Construcción del «hombre postmoderno». Con los ojos vueltos al Cyborg
-Hombre de arcilla, hombre de carne. Necesidad de romper el Golem-
Dado el bosquejo anterior, el hombre postmoderno puede compararse con un Golem de arcilla, producto de los diversos discursos que tuvieron lugar posteriormente a la razón. Tenemos entonces un “hombre de arcilla” cuya emergencia denota tiempos que ya no dependen de la razón y que, en su afán de olvidar los mitos como aquello que no trajo esperanza, ha caído en adoptar y personificar otros mitos que refunden su vida social, asumiendo y mezclando cuanto le sirve de cada discurso para crearse múltiples rostros y personalidades, olvidando así lo que lo define como ser humano.
En contraposición al hombre de arcilla o Golem, tenemos al “hombre de carne”, del cual se desprendieron los conceptos de dignidad humana y modelo de ciudadano. Durante la edad de la Razón se buscó centralizar al hombre con distintos fines políticos teniendo siempre por delante a la razón, lo que llevó al ocaso a aquel que buscaba una identidad que ya no dependiera del dios cristiano que sojuzgaba a las naciones y cuya representación era el poder del monarca. Pero la búsqueda por centralizar al hombre y darle una dignidad por su origen, así como su desarrollo correcto en el actuar del sueño de la Ciudad como aquella utopía donde se reuniera lo mejor de cada religión y pensamiento occidental para que todos pudieran convivir juntos. El hombre de carne es aquel que nace previamente a la edad de la Razón y luego de la búsqueda del hombre servil, creación de Dios, del Medioevo, es el hombre que posee, domina y se deja dominar por sus pasiones e instintos animales como por la imitación de las potencias divinas del intelecto que dan lugar a lo que conocemos como Razón. Es decir, el hombre de carne es aquel que conoce sus límites y sabe actuar en el momento justo potenciando tanto las pasiones que tiene por naturaleza (instinto y supervivencia) como aquellas que ha creado para defenderse del entorno y que denominamos comúnmente como razón. El expositor de ésta idea de lo que es el hombre y de cómo asume su dignidad desde el dominio y dejarse dominar por lo que lo constituye es Pico Della Mirandola, filósofo del cual pretendo retomar algunos de sus conceptos sobre lo que es el hombre, trasladándolos a la actualidad para poder trazar un camino de comprensión de aquello que nos configura como seres humanos, como ese discurso civilizatorio que puede resquebrajar con el Golem postmoderno –el hombre de arcilla-, llegando finalmente al inicio de aquellos mecanismos que Foucault llama relaciones de poder como aquellas dinámicas a través de las cuales construimos la Sociedad buscando la supervivencia al convivir con los otros.
El Golem postmoderno es la asunción de diversos discursos con el fin de encontrar algo de qué asirse ante el temor a la muerte. El fracaso del sueño de la Razón nos ha mostrado un mundo sin esperanza, donde es posible pasar y fracturar la arcilla del otro sin siquiera mirarlo o tomarlo en cuenta. Justo porque es diferente y porque el discurso postmoderno (si es que puede llamársele de tal manera a la conglomeración de discursos que tenemos actualmente) permite enfrascarse en su misma recubierta sin importar lo que el otro piense (solipsismo), llevándonos a asumir nuestra propia “verdad” que impide el dialogo con el otro promoviendo la agresión ante lo que es distinto. La posibilidad latente de los múltiples rostros a través del ciberespacio facilita la construcción del Golem que se enfrasca en arcilla sin conocerse a si mismo, y que tras la asunción de su solipsismo se encuentra en un estado constante de agresión contra aquel que se muestre distinto a lo que sus diversos rostros virtuales pretenden mostrar y decir como suyo.
