p.sdfootnote { margin-left: 0.6cm; text-indent: -0.6cm; margin-bottom: 0cm; font-size: 10pt; line-height: 100%; }p { margin-bottom: 0.25cm; line-height: 120%; }a.sdfootnoteanc { font-size:
57%; }
Como se ha dicho, en una entrada anterior, en su obra al-Ahkam al-Sultaniyyah Mawardi, expone cuáles son los fundamentos del ejercicio del poder en el interior de la comunidad islámica desde un punto de vista jurídico o legal. La primera parte está dedicada a exponer cuáles son los requisitos que debe cumplir alguien para poder aspirar a ser imam, como es designado para el cargo y cuáles son sus deberes. Se puede decir que aquí se describen las condiciones normales aunque, como se verá, hay algunos postulados que responden a las situaciones un tanto «anómalas» que se daban en la práctica.
En primer lugar, al-Mawardi sostuvo que el califato es algo impuesto por la revelación y no producto de una deliberación racional, es necesario en tanto que impuesto por la voluntad divina, que no por la voluntad de los hombres. Mawardi interpreta el mandato coránico “obedeced a Dios, a su apóstol y aquellos a la cabeza de los asuntos”,1 como una imposición de obediencia a ciertas personas, de modo que la ley es la que ordena obedecer, no la razón.2
Una vez establecido esto, al-Mawardi examina la manera en que una persona debe llegar al imamato. Distingue dos grupos entre los miembros de la sociedad: el de aquellos que son elegibles al cargo y el de aquellos que pueden elegir al que lo ha de ocupar.3 Esta parte podría entenderse como una apertura a la posibilidad de una elección democrática del imam, pero ésta es inmediatamente clausuradas, en el momento en que se estipulan las características que deben poseer tanto los que pueden elegir al imam como los que son elegibles para el puesto.
En primer lugar, las personas deben cumplir con tres condiciones para poder participar en la elección del imam: 1) deben ser justas y obrar justamente; 2) deben poseer el conocimiento sobre quién tiene el derecho a ejercer el imamato; 3) deben poseer la comprensión y sabiduría que les permita elegir a la persona más adecuada para el imamato y a la que sea la más honesta y sabia en lo tocante a los asuntos de la administración.
En segundo lugar, son siete las condiciones que debe cumplir una persona para ser elegible al cargo de imam: 1) debe ser justa; debe poseer conocimiento que lo habilite para el ijtihad el esfuerzo de interpretación de la ley, en cuestiones imprevistas y que le permita llegar a formulr los juicios adecuados; 3) debe gozar de buena salud y facultades de percepción; 4) gozar de miembros saludables que no inhabiliten o impidan sus movimientos; 5) ser capaz de organizar a la gente y organizar los oficios propios de la administración; 6) poseer coraje y bravura para defender el territorio del islam y poder dirigir el jihad contra el enemigo; 7) ser Quraysh, es decir, miembro de la tribu del profeta.4
La elección del imam es ineludible y tiene que ser llevada a cabo incuso si sólo hay una persona apta para el puesto.5 Una vez que los electores deciden quién es el adecuado para ocupar el cargo de imam, se lo ofrecen y él acepta (porque el seleccionado es libre de rechazar el cargo) se presta el juramento de lealtad a esa persona, el imamato queda instituido mediante este acto, y la umma en su totalidad queda ligada por este juramento de leatad y le debe obediencia al seleccionado.6
Una vez que el imamato ha quedado establecido, no hay forma de revocar la decisión. Incluso si aparece una persona más excelente y de mejores cualidades con derecho a ocupar el puesto el imamato prevalece y no le está permitido a quien lo ocupa declinar incluso si es a favor de una persona más excelente que él.7
Finalmente, no puede haber más de un imam al mismo tiempo. Si se establecen dos imamatos en ciudades diferentes al mismo tiempo uno de los dos tiene que ser considerado como no válido.
Hay otra manera en que se puede decidir quién será el imam: el imam en turno puede quién ha de sucederlo. Puede también señalar a más de una persona como posible sucesor e indicar el orden de su preferencia entre ellos.8 Pero cuando un nuevo imam asume el cargo tiene el derecho de nombrar a su sucesor o sucesores y excluir de entre ellos a los otros nombrados por su antecesor.9
Hasta este punto, se puede ver en estos planteamientos la aceptación implícita de varias situaciones que se daban efectivamente en el califato al momento de la elaboración de la teoría, pero también un intento de “blindar” el puesto del califa y su autoridad. Se ha señalado ya el etnocentrismo de la sexta condición que debe cumplir el aspirante al imamato, restringir la sucesión califal a la tribu qurayshí, sin dar preeminencia a ninguna familia, sirve, por un lado, para reafirmar la legitimidad del califato abbasí, aunque en este momento su poder fuera más nominal que efectivo; por el otro, sirve para declarar ilegítimo cualquier intento de asumir o tomar el cargo por parte de los buyíes o los turcos selyúcidas.
