Lenguaje, erotismo y muerte, anotaciones I.

 El reverso de lo erótico y la poiesis en Bataille

Ya en la entrega anterior planteaba el uso de acto de la poiesis, no sólo desde Heidegger, sino intentando comenzar a esbozar una relación entre las ideas del poema de éste y el pensamiento de Georges Bataille.  En este texto me dedicaré a profundizar más sobre dicha idea.

 

  1. El juego de lo erótico como técnica en relación a la poesis

¿Cómo justificar lo erótico como técnica? Desde Bataille en su “Breve historia del Erotismo”, podemos hacer un rastreo sobre el funcionamiento de lo erótico en ésta manera. Primero, recordemos que en dicho autor, la noción de erotismo se halla apegada al terror y a la muerte, resultando un proceso evolutivo en el momento que el placer toma posesión del mero acto de reproducirse como medio de supervivencia. El placer y el juego cobraron una importancia como sustitución a la parte meramente racional del trabajo. Dice Bataille:

Teóricamente, ésta [la utilidad material] tiene por objeto el placer –pero solamente bajo una forma atemperada, ya que el placer violento se percibe como patológico– y queda limitada a la adquisición ([…] y producción) y a la conservación de bienes, de una parte, y a la reproducción y conservación de vidas humanas, por otra. […] El placer, tanto si se trata de arte, de vicio tolerado o juego, queda reducido, en definitiva, a las interpretaciones intelectuales corrientes, a una concesión […] La parte más importante de la vida se considera constituida por la condición –a veces incluso penosa- de la actividad social productiva.  [1]

Luego entonces, en Bataille la utilidad queda a merced del uso del término sobre el placer, sobre las mediaciones de lo que se aumenta como representación al nivel social para justificarse como válido. Queda de lado la experiencia personal, a veces incluso fuera de la productividad. El uso de los imaginarios sociales ha de ser reducido en éste autor a la búsqueda de la experiencia personal como manifestación de lo erótico.  El temor a la muerte se halla presente en cada singularidad, al igual que la manifestación de la violencia sin poder desapegarnos de ella.  La búsqueda por tanto, de una transformación desde el reverso, desde una poiesis de lo negativo se encuentra justo en la búsqueda interior, rompiendo con los imaginarios establecidos, rozando en la delgada línea entre la animalidad y el placer.  Se menciona en el Catecismo de Dianus:

“Es fácil hoy advertir la debilidad de estas conductas. Todo es vano, todo es engaño, Dios mismo es la exasperación de un vacío, si nos internamos en las vías del deseo. Pero el deseo permanece en nosotros como un desafío al mundo, incluso aunque le hurte infinitamente su objeto. El deseo es en nosotros como una risa; nos burlamos del mundo desnudándonos, entregándonos sin límites al deseo de desear”.[2]

La risa violenta, el estallido de la locura demencial ante el vacío, representa la burla y la capacidad de recrearnos nuevamente. Cuidado que no se trata meramente del deseo hacia la voluptuosidad, sino que su reverso o negatividad se halla en la mirada en torno a la muerte que se establece como el clímax máximo de estar al borde del abismo; lo erótico nos pone en todo momento de cara a la muerte,  similar a una pulsión, en ese sentir un recuerdo del instinto de supervivencia animal.  Es ahí donde se establece el juego entre el placer y el dolor, reconociéndolos a ambos y obteniendo así una posible salida al juego de los imaginarios normalizados de la sociedad.

Es el vuelco de la experiencia de interiorización de reconocer la nada y la vuelta a la animalidad fuera de la racionalidad lógica utilitarista. Desde la visión de Bataille es la religión la que durante mucho tiempo pudo conciliar la angustia por la muerte y el absurdo.  En tiempos sin lo religioso, o dónde ello ha caído en desuso la vuelta a la divinidad está en nuestras pasiones, pues es justo el estado de orgía lo que nos eleva en el interior, reconocer la belleza y sacralidad del cuerpo en aquello que el cristianismo y el puritanismo ha negado durante tanto tiempo: la vuelta a las pasiones potenciadoras de Dianus.