En realidad el hombre de arcilla no tiene una aceptación de las pasiones que lo pudieran constituir, dado que no las conoce, o si en algún momento de su existencia, cuando aún se hallaba en la búsqueda de una configuración “humana”, afloró alguna de sus pasiones mostrando apenas una parte del rostro bestial que la conforma, corrió a suprimir o esconder su bestialidad, travistiéndola de cuanto discurso exista y que pueda proporcionarle la tranquilidad y el confort de ignorar aquella bestialidad latente. Eugenio Trías en su ensayo Filosofía y Carnaval llama máscaras a los diversos disfraces que los discursos ofrecen de sí mismos: Nietzsche se disfraza de Nietzsche[1] en cada uno de sus textos para desmontar los discursos que la filosofía se había forjado para fundamentar la verdad. Con ello Trías pone como ejemplo que, de la misma manera que Nietzsche se propuso asumir ciertos discursos creando lo que el autor de Filosofía y Carnaval llama máscara, la filosofía occidental se ha encargado de hacer lo mismo con sus discursos y definiciones sobre qué es el hombre, llegando al grado donde el hombre ya no es un ser humano, en su lugar se halla una multitud de máscaras y disfraces generando así una filosofía carnavalesca que lleva a la muerte del hombre, que solo es un cascarón travestido de carnaval.
No tomaré la definición que Trías propone como máscara, dado que pretendo darle un enfoque distinto al propuesto en la explicación anterior, pero asumiendo su muerte del hombre provocada por los diversos discursos que el hombre se la filosofía le ha impuesto, afirmaré mi tesis sobre la construcción del hombre de arcilla o Golem postmoderno como aquel ente que ha dejado de ser humano al no conocerse, al no asumir su bestialidad, y al disfrazarse de cuanto discurso haga falta para sobrevivir .
El que el hombre de arcilla actual afirme su ego sum (yo soy), intentando configurarlo de diversos rostros virtuales, lo lleva a perderse entre sus múltiples rostros, a disolverse perdiendo consigo la dignidad del hombre y lo que conocemos como persona humana. Quizá no sea esto lo que me resulta más grave del hombre de arcilla, sino el constante estado de agresión en el cual sobrevive contra aquello que le es diferente siendo que él mismo es distinto de sí dado que ya no hay una integración o unidad que podamos llamar ser humano. La negación a conocer y afirmar de suyo su bestialidad, su locura, así como su estado constante de agresión lo lleva eventualmente a la producción de violencia en la Sociedad, Bestia mayor que poco a poco se diluye al igual que el hombre de arcilla en el ciberespacio que no necesita de un lugar físico para moverse.
Me parece que una filosofía carnavalesca como es propuesta por Trías no es completamente posible hasta el momento en el cual comienza a reconfigurarse el ser humano, no mientras os múltiples rostros o recuperen una unidad compuesta a su vez de la diversidad de ser bestia con múltiples máscaras (entendiendo máscara como un discurso creado socialmente que funciona como dispositivo de control), pudiendo jugar con unas y otras a voluntad, dando lugar entonces al Carnaval Social.
Si no hay conocimiento de lo que uno es, de lo que uno como ser humano puede alcanzar y hacer, no puede haber un movimiento de baile que permita colocarse una máscara de terror, paciencia o tranquilidad, mientras que el baile de la vida o mascarada se desarrolla constantemente. Para romper la tensión constante de sobrevivir en la agresión, es necesario saber como funciona cada máscara, resquebrajar el hombre de arcilla, conocer a las bestias y comenzar a travestirlas de aquellas máscaras que sabemos cómo funcionan.
Una vez roto el Golem no hay marcha atrás, pues se conozca totalmente o no a la o las bestias, inevitablemente se comenzará a enmascararlas para dominarlas. Si se le intenta dominar, eventualmente la bestia correspondiente romperá sus ataduras y emergerá violentamente, no se necesita domar a la bestia (la razón ya lo intentó durante varios siglos y fracasó), sino dejarse dominar por ella para saber en qué momento dejarla actuar o frenarla, enmascararla con una sonrisa pacífica en tiempos de guerra y dejarla morder en el momento preciso. Pero antes de llegar a las bestias, que es a donde el Golem lleva inevitablemente, necesitamos conocer qué estamos entendiendo por hombre, y para ello creo que la definición de hombre propuesta por Pico Della Mirándola es la que podría arrojarnos una mejor comprensión de la unidad que osamos llamar “Ser humano”. Pero eso lo trataré en el siguiente capítulo.
[1] Eugenio Trías, Filosofía y Carnaval, en: Filosofía y Carnaval y otros textos afines, Anagrama, Barcelona, 1984, 79 p.