La afirmación de que la elección del califa puede ser hecha por una sola persona, sirve para legitimar la sucesión directa en el califato entre padre e hijo o entre el califa en turno y la persona que él decida nombrar como sucesor, sin tener en cuenta la opinión o preferencia de los juristas o cualquier otro sector de la comunidad. En este mismo sentido apuntan los planteamientos que confieren al imam el poder de limitar la elección de otros electores. De este modo, la clausula de acuerdo con la cual se debe decidir qué candidato ocupará el cargo en el caso de que haya más de un candidato al puesto, queda como una previsión que sólo es pertinente en el caso de que el califa muera sin haber designado antes un heredero.
Un objetivo más de estos postulados es ofrecer una guía de acción que ayude a prevenir los conflictos internos que podrían ser causados por la sucesión. A este fin se encaminan las afirmaciones de que quien asume el cargo puede excluir legítimamente de la sucesión a las demás personas contempladas por su predecesor.10
La prohibición de deponer al imam incuso cuando aparece un candidato más apto para el cargo constituye también un blindaje jurídico para hacer frente a los posibles intentos de invasores, movimientos oligárquicos, militares o populares de deponer a un imam.11
La declaración de que no puede existir más de un imam al mismo tiempo no sólo sirve para evitar posibles conflictos en la sucesión sino también para declarar la ilegitimidad de quienes pretendan fundar un imamato independiente y también las de los gobiernos siíes existentes en otros lados como la dinastía Fatimí en Egipto.
Una vez que deja establecidas las bases para el nombramiento y sucesión de los imames, al-Mawardi procede a enumerar los deberes de los mismos. Son diez las obligaciones que aparecen enumeradas por él:
-
Guardar la fe, los principios de la religión, tal como fueron establecidos originalmente y las creencias sobre todo aquello en que las primeras generaciones de la umma se mostraron de acuerdo.
-
Disponer el que sean aplicadas las sentencias legales con el fin de las disputas lleguen a un término en que reine a equidad, de modo que los fuertes no dominen y los débiles no se vea oprimidos.
-
Proteger el territorio del Islam y encargarse de que prevalezca el orden público de manera que la gente pueda ganar su sustento y que sus personas y pertenencias se vean resguardadas.
-
Vigilar que sean ejecutadas las sanciones de los tribunales religiosos de modo que las prohibiciones prescritas por Dios no sean violadas y prevenir que los siervos de Dios padezcan abusos.
-
Fortificar las fronteras para prevenir posibles ataques y defenderlas con fuerza del enemigo que pueda aparecer e intentar violar lo que es sagrado o derramar la sangre de los creyentes o a los dhimmis que son protegidos por ellos mediante un pacto.
-
Encargarse del jihad en contra de aquellos se resisten a aceptar el Islam después de haber sido invitados a abrazarlo o a volverse protegidos de los musulmanes.
-
Colectar las tasas y limosnas que la ley religiosa y los tribunales han instituido, sin recurrir al miedo o la opresión.
-
Asegurarse de la distribución de los recursos sin prodigalidad y con puntualidad.
-
Cuidar del reclutamiento de funcionarios fieles y confiables para asegurar la administración del estado
-
Ocuparse personalmente de la vigilancia y escrutinio de las circunstancias generales de la política en la umma y la defensa de la nación.
Hasta aquí llega lo que se pueden considerar las circunstancias normales en que se da la elección de los imames y la transición entre el periodo de mandato entre ellos. Es por demás interesante observar que el tema del que se ocupa al-Mawardi enseguida es el de las razones por las cuales podría apartarse del cargo a una persona. Estas cuestiones serán objeto de la siguiente entrada.
1Corán 4: 62
2Al-Mawardi, The laws of islamic governance, p. 10
3Íbid., p. 11
4 al-Mawardi pone especial atención en este ultimo punto e intenta desestimar las opiniones de aquellos que sostienen que el puesto está abierto a cualquiera mediante el recurso a distintas tradiciones o hadiz. Esta clausula es claramente etnocéntrica, pues restringe el acceso al imamato y, con esto, a la cabeza del imperio a personas de origen no-árabe. Sorprende de alguna manera que no intente restringir este acceso y reservarlo para una familia en particular, estrategia que bien podría ser utilizada en contra de las pretensiones de legitimidad de los distintos grupos siíes.
5Íbid., p. 15
6Íbid., p. 14
7Íbid., p. 15
8Íbid., p. 23
9Íbid., p. 25
10Esta prevención de disputas internas era pertinente y prudente: en la historia de la dinastía abbasí se habían dado varias luchas en torno al asunto de la sucesión (la más célebre, quizá, es la que se libró entre Amin y Mamun, hijos Harun al-Rashid, a la muerte de su padre). Dada la precaria situación del poder abbasí, lo que menos convenía era el surgimiento de este tipo.
11Más adelante se dirá que incluso los musulmanes rebeles están ligados por el pacto de lealtad al califa en turno.