1.3 Construcción del hombre Postmoderno, con los ojos vueltos al Cyborg.
-El mito del Golem en la Postmodernidad, notas sobre un problema-
Hasta ahora he esbozado lo más breve posible una genealogía sobre cómo se ha ido construyendo dentro de la mística judía el mito del Golem, el fin que intento alcanzar con lo anterior es sentar una base sobre las implicaciones que abordó en su momento el hablar sobre la creación de un hombre artificial desde un pensamiento específico. Tratar de saltar desde una concepción medievalista o moderna del Golem hacia la sociedad del siglo XXI resultaría anacrónico, puesto que no contamos actualmente con el mismo contexto histórico – cultural que el de hace tres o cuatro siglos. Sin embargo, una vez que ya hemos reconstruido históricamente ciertas nociones sobre los problemas presentados por el mito del Golem, resulta que podemos rescatar algunos elementos de el mito ya explorado, que resultan similares al comportamiento que maneja el ser humano actualmente. Al final de capa apartado he procurado ir presentando pequeñas ideas que sugieren la comparación de problemáticas presentes en el mito mencionado con lo que se desarrollará a partir de éstas líneas, pues resulta que los acontecimientos históricos siempre se repiten de alguna u otra manera, y muchas veces, mitos o leyendas que fueron pensadas hace siglos, cobran realidad dentro de una sociedad decadente como la nuestra. Ya apuntaba previamente a la Razón dentro de la cultura occidental como aquello que buscaba la constitución de una definición del hombre por ser hombre y no creación divina. En occidente durante la Edad Media, el concepto de Dios se había vuelto un ordenador moral y un dispositivo de control social, la libertad que promovía el Cristianismo de los primeros siglos se había perdido y modificado sus conceptos de tal manera que sirvieran a intereses sociales, justificando el poder de unos cuantos sobre el resto de la población. Como respuesta la modernidad busca re-construir otro ideal de hombre, que ya no dependiera totalmente de un dios que castiga y premia, pero que siguiera obedeciendo a los interese s de unos cuantos, al menos ese fue el caso de diversas corriente filosóficas que sirvieron para cambiar y justificar el control político de unos sobre otros, cambiando únicamente de Señor al cual prestarle obediencia.
Con el paso del tiempo surgieron diversas concepciones sobre qué es el hombre, algunas muy alejadas de la concepción de hombre que presentaba la Modernidad en sus inicios. Las diversas corrientes filosóficas que entronizaban a la Razón como el fundamento de la libertad del hombre cayeron a finales del siglo XVIII en aquello que decían buscaban desterrar: una moralidad que contralara, mediante los términos de verdad y falsedad, lo que fuera correcto e incorrecto para la sociedad. Nietzsche se encargó de denunciar la problemática que ya “olía mal” en su tiempo: la Razón o ha curado al hombre de su ignorancia, lo ha embaucado en una reconstrucción de términos que lo han llevado a perderse de o que en realidad es, haciéndole creerse superior por poseer algo llamado intelecto o Razón, invención del ser humano débil y esclavo de otros más fuertes para justificar sus derechos y su lugar en la sociedad derribando al fuerte del poder. El Cristianismo se convirtió en un dispositivo de control social, y más tarde la Razón hizo lo mismo, en realidad en Occidente no había una liberación que condijera a la verdad. Si existía algo que fuese verdadero, no podía sujetarse meramente a definir no que es bueno y lo que no lo es, pues eso es fácilmente manipulable a los intereses de unos cuantos, y el débil cuando se hace del ejercicio de poder suele ser más cruel que lo que era el fuerte. Aquello que Nietzsche denunciaba mediante sus escritos cobró actualidad durante la Segunda Guerra mundial y las guerras posteriores. Con ello la modernidad había muerto; ni siquiera había llegado a su plenitud cuando ya presentaba los síntomas de su ocaso: la esperanza había muerto, Dios, como concepto representante de la moral y la esperanza había muerto también. Palabras demasiado fuertes para aquellos que se decían liberales y que conservaban a conveniencia una moral cristiana de esclavos, que mediante la culpa hacía menos que humano a aquel que cometía un error. Había legado entonces el principio de la Postmodernidad. Y como si Nietzsche fuese un profeta (entendiendo profeta como aquel que denuncia los errores de la sociedad dado que ya ocurren, y que pronostican calamidades como consecuencia lógica de los errores cometidos) sus palabras cobraron realidad durante el siglo XX, el hombre había quedado desencantado de todo lo que se le había venido pronosticando como promesa de salvación. Campos y ciudades apestaban a muerte y no salvación durante la primera mitad de los años cuarenta del siglo XX, con ello se mostraba que en realidad no había algo que pudiera salvar al hombre de sí mismo, que no lo hacía trascender la muerte. El cuento, el sueño de la Razón había finalizado de manera abrupta y cruel, despertando a sus soñadores con un golpe frío de sangre y pestilencia en la cara. Entonces el hombre guardó silencio luego de un grito estremecedor ante el horror de la no esperanza. Desde entonces no pudo volver a hablar, al menos no de sí mismo, tuvo que regresas sobre sus pasos en el pasado para buscar algo de lo que no había funcionado y crear nuevamente una esperanza de la cual asirse. Se hablaba entonces de que ya no hay una verdad, sino diversas verdades que dependen de su contexto, que muestran diversos paradigmas cambiantes y que son incapaces de gritar una verdad del pasado a una más reciente debido a que sus condiciones fueron distintas.
