Un día escribí un texto para degollar a un viejo amigo. Se trataba de dejar en claro que no está chido que te sientas una súper estrella por haber publicado un libro; mejor aún: que por ser una estrella no estabas obligado a escribir mierda y pensar que tenía que ser oro puro para los lectores (si les queda duda, chequen el texto acá: Pensemos la enseñanza del Rap). A continuación, les dejo el texto que yo escribí en respuesta. Enjoy.
REPENSANDO LA ENSEÑANZA DEL RAP
Hasta dónde mis ojos me permiten ver, el campo de la enseñanza es sumamente vasto: desde aquellos que enseñaban a sus discípulos mientras caminaban por los prados, hasta aquellas escuelas que le brindan libertad de aprender lo que quieran a los estudiantes. También puedo apreciar que la educación es un proceso necesario en la formación del ser humano (y en la formación de sus respectivos productos culturales). El rap, al ser un producto cultural, obligadamente tiene que estar empapado de cuestionamientos acerca de la enseñanza y el aprendizaje. Tan es así, que en fechas recientes, algo hace mella en los oídos de la gente: los talleres de rap. Esta nueva modalidad supone que el trabajo colectivo va a posibilitar dinámicas específicas que favorezcan el desarrollo de aquel que deseé hacer rap (al menos, así es como en teoría funcionan).
Y todo esto, ¿a qué viene? Resulta que hace un par de días, se cruzó en mi camino un texto llamado “Pensemos la enseñanza del Rap (sic)”. Este texto de Alan Rojas, fue un punto de ruptura para que yo empezara a hacer cuestionamientos acerca de algunos puntos controversiales, que no son de menor importancia, al contrario: merecen ponerles toda la atención posible. A continuación intentaré esbozar las dudas que me han surgido.
Para empezar: es importante deshacerse de problemas que en realidad NO SON PROBLEMAS. Me refiero a que en el texto, Alan pregunta sobre si “¿El Rap puede enseñarse basado en un programa y de forma directa por un agente experto en la materia, o se aprende de forma individual bajo su exposición vivencial?”. La pregunta es más sencilla y amable de lo que el texto nos la muestra (¿EL RAP SE ENSEÑA POR MEDIO DE UN PROFESOR O POR MEDIO DE INDIVIDUOS QUE LO VIVEN?), y la respuesta también es muy sencilla: hay un error muy importante en la formulación de esa pregunta. Considérese lo siguiente: la enseñanza siempre es dictada por un experto, por un docto, por aquel que está empapado en cierto tema (al menos, más empapado que aquel que recibe la enseñanza). Ese es el principio básico del enseñar: la transmisión de un conocimiento a aquel que no lo posee; los raperos, al tener la emergencia de trasmitir un conocimiento, hacer colocan en escena a la enseñanza del rap.
La forma de plantear el problema en el texto me parece inadecuada ya que siempre se aprende el rap de una fuente sapiencial superior; es decir, en sentido estricto, da lo mismo aprender rap a través de un educador que establezca un índice temático, que genere estrategias didácticas y que concatene el conocimiento anterior con el nuevo, o aprender rap por medio de un modelo icónico (esto es: sentir agrado por cierta forma de rapear e imitar el estilo). Es claro que en ambas opciones hay una figura de autoridad que ejerce el rol de profesor: aquel que se sienta a enseñarte rap con un mapa curricular en mano, o aquel que se pone a rimar contigo y te dice “tu flow está muy lento”. Incluso, cabe la posibilidad de que ni siquiera haya un maestro directamente; como ya dije, muchos raperos sirven de inspiración y modelo para muchos otros sin siquiera tener el placer de conocerse.
Me parece que hay una confusión en los planteamientos: considero que la pregunta por cómo se aprende el rap es un asunto de primera necesidad, y la pregunta por cómo se enseña es posterior a la reflexión del aprendizaje. Lo ilustro con una analogía que debe tomarse con las debidas salvedades: el problema no es que el sujeto X haya aprendido inglés con los cursos de la Oxford University Press o con cursos impartidos en Harmon Hall, sino que lo relevante es que el sujeto haya aprendido inglés, que respete las reglas gramaticales, que tenga una pronunciación adecuada, etcétera. En el rap va a suceder eso: dada la emergencia de múltiples talleres de rap, es importante cuestionar si el rapero en realidad está aprendiendo a hacer rap gracias a esas estrategias didácticas.
