El Mito del Golem y el hombre postmoderno. Con los ojos vueltos al Cyborg. (V)

Construcción del «hombre postmoderno».  Con los ojos vueltos al Cyborg .

-El Cyborg y la nueva esperanza.  El Mesías ha llegado.-

El hombre construye sus sociedades a través de los mitos.  Lo complejo del entorno lo ha llevado durante la historia, a la búsqueda constante sobre el explicar su existencia y el mundo que le rodea.  Nuestra cultura Occidental se ha olvidado de sus raíces místicas y espirituales[1], llevando al hombre al sinsentido de su existencia.  La Muerte de Dios plasma el punto que pareciera no tener retorno en el cual el ser humano parece desvincularse de lo sagrado.  Las diversas dinámicas sociales  que intentan fundar una esperanza ya no se mueven en la búsqueda de  una relación deidad – hombre, por lo que el drama  de la moralidad pareciera ya no tener lugar dado que se ha renunciado a la existencia de algo divino que nos vincule con el mundo.

Sin embargo la sociedad, en su afán de explicarse el mundo y busca un sentido  bajo el cual pueda construir y ordenar la vida, así como  mantener algún tipo de esperanza, ha reinventado sus mitos para poder subsistir entre dinámicas de control de unos sobre otros.   Nuestra sociedad actual no es la excepción en la reinvención de sus mitos.  La Razón y la Ciencia a finales del siglo XIX trajeron, junto con el positivismo, una nueva concepción sobre la vida – y por tanto sobre la sociedad-, en la cual los nuevos descubrimientos sobre el universo, sostenidos por la Física, relacionaban al hombre con la complejidad de los nuevos descubrimientos; la vida humana ya no dependía de un pre-determinismo o como una necesidad evolutiva, simplemente la existencia del ser humano respondía a la posibilidad de vida que el universo, en su gran constitución de materia y átomos, podía resultar con el paso del tiempo y condiciones favorables.

Lo anterior no es sino una renovación de la cosmogonía antigua, que no deja de ser una búsqueda por explicar la existencia del ser humano, ahora basada  en la ciencia en lugar de alguna religión antigua.  El positivismo fracasó en su búsqueda por establecer un sistema libre de metafísica y de errores; a mediados del s XX llegó un cambio de paradigma dentro de la Ciencia, y con él, el mito de la Ciencia Objetiva, como lo denomina Schwartz, cayó  abriendo la posibilidad de religar nuevamente al hombre con lo que lo constituye como el mismo se ha autodenominado ser social: ante los distintos cambios de paradigmas y la posibilidad de aceptar que cualquier teoría sobre la formación del universo no es certera del todo, sino que se adecua y responde a un momento histórico especifico, surge una nueva postura asumiendo que el universo y sus leyes funcionan de manera sistemática, poseyendo un grado de complejidad en el cual se desarrollan la vida y las diversas manifestaciones de aquello que produce la unión de átomos y materia con el paso del tiempo.  El ser humano construye entonces un nuevo mito que le permita sostenerse y fundamentar su existencia en un mundo complejo y cambiante:  conforme los nuevos paradigmas científicos ofrezcan avances que permitan modificar lo biológico  y con ello trascender su mera existencia humana.   Cobra importancia en esos momentos de la historia la tecnología y sus avances, ya que el ser humano comienza a fijar sus esperanzas y metas en aquello que  le permita permanecer más tiempo con vida y mostrar “mejorías” que otros no tienen.  El concepto de Cyborg alberga y ofrece al hombre postmoderno la posibilidad de trascender ante la muerte al permanecer más tiempo vivo, recuperarse de enfermedades que años atrás llevaban inevitablemente a la muerte.    Toma forma entonces el mito de la tecnología y el mito del Cyborg como el Prometeo que trae la luz y la ciencia a los seres humanos en el siglo XXI.  Pero antes de continuar con las “maravillas” que nos ofrece el mito del Cyborg, me parece prudente recorrer con un poco más de detalle las diferencias entre robot, androide y Cyborg,  presentadas de una manera rápida en el capítulo introductor al Golem y al Cyborg.

La tecnología y las máquinas se han presentado como un avance desde la primera Revolución Industrial; presentaban ya una novedad al reducir los tiempos de trabajo en las fábricas y reducir la mano de obra, con lo cual el  dueño de la máquina podía ahorrarse capital que pagaba a otros trabajadores.  La ciencia ficción presentaba a sus lectores –de una manera imaginaria, pero dejando entrever problemáticas que las máquinas traían a la sociedad de los escritores-, lo que un denominado “robot” podía hacer  en lugar de un ser humano; a grandes rasgos un robot es una máquina, que no necesariamente tiene forma humana, utilizada para acelerar procedimientos que el hombre tardaría mucho en realizar, al menos es esa la definición que lo escritores de ciencia ficción de principios del s XX ofrecían en sus lecturas.  Dentro de las historias mencionadas y con el tiempo, las máquinas se volvían un problema dado que se hablaba de que en algún momento el avance del robot llegaría a un punto donde cobrara inteligencia por sí mismo y destruyera a su creador.  En ello el robot dentro de la imaginería resultaba similar al Golem.  Actualmente los robots cobraron realidad y  son usados para investigar el desarrollo de la llamada inteligencia artificial, término tomado de la ciencia ficción como el avance que una máquina puede presentar en contraposición a un ser humano.   La imaginería del hombre siguió desarrollándose y luego propusieron la existencia de robots similares a los seres humanos, con una inteligencia artificial superior a la de un robot convencional, de nuevo la advertencia hecha por escritores era la misma: las creaciones de ser humano pueden en algún momento llevarlo a su propia destrucción.  Tales imaginerías no venían simplemente de una mente desocupada: provenía del desastre de la guerra y las innovaciones  en armamento que se habían desarrollado con el fin de destruirse unos a otros. Realmente el hombre no necesita de un dios castigador. Le basta con una ambición de dominar y someter a otros para que con sus mismas invenciones pueda destruirse.   Los peligros de la creación de una inteligencia artificial y un androide ( una creación humana de apariencia similar a un ser humano pero elaborado de metal como cualquier máquina), pueden observarse en las películas de Terminator, donde la inteligencia artificial llega a un punto en el cual está a punto de exterminar a los seres humanos y, para eliminar a aquellos que aún quedan, les envía androides con una cubierta de tejido vivo similar a la piel, por lo que no es sencillo reconocerlos.   El mito del androide presentado por la ciencia ficción de finales de los años setenta del siglo XX llevó, como en años anteriores, al desarrollo de máquinas que pudieran brindar ayuda al hombre: la posibilidad de reemplazar  alguna parte del cuerpo perdida por un accidente, o incluso la ampliación de los sentidos ante gente que pierde la capacidad de usar alguno de sus sentidos.  Nace con ello el concepto del Cyborg, como aquel individuo que está compuesto por partes de máquina y partes naturales o humanas.  El concepto es tomado, al igual que sus antecesores,  de la ciencia ficción de los años ochentas y noventas del siglo XX, donde se reflejaba ya la posibilidad de que estos individuos existieran.

El problema presentado ante un Cyborg no reside en que esté hecho o que contenga en si partes mecánicas.  El problema radica en, como ya es señalado en la ciencia ficción, la utilización de sus partes mecánicas con el fin de  deshumanizar al hombre, así como el querer evitar el dolor y la muerte con el uso de aquello que no es natural al ser humano.  Una cosa es abogar por condiciones y calidad de vida, y otra muy distinta volver el fin de la vida misma el “perfeccionarse”, queriendo evitar lo que es natural a cualquier ser vivo.    Las herramientas que la tecnología ofrece para mejorar la calidad de vida, curar enfermedades e incluso reemplazar extremidades del cuerpo pueden ser útiles al ser humano, y cada caso ha de ser evaluado con extremo cuidado.   Pero el hecho de querer trascender la muerte mediante la asunción de un discurso en el cual, el ser humano cobra valor en la medida que puede evitar o retrasar sus dolencias y la vejez misma, me parece nefasto.  En el fondo lo que se oculta tras este problema es la no – aceptación de la condición biológica que poseemos, ya no se niega la bestialidad per se, sino  que se refleja el miedo de en realidad no tener dada a que asirse.  La incorporación de la muerte a la vida cotidiana proviene desde que el ser conocido como homo sapiens toma conciencia de la muerte y busca superarla y  aceptarla.  Los rituales mágicos, las religiones y los mitos son, a grandes rasgos, un intento por incorporar la muerte al acontecer diario de la vida.  Surgen entonces los discursos sobre la vida como preparación para la muerte.  Sin embargo, parece ser que en nuestra sociedad, aún con los inmensos avances tecnológicos que poseemos, el miedo a la muerte es una de las principales preocupaciones del ser humano, que pone su existencia en un discurso – mito que, tras ya no haber religión o símbolo que denote una trascendencia más allá de la muerte con el sentido que uno le da al vivir diariamente, se ata en la esperanza de que la tecnología misma pueda evitar lo que naturalmente está dicho.  Es entonces cuando el ser humano se re-inventa  a sí mismo en un Mesías que venga a solucionar el problema de la muerte.  La tecnología en unión con lo biológico parece que puede ofrecer una esperanza para no morir, o eso es lo que el mito del Cyborg nos presenta.  Y el Cyborg no es sino una actualización del mito del Golem.  Ahora bien.  El hombre postmoderno tiene la esperanza de que la tecnología puede salvarlo incluso de sí mismo.  A través del ciberespacio es capaz de “vivir otras vidas”, asumir riesgos y conocer lugares a los cuales no podía acceder con facilidad antes.  Cada vez que el hombre asume una identidad distinta desde el ciberespacio, por ejemplo a través de las redes sociales, se fragmenta en tanto como pueda imaginar, se re-crea personalmente cuantas veces sea necesario , pero se olvida y evade su bestialidad, no se conoce a sí mismo, y al no saber hablar sobre sí, sobre su propio contenido, se inventa cuantas personalidades puede.  En esta medida el hombre postmoderno es un Golem que tras no saber lo que es, (no conoce su humanidad) inventa y crea múltiples hombres de arcilla, frágiles personalidades en las cuales esconderse y que pueden reproducir diversos discursos, a la manera del Golem cada discurso es una orden introducida en él.  ¿Y quién es el creador del Golem como mito actual?.  La Razón de la modernidad y el escapar del sinsentido.  Luego entonces, queda preguntarse: si solo somos hombres de arcilla, figuras de barro que se resquebrajan fácilmente,  ¿qué hay dentro de las figuras?, ¿si el Golem se rompe solo hay un hueco por llenar, solo quedan los pedazos de discursos regados o existe la posibilidad un hombre en construcción?

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[1] Fernando Schwarz, Mitos, ritos y símbolos, Antropología de lo sagrado, Biblos, Buenos Aires, 2008, 11p-

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