Isle of dogs: Hacer vivir, dejar morir.

 

El cine abre, muestra, acoge. Proyecta

─ Jean Luc Godard

 

Isle of dogs (2018) es la obra más reciente de Wes Anderson, famoso director de Gran Hotel Budapest, Fantastic Mr. Fox, Rushmore, Viaje a Darjeeling, entre muchas otras producciones. Ahora nos presenta una historia interesante en formato stop motion donde la lealtad, el amor y hasta la rebeldía se dan cita.

Por ahora quisiera rescatar una posible lectura de la película desde la sospecha de que el cine puede presentarse como la condición de posibilidad para pensar determinadas facetas de la vida social, en lo general. No pretendo realizar un análisis exhaustivo, sólo una vía posible de interpretación para cualquiera que decida ver la cinta.

Particularmente, quisiera concentrarme en la trama principal de la historia: En un futuro matizadamente distópico, la ciudad de Megasaki presenta un problema sanitario con un conjunto de enfermedades, de las cuales son los perros lo portadores: lo que obliga al poder institucional a exiliarlos en los basureros a las afueras de la ciudad con el fin de dejarlos morir.

Para Dorfmann y Matterlat “la literatura infantil es quizás el foco donde mejor se puede estudiar las verdades y disfraces del hombre contemporáneo, porque es donde menos se les puede encontrar”[1] y creo que esa afirmación puede sostenerse también en el discurso cinematográfico. Los espacios diseñados para la infancia, disfrazados de nostálgica inocencia jamás son neutrales. Es decir, no está de antemano presupuestado que el trasfondo de un film sobre la amistad, la lealtad y solidaridad (repleto de guiños a la tradición japonesa) esté cimentando sobre cuestiones como el exterminio, las relaciones asimétricas de poder, el hacer vivir y el dejar morir a poblaciones enteras. Y que la cuestión de la vida sea un tema necesariamente político.

Es ahí donde pretendo aterrizar la perspectiva; Isle of dogs como una forma de problematizar los temas de la biopolítica desde un acercamiento contemporáneo. Para Michel Foucault realizar el recorrido teórico del análisis de las relaciones de poder y la “anatomía política” lo llevó a dirigir sus reflexiones hacia el cambio que ocurre entre el poder soberano y el disciplinar.

A diferencia del poder soberano, en donde se imponía la voluntad de hacer morir, Foucault encuentra una forma distinta en la que los distintos dispositivos se articulan para generar controles estrictos de natalidad, vida y muerte: “La biopolítica tiene que ver con la población y ésta como problema político, como problema a la vez científico y político, como problema biológico y como problema de poder  (…) abordará en suma, los acontecimientos aleatorios que se producen en una sociedad”[2]. Es decir, la biopolítica se presenta como una tecnología que regula la vida que administra y determina quienes deben vivir y cómo. Así como la contraparte, es decir, a quien se les ha de dejar morir, cómo se constituirá su régimen de vulnerabilidad en el cual es posible generar sus vidas como vidas sacrificables, ¿cómo se instituye el derecho de dejar morir? En isle of dogs la respuesta es clara.   

En la cinta se puede apreciar claramente las tensiones en las relaciones de poder que genera el advenimiento de un control de la vida: el saber científico, las políticas de la amistad, las prácticas de resistencia hasta la posverdad entran en juego para mostrar la complejidad del entramado que rodea una película cuyo objetivo de los antagonistas es el exterminio de unos otros.

Resultado de imagen para isle of dogsfoto: https://en.wikipedia.org/wiki/Isle_of_Dogs_(film)

 

[1] Ariel Dorfmann y Armand Mattelart, Para leer el “Pato Donaldo”, Siglo XXI editores, México, p. 19.

[2] Michel Foucault, Defender la sociedad. Curso en el Collége de France (1975-1976), trad. Horacio Pons, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2000, p. 222.

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