Lamentum No. 2

Me asedian y perturban mi noche,

Atrapado me  tienen y desesperado caigo.

Me besa el rostro y me desgarran el pecho.

Gritan hasta reventarme los oídos:

“Saturnus sol nigrum

Laudate venenum infundere iubet”

 

¡Váyanse!

¡Crux Mihi Dux…!

¡Dejen de perturbar a una oveja descarriada,

demonios que cargan dentro sí el Infierno!

 

***

¡Melancolía!

¡La que me mata desde dentro

y me aleja del que es Uno y Trino!

¿No ves que me arrastran?

¿No ves que han penetrado hasta mis sueños?

***

Atiende mis súplicas

cuando en las Tinieblas ellos se burlen de mí

cuando sus garras despedacen mi pecho,

cuando mi espíritu adolezca

***

Supura mi cuerpo en Bilis Negra

Mis huesos, húmedos, me pesan //

¡Ellos! (¡Míralos!) tocan piano mientras quebrantan mi calma //

¡¡Bestia devorat ossa peccatori!!” gritan soeces,

Y mi alma se angustia… Y mi alma se angustia

 

Lamentum No. 1

 

 

De profundis clamavi ad te, Domine; Domine exaudi vocem meam.
Fiant aures tuae intendentes in vocem deprecationis meae.
***
Me destruyo, te imploro.
Doquiera que voy soy peste.
Doquiera que voy soy desprecio
Cargo en la frente la marca de los impíos,
perdido estoy en la senda oscupoemra
la loba me asedia.

La pantera desgarra mis espaldas
huyo y tiemblo de miedo
en las noches despierto
atormentado en sueños
por símbolos indecifrables y siniestros
***
¡Ayúdame!
El desierto ha sido largo y mi sed no se sacia
¡Ayúdame!
Camino único, Misericordioso, Infinito Divino
***
Yo no merezco. Caigo a toda hora
La debilidad me vence. Soy falso. Hipócrita.
Me arrastro sin fuerzas,
caigo a pedazos, no tengo voluntad [soy gusano]
De la angustia soy preso, miserable preso
Dame tu guía, tu Luz,
que soy vulgo y quiero la senda virtuosa
que soy vulgo y los cerdos devoran vivas las mías vísceras
***
Intra tua vulnera absconde me.
Non permittas me separari a te.
Ab hoste maligno defende me.
In hora mortis meae voca me

Economías de guerra y relaciones de dominación; el sacrificio humano en el Imperio Mexica

filomex

Con nuestros dardos, con nuestros escudos está existiendo la ciudad

                        – Cantares mexicanos fol. 20 v.; AP I 80

 

A veces solemos aproximarnos a ciertos problemas desde lugares comunes imposibiltando una reflexión crítica. Uno de ellos es, la idea del sacrificio humano en la cultura náhuatl, de tal modo, estas líneas pretenden ser apenas unos apuntes de aproximación a una polémica siempre vigente.

Para tal efecto considero importante poner en la mesa el tema del desoterramiento del concepto de guerra y religión partiendo de un hecho sencillo que, aunque parezca obvio, suele ser muy ignorado: la guerra contra los moros no es la xochiyayotl contra los tlaxcaltecas. La guerra por defender el honor y la cristiandad nada tiene de relación con aquella que suministra el alimento para el orden del universo. A diferencia de la visión hispánica, la visión nahua de la guerra no se entiende como un accidente que hay que solucionar, es la condición misma del orden cósmico. El fin de la guerra no traerá paz ni “fe verdadera”, sino el fin del mundo y de todo cuanto existe. Luego entonces, para analizar el sacrificio el primer paso es no trasladar como molde nuestras categorías de corte occidental hispánico.

Para Alfonso Caso, la cosmovisión bélica pasaba por la construcción colectiva del papel del sujeto en el mundo;

El hombre ha sido creado para el sacrificio de los dioses y debe corresponder ofreciéndoles su propia sangre. El sacrificio humano es esencial en la religión azteca, pues si los hombres no han podido existir sin la creación de los dioses, éstos a su vez necesitan del hombre para que los mantenga con su propio sacrificio[1]

