”Los filósofos, como auténticos burgueses, pactan en la praxis con los poderes que según su teoría, están condenados”
-Dialéctica de la Ilustración-
En torno al problema de la enajenación se ha vertido mucha tinta y se han torcido muchas mentes en el intento de poder darle sentido a un concepto que es clave en toda la tradición marxista. Sin embargo, al igual que muchos términos acuñados por Marx, esté también se encentra en la situación de no decir nada y decir todo (quizás sea su constante uso en la discursividad política, tanto en su modalidad masiva como en la personalizada. La desventaja de este tipo discursos, textuales y orales, cuyo objetivo falaz es el de generar la empatía de las masas hacia un determinado punto en específico, tiende a desgastar toda la complejidad teórica que sus afirmaciones implican).
Y se suele repetir el mismo discurso sobre la alienación, el dominio de las masas, el opio del pueblo, y ¡hasta la fetichización de la política! Pero todas estas menciones parecen girar en una órbita teóricamente no-consistente, no es que no haya horizonte sino que parece que hay muchos y en sentidos encontrados.
No se trata aquí de hacer un análisis exegético de los términos “Entfremdung” o “Verfremdung”, sino más bien de darle una aplicación a una posible interpretación del concepto utilizado por Marx, aterrizándolo en una problemática específica, que es la del quehacer filosófico. ¿Cuáles son las características principales de la obra teórica de un filósofo que se encuentra insertado en la dinámica capitalista de vida? ¿Cómo atiende su subjetividad, problemas filosóficos desde ese hecho concreto? Y ¿Cómo la filosofía entra en un estad de garante del orden social (por muy revolucionaria que se llegase a considerar a sí misma)?
Hagamos un muy brevísimo recuento de las dos formas de hacer filosofía en la época de producción capitalista, y aunque parezca no visible, puentearlo con la problemática principal.
La Ilustración endiosa la razón, cosifica la naturaleza, mitifica el saber científico. Apologiza al mundo recién parido y el da el visto bueno a las nuevas formas de entender el Estado y el quehacer político. Particularmente la filosofía de la Ilustración se asume como el discurso vanguardista de la tan anhelada llegada del paraíso terrenal, de la muerte de los mitos y la cientifización y exactitud de la realidad. No es casual que todo esto se dé de forma conjunta y tan furibunda; se descubre el cálculo infinitesimal de Leibniz, Spinoza hace un tratado monumental de Ética al más puro matematicismo cartesiano, la gran Enciclopedia ve la luz, nacía la esperanza de la totalidad y plenitud humana. Pero también en este momento histórico nacen las grandes urbes, aparece en la escena la gran maquinaria industrial, el desarrollo de las dinámicas capitalistas que aun insignificantes, van conquistando escaños progresivamente. Nace la modernidad y con ella su discurso y sus relaciones de poder y explotación sistematizada (y esto no es para nada coincidencial). Pero la luz de la razón que llega a su cúspide en el quehacer filosófico en el Idealismo alemán, mira con optimismo cualquier dificultad o en el más extremo de los casos ni siquiera son vistas.
En la posmodernidad (nuestra época, la época del sentido en el sinsentido, y de la inconsistencia), en el “fin de los metarrelatos”, en los tiempos del hombre rebelde, y del asco existencial, aun en los tiempos de la decadencia y la teoría mínima, la filosofía conserva resabios de su sueño totalizador, no renuncia a enunciar un discurso que englobe una totalidad (aunque sea una totalidad pequeña), no renuncia a un cierto delirio epistémico de la verdad y la realidad.
La pregunta sería, ¿porque sucede esto, si en apariencia son procesos históricos contrarios? Mi eje de fundamentación es simple, decir que comparten el mismo enfoque porque son pensamientos insertos en el mismo sistema de producción, diferenciados, claro está por los diferentes momentos del capitalismo en los cuales les toca teorizar.
El tema de la enajenación, aunque es uno de los best-seller del marxismo, es realmente una problemática posthegeliana, que encuentra su máxima problematización en el corpus marxiano. Con Hegel se inaugura una problemática completamente moderna que no se presenta en cualquier momento anterior de la historia de la filosofía. Hegel parte de la concepción del ser cósico como la autoconciencia alienada a fin de devolver de ese modo el mundo de la autoconciencia. Pero la autoconciencia sólo afirmar la cósidad abstracta, no la cosa real.
El sujeto de la enajenación, para Hegel, es la Idea en abstracto el acto enajenador consiste pues en el peculiar procedimiento por el cual la Idea se hace otra cosa radicalmente distinta de sí, se enajena y se hace Naturaleza; y las razones de este extraño destino son de índole teológica, pues tienen que ver con los planes de la Idea para su propia perfección o autoconocimiento.
