La incomunicable comunicabilidad del conocimiento (parte 1)

En las últimas semanas he estado leyendo sobre el Conocimiento, para identificar nuevamente las reflexiones y disputas sobre las maneras en que producimos, organizamos y justificamos algo que podamos definir como conocimiento. Estas cuestiones que dirimen sobre el origen del conocimiento como facultad humana, la delimitación de aquello que es posible conocer y la caracterización de las maneras en que podemos conocer, se encuentran también ligadas a otro proceso fundamental: comunicar el conocimiento, ofrecer a la atención de las demás personas algo que puedan conocer y, llegado el caso, reconocer. Si bien esta cuestión parece en principio simple, abre muchas líneas argumentales que es necesario tratar con atención y rigurosidad, para minimizar el riesgo de prolongar equívocos y plantear ideas que solo rozan la parte más superficial del tema. Retomando esta cautela me parece que el riesgo (en este caso, meramente epistemológico) se ve compensado lo suficiente por los frutos que se obtienen al dirigir la atención en esta dirección.

Antes que nada, me gustaría precisar que no soy epistemólogo, y que mi breve paso por la Faculta de Ciencias de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) donde cursé cuatro semestres de la Licenciatura en Física hace dieciocho años, no me provee de credenciales para presuponer mi autoridad, pericia o especialización, pero si certifican mi afición por pensar temas relativos a la filosofía de la ciencia y a la epistemología. Considero que mi afición (y afinidad por el tema), como los de cualquier otra persona, es lo suficientemente importante como para escribir unas líneas, animar una voz, encender una fogata o compartir un discurso. En este caso, mis palabras tomarán la forma de un ensayo, apoyado en tres lecturas recientes:  Imposturas intelectuales de Alan Sokal y Jean Bricmont, Sensación y percepción de Vicente Sanfélix Vidarte, y Memoria de Laura Benítez y José A. Robles. Veremos que fructifica del diálogo entre estos textos, los cuales comparten la intención de presentar una síntesis didáctica sobre ciertos debates, discusiones y hábitos intelectuales.

En el caso de Imposturas intelectuales se puede decir que la fama de Sokal antecede a este libro. Es ya legendario el performance (puesta en escena) intelectual, que realizó al someter para su publicación un artículo lleno de terminología científica, citas de autoridad (incluyendo la autoridad otorgada por la personalidad académica del propio Sokal) y argumentos voluntariamente confusos y erráticos, construido, desde su perspectiva, con la intención de articular una farsa, comedia o ilusión de profundidad argumental. La revista elegida para la reproducción de este dispositivo (cargado de una ironía que podríamos equiparar, no sin cierta libertad literaria, a la furibunda presencia de Diógenes de Sinope en el Ágora o a los excesos argumentales de Feyerabend dirigidos a dar un golpe de efecto sobre nuestros hábitos perceptivos e intelectuales) fue la publicación Social Text, a la sazón, una revista de Estudios Culturales abierta a la publicación de textos con vocación interdisciplinar y crítica de las fronteras del conocimiento.

Después de ser publicado el texto Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica en el número 46/47, volumen primavera verano de 1996 de Social Text, Sokal publicó su respuesta bajo el título Transgredir las fronteras: un epílogo, donde aclara sus motivaciones al escribir el anterior artículo, el cual califica como una farsa, donde implementa ciertas estrategias discursivas que había identificado en la producción intelectual de ciertos autores y discusiones etiquetados en la academia anglosajona bajo el apelativo de “posmodernos”, los cuales utiliza para persuadir sobre la profundidad y relevancia del tema que plantea, sin requerir alguna sustentación rigurosa, una mínima definición conceptual, ni mucho menos la producción de un argumento con sentido claro.

