Yo cambiaría la felicidad de Occidente entero por la forma rusa de estar triste…
― Friedrich Nietzsche ―
§ 1
Mirada y Literatura
La estructura de los cuentos chejovianos podría situarse, desde lo muy general entre tres parámetros: ironía, sin sentido y melancolía. En tanto elementos constantes no-fijos[1], los parámetros operan desde su función orientativa para, en este caso, trazar un esquema dentro de las estrategias literarias que Chéjov irá planteando en cada uno de sus cuentos según lo demanden las especificas tramas. Los parámetros por sobre todo nos permiten reconocer en medio de un conjunto de un sinfín de variables, a las cualidades representativas desde donde se tejen estrategias narrativas teniendo siempre presente el rostro de la cotidianidad, en la cual los personajes conectan de un modo inmediato y casi natural con el lector. Al respecto, se ha dicho acertadamente que: “los personajes de Chéjov no pronuncian grandes frases ni hacen grandes cosas. Viven su desencanto y su sacrificio como algo natural”[2]. De esta forma, desde la cotidianidad, pero sobre todo desde la normalización, los personajes construyen los andamiajes discursivos que terminaran por llevarlos a los distintos sinsentidos de la vida. Poder apreciarlos de una forma tan lucida hace a los cuentos chejovianos un placer. Ejemplos sobrarían: La dama y el perrito, la boda, etc. Esta narrativa ajena a las grandes historias es una ventana hacia historias de vida desde la perspectiva de los retazos.
Estos parámetros se constituyen como engranes desde los cuales es posible poner de relieve reflexiones de un calibre filosófico considerable y es por eso que considero relevante su mención ya que articulan el desarrollo de dichas problemáticas y abonan el suelo para regresar a ellas y repensarlas. Entre el cuentista y el dramaturgo no hay que olvidar al Chéjov crítico que plantea cuestiones fundamentales para la crítica de la vida Moderna. Específicamente el modo en que un cuento suyo puede colocarnos en dos temas que resultaran trascendentales en las discusiones filosóficas en el s. XX y que todavía resultan cruciales para nuestros tiempos: la muerte y el desarraigo en las ciudades capitalistas.
Las reflexiones de este tipo no son propiedad privada del genio de Chejov, pertenecen a la larga tradición literaria rusa que las retoma o marca distancia según su contexto y fines específicos. Tolstói, por ejemplo, también pensó la muerte y desarrolló desde ella una crítica de la vida y la condición moderna de relacionarnos unos con otros. Para Liev Nikolaiévich, algunos de sus tratamientos más representativos están justamente en tres de sus obras más importantes: Anna Kareninna, Guerra y Paz y La muerte de Iván Ilich los cuales son representados por el drama moral de Anna Arkadiévna, el pesimismo de Andréi Bolkonski y el abandono de Iván Ilich, respectivamente. En cada una de las historias que relatan la relación con la muerte la cual se ve inmersa de un sentido trágico desde donde el personaje dimensiona los diferentes niveles de crisis personales y se les encara ante la llegada del final. La muerte en este sentido, una especie de Otredad angustiante en la medida en que no comprendemos su lugar dentro de la existencia mientras nos prohibimos experimentar lo realmente valioso de la vida[3], cuando se realiza la operación inversa es posible establecer la paz con ella. Un tratamiento profundamente cristiano, pero también anarquista visto desde la perspectiva de Tólstoi.[4]
Pero a diferencia Tolstói, Chéjov aborda la cuestión desde el desencanto minuciosamente relatado, la muerte es un telón de fondo, casi como lo es en la vida misma, desde esa claridad va construyendo un puente entre las nociones de pérdida y muerte como momentos del abandono:
La presencia ominosa de la muerte es perceptible de alguna suerte en sus dramas. Siempre hay una pérdida: una casa con un maravilloso jardín de cerezos, un hombre que ha desperdiciado su vida manteniendo a un profesor que normalmente no logra nada, una pareja de amantes que tienen un affair sin futuro porque ambos son casados, un director de un hospital psiquiátrico que termina siendo un enfermo de su propia clínica.[5]
Perder la potencia y llegar a la frustración son vistas como formas de muerte. Someterse a voluntades que no se critican y que nos obligana la resignación es la manifestación más acabada de este espíritu. En los cuentos la presencia de experimentar la muerte se vuelven relatos del “diario morir” y los tan coloquiales modos de hacerlo.
[1] Los parámetros se determinan desde la observación periódica de la realidad, en este sentido no son elementos propiamente exógenos de las relaciones en las cuales se presentan. En tanto, el parámetro puede leerse como un concepto engrane que permite esbozar los movimientos de una dinámica. Se suele recurrir al parámetro desde una perspectiva cuantitativa matemática, es decir, nos permite modelar y hacer estimaciones, pero una propuesta cualitativa podría ayudarnos en la aproximación crítica no para la formulación de modelos sino para la exposición de los temas en las tradiciones literarias.
[2]Bruno Estañol, Antón Chéjov, médico, enfermo, melancólico y escritor de genio Vol. 38, No. 1, enero-febrero 2015, <https://www.researchgate.net/publication/282896350_Anton_Chejov_medico_enfermo_melancolico_y_escritor_de_genio>, p. 79
[3] Un ejemplo paradigmático va a ser el cuento ¿Cuánta tierra necesita un hombre? En donde Tólstoi coloca a la muerte como elemento necesario para que el protagonista comprendiese el contenido de la verdadera felicidad. La muerte tiene aquí un efecto moralizante.
[4] https://reasilvia.com/2017/03/tolstoi-anarco-cristianismo/
[5] https://www.researchgate.net/publication/282896350_Anton_Chejov_medico_enfermo_melancolico_y_escritor_de_genio, p. 78