El giro marxista consiste en situar al hombre como el sujeto en la enajenación, el propósito del pensamiento de Marx es el de re-descubrir el terreno de la experiencia que fue abandonado por el Idealismo alemán, “bajar” a las cuestiones concretas y de las relaciones sociales que interactúan en la construcción de las sociedad y la economía. En Marx la enajenación se refiere a la explotación del hombre por el hombre, a la pérdida de autonomía y libertad de una clase social como consecuencia de la explotación a la que le somete otra clase, perdida que se origina desde la propiedad privada.[1]
El problema terminológico que surge de la traducción del concepto Entfremdung y que oscila entre “enajenación” y “alienación” resulta problemático ahora para mí, carezco de las armas filológicas y de aplicación filosófica para poder realizar una escrupulosa diferenciación, me arriesgaré a decir que comparten el mismo referente (y el mismo campo semántico) pero que su forma sintáctica es claramente distinta. Concediéndome el lector tal cosa, entonces me encuentro calificado para sólo utilizar el término enajenación por su cercanía lingüística de nuestra cultura.
El hombre enajenado es aquel que está perdido de sí mismo, dicha perdida que deviene hacia una exteriorización según lo que diría la lectura hegeliana, sino una pauperización de la condición humana; “El ser enajenado al que pertenece el trabajo y el producto del trabajo, a cuyos servicios se encuentra el trabajo y para el disfrute del cual existe el trabajo sólo por ser el propio hombre”[2]
Es la enajenación la que subjetiva del sí mismo, las relaciones humanas se asumen como confrontación y una pérdida de la esencia humana, una relación donde impera el yugo y la coacción al otro. La vida genérica se vuelve un medio y el ser genérico se convierte en un ser ajeno a él mismo y a los otros. La realización del producto en relación con la des-realización del sujeto (que es asumida como castigo).
Pero antes de caer en una posible divagación hay que decir que la enajenación en sobre todo que un problema de infraestructura que se ramifica y va alcanzando dimensiones impresionantes mientras se va insertando en las relaciones sociales. La problematización económica, que resulta ser la fundamental, se desprende de de la división diferencial de las clases antagónicas. El obrero se pierde en el proceso de producción, esta enajenado con respecto a su producto, puesto que está desposeído de él, cuando lo produce, produce Entwirklichung (des-realización).
Y cuando el capital domina todo el sistema de producción, el obrero queda aplastado ante la confrontación de su producto de trabajo y que se torna vasallo del modo de producción de forma total, mientras más se somete, más engrandece al monstruo que lo oprime. De esto se sigue que haya una privación casi biológica, la degradación en sólo comer, dormir y fornicar para poder generar más obreros (se pierde todo rastro de humanidad), en este sentido el proceso de producción es enajenación activa. Para Marx, la enajenación no era un sentimiento ni una condición mental, sino una condición económica y social de la sociedad de clases–en particular, de la sociedad capitalista:
“… el hombre sólo siente que actúa libremente en sus funciones animales –comer, beber y reproducirse; a lo sumo, en la vivienda y el adorno Y en sus funciones humanas sólo se siente un animal. Lo animal se convierte en lo humano y lo humano en animal”[3]
El trabajador, al menos desde esta primera aproximación se ha convertido en una mercancía más, y con ello se suscribe a toda la dinámica de la circulación. En el proceso de generación de capital se asume la pérdida de tiempo, de desgaste corporal y mental sin un beneficio concreto que no sea el de sobrevivir para seguir entregándose en el proceso que lo mata y lo mantiene vivo para seguir matándolo.
Ahora que he englobado el problema desde su perspectiva general, toca abordar el problema central mencionado al inicio del texto, ¿Cuál es la ubicación de la filosofía en esta dinámica? Había comentado que los filósofos de la época de la producción capitalista, son asumidos como agentes inmersos de la dinámica de producción tiende a estar necesariamente enajenado. En las líneas siguientes justificaré esta afirmación.
El filósofo es un partícipe de la enajenación en segundo grado, de la enajenación de la enajenación. El filósofo mide el mundo desde su enajenada perspectiva; y no es posible una filosofía no enajenada en una realidad enajenada. Apoyándome en Kósik, el filosofo sólo puede captar la ‘pseudoconcreción’ de la realidad, es decir una no-realidad que se reviste de realidad, adquiere su miopía desde la condición que se decodifica por completo en el capitalismo, este velo que se presenta como anti-velo es muy propio del sistema capitalista, tomando como intimidad lo superficial. Sin embargo, lo que el quehacer filosófico debe atender es que su obrar es parte de un todo dialéctico sujeto a la producción en serie en cantidades brutales, no es un caso aislado como se hace y quiere hacer creer.
