Investigaciones genealógicas del rock; “¡Qué viva el Rey!”

Le daré el lugar que siempre han tenido a cada una de las estrellas que se me atraviesen en mi ejercicio teórico de la búsqueda del rock como forma de habitar la ciudad. No es pretensión, todos sabemos realmente quién es quién y qué lugar le corresponde, lo único que haré es hacerlo explicito. El reto real será explicar porque no es explicito y cómo se ha conjurado un velo nada inocente en el rock. Pienso específicamente en el de la Ciudad de México, la tesis que defenderé es que la ciudad suena, siempre suena, y el rock y su diversidad atienden a una forma específica del sonar urbano.

 Sin embargo, el rock no puede fragmentarse desde la geopolítica de una forma tan arbitraria, es por eso que esta primera divagación tiene por objeto someter a crítica el origen del rock tal como le conocemos en Occidente con dos de sus más grandes exponentes; Elvis Presley y Chuck Berry.

 Como primer paso necesito que mi lector se someta a la experiencia sonora de los siguientes audios (sé que fundamentaré mis reflexiones desde un enfoque demasiado empirista, pero estoy dispuesto a pagar las consecuencias por ello).

A) https://www.youtube.com/watch?v=6ROwVrF0Ceg

B) https://www.youtube.com/watch?v=BG7UL9NfP8c

 ¿Qué notamos en cada audio? Para empezar son la misma canción pero dos intérpretes distintos, bien ahora notemos sutilezas. Uno es negro y otro blanco, uno se presenta en ghettos del Sur de la Unión Americana y el segundo en Las Vegas, nótese el escenario; el primero es relativamente pequeño con suficiente espacio para los músicos y ya, el segundo por el contrario tiene luces, coristas y una pista mediamente aceptable para que el intérprete baile.

 Pero seamos más escrupulosos; ¿Por qué una misma canción necesitaría de un coro para oírse relativamente igual? Sospecho que no son razones del todo musicales. Retomemos a los intérpretes, veámoslos con detenimiento porque mientras Chuck Berry viste de traje, Elvis tiene todo un disfraz de lentejuelas y estilo muy propio (parece que el rock en Elvis va adquiriendo un fenotipo). Elvis no toca la guitarra, Berry sí (¿Hasta qué punto la relación músico-instrumento puede generar una simbiosis que legitime un ejercicio pleno del rock?). Ahora dejemos de sutilezas y hagamos la pregunta frontal; ¿Por qué un negro y un blanco cantan la misma canción? Podemos afirmar, en  base lo dicho anteriormente que el criterio racial también es social (Chuck  Berry no tiene todo el aparato cirquero visual de Elvis), ¿Qué sucedió exactamente para que el género ascendiente del blues y el jazz de Nueva Orleans dejará la estigmatización y a sus intérpretes de color para entrar en la moda del hombre blanco en voz de un “rey”? ¿Por qué había que revestir al rock con lentejuelas y peinados, con caras bonitas y anillos? ¿que necesita enmascarar?

 Claro, la música se hizo mercancía, pero no sólo eso. Se hizo “sonido” de una cultura, una cultura cuyos metarrelatos y dispositivos de control social no se podía tolerar el lujo de que  cocainómanos negros fueran los representantes de la sonoridad, había que mantener las buenas costumbres y el orden social, había entonces, que crear un cocainómano blanco que hiciera lo mismo que el negro y “coronarlo” para que su existencia (que comenzó siendo ficticia) quedara indudable y legitimada. El “rey”  debía ser, además, un blanco que se adecuase en los cánones de belleza y que a su vez crease nuevos cánones, relegando cada vez más a los verdaderos creadores de su creación.

 Pero no bastaba cambiar el rostro, había que esconder el pasado oscuro, había que quitar los harapos y el mal gusto de los negros y poner en su lugar el glamour y la elegancia del occidental. Había que suavizar las letras con coreografías y luces en lo que se desarrollaba el germen del pensamiento como negro rockanrrolero.

 Así, la historia de la música como voz en resistencia encuentra su primer gran obstáculo en la sociedad que los estigmatiza antes y después de ser música, y que paulatinamente los apropia como bienes de consumo, de una bastardizacion sistemática. Así como Occidente tiene su cuento aquel del principio de los tiempos y el primer fratricidio como condición esencial humana, así la contracultura tiene su inicio trágico y complicado.

 Este patrón no sólo sucede en el rock, se repite constantemente. En posteriores entradas mostraré como esta “esencia” acompaña, traiciona o ayuda al ejercicio sonoro en esta Ciudad.      

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