El hombre que callaba y no encontraba humanidad en sí mismo se convirtió en un dispositivo que repetía cuanto discurso encontrara delante para asirse a algo ante el desencanto. En esa medida podemos decir que se convirtió en un Golem, pues se reveló hacia su creador, hacia la Razón, al ver que no podía salvarlo, y comenzó a destruir todo cuanto tuviera enfrente, a crecerse llenándose de papeles diversos que contenían muchos discursos entremezclados, buscando una identidad, y ejecutando las ordenes de los discursos aunque fuesen contradictorias.
Luego surgió algo de algunos pensadores: la Ciencia Ficción buscaba presentar una esperanza en la tecnología, pues la guerra se había asido a los avances tecnológicos como aquello que posibilitaba su dominio del ejercicio de poder sobre el resto del planeta. Se habló por loa años veintes del Robot, la máquina capaz de ofrecer una ayuda al hombre ante su desesperación de vivir; luego vino el androide como una máquina que se parecía a un hombre (esto recuerda en alguna medida al mito medieval del Golem); y finalmente llegó durante los años ochentas el nacimiento del Cyborg: un ente que entremezclaba lo biológico del ser humano con los avances tecnológicos, volviéndolo más fuerte, e inclusive capaz de imponerse contra aquellos que lo dominaban previamente.
William Gibson, a mediados de los años ochenta, presentaba en sus novelas un recurso futurista conocido como el ciberespacio, como aquello que como avance tecnológico conectara al mundo entre sí, a través de redes neuronales, bajo un solo gobierno. La tecnología aplicada en las masas decía haber unido al ser humano, pero en el fondo lo había dejado expuesto totalmente a la carnicería de los gobernantes y de unos cuantos. Nuevamente el sueño de protección, la esfera contra la muerte se había re-creado en aquellas novelas. Ahora, a comienzos del siglo XXI parece ser que todo aquello que Gibson inventara y usara como recurso Deus ex Machina se ha vuelto realidad, nos hallamos viviendo en el ciberespacio, desde donde se pueden leer éstas líneas, sin un lugar físico que nos aloje, seguimos repitiendo los discursos que nos presentan, bajo el presupuesto de “tomar lo mejor de cada cual” para nuestro provecho. Y justo hemos asumido un discurso que nos dice protegernos y darnos mayor libertad desde el ciberespacio. Quizá en realidad nos hemos creado una recubierta de arcilla, o una burbuja de cristal dónde escondernos donde fragmentarnos, creando diversos avatares de lo que decimos ser. Depositando anhelos e ideas en cada uno de esos avatares. Y sin embargo aún callamos, si alguien nos preguntara a quemarropa ¿qué somos?, aún no podemos dar una respuesta: repetiremos cientos de discursos, miraremos los avances tecnológicos como la esperanza en la cual nos miramos a futuro (un futuro que entre más próximo, mejor), evitaremos el dolor de no saber aún que somos, el dolor de saberse Golem sin conocer lo que la palabra misma explica y encierra en sí misma. No sabemos respondes sobre qué es el ser humano, pues aún nos hallamos perdidos, y la ciencia ficción de hace treinta años se ha vuelto más real de lo que uno puede imaginarse. Somos seres post-modernos, la modernidad fracasó, somos Golems que no saben hablar de sí mismo no salir de su arcilla. Y el temor a la muerte no se ha superado, Quizá, como en las novelas cyberpunk de Gibson, o en películas como Matrix, Tememos a la muerte a manos de la tecnología misma que dice protegernos. Los jinetes del Apocalipsis de san Juan cabalgan nuevamente, pero esta vez en caballos de metal y de impulsos eléctricos que viaja por el aire como si de magia se tratara. Y en nuestro desconocimiento y sin-razón cabe la duda de ¿qué es lo que somos?, para poder construirnos como seres humanos nuevamente .