La enajenación filosófica es particular con relación a la del obrero, puesto que es un reflejo asumido como tal de la realidad que intenta abstraer a la universalidad. No sólo toma la enajenación como un hecho normal sino que de hecho la defiende, sin saberlo, como un hecho normal. Si asumimos la premisa clave de Marx del primer capítulo de El Capital[4], entonces al ser la producción teórica del filosofo una mercancía más, asumida como producto de una serie de relaciones sociales de producción podemos decir, que la obra del filósofo es sólo el punto culminante de todo el proceso enajenatorio concreto en el cual está sujeto.
El filosofo garantiza las posibilidad de una forma de pensamiento que, encerrado en sólo ver ante sí discursos y pensamientos relacionándose entre sí, genera todo un aparato teórico al respecto, al no darse cuenta que no son pensamientos los que llegan al enorme mercado profano del saber y la plenitud humana sino relaciones sociales de producción que, en su condición particular tienen como fin revestir de legitimidad del status quo, el discurso del filosofo no es simplemente un par de zapatos o una cajetilla de cigarrillos, sino es también una mercancía que termina nuca de consumirse por completo y por tanto, se mantiene expuesta en los anaqueles del consumo hasta que el capital considere necesario desplazarle.
Las palabras de Adorno en Dialéctica de la Ilustración son lo suficientemente puntuales al respecto;
“[La filosofía] debe de contribuir a una especie de taylorismo del espíritu, a mejorar sus métodos de producción, a racionalizar la acumulación de conocimiento, a evitar el derroche de energía intelectual
(…) En contraste con sus administradores, la filosofía designa –entre otras cosas- el pensamiento que no capitula frente al trabajo vigente y no deja de escribir por tanto sus propias tareas”[5]
El filósofo rebelde, el crítico, es tal vez el más enajenado. El filósofo conservador y consciente de ello es como el que ha vivido en la caverna platónica y no quiere salir porque encuentra satisfechas sus necesidades mundanas, pero el rebelde cree ser crítico y se compra esa idea, pero tampoco se da cuenta que “la crítica” es la forma de consumo predilecta para el capitalista, ¡consume lo contestatario! Al fin de cuentas jamás de aburrirás de ello, jamás pasará de moda, porque tu vida y tu legitimidad misma se juega en ello.
Bibliografía;
Horkheimer M., Adorno Th. W. Dialéctica de la Ilustración; Fragmentos filosóficos. Ed. Akal
Hegel F.G. W. La fenomenología del espíritu Ed. FCE (Trad. Wenceslao Roces) México 1966
Ilienkov Ewald V. Hegel y la “enajenación” en https://www.marxists.org/espanol/ilienkov/hegel-y-la-enajenacion.pdf
Jean Yves Calvez. El pensamiento de Carlos Marx. Ed. Taurus (versión en español de Florentino Trapero). Madrid 1973
Kosik Karel. Dialéctica de lo concreto; Estudio sobre los problemas del hombre y el mundo. en http://blogs.fad.unam.mx/asignatura/nadia_osornio/wp-content/uploads/2014/05/Dialectica-de-lo-concreto.pdf
Marx Karl. Manuscritos económico-filosóficos de 1844 en http://es.scribd.com/doc/126630628/Marx-Karl-Manuscritos-economico-filosoficos
Marx Karl. El Capital; Crítica de la Economía Política. (Trad. Pedro Scaron) Ed. Siglo XXI, México 2013
Sánchez Vázquez Adolfo. El joven Marx: los manuscritos de 1844. UNAM, 2003
[1] Fritz Raddatz en su artículo “Discusión con Ludwig Feuerbach, los manuscritos económico filosóficos” (Ausernandersetzung mit Ludwig Feuerbach Ökonomsche-philosophische Manuskripte Pp. 80-86 (selección)) expone que la cuestión de la enajenación parte de la postura de Hegel y de una mirada crítica de la fenomenología y la superación dialéctica de la misma, proponiendo al comunismo como solución al conflicto hombre-naturaleza.
[2] Manuscritos económico – filosóficos de 1844 pp. 115
[3] Ibidem.
[4] El Capital Pp. 43
[5] Filosofía y división del trabajo en Dialéctica de la Ilustración Pp. 288