Los cuestionamientos planteados por Alan no son simples, pero son enunciados de formas que los convierten en eso: en simplicidades, en nimiedades. Para muestra basta un botón: “ya que argumentar a favor de una u otra disyunción radicaliza por completo la concepción de la palabra: RAP (sic)”. No entiendo por qué se radicaliza la concepción de la palabra rap. ¿Cómo radicalizar la concepción de una palabra que no tiene una definición clara entre aquellos que la enuncian? ¿Cómo radicalizar una concepción, si la palabra “rap” no suele referir a una abstracción entre sus hablantes, sino a un cúmulo de procesos vivenciales que –muchas veces- suelen ser difíciles de describir con palabras? Y el punto que es más relevante: ¿cómo radicalizar la concepción de la palabra “rap”, si el autor no ha tenido la delicadeza de brindarnos un concepto que nos sirva de guía? Con estas preguntas intento aclarar un punto interesante: Alan está dando por sentado que su lector está pensando lo mismo que él. Este asunto de radicalizar la concepción de la palabra “rap”, refleja que el autor parte de que todos saben lo que es el rap (y de que tienen un concepto más o menos estandarizado). Y para disolver confusiones o asunciones, volveré a la pregunta básica de casi todo quehacer humano: “¿QUÉ ES?”. En este caso: ¿qué es el rap? (¡menuda pregunta!). No parece sencillo dar una respuesta.
Ahora bien, si se concede que el texto pueda continuar por sí mismo, las preguntas no se hacen esperar. Alan menciona que la existencia de fracciones opositoras a los talleres, pone de manifiesto algunas cosas que desarrollará posteriormente en el texto. Me parece una falta de respeto hablar de fracciones opositoras que enuncian sentencias cotidianas en el rap: los opositores y los no opositores dicen que el rap es un instrumento para expresar sensaciones e ideologías; no se necesita ser un experto para poder brindar un reporte de lo que la coloquialidad arroja; es decir, cualquiera que haya entablado una plática sobre el rap, podrá mencionar al menos una vez, que el rap es una forma de expresar sentimientos y pensamientos (ojo: no sólo los opositores a los talleres de rap lo plantean… ¡LO PLANTEA CUALQUIER RAPERO!). Partiendo de que las fracciones opositoras a los talleres de rap son sectores que consideran puntos particulares, Alan esboza esos puntos: el rap es un instrumento para predicar ideologías o sentimientos y existe el peligro de radicalizar le enseñanza del rap; pero, esos dos puntos visibles, ¿qué son? ¿Problemas? ¿Reflexiones? ¿Una mera descripción de hechos? No me queda claro. Sin embargo me aventuro a pensar que son cuestionamientos a debatir. Asumiendo que son eso, cuando leo el punto número uno, no puedo evitar pensar en que el rap desde sus inicios ha sido considerado como una válvula de escape. La breve y sobada revisión histórica del rap lo puede confirmar: en los ghettos negros fue considerado como un arma contra el racismo y la opresión del blanco, en las dictaduras sudamericanas fue entendido como un arma de confrontación social, en las sociedades clasistas ha generado una fractura social gracias a sus letras crudas y contundentes. En pocas palabras: el rap ha pegado con tubo porque no tiene pelos en la lengua –lo cual, es bastante incómodo para algunos-. De ahí, ¿qué se puede decir? Que si el punto número uno es una problemática, entonces me parece que no se descubre el hilo negro, es más, la respuesta vuelve a ser muy simple: Sí Alan, lo que describes como punto número uno es la naturaleza del rap, por lo cual no creo que exista el problema que planteas (viciar purezas). Pero, si crees que se vician purezas, déjame preguntarte lo siguiente: ¿Rap puro? ¿Qué es eso? ¿De qué pureza estamos hablando? ¿Dónde se está viciando una pureza si lo que describes es la naturaleza del rap? ¿Cómo hablar de la pureza del rap, si el rap es un hijo del sincretismo? Sobre el punto número