Anotaciones sobre la figura del Carnaval y la copia de la copia.

«Pero de siempre […] la filosofía se reserva su actuación para la coda. Su vocación, crepuscular y necrofílica, le impone como espectáculo una co­rrupción: el fin del Carnaval o de la batalla. Su tótem es la lechuza. Su fecha idónea, el miércoles de ceniza. Su tarea: hablar y discutir después, cuando la vida y la polémica amaina, en tiempos de decadencia.» -Eugenio Trías, Filosofía y Carnaval.

El Carnaval según Trías puede entenderse desde una relación con la vida misma como un gran escenario de representaciones donde no hay un original.  Es la muerte del hombre la que lleva al establecimiento mismo de ésta figura.

 El Carnaval nos lleva a la irrealidad en tanto que su juego de máscaras constituye la configuración de imaginarios productores de deseos que pueden no corresponderse con los imaginarios que socialmente nos son introducidos a través de una sociedad de hiperconsumo. El deseo es procreado como productor de cultura, juega el papel de la construcción mítica de múltiples humanidades o  transhumanidades donde cada una conlleva una serie de códigos de signos y símbolos que la configuran. Cada ensayo es una máscara, es decir, una imitación de la construcción nominada «hombre».  Estar dentro del Carnaval es jugar al quita y pon de cada máscara, al ensayo y error de su configuración cultural.

Tras el velo de la máscara no hay algo.  Al terminar la mascarada o Carnaval se termina el ritual de jugar a la sabiduría, de levantar el tótem del lenguaje que de soporte a nuestros imaginarios culturales.  En este sentido cada cambio de máscara es el ensayo de una copia de la copia; tras fallar la primera se compone la segunda, se sigue con el cambio cada que necesita moldearse un cambio de pieza dentro del Carnaval. Tras el hombre está la desnudez impúdica del temor a lo grotescamente deforme. Un vacío sin construcción cultural. El barrido, para ser eterno, necesita de aprender a jugar con los cambios de máscara y no quedarse con el velo fantasmal de los imaginarios.

Hurgando tras los velos fantasmáticos que ha dejado cada máscara, sobre todo entre aquellos sobre los que ya no se sabe qué definen, queda el deseo pulsante de conseguir otra máscara, de crear una realidad de aquello que entendemos como cