“… Las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, con todo su séquito de ideas y creencias viejas y venerables, se derrumban, y las nuevas envejecen antes de echar raíces. Todo lo que se creía permanente y eterno se esfuma, todo lo sacro es profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás.”
-K. Marx, Manifiesto del Partido Comunista
La contemporánea sociedad capitalista ha alcanzado ya niveles globales. Desde hace alrededor de tres décadas se encuentra con ningún rival con la suficiente fuerza para hacerlo dudar de sí mismo (peor aún sería preguntarnos si alguna vez en la historia lo tuvo). No bastando, nos enfrentamos también a sus apologetas cuya noble labor ha sido la de naturalizar y reforzar la idea de que la utopía ya esta lograda, que nos ha tocado vivir el “fin de la historia” y que la transformación social planteada desde los términos de una revolución es arcaico, lejano a cualquier sentido común. Estas bombas de saberes hegemónicos se han vuelto tan aplastantes y contundentes que terminan convenciéndonos de algún extraño modo que todo lo que dice es cierto; nos abstenemos de dudar, de formular y de criticar (¡¡ya no se diga a soñar!!). Las cosas son así, son “naturales”, carentes de toda posibilidad de cambio, después de eso no hay más. Todo planteamiento de liberación queda minado, el sujeto vive su tragedia sin poder cambiarla. Su papel se reduce en el mejor de los casos a su mera habitación de lo trágico desde lo heroico.
Sin embargo siempre hay personas que se dan a la suicida tarea de cuestionar los fundamentos de los sistemas que ejercen el control y el orden en la sociedad. Entre ellos está el filósofo húngaro Lukács y toda la tradición de pensamiento crítico posterior influida en él, como lo es la Escuela de Frankfurt en Occidente y la Escuela de Budapest en Oriente, las cuales se dieron a la tarea de criticar el capitalismo avanzado del siglo XX, el socialismo real y casi cualquier manifestación opresora configurada desde la hegemonía política y su discursividad.
Las manifestaciones ideológicas sistematizadas que se presentan desde el arte, la ciencia y la cultura, están lejos de sólo manifestar la cultura burguesa. Nos presenta la sintomatología de un todo social complejizado que absorbe al burgués y al obrero como simples subjetividades culturales determinadas. Los intereses de clase se diluyen en posibilidades y manifestaciones de lo que Karel Kósik llamaría como Supercapital; el capitalismo total, el cual está más allá de las simples manifestaciones económicas expuestas desde la visión ortodoxa del marxismo.
El presente ensayo tiene por finalidad poner sobre la mesa la exposición de un problema tematizado por casi todo el marxismo crítico, aunque siempre desde influencias y metodologías diferentes. El problema a tratar es, pues, el de la cosificación, apoyándome en las líneas metódicas de Lukács y después reforzando su necesidad y su vigencia a través de otros críticos de la modernidad y del capitalismo como lo son Theodor Adorno, Max Horkheimer, Karel Kósik y regresando siempre a los marcos teóricos dejados por Marx.
Este problema se presento casi de inmediato en el capitalismo, Marx plantea las consecuencias de pauperizar las relaciones humanas en pos de las relaciones de producción, desde textos tempranos como los Manuscritos económico-filosóficos o La Miseria de la Filosofía. De algún modo resulta preocupante que el marxismo oficial haya abandonado este punto nodal que es clave para decodificar el sistema y plantear procesos enmancipatorios. Lukács argumentará que esta deficiencia se debe a lecturas vulgares del marxismo, mientras que el Círculo yugoslavo Praxis iría más lejos argumentando que no es inocente este “corte” al corpus marxiano, sino que es más bien una mutilación estratégica de quienes realmente no les interesaba la Revolución, sino el vulgar y llano ejercicio de poder de los burócratas.
Hay que mencionar que en la sociedad capitalista, sucede primero el proceso de la enajenación y su intensificación y complejización es la cosificación. En la enajenación sucede la des-realización con el objeto productivo por parte de su productor, esta no-apropiación del producto del trabajo, el hombre se ve cada vez sujeto al sencillo bombardeo sutil para poder cancelar, desde su consciencia misma, cualquier posibilidad de emancipación, perpetuando de esta manera su lugar como único modo de producción en el mundo. Cuando la enajenación es consensual, lo que la cosificación hace es volver a la persona cosas frente a otras personas, ya no hay otro humano sino una masa la cual se nos interpone. La cosificación es una condición subjetiva y objetiva, desde la unidad de lo contrapuesto en la configuración de la mercancía, el capitalismo reproduce exponencialmente aquellas características que le son útiles..
La cosificación nos presenta la imposibilidad de abordar la realidad social hay que decir que estuvo presente en toda formación social precedente, pero es en el capitalismo donde es consciente de sí y de su destrucción. Es decir, la “cascara” cósica ya existía desde antes, pero no es sino hasta en el capitalismo que ejerce un desplante desmesurado de su hegemonía y sus excesos al saberse totalizado. El régimen burgués no debe pensar hasta el origen de su ser , si lo hiciera reventaría y perdería el control a través de la racionalidad que tanto ha perfeccionado (es ciega creyendo saber ver), es el régimen de la burguesía donde se vuelve posible el conocimiento de sí como modo de producción, pero esta tarea no es cosa de los burgueses.
El capitalismo ha hecho de la enajenación (basamento de las relaciones cósicas) premisa fundamental de toda relación dentro de su realidad, si bien la enajenación es tematizada sólo en los textos de Marx llamados de juventud, no debe olvidarse que ese tipo especifico de relación con la Naturaleza está permeada en casi toda su obra. El Capital no es la excepción, si bien aquí el estudio se concentra más en una de las ramificaciones de la enajenación; el fetichismo de la mercancía, no debemos olvidarnos que ambos términos responden a la misma problemática; el hombre está fuera de sí en el proceso de producción en el cual ve reproducida su vida subjetiva, el obrero pasa de ser coordinador de todo el proceso productivo a ser esclavo de su medio trabajo, citando los Manuscritos de 1844; “Todas las pasiones y toda actividad deben, pues, disolverse en la avaricia. El obrero sólo debe tener lo suficiente para querer vivir y sólo debe querer vivir para tener”[1].
No hay espacio posible para la realización de la sujetidad. La pérdida de sí aumenta progresivamente hasta quedar desamparados en el gobierno de las apariencias y los objetos que nosotros mismo creamos y sin embargo nos son ajenos. Que saben cómo funcionamos pero no cómo funcionan ellos.
En la sociedad cosificada el trato con otros se ha vuelto un tedio, un odioso mal que mientras más prescindible nos resulte, será mejor. Esta forma de relacionarse, primero típica de las unidades productivas subsumidas de forma real al capital, logro extender su influencia perpetrado en la totalidad de la vida entera, la cosificación a atravesado al sujeto y su inmediatez, ha formado y estructurado toda una conciencia sobre el mundo y su realidad. La cosificación es el eje nodal de un sistema económico unitario que funciona desde la fragmentación, desde la pulverización de la sociedad que paradójicamente es potencialmente necesaria para el surgimiento del trabajador libre. La fragmentación hace eficiente la imposibilidad de la destrucción del capitalismo, desde lo que se deriva en análisis de las partes, en vez del todo.
El hombre que vive en esta dinámica ha prostituido sus potencialidades que le hacían verdaderamente humano. Sus cualidades se vuelven cosas que use poseen y se ponen en venta, como cualquier cosa del mundo exterior, sin tener compresión de este tipo de prácticas utilitarias sino que hasta entabla relaciones de familiaridad con ellas. Construye saberes desde el velo epistémico estructural, de ahí que las practicas naturalistas a favor del capitalismo no sean simplemente ideológica en pos de la burguesía, como vulgarmente llegó a afirmar el marxismo estructuralista francés de los años 70’s, sino que sigue el esquema de red que se enrolla a sí misma. El mundo de los fenómenos externos, que se desarrollan en la superficie de los procesos realmente esenciales, sucediendo tal cosa es necesario que haya un tiempo t en el que el entramado capitalista dejará de ser autoconsciente de su no-verdad, sus premisas y métodos autorreferenciales lo harán dar el salto del no-ser al ser. El fenómeno cosificatorio vuelve a un punto de inicio y el ciclo comienza de nuevo.
Para que las relaciones cosificadas sean hegemónicas, resulta necesario que se postulen (y después se reiteren en ciclo infinito) un par de supuestos;
1) La división del trabajo es “natural” y necesaria; esto ocurre en el nivel superestructural, los encargados de hacer funcionar el sistema desde el discurso deben de dar cuenta el cómo y el porqué esta naturalización es a-histórica y necesaria. Para ello, recurren a la ciencia y a las demostraciones empíricas falseadas, o en su defecto, a las ciencias sociales como la jurídica, la sociología o la politología, por mencionar sólo algunos ejemplos.
La división del trabajo tiende a gradaciones, la cual sigue criterios racionalistas en pos de la producción; la búsqueda del absoluto 100% en el beneficio (el cual se manifiesta de diversas maneras, ya sea como plusvalor, plusproducto, tasa de ganancia o estabilidad en su compensación de amortizaciones) y el 0% en el costo (ya sea como capital variable, constante, pago de inversiones y negociación de deudas). El capitalista, sin darse cuenta, forja las bases de la construcción de la sociedad, su mera y burda necesidad de obtener ganancia trae dentro de sí la transformación de la realidad, que se amolda para el alcance de ese objetivo.
Cuando la división del trabajo se ha asentado realmente, el discurso superestructural la amolda con intensidad en la moral y la ley jurídica para hacer aún más infranqueable la premisa. La especialización como micro-organización de co-dependientes de todo el conjunto, el beneficio para el capitalista al deshacer al hombre en las unidades productivas tiene una doble intención; primero, suprimir toda posibilidad de organización con compañeros de trabajo. La segunda se enfoca principalmente a las meras condiciones de producción, el trabajo calificado genera en las fluctuaciones del mercado la depreciación de la fuerza de trabajo, además, las maquinarias son perfeccionadas permanentemente para poder extraer una masa y tasa de plusvalor cuantitativamente muy superior al trabajo necesario para el obrero.
2) La racionalización de mundo y la cuantificación de toda realidad; este último punto es el pilar del capitalismo como modo de producción y modo de dominación, la racionalización tiene como característica la explotación global de todas cualidades humanas individuales del trabajador;
“Con la descomposición moderna ‘psicológica’ del proceso de trabajo (sistema Taylor), esta mecanización racional ha penetrado hasta el ‘alma’ del trabajador; hasta sus capacidades psicológicas se separan de su personalidad total, se objetivan frente a él, con objeto de insertarlas en sistemas racionales y reproducirlas al concepto calculistíco” [2]
El modo de producción, en su naturaleza misma, exige su perfeccionamiento continuo, llevando a cero cualquier actividad poyética humana. La computabilidad del proceso de producción se vuelve necesaria para el progreso calculístico y perpetuamiento del capitalismo y la cuantificación orgánica de todo cuerpo social.
Condición necesaria, también del proceso de cosificación, es que toda satisfacción de las necesidades se cumplen en la sociedad desde el tráfico de mercancías; el sentido de poner relaciones cosificadas en lugar de situaciones espontaneas que muestran las verdaderas relaciones humanas
El hombre se ha convertido en fuente de error. La cosificación copta toda posibilidad de autonomía del género humano. Olvida su trabajo como fuente de toda creación y se limita a ser apéndice de la fábrica, un mal necesario. Un mal que se incrementa en relación directa con el proceso constante e intenso de la especialización (es el quiebre de toda unidad). Se genera, como se había adelantado de alguna forma en líneas atrás, la consolidación de la relación hombre-objeto, como una simbiosis que se vuelve cada vez más irreconocible.
Contrario al discurso oficial, y como corolario de las dos condiciones mencionadas líneas atrás, el obrero no recupera su condición de tal al salir del centro productivo, por el contrario la reafirma;
“Durante el tiempo libre, el individuo debe organizarse de acuerdo con la unidad de producción. La tarea del esquematismo kantismo esperaba de los sujetos, a saber, la de referir por anticipado la multiplicidad sensible a los conceptos fundamentales, se la quita la industria al sujeto. Esta establece el esquematismo como primer servicio al cliente. En el alma debía actuar un mecanismo secreto que prepara los datos inmediatos de tal modo que pueden adaptarse al sistema de la razón pura.”[3]
El apologeta burgués plantea qué es el “consumo” productivo e improductivo, siendo su diferencia el goce y las maneras subjetivas de un obrero para gastar su trabajo pago. La vida nunca sale de la cosa productiva, ni siquiera en la recreación en general. Sino de ella en su particular concreción histórica, el capitalismo del siglo que le tocó analizar a Marx no procedía a los mismos mecanismos de ‘escape’ de su condición opresiva. La actual concreción capitalista exige formas muy propias de enajenación que amalgame la estructura cósica.[4]
Aquí la cultura juega un papel importante en los procesos cosificatorios. Al menos desde Occidente, la cultura es la encargada de unificar en favor del consumo, lo que de otra manera resulta irreconocible. El cine, la televisión y las artes vulgarizadas cada vez más elogian las cadenas a través de la normalización de la producción en serie, la imitación se absolutiza; absolutiza la imitación, hace hipócritas apologías, fundamentando la lógica social del capitalismo.
La propaganda cultural mantiene a raya al obrero cuando no está produciendo. Se le aplasta desde el entretenimiento Se atrofia la imaginación y la espontaneidad reduciendo la imaginación a simples lógicos primarios. Una lógica autoritaria cada vez más ausente de cualquier reflexión mínima. Este ritmo acelerado de producción y reproducción en serie del sujeto y su entorno logra que a sea justamente el constante cambio el que censure todo lo nuevo antes siquiera de ser imaginado.
Sin embargo, y un con sus aspiraciones y su discurso, existe una limitación la cual es estructural. Había dicho al principio que el sistema es sólido porque es incoherente, caótico, ahora desarrollaré este carácter bivalente. Si bien quedó implícita la paradoja ontológica de la pseudorealidad capitalista, ahora es momento de ahondar en ella y encontrar sus implicaciones en ciertas prácticas políticas.
La incoherencia del sistema que le permite vivir, es también su fuente principal de desgaste. La crisis del capitalismo genera cambios en la consciencia del proletariado aunque son lentos y muy dolorosos[5], sin embargo el primer paso es ese detonador de la consciencia que consiste en reconocer al capitalismo como sólo un proceso histórico más. Entender que es histórico significa que es transformable.
La metodología del desgaste creador genera en el teórico marxista su quiebre práxico de la prontitud y establecer la necesidad y precisión de sus logros (tanto teóricos como prácticos) para la búsqueda de los detonantes de la revolución. Sin embargo, es necesario haber primero desmontado la cosificación mental, algo que para teóricos comprometidos como Lukács era importante, la emancipación interna como momento clave para la construcción de la revolución (la primer lucha es la del proletario consigo mismo, con su consciencia enajenada). Cuidado también debe tener con ciertas manifestaciones enajenadas de la rebeldía, como lo es el voluntarismo.
¿A que nos lleva esto? O mejor dicho ¿Por qué sería importante atender que no toda forma de insurrección es fructífera y potencialmente revolucionaria? Bien, antes hay que hacer visible la intención de no aceptar la imponente condición súper complejizada del capitalismo, que su solidez dependa de grietas hace necesario ocuparlas y detonar estratégicamente practicas rebeldes perdurables. No se trata de cualquier cosa que pueda solucionarse con un par de consignas, una manta pintada o un maratón de discursos vacíos.
El voluntarismo, por ejemplo, es parte del tinglado opresivo enmascarado, en él se encuentra intrínseca la idea la lucha por la lucha misma. La afirmación del ego como subjetividad opresiva se vuelve génesis de cualquier problema superior cuando no hay consciencia del sujeto como sujeto en el capitalismo, que se pretende contradecirlo desde su conjunto pero fuera de sus funciones ideológicas hay que acabar con la aureola legalista del capitalismo a través de su dominio sistemático para poder dinamitar la organización de la revolución
Bibliografía;
*Adorno, Th. Horkheimer, Max. Dialéctica de la Ilustración; Fragmentos filosóficos. Akal
*Kósik, Karel. Dialéctica de lo concreto; Estudio sobre los problemas del hombre y el mundo en http://blogs.fad.unam.mx/asignatura/nadia_osornio/wp-content/uploads/2014/05/Dialectica-de-lo-concreto.pdf
*Lukács, Gyórgy. Historia y Consciencia de Clase. Grijalbo 1977
*Marx, Karl. Manifiesto Comunista en https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm
*Marx, Karl. Manuscritos económico-filosóficos. Colihúe
*Marx, Karl. El Capital. Siglo XXI. México 2011
[1] Karl Marx, Tercer Manuscrito económico-filosófico
[2] Historia y consciencia de clase. [Pp. 95]
[3] pp. 137 Dialéctica de la Ilustración
[4] Al respecto, siendo nuestro época la de los mass media como Industria compleja de la enajenación y la dominación cito a Dialéctica de la Ilustración; “No sólo se mantiene cíclicamente los tipos de canciones de moda, estrellas y series radiofónicas como rígidas invariantes, sino que el mismo contenido especifico del espectáculo, lo aparentemente variable, es deducido de ellos […] confirmar el esquema a la vez que lo componen es todo lo que hace, lo que constituye la vida misma” Pp. 138
[5] Léase en Legalidad e ilegalidad Pp. 279 “… la toma de consciencia no puede darse en el proletariado mismo, sino lentamente y tras graves crisis” en Historia y consciencia de clase.