La filosofía de la irracionalidad

Tantos siglos de reflexión filosófica acerca de lo racional hasta que, al arribar por fin a la inteligencia artificial, replanteamos la noción de «racionalidad» acercándonos mediante escuelas duras y formales a identificar el concepto de «racional» con «el sentido común».

Pero este doblez no es (ni por mucho) razón para dejar de perpetuar el estigma que recae sobre la falta de razón. Nos es útil, de entrada. Toda complejidad repudiable es marcada como «irracional» y nos ahorramos comprenderla; ahorramos útilmente tiempo y recursos. Descalificamos un mal argumento llamándole «falacia», descartamos cualquier cosa falaz, compramos el criterio hegemónico del estatus de inteligente, aquél bípedo implume es racional si cumple con ciertas reglas del juego.

Volteando el rostro -dejando de darle la espalda a la vida, para decirlo simple- comemos chile toreado, giramos sin direccional, cruzamos trotando cuando está en rojo y por abajo del puente, nos enamoramos de alguien que vive en otro continente o tiene muy diferente edad, decidimos tener hijos. Volteamos la tortilla al fuego directo, metemos literalmente las manos al fuego sin quemarnos e irracionalmente, a veces, leemos poesía. «Los verdaderos poemas son incendios» dice Huidobro que dice Altazor; «La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o agonía.»

Este blog es una bitácora de investigación. Recoje esquinas de la falta de razón que se vuelven notas para develar lo que hay detrás de nuestro desdén. Desdén de lo útil, escucha a lo inútil, al miedo, a la falla argumental desesperada, al dominio que denota o crudamente constituye lo que queda si quitamos la voluntad de autorización para dar la cara a este mundo convulso, arrebatado de las manos, desbocado hacia la extinción.

Quizá encontremos un día las metodologías y técnicas para aprender a escuchar, mirar y sentir lo que voluntariamente hicimos inexistente; tal vez podamos crear -todavía- algo más incendiario que cualquiera de las próximas guerras inventadas y dar otro doblez en que encontremos nuevamente el tan extraviado sentido común. Aún en ambos lados de la vuelta, nos faltan razones para aprender a sentir lo que no es razonable. Y es que tal vez nos sobren razones y hay más de una manera filosófica, irracional, poco útil, reveladora, de quitar estigmas y penetrar en nosotros mismos.

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