Los dioses y los hombres no viven de forma independiente, ambos están en relación vital, pero esta relación sigue unos rasgos distintivos. No todos los dioses claman sangre, y aun cuando la claman lo hacen de particulares modos cada uno. De entre ellos resaltemos el sacrificio humano al Sol, cuya práctica es característica particular de los venidos de Aztlán y que a la prostre les costaría irreconciliables enemigos que jugarían un papel clave en la Conquista española.  El azteca[2] no sólo está en simbiosis con los dioses sino que mantiene una relación particular con uno de ellos: Huitzilopochtli es el dios de todo un pueblo y el protector de todo un imperio. Como suele suceder en casi cualquier cultura, las características de una divinidad nos muestran la sintomotalogía del orden social y psicológico de un pueblo (o al menos a la clase dominante de ese pueblo), Huitzilopochtli no es la excepción. El dios guerrero exige guerra, una guerra que, al ser él mismo Sol, es parte fundamental del orden cósmico y la expansión del Imperio. Resalta aquí la verdad cansada de “pueblo elegido”, no obstante su status es peculiar ya que nos muestra las potencialidades del uso político expansionista que generará. A diferencia del judaísmo, por ejemplo, en donde la condición de elegido se juega en el futuro (“Y haré de ti una gran nación,  y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás una bendición”, Gn.12;2) para el mexica esa cualidad se encuentra en el aquí y ahora. Mientras el hebreo es elegido para ser grande, el mexica es grande y por eso es elegido. El juego de los tiempos en los que se enuncia la legitimidad del poder es capaz de determinar los limites y las estrategias de su práctica.

Ahora bien, no sólo se realiza una guerra sino que está tiene reglas claramente definidas y concisas. La guerra tiene forma, fondo, método y discurso; la guerra es una institución dentro de una sociedad estrictamente organizada. Esta última afirmación sólo puede sostenerse desde la comprensión de la xochiyaoyotl o “guerra florida”. Dentro del acto bélico existían prácticas estéticas de sí, el cuerpo y sus extensiones comunicaban en el imaginario social todo un código político. Pero este aparente orden “racional” se pierde cuando la configuración de la subjetividad guerrera cede terreno al papel simbólico y no tanto al práctico. Dicho en otras palabras, para una concepción que entiende la guerra como medio resulta francamente estúpido cargar escudos que no sólo no son útiles sino que exigen un gasto de energía extra al cuidarlos dentro del conflicto.

Pero vayamos al grano y hagamos las “preguntas incomodas”; ¿Por qué sacrificar humanos? ¿Cómo un pueblo mísero venido de menos pudo imponer su violenta interpretación  del saber milenario del Valle de México? ¿Cuál es el uso político del rito? ¿Qué “descarnadas” relaciones de dominación hay tras alimentación del Sol?

Para los mexicas, el sacrificio como acontecimiento religioso es un acontecimiento social. Al activar la muerte de un otro, lo religioso es la semilla de una franca actitud imperial. La administración de la muerte sólo puede realizarse desde una racionalización total de todos los aparatos del Estado, poco importa el discurso que revistan. Así, la realización de cada festividad tiene no sólo un lado lúdico sino también utilitario; las prácticas de supervivencia se transforman en manifestaciones culturales. Lo que en un inicio se considero como una “economía de trabajo necesario” se transforma en una economía legitimadora de discurso[3].  O como diría Duverger: “El comportamiento de primera necesidad va establecer una ética social”[4].

Al imponerse los mexicas como grupo dominante en el Valle de México, resulto necesaria una religión que atendiera a las necesidades del naciente Imperio. Una economía que lo sostuviera y un aparato político capaz de amalgamarlos a todos;

La figura de Huitzilopochtli dejó de ser el numen tutelar de una pobre tribu perseguida y se fue agigantando cada vez más, gracias a la acción de TlacacleL La nueva versión de la historia mexícatl, tras la mencionada quema de códices, fue el camino para inculcar en el pueblo las ideas de Tlacaélel.

Huitzilopochtli aparece como el dios más poderoso. A él le dirigen las antiguas plegarias de la religión náhuatl y los sacerdotes componen también nuevos himnos en su honor, como los que ya existían a honra de Quetzalcóatl principalmente Identificado con el sol, Huitzilopochtli es al mismo tiempo quien da vida y conserva, alentando la guerra, esta quinta edad en que vivimos.[5]

 

Como todo orden hegemónico, el discurso de sangre mexica tenía que fundamentarse en pilares ideológicos previos. Fue así, como Tlacaélel, el gran artífice, pudo tomar de la cosmovisión tolteca el sustrato legitimador del nuevo Imperio.

Con la estratégica sustitución de Quetzalcoátl, la divinidad de la sabiduría, por al de Huitzilopochtli, el dios Sol, permitió dar rienda suelta a la economía de poder de sacrificio. La eliminación total de todo vestigio que demostrase el pasado chichimeca del pueblo “elegido” fue la primera victoria de expansión; ¿Cómo dudar de su grandeza, cómo dudar de su poder sino no se registra por lado alguno su innoble origen?

Al obtener el monopolio de la historia y de la cosmovisión teológica, cualquier expansión militar es sólo fuegos artificiales de una gran victoria precedente, más discreta, más escondida pero más intempestiva.