Si bien, el debate abierto por el autor tiene muchas aristas que vale la pena explorar para lograr una lectura crítica e informado de los alcances y límites de su propuesta, en esta ocasión me interesa concentrarme en un aspecto, que anima también la producción del libro Imposturas intelectuales y en el cual, me parece, se encuentra el núcleo de la crítica que dirige a autores como: Jacques Lacan, Julia Kristeva, Luce Irigaray, Bruno Latour, Jean Braudillard, Gillez Deleuze, Félix Guattari, Paul Virilo, Henri Bergson, Vladimir Jankélevich y Merleau-Ponty. Se trata de las dificultades que existen para lograr articular epistemológica, discursiva y argumentalmente ámbitos heterogéneos de conocimientos como las matemáticas, la física, la química, la sociología, la antropología, la historia, las ciencias sociales, la filosofía y los estudios culturales (e incluso los conocimientos populares y tradicionales), lo cual interpela directamente a propuestas como la interdisciplina y la multidisciplina, y a  procesos como la divulgación, la enseñanza-aprendizaje y la difusión de la ciencia y las humanidades. Si tomamos la comunicación como el eje principal para articular la problemática, podríamos plantear las siguientes preguntas: ¿Qué comunicamos? ¿Cómo comunicamos? ¿Con que eficacia somos capaces de comunicar?

A manera de enroque (!), empleando precisamente ciertas figuras del discurso puestas en entredicho por Sokal y Bricmont, que podrían ser objeto de su profunda desaprobación y aguda crítica, comparto la siguiente nota que escribí en mi libreta al reflexionar sobre este tema. Nótese que el estilo y forma de escritura corresponde al flujo de pensamiento que se hilvana al escribir a mano, la cual no he querido editar ni embellecer, para conservar la crudeza de su presentación original:

 “Por otra parte, el pensamiento como una forma viviente que apresa al mundo, funciona orgánicamente (como un organismo dotado de vitalidad y funciones que le permiten desplegar su tarea) a través del uso (que) de herramientas provistas por el lenguaje. Algunas de ellas brotan con la articulación de la poesía, tienden sus diversas figuras retóricas, su particular uso imaginativo del discurso. Otras de esas herramientas provienen del discurso científico: Las retoma, las remonta, las transita, las rumia. El resultado es una transformación del discurso inicial. ¿Qué ha sobrevivido? quizás la intención de aproximarse a ese objeto del lenguaje, quizás la intención de aprehender la realidad. De la forma ordenada y racional del discurso científico, de la espontaneidad y formulación creativa del discurso poético una sombra. Eso depende de la digestión y apropiación enzimática que cada despliegue de pensamiento logra atraer a la constitución de su organismo. ¿Qué conserva su rol nutricio? ¿Qué resulta como subproducto de lo no completamente asimilable? Es en ese punto de indeterminación donde la función analítica se posa para hacer obrar de nueva cuenta su rigor”

Con esta evocación espontánea de lo orgánico y nutricio, hago flaco favor a los blancos de las críticas de Sokal y Bricmont, sin embargo, me parece que así como algo se pierde (cierto y rigor y definición conceptual) algo se gana: una espontaneidad del lenguaje que permite a la comunicación errar, en ese doble sentido de faltar al blanco e iniciar un camino incierto.

Es aquí donde me parece que toma lugar la revisión sobre la percepción, la conciencia y la memoria, como parte de un debate que enfoca esta aparente incomunicable comunicabilidad del conocimiento, como un tema original presente ya en la propia fundamentación que buscamos en los sentidos como garantes de nuestro conocimiento en relación con el mundo (y con nosotros mismos) y que también se remonta a las certezas que desearíamos colocar sobre el conocimiento ya adquirido que gravita en nuestra memoria, pero cuya relación con nuestro presente se escapa a cada paso, a cada instante. De esos dos temas hablaré en la siguiente entrega de este ensayo.

Jeanloup Sieff (1933-2000) Café de Flore, Tôt le Matin, Paris, 1976

Bibliografía

Benítez, L., & Robles, J. A. (1999). Memoria. En L. Villoro, El conocimiento (págs. 39-62). Madrid: Trotta.

Sanfélix Vidarte, V. (1999). Sensación y percepción. En L. Villoro, El conocimiento (págs. 15-37). Madrid: Trotta.

Sokal, A., & Bricmont, J. (1999). Imposturas intelectuales. (J. C. Guix Vilaplana, Trad.) Barcelona: Paidós.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *