Las trabajadoras de la colonia Obrera fallecidas el pasado 19 de septiembre durante el sismo que sacudió diferentes zonas del país han liberado viejos y muy conocidos demonios. Lo sucedido en la maquila es sintomático. En primer momento es posible apreciar el hecho de que había sido soterrada como parte de una “realidad” en el sector productivo nacional. Tuvo que suceder una catástrofe natural para que el tema volviera a llenar las planas de los diarios y se generará toda una oleada de indignación popular, pero algunos reclamos no dejaban de estar cargados de cierta frivolidad. La explotación desmedida y el abuso fueron condición necesaria para el fallecimiento de obreras durante el sismo del 19 de Septiembre en la Ciudad de México (el cual ya tenía un antecedente idéntico en el del 1985), pero ¿y las que viven para contarlo?, ¿las que aún ahora mismo viven esclavas? Las maquiladoras y su clandestinaje indignan, obligan a preguntarnos por qué son lo que son. El caso de la Ciudad de México no es aislado, ni se resuelve mejorando las condiciones laborales, porque la estructura clandestina de las maquilas no es la excepción sino la regla.
Las relaciones sociales de producción no sólo producen los objetos que necesitan determinados momentos históricos, sino también (y sobre todo) a los sujetos que las vuelven posibles y las reproducen. Las vidas que reproducen las maquiladoras son vidas nudas[1], despojadas de cualquier atributo que no sea el de su fuerza de trabajo[2] en abstracto. Lo que necesitan las maquiladoras son las capacidades humanas necesarias para la transferencia y reproducción del valor, exprimirlas hasta agotarles y volverlos cuerpos de desecho.
El carácter necesario y especifico que solicitan las maquilas por parte de sus trabajadoras y trabajadores obliga a las vías de análisis complejizarse: 1) En la producción de las condiciones materiales de la fuerza de trabajo, la maquila se sirve de contextos culturales y políticos concretos para moldear la vidas nudas que le son de su interés: en el caso mexicano, se ha servido paradigmáticamente de la mujer, el niño y del migrante. A través de la vulnerabilidad social que sufren, el capitalismo puede incidir y transformarlos en sus trabajadores sin menor problema, y 2) el caso mexicano de las maquiladoras se encuentran en un punto medio entre el sometimiento real y formal del trabajo al capital. Es decir, las maquilas no son talleres artesanales ni tampoco los grandes complejos industriales. Son un hibrido entre ambos casos. Este hecho no sólo reconfigura el proceso productivo sino también su espacio.
Estos dos puntos exigen su investigación profunda ya que en el primero se juega la comprensión de las relaciones de poder que posibilitan que sean “vidas infravaloradas” las que maquilen y con ello, que su proceso de trabajo no sea el clásico (las maquiladoras son otro tipo de espacio, son talleres, casas adaptadas, bodegas insalubres, espacios construidos dentro de espacios).
En Chimalpopoca no las mató la corrupción. Ellas ya estaban muertas. Las mato una estructura bien organizada de producción que se sirve del clandestinaje para operar. Chimalpopoca muestra a los incrédulos apenas un rasgo de las mutaciones contemporáneas del capitalismo, que ha funcionado desde las sombras, desde el silencio, desde cualquier lugar donde pueda instalarse una máquina de coser. Las maquilas son una mutación que trasmina por lo bajo, cooptando espacios y generando ganancias en nuestros ojos sin percatarnos. Lógicas similares parecen ofrecer procesos económicos aparentemente disimiles como el caso de la trata de blancas, tráfico de drogas, etc.
Existe un capitalismo de los rincones, etéreo, ¿Cuántas fábricas así habrá ocultas de domicilios? ¿Cuántas pasarás de camino a la escuela o el trabajo?
El sismo nos ha mostrado horribles demonios.
[1] Giorgio Agamben, Homo Sacer. Poder soberano y vida nuda, trad. Antonio Gimeno Cuspinera, Valencia, Pre-Textos, 2006 ed. Pre – Textos, p. 18: “La vida a quien cualquiera puede dar muerte pero que es a la vez insacrificable”.
[2] Karl Marx, El Capital. Crítica de la Economía Política, trad. Pedro Scaron, México, Siglo XXI Editores, 2013, p. 20.: “Por fuerza de trabajo o capacidad de trabajo entendemos el conjunto de las facultades físicas y mentales que existen en la corporeidad, en la persona viva de un ser humano y que él pone en movimiento cuando produce valores de uso de cualquier índole”.