Bibliografía;

  • Caso, Alfonso. El pueblo del Sol. México FCE. 2009, 102 pp.
  • Douverger . La flor letal. México FCE. 1983, 60 pp.
  • León Portilla, Miguel. Filosofía náhuatl. México. Porrúa. 1956, 258 pp.

[1]  Caso, Alfonso. El pueblo del Sol. México FCE. 2009

[2] Con respecto al uso que algunos autores aquí citados hacen del concepto “azteca”, en el presente texto serán equiparados no bien como sinónimos sino subconjuntos de un mismo conjunto. Es decir, todo mexica es azteca, pero no todo azteca es mexica. N.A.

[3]  Cfr. Douverger La flor letal. México FCE. 1983, P. 54

[4] Ibid. p 55

[5] León Portilla, Miguel. Filosofía náhuatl. México. Porrúa. 1956, p 252

 

 

Tlacaelél, el llamado conquistador de los mundos. Creador de la alianza entre Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopan. Artífice ideológico de la visión místico – guerrera mexica

Glosas marginales; Contra-disertaciones de vida

Minientrada

Arte de estrategia. Arte de guerra [Apuntes desde la inmundicia -Libro I-]

 

 

 

  • “¿Qué es el fuego? ¿Qué es el dolor? ¿qué es el dragón?” pregunta el truhán de los grandes relatos, el especulador de la cultura, el hechicero de dientes de oro que vuelve polvo las utopías… “No lo sé, no me importa, pero si puedo falsearlo podré venderlo” se responde.

Dice Sun Tzu; “Cuando el fuego alcance su punto álgido, síguelo, si puedes; si no, espera. En general, el fuego se utiliza para sembrar la confusión en el enemigo y así poder atacarle.

Cuando el fuego puede ser prendido en campo abierto, no esperes a hacerlo en su interior; hazlo cuando sea oportuno”

 

  • Si el fuego es un arma, entonces pertenece a la disciplina de la estrategia. Si es estrategia es enseñable. Si es enseñable es camino de virtud. ¡Enseñemos virtud! (Pero, ¿para cuál guerra? ¿para cuál guerrero? ¿Qué transgresor de nuestra propia ley formaremos? ¿qué parricida estamos amantando?) [Si le reímos a la guerra, si nos burlamos del fuego, si nos mofamos del capitán de mil batallas ¿dónde habitará el miedo? ¿dónde reposaran los tiranos?]
  • ¿No es necesario (también) apagarse, consumirse? Luchar y sucumbir para encontrar aliados. La guerra no es orgullo. La guerra es negocio.

Dice Sun Tzu; “Sé extremadamente sutil, discreto, hasta el punto de no tener forma. Sé completamente misterioso y confidencial, hasta el punto de ser silencioso. De esta manera podrás dirigir el destino de tus adversarios.”

  • De alguna memoria audiovisual; “La guerra no engrandece a nadie”. [Pero seduce…]

 

  •  ¿Cuánto fuego hay en el mundo? ¿Cuántas hogueras pueden derribar las estrellas?  …. ¿Cómo contendremos la ira de los dioses? ¡¡Pues con el cálculo exacto de nuestro consumo destructivo!! [Demasiado vigor, demasiada vida, demasiadas palabras cansan… ¡inventemos la guerra! ¡invoquemos los dioses que cada uno trae dentro sí!]

 

  • La guerra es. La guerra esta. La guerra no se elige, ni en modos ni en contenidos. A la guerra sólo queda sobrevivirle la talla.

 

  • “El fuego es lealtad (…) es un honor para construir” y el payador de circo pregunta; “¿Desde cuándo los maestros de obras hacen cimientos de cenizas, muros de lumbre? ¿Quién le invento suelo al errante que nunca muere?»

¡Maldito seas payador! ¡Maldito hasta la décima generación!

  • Si formas griegos no olvides que será en vano; morirán por la espalda apuñalados por un judío. El vigor lo sepulta el especulador de los rincones.

 

  • El fuego no se educa, sólo se contiene. El fuego se irá y la batalla te encontrará desnudo ¿estás listo, guerrero, para habitar tu soledad?

 

  • “El fuego es memoria” y la memoria es la amante más ingrata, la casa de tantos fantasmas. La memoria es cárcel del guerrero // “por sí mismo no es malo, ni agresivo, ni letal”; Las últimas palabras del acribillado a quemarropa // “Tú decides si incinerar al enemigo o proveer luz”… Al final, la esperanza resulta un Norte innegociable.

 

 

Ikarus Dagarov, Cuadernos y notas entre la malandanza.  Folio apócrifo número 1