 

2. Lenguaje y reverso

Podría mencionarse sobre la entrada anterior: he aquí el reverso, la vuelta al imaginario de lo social como perfección de orden y razón. He aquí la negatividad, lo que no se enuncia en el vórtice de la vida, la teología del ojo que todo lo mira, el horror del abismo, de estar al borde del abismo, en la cima de la introspección. Si la vida es majestuosa, si sus momentos son maravillosos es debido a la contemplación de tal horror. Necesitamos de la figura de la poesía que funda irrealidades fuera de lo instituido para fijar lo instituyente de nuestra mascarada. El vuelco a lo otro, lo que la razón llama lo animal, lo que define nuestro “aspecto diabólico”[3] que es lo que llamamos a fin de cuentas como erotismo. Según Bataille, tal aspecto ha ido cambiando de nombre, definiendo esa entidad/máscara que el hombre se niega a aceptar como suya, es lo innombrable, lo que está afuera de lo social. Lo diabólico como la angustia de la muerte siempre presente. Ahora toca regresar de nuevo a Heidegger y comenzar a adentrarse en el texto correspondiente de Agamben, quien  comienza su seminario sobre “El lenguaje y la muerte” con la siguiente cita de Heidegger:

Los mortales son aquellos que pueden tener experiencia de la muerte como muerte. El animal no puede. Pero el animal tampoco puede hablar. La relación esencial entre muerte y lenguaje aparece como en un relámpago, pero es todavía impensada. Puede sin embargo darnos una señal en cuanto al modo en que la esencia del lenguaje nos reivindica para sí y nos mantiene así cerca de sí, para el caso de que la muerte pertenezca originariamente a lo que nos reivindica.[4]

 

Desde tal texto, podemos ver un retroceso hacia la concepción de lo animal como aquello que constituye básicamente el carecer de una racionalidad que le permita entablar el lenguaje y, por supuesto, pensar la muerte. Al respecto, menciona Agamben al mortal como aquel que tiene la facultad del habla, así como la facultad de pensarse respecto a la muerte.  Pareciera ser que para éste autor la centralidad se halla de facto en la capacidad segunda, siendo así la centralidad mantenida incluso dentro del cristianismo en la relación entre el lógos de dios que entrega su vida; la Palabra creadora capaz de morir. A pesar de que más adelante el autor abre la pregunta de investigación de su seminario hacia si somos seres capaces de morir y hablar sin ser mortales, sin embargo, si nos introducimos de lleno en las cuestiones del lenguaje y sus juegos (tomando en consideración las nociones de Bataille en el apartado anterior),  no creo que pueda desligarse la cuestión del erotismo batailleano.

Tomando como premisa que, la noción de estar Al borde del abismo, es la encrucijada que nos arroja de facto a la contemplación de lo efímero que somos, los juegos de lo erótico se mueven justamente en la recreación del acto, tomando a consideración la visión de la nada detrás de acaecer la muerte chiquita.

Detrás de la sensación de entregarse a los juegos de la voluptuosidad nos perdemos en el abismo incesante de que hemos acabado, hemos caído de bruces en el perfecto instante donde puede contemplarse el dramatismo de la muerte. Entonces podemos situarnos en una experiencia de lo negativo en cuanto a que no nos situamos en la noción de erotismo renacentista: lleno exclusivamente de una búsqueda incesante por el placer (idea que perduraría con sus respectivas evoluciones hasta el romanticismo y, aún hacia el hedonismo líquido de nuestra posmodernidad), sino en la comprensión y miramiento de la experiencia placer/dolor, incluso no como binomio contrario.  Aquí es dónde el lenguaje tiene una de sus cabidas dentro del erotismo, encargándose de la normalización de conceptos y terminología como imaginarios reales, según los conceptos de Cornelius Castoriadis: Si algo te duele es por qué está mal, y porque no puede ser placentero ya que el segundo se opone al primero, según la concepción dualista de lo que es y lo que no, proveniente desde Parménides y extendida por Heidegger. Sin embargo, quedaría la pregunta para la siguiente cuestión ¿dónde quedan experiencias como las del BDSM en donde el dolor, la confrontación de estar al Borde del abismo, nos sitúa en una experiencia placentera, casi orgiástica, como diría Bataille? ¿Habría que conformarse con la normalización del lenguaje y la medicalización de la vida que señala parafilias?

 

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[1] G. Bataille, La parte maldita, precedida de la noción de uso, pág 26.

[2] G. Bataille, el aleluya, Catecismo de Dianus., pág, 4.

[3] Georges Bataille, Breve historia del erotismo, pág. 17.

[4] Heidegger apud Giorgio Agamben, El lenguaje y la muerte, pág. 7.

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Bibliografía

-Agamben, Giorgio. El lenguaje y la muerte. Trad. de Tomás Segovia. Pre-textos. Primera reimpresión. Barcelona. 2008.

-Bataille, Georges. Breve historia del erotismo. Trad. de Alberto Drazul. Ediciones Calden. Uruguay, 1970.

-______________. El aleluya, Catecismo de Dianus, Edición online en https://s3.amazonaws.com/files3.peopleperhour.com/uploads/portfolioItems/Portfolio-289194-Allelujah.pdf

-___________________. La parte maldita, precedida de La noción de uso. Epílogo, Trad., y notas de Francisco Muñoz de Escalona. Icaria, Barcelona., 1987.

 

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