Desde que los estudios genealógicos capturaron mi interés, el tema que más me ha llamado la atención es el de los hombres agresivos. Quizá es un problema de vida -no lo sé-, quizá es un interés teórico, quizá es una de esas problemáticas que me quitan el sueño, que se han instanciado en mi vida, que las puedo observar a cada paso que doy.
La primera vez que leí la tesis de licenciatura de Rafa Gómez Choreño, me encontré una breve aclaración que amarró todas las elucubraciones adolescentes que había construido: una de las cosas más peculiares al hablar de la violencia es identificar la violencia con la agresividad de los hombres (ya sea por medio de la agresividad de su carácter o la agresividad de sus acciones).
Estos hombres agresivos tienen un correlato: los hombres sutiles. Son aquellos que convierten al conjunto de hombres agresivos en una problemática: aquellos que por medio de sus acciones no agresivas ejercen una violencia devastadora sobre aquellos que no ocultan sus pasiones agresivas. Aquellos hombres que esconden su violencia tras una máscara de amabilidad, de justicia (o de justicieros), de preocupación por la estabilidad de las sociedades pacíficas.
El hombre agresivo no es un problema por su agresividad, sino por aquellos que sistemáticamente lo marcan. La huella es tremenda y difícil de borrar, la huella es un lastre que se carga en lo social, en lo personal. Es una herida en lo más vital que tienen los humanos: la dignidad. Aquel que genera la herida no lo hace fortuitamente, tiene fines muy específicos: segregar, excluir, exterminar.
A mi parecer, el agresivo no es un problema grave, es un reflejo de la sociedad en la que se vive, es un reflejo de los vicios y las virtudes que se aprenden día con día. El que me parece todo un conflicto es el hombre sutil. Ese malintencionado que ha aprendido como señalar a los otros, ese que busca en el señalamiento una virtud heróica, ese que reclama justicia a través de la injusticia. Esos sujetos son los que verdaderamente me consternan. ¡Qué huracán tan devastador es ese que requiere un par de palabras para ser juez y verdugo de los que son diferentes!
El agresivo es aquel que ha tenido que adaptarse a una jungla para sobrevivir, el sutil es el que ha tenido que desarrollar un bagaje inmenso para poder darse el lujo de vivir a sus anchas.
Acá les dejo una canción acerca de una instancia muy particular de hombre sutil. Uno de esos verdaderos hijos de puta que sienten que su ejercicio de poder está justificado porque son «hombres de bien» (sea lo que eso sea).
JUDGEMENT – Tzicvil Balam