadores en la filosofía preocupados por el peso de sus átomos, ¡pero que en ningún lugar aparezca uná información concreta sobre el Jardín…! N i tanto, ni tan poco.
Al noreste de Atenas, yendo tras las huellas de ese lugar mítico, engañado por las indicaciones de un mapa, en lugar del Jardín de Epicuro lo único que encontré fue la plaza de una iglesia sucia con niños que jugaban como pájaros en una jaula. Coches por todos lados, una gran contaminación, huellas de óxido de carbono en las paredes, establecimientos con carteles deteriorados, nada que indicara el lugar filosófico. Queda esa idea de que estaba en las afueras, en los suburbios, lejos del centro, del Partenón y de la Acrópolis donde vivían los dioses, los importantes y la sombra de Platón.
Ahora bien, para mí el Jardín de Epicuro constituye lo que Deleuze llama un personaje conceptual, una figura, una oportunidad de filosofía y de filosofar, un concepto que reviste la misma dignidad que el número pitagórico, la idea platónica, la épokhé escéptica y otros clásicos de la filosofía. El Jardín: una obra filosófica, una encarnación, una idea que se ha vuelto volumen. Edificio epicúreo, casa conceptual o vivienda destinada a la idea, podemos imaginar que, al igual que Malaparte, el filósofo disponía de una casa a su semejanza.
En un aspecto absoluto, todo Jardín proviene del Tigris y del Éufrates, en Mesopotamia, donde se ubica por primera vez un paraíso. Comprendí lo que Epicuro nombraba en Mauritania, en un oasis, cuando tras horas de desierto, de arena, de viento abrasador, con el cuerpo deshidratado, entré en el de Terjit: frescor del riachuelo ondulante bajo las ramas verdes, sombras de las palmeras, suavidad del aire, contraste con el calor en las dunas, pureza del agua en la que uno se baña desnudo, arena de polvo anaranjado, destellos de luz jugueteando por todos lados en el suelo, murmullo de los insectos: la antítesis del desierto, el remanso, la paz del cuerpo, su serenidad después de ponerse a prueba.
Sin lugar a dudas, el Jardín proviene del oasis.
N o es de extrañar que los caravaneros que han conducido sus rebaños de camellos y sus caravanas a través de una hoguera encuentren bendiciones en estos aguaderos. Antídoto contra la violencia del desierto, el oasis ofrece un concepto que se convierte en paraíso y éste engendra el jardín y otras comunidades ideales entre las cuales, siempre, se hallan arquitecturas verdes, reducciones florales y vegetales de la idea de que los hombres se forjan en los trasmundos…


Michel Onfray, La comunidad filosófica. Manifiesto por una Universidad popular, Introducción, Un jardín nómada

JARDÍN COMO ESPACIO POÉTICO

**** Kiftsgate Court, Mickleton, County of Gloucestershire, England ****

…los jardines expresan mejor que otras manifestaciones culturales las inquietudes filosóficas de cada época. Y no solo porque las ideas encuentren fácil traducción al lenguaje del jardín, sino también porque, desde antiguo, los jardines han inspirado y acogido a los pensadores: recordemos a “Akademos” platónico, el Liceo aristotélico, el jardín de Epicuro, el gimnasio de Cinosarges, pero también a Shaftesbury, Rousseau, Kant y tantos otros pensadores que han pensado en y sobre jardines. Se puede afirmar que el jardín ha representado un marco privilegiado para la práctica de la filósofia tanto como el vehículo de transmisión de pensamientos y saberes. Y en este sentido es también un documento de la singularidad de una cultura y un lugar, si bien desde Walter Benjamin sabemos que todo documento de civilización lo es también de barbarie. Hay que subrayar este aspecto, porque los jardines han representado y representan un importante símbolo de poder político (Versalles, Kew Gardens, etc.) y del status social de sus propietarios, así como del dominio y la violencia que el hombre ejerce sobre la naturaleza.
Sir Francis Bacon escribió que la jardinería es uno de los placeres más humanos (“the purest of human pleasure”). En este sentido expresa un elevado grado de refinamiento cultural, tan elevado como el de la propia filosofía. En suma, los jardines sustancian, dan forma y visibilidad a los ideales de perfección latentes en una sociedad y materializan su imagen de una buena vida. En su libro “A Philosophy of Gardens” (2006), David Cooper escribe:

«Sostengo que los jardines contribuyen a la buena vida al ser espacios ‘acogedores? Para ciertas prácticas que ‘inducen’ virtudes, en el sentido en que esas virtudes son ‘internas’ a dichas prácticas cuando estas son realizadas con la debida comprensión».

Esta es la cuestión primordial y el quid del asunto: ¿por qué los seres humanos han sentido a lo largo de la historia la necesidad de construir jardines? Hay muchas posibles respuestas a esta pregunta, […] pero la más sencilla es que creamos jardines porque nos producen bienestar. El hecho de que los seres humanos se empeñen en convertir un trozo de tierra en un edén evidencia su necesidad de paz, serenidad y equilibrio, sometidos como están a la permanente contradicción entre su destino mortal y su vocación a la permanencia, entre su deseo de orden y su temor al caos, entre el poder de su razón y el desorden de sus instintos. Ese es su propósito, su razón de ser: aunar el arte y naturaleza creando belleza, la cual es promesa de felicidad. Del mismo modo que la eudaumonía, era, para Aristóteles, los estoicos y otras escuelas filosóficas, indisociable de la práctica de la “areté”, el ejercicio de la jardinería requiere paciencia, perseverancia, humildad, esperanza y un amplio repertorio de virtudes específicas. Un jardín exige constancia por más que esté cambiando. Tal vez eso explica por qué, como señalo el poeta culterano del siglo de oro Francisco de Trillo y Figueroa, en los confines del jardín cabe todo el espacio del mundo.
Muchos de los placeres físicos y los beneficios psicológicos que depara un jardín -serenidad, libertad, reposo, inocencia- constituyen ungredientes esenciales de una buena vida. Sea cual sea esa receta, hay una corriente subterránea que une la felicidad con el jardín desde los inicios de la civilización (Paraíso Terrenal, Edén, Campos Eliseos, jardín de las delicias…) y que convierte a estos en islas de perfección. La utopia se respira en todos los jardines del planeta. Y el hecho de que, como observa Karel Čapek, los jardineros vivan para el futuro, presta fuerza a esta idea. Sin riesgo de exagerar, podríamos afirmar que el jardín es por derecho propio un espacio utópico. Si, como sugiere Northrop Frye, el pensamiento utópico está menos interesado en alcanzar fines que en visualizar posibilidades, el jardín, en verdad, permite vislumbrar, entrever y apreciar lo que podría ser pero todavía no es, así como lo que pudo ser. Y contribuye a mantener viva la promesa de un futuro mejor, que irónicamente a veces se convierte en la aspiración de un regreso a la Arcadia, donde, como escribió Arthur Schopenhauer parafraseando a su vez a Friedrich Schiller, todos hemos nacido. Los jardines nos hablan tanto de la nostalgia de lo que una vez fue como lo que nunca podrá ser. La pasión por construir jardines se alimenta tanto del afán de evadirse de la realidad como del anhelo de retornar a la naturaleza. En esta fiesta de lo efímero, por usar la expresión de Michel Baridon, la nostalgia del paraíso se confunde con el sueño utópico de un mundo mejor, y el empeño de forzar la naturaleza compite con el anhelo de redimirla.
La experiencia del jardín posee no solo una dimensión ética y estética sino también política, que no se puede separar de las anteriores. Los hábitos y valores que, valga la redundancia, cultiva la jardinería bien podrían guiar la búsqueda del buen común y mejorar la convivencia social. Además de una escuela de rectitud moral y un escenario para la buena vida y la salud privada y pública, el jardín ha llegado a ser también en nuestra época un espacio de resistencia y contestación social, de solidaridad y rebeldía contra la hegemonía del neoliberalismo y el mercantilismo rampante, y se ha convertido en un objeto de reivindicación política y de lucha por los derechos ciudadanos y la sostenibilidad del medio ambiente. El fenómeno de los huertos y los jardines comunitarios, que se proliferan en las ciudades del mundo occidental, ilustra a la perfección las relaciones existentes entre la jardinería y el activismo político. Sólo en la ciudad de Nueva York existen en la actualidad más de seis mil, donde se han convertido en espacios de socialización e integración intergeneracional, en fuentes de solidaridad, cohesión social y movilización ciudadana y en catalizadores del cambio social. Aparte de un modo de producción de alimentos saludables y una manera de embellecer los lugares públicos y de mejorar las condiciones ambientales de los barrios, los jardines comunitarios han constituido una fórmula alternativa y eficaz de promover la identidad y el trabajo grupal, de prevenir la marginación y la exclusión social y de reducir la criminalidad. En palabras de Karen Schmelzkopf, los jardines comunitarios son una de las instituciones cívicas locales más participativas.

– Santiago Beruete, Jardinosofía. Una historia filosófica de los jardines, Turner Noema, Madrid, 2016, pp. 18-21.

EL JARDÍN COMO EXPERIENCIA FILOSÓFICA

**** Jardines del Château de Valmer, Chançay, Francia ****

El jardín ha sido escasamente estudiado por la filosofía y eso a pesar de que, como todos sabemos, las primeras escuelas filosóficas se desarrollaron en ellos. La razón de este desinterés tal vez provenga de esas mismas escuelas filosóficas que ensalzaron el valor del entendimiento frente al de los sentidos como fuente de conocimiento, que primaron el mérito de la “episteme” o ciencia en detrimento de la “téchne” y los oficios, que valoraron los saberes teóricos muy por encima de los saberes instrumentales, y prestaron más atención a los sistemas conceptuales que a las realidades mundanas. Sea como fuere, los jardines han plasmado de forma privilegiada la relación del hombre con la naturaleza y han sabido traducir en un lenguaje plástico y sensorial la metafísica vigente en cada momento histórico.


Santiago Beruete, Jardinosofía. Una historia filosófica de los jardines, Turner Noema, Madrid, 2016. p. 15.