dos: Alan dice que la historia es escrita por los vencedores, pero su recurso retórico no termina de convencerme. De hecho, esa frase sólo me hace pensar que su concepto de enseñanza es muy old-fashioned. ¿Qué quiere decir esto? Que el autor considera a la enseñanza como una situación vertical, donde hay un “YO EMISOR” y un “YO RECEPTOR” (omitiendo el pequeño detalle de que no todos conocemos lo que es un “Yo-emisor” y un “Yo-receptor”), lo cual parece implicar que el aprendizaje es un asunto de pasividades y actividades: el que aprende rap recibe todo lo que el que enseña rap le quiere dar, lo cual niega el desarrollo de conciencias críticas –sí, incluso hay que desarrollarlas en los raperos-. ¿Dónde queda la labor del que recibe la educación? ¿Sólo acogerá la cátedra que el educador decida impartirle, sin importar lo tendenciosa o errada que ésta sea? ¿No se supone que ese es un modelo académico arcaico y poco favorable? ¿Acaso los talleres no son un espacio donde se estudia la teoría y se le da un espacio a la práctica para favorecer los aprendizajes conjuntos? Todo esto es el problema que ya mencioné antes: no es cómo enseñes el rap, sino cómo lo aprenden –y parte de la respuesta a esa pregunta, está en potenciar a las conciencias críticas-. La experiencia en talleres y grupos de estudio es la que instruye sobre los alcances y limitaciones de la enseñanza colectiva, del trabajo en equipo y de estas dos formas como una herramienta para bloquear los mecanismos de control de algunos educadores: en conjunto es más fácil decirle al profesor que sus contenidos están rebasando a sus alumnos, es más fácil hacerle ver que lo enseñado es parcial; o incluso, lo contrario: que lo enseñado está siendo un material que no tiene desperdicio.
Quiero insistir en un punto: no porque algo tenga una bella retórica, necesariamente se están diciendo cosas contundentes o profundas. Aquello de que “”El hombre aprende y olvida: se nace de cero para llegar a cero (en ese camino aprendemos tantas cosas, que terminamos por olvidar otras)”, no es más que una forma de decir poco con muchas palabras. Y ello es preocupante, porque conforme el texto avanza, me da la impresión de que Alan está cimentando su texto en grandes y ostentosas trivialidades. Todas esas trivialidades hermosamente adornadas son sentencias que intentan sostener una hipótesis insostenible que puede resumirse así:
El Yo aprende rap de a través de dos vías:
a) Por un profesor que lo eduque
b) Por un choque con el rap.
A simple vista, son dos puntos que se oponen: la instrucción por medio de una guía experimentada y la auto instrucción, pero yo me pregunto: ¿el punto b no implica tener un maestro? Permítaseme profundizar en mi hipótesis: no es necesario que alguien se siente en un pupitre contigo para que sea un maestro, no es necesario que alguien decida realizar un temario para enseñar. En amplio sentido, aquella figura de autoridad de la cual se mama experiencia y conocimiento, puede ser considerado un maestro. Aclaro: no es lo mismo el maestro académico que el maestro vivencial y eso se refleja en el rap. Lo ilustro así: quizá no podrás tener a Eazy E sentado a tu lado diciéndote cómo hay que estructurar un verso, pero sí tienes sus discos, tienes la oportunidad de estudiarlos, de conocer sus rimas, de hacer conciencia del estilo que él tenía para rapear. ¿Ahí hay un maestro? ¿Ahí hay cierta enseñanza involuntaria?
Si se cree que estoy diciendo disparates, basta comentar que los humanos aprenden por imitación; el lenguaje que hablan es aprendido porque imitan a figuras de autoridad, los bebés aprenden a hablar porque imitan el modelo que representan sus padres, imitan el patrón del lenguaje hablado por los sujetos experimentados. ¿Esa no es la misma forma en la que el rapero aprende a rapear? Imitación a un modelo bien definido (se le puede colocar cualquier nombre: “profesor”, “mc en la tarima”, etcétera).
