La productividad de la pornografía como secuencia taylorista se basa en un “despilfarro”[1] de lo sexual: mostrar todo lo que sea posible sin importar su exageración: por ejemplo el que una eyaculación acaezca fuera del ano o la vagina, qué cosa más impactante que ésta se ejecute en la cara (de ahí el nacimiento de categorías como el bukkake, dónde se llena el rostro del objeto de semen en cantidades exorbitantes). Luego entonces, la industria del porno se montó en la espectacularización y exageración.
Si bien Román Gubern menciona que no pude negársele un carácter didáctico a la pornografía, en tanto que muchas de las prácticas como el cunnilingus, felaciones y coito anal, han sido difundidas y enseñadas por este medio, tampoco puede negarse que, las condiciones del espectáculo han pasado con las mismas prácticas, alejándonos de una búsqueda del placer por montarnos en un teatro de lo mostrado, llegando a colocarse tales imaginarios como la idea de lo que debería ser el placer. En palabras del mismo autor, la adicción o proceso de consumo principal a la imagen pornográfica se da por:
“A diferencia de la pornografía escrita, que permite imaginar, o mejor, que activa la imaginación del lector, la pornografía icónica bloquea la imaginación del voyeur, sujeto a la imposición de lo imaginado y antes visualizado por otro. Pero las artes de la imagen son por naturaleza altamente funcionales para la gratificación pornográfica, ya que el carácter analítico del encuadre permite operar una selección óptica de las zonas visualmente más erógenas,[…]. Por eso, si la fruición del espectáculo cinematográfico se basa por definición en el voyeurismo, la fruición y la adicción al género pornográfico constituye el ejemplo más modélico de iconomanía, iconofilia, idolomanía o iconolagnia.”[2]
Annie Sprinkle, activista sexual, propuso un revuelco al pensamiento sobre la pornografía denominándolo como post porno. Esto se dio mediante un performance a principios de los años 90 titulado Public Cervix Announcement[3] , donde la ex actriz porno se declara como artista y activista sexual dando un revuelco a la mirada de la industria pornográfica. No se puede pecar de ingenuidad sobre el cambio de ésta persona, si analizamos un poco el contexto de la época nos encontramos con la muerte de varias personas, algunas famosa, a causa del SIDA, y el que la actriz era considerada ya en los límites de su edad para la actuación dentro de la industria porno. La invitación al espectáculo performativo de Sprinkle consistía en la actriz recostada vestida a la manera de una pin up, invitando a los espectadores a contemplar su cérvix a través de un speculum: miren, esto es una vagina, no tiene dientes. Con ello emerge el post porno como una crítica a la industria pornográfica por situarse en los imaginarios estilizados del cuerpo que sólo goza al ser penetrado salvajemente, y el desconocimiento del cuerpo femenino ante lo que reflejaba la industria porno: cuerpos perfectos, que no sudan, que se mojan en un cambio de escena tras beber el semen del hombre. Con el tiempo y sobre todo a partir del performance de Sprinkle, los discursos del post porno han buscado un explotar la producción del cuerpo desde aceptarlo en un tal cual, es decir, el cuerpo de la trabajadora, el ama de casa, la mujer embarazada, etc. Estos ideales han recaído e influenciado sobre todo en las líneas de pensamiento transfeminista y queer: sobre todo en la explotación del performance masturbatorio como forma de manifestación y expresión de una libertad misma libre la opresión de la industria pornográfica, sobre todo con pensadores como Paul Preciado y otros más como la misma Annie Sprinkle.
Sin embargo, el hecho de que se produzcan nuevas producciones a través del post porno buscando la explotación y exploración libre del deseo, incluyendo cuerpos en su cual sea y, con las variantes físicas que se puedan tener e imaginar (llegando a la radicalidad de la muestra de cuerpos con otras discapacidades o mutilados) por mostrar el placer mismo, es absorbido por la misma industria pornográfica en la categoría amateur: aquella que intenta mostrar y englobar el placer de las parejas en el mismo deseo de ser mirados poniendo al alcance de todos en la web el material del placer de uno mismo, sea individual o colectivamente. Habría que preguntarse entonces si existe una salida posible, si no es que el gran Ciborg, enorme creador de maquinaria de deseos, a la par de un capitalismo neoliberal, son capaces de deglutirse a sí mismos creando espacios para normalizar cada asalto de salida a éstos, de resistencia y subversión. Si el post porno es auténticamente un detonador de placeres hay aún mucho trabajo por mostrar que, tanto como herramienta teórico-práctica es capaz de salir en la muestra del deseo productor de los placeres de cada cual, no sólo feminismos, ni subjetividades excluidas, sino una multitud capaz de explotar sus placeres en la recuperación de la mirada erótica.
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[1] Román Gubern, La imagen pornográfica y otras perversiones opticas, pág. 15.
[2] Román Gubern, Idem, pág. 17.
[3] El proceso fue documentado por la misma actriz y activista, puede consultarse en inglés en la página http://anniesprinkle.org/a-public-cervix-anouncement/