Aión

Dame sólo un momento, un suspiro,
el instante que todo lo vuelve eterno,
detente tan sólo un segundo
y abre a la par las puertas del cielo.
Mata los miedos al colocar la mesa,
suavemente estira tu mano y ofrece el sacrificio
abriendo el portal que muestra todas las hierofanías
el ascenso dantesco al único cielo.
Detén los gritos de la Ciudad,
con un murmullo calla el estruendo.
Tu voz entrecortada, profetisa de lo divino
anúncieme el Aleluya que todo lo transforma
y mientras bebo del manantial tras el vórtice de ébano,
purifícame de todo aquello que contamine tu Templo.
Luego, en una mirada, en un suspiro
aléjame de dar el beso santo,
que la plegaria dure una noche de eternidades
uniendo lo humano con lo divino:
dos cuerpos fundidos en un alma
entonarán los salmos de la resurrección
muriendo y volviendo a la vida una y otra vez.
Detén el tiempo un momento
y no permitas que el amanecer nos sorprenda
rompiendo lo humano al volverlo divino.

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