En el texto, de pronto se descubren ciertos brincos conceptuales muy grandes. A la hora de tener bien claros los conceptos, hay errores muy notorios: en los primeros párrafos se habla de enseñar rap, en los posteriores se habla de aprender rap. Ambos, son asuntos que no pueden separarse, son indivisibles pero no por ello son lo mismo. Son dos ópticas diferentes (la del profesor y la del alumno). Evidentemente, el profesor a veces también cumple el rol de alumno, y viceversa; sin embargo, como Alan plantea su problemática, el profesor es aquel que expone y enseña, no aquel que es retroalimentado por el alumno. Esto constituye una breve nota para evitar futuros errores categoriales (o de conceptos) que puedan desembocar en problemáticas menos serias.
Utilizo el brinco conceptual entre enseñar y aprender para resaltar un asunto que invade el texto y me hace dudar de su carácter reflexivo. Hablando de la hipótesis del conocimiento conducido por el “Yo-emisor”, siento que hay una sobrevaloración y un mal entendimiento acerca de lo que la otredad es. De manera preocupante, Alan empieza a esbozar un perverso juego: el juego de la hegemonía, el juego de la supremacía. Sí, estoy hablando de que el autor de éste texto, está empeñado en hacernos creer que el rap enseñado en talleres va a desarrollar una colectividad en automático; es decir, que sólo por enunciar “RAP EN TALLERES” la colectividad es un hecho. Está empeñado en convencer al lector de que es mejor aprender rap en talleres porque “no es lo mismo que el “Yo” conozca el mundo, al “Yo” conociendo con los “Otros” el mundo. Dicho de otra forma: los talleres de rap, pueden formar en otredad qué-para qué-y cómo se hace el Rap (sic)”. No veo cómo es que un taller de rap genera una otredad que conoce al mundo (esto me parece un recurso retórico vacío). No veo cómo es que la individualidad no permite ver cómo es el mundo y cómo se hace el rap (me viene a la mente el ejemplo del filosofo ginebrino Jean Jacques Rousseau, el cual era un humano solitario y confinado a la soledad de una cabaña; lo cual no le impidió pensar en la otredad, en la comunidad y en la virtud ciudadana como la condición de posibilidad para el restablecimiento de las sociedades justas). Sin embargo, veo el deseo de ejercer el poder de un saber sobre los otros saberes.
Este texto ha ensalzado demasiado aquel asunto que versa sobre lo colectivo, pero creo que el autor no ha realizado un ejercicio crítico: vale la pena preguntarse ¿para qué cuestionar colectivamente? ¿Por qué es deseable retroalimentar? Afortunadamente, los expertos involuntarios saltarán de sus asientos y pondrán cara de enfado ante mis preguntas provocadoras; pero no es un asunto pequeño o sin sentido. Para formar conciencias críticas, es necesario preguntarse acerca de lo que hemos dado por sentado, es necesario ejercer un libre pensamiento y es sumamente importante realizar un ejercicio de autocrítica; sin ello, no se tendrá bien claro por qué es necesario o deseable retroalimentar, para qué se quiere que la gente pregunte en colectivo, para qué es útil un taller de rap. Y de tener buenas respuestas a esas preguntas, se tiene la base de un ejercicio crítico, en dónde no importa si el tallerista imparta un taller sesgado, tendencioso, o coartado por sus pasiones. No importa, porque el que ha recibido el taller, tiene la suficiente capacidad para revertir los mecanismos de imposición que el tallerista quiera ejercer sobre sus alumnos. Bien dicen que la colectividad es una de las estrategias políticas más fuertes para frenar la imposición.
Lanzo otra cuestión: en el texto se menciona que un taller de rap hace rap colectivamente, pero, ¿cómo se miden los logros y avances de los educandos (partiendo de que todo taller evalúa el desempeño del alumno)? Parece ser que de manera individual: “X ya tiene un flow veloz”, “Y ya puede hacer un buen freestyle”, “Z ha aprendido nuevas palabras”, “Q ya sabe de métrica”. De cualquier forma, cuando esos hermosos escritores se sientan en la mesa a leer lo escrito, toman sus turnos y revisan los avances de cada uno, no hablan todos a la vez y luego se rascan las barbas contentos del abstracto progreso colectivo. Me parece que se está sobrevalorando a la colectividad y queriendo asestar un golpe a la individualidad, pero creo que no es por ese lado. No porque algo tenga la etiqueta “INDIVIDUAL” es malo per se.
Sin embargo, aplaudo la hipótesis del tallerista tendencioso. Ésta es muy interesante dado que se plantea el clásico problema del educador: ¿cómo educar al que educa para evitar que mal eduque? Citando el eslogan de una película: ¿QUIÈN VIGILA A LOS VIGILANTES? Aunque me atrevo a preguntarle a Alan lo siguiente: ¿si hay conciencia crítica en los alumnos, se puede borrar de un plumazo el problema de la parcialidad de los impartidores de talleres? De ser positiva la respuesta, el problema a analizarse es el que al inicio nombre como secundario: ¿Cómo enseñar rap? ¿Cómo diseñar estrategias didácticas para que el aprendizaje sea significativo? ¿Cómo estructurar un índice temático para impartir un taller? Y demás preguntas relacionadas a la enseñanza pura y dura.
Al momento de hacer un cierre del texto, Alan dice que “Por lo tanto se debe pensar o reformular la pregunta con el fin de fortalecer una sociedad que día a día se deteriora”
¿Qué pregunta se debe reformular? ¿La que cuestiona al tallerista? ¿La que cuestiona al individualismo? ¿La que cuestiona a la sociedad decadente? ¿Cómo es que la pregunta por X cosa fortalece una sociedad deteriorada? Sí, de nuevo hay una dosis de retórica deslumbrante que oscurece las ideas. Ahora bien, en el texto está plasmada una serie de preguntas en caso de que algún lector considere que el rap se aprende individualmente. Las preguntas planteadas en el caso del supuesto individualismo parecen ser profundas y reveladoras, pero no son más que superchería, no son más que hijas de la misma retórica hueca. Parecen ser una receta rápida, una formula escrita, un pequeño manual para convertirse en rapero con tres sencillas preguntas. Profundizo en ello: lo que transmite tu rap es algo sumamente personal, algo que no es comunicable con facilidad y que a ciencia cierta, sólo lo sabe aquel que lo escribió; qué hacer como rapero, ¿pero con respecto a qué? Con miras a una sociedad más justa, con miras a llenarse los bolsillos con dinero, con miras a ser famoso, con el deseo de escribir canciones que inunden el gusto de la gente. Estimado lector, disculpe mi insistencia: ¿QUÉ HACER COMO RAPERO, PERO CON RESPECTO A QUÈ, ALAN?
Hablas de una vinculación con una sociedad Hip Hop (sí, con mayúsculas, como si fuera una entidad divina, inmaculada, inalcanzable). ¿Y eso con qué se come? ¿Qué es una sociedad hip hop? ¿Acaso es aquel conjunto de sujetos que hacen rap contigo? ¿Acaso es una especie de sociedad pequeña que está apartada del conjunto social?
En fin, dado que el camino ha sido circular y muy cansado quiero cerrar esta breve crítica con un cuestionamiento que es el punto neurálgico para entender el texto: ¿ESTO ES UNA APOLOGÌA?
Huele a que en los párrafos de este texto hay una defensa férrea del tópico de la enseñanza del rap a través de talleres y cursos (sí, esto huele a que se intentó hacer filosofía de la educación) ¿En qué momento se plantean las desventajas de estos talleres? ¿En qué momento se plantean las motivaciones poco loables para hacerlos?
¿Por qué dedicarle un texto a las ventajas de la otredad y a criticar la individualidad si al final se va a decir que ambas visiones nos nutren sin siquiera ahondar en la supuesta conclusión? ¿Por qué trivializar el punto central de un análisis al concluir que mientras no florezcamos como personas, el rap no florecerá?
Valdría la pena que el autor explicara aquellos puntos controversiales, respondiera preguntas y brindara las definiciones necesarias, para que el texto en cuestión no fuera un endeble rascacielos construido con mondadientes.
Genaro Wong Montoya
Grupo Estudiantil A.L.E.F.
Facultad de Filosofía Y Letras.
Universidad Nacional Autónoma de México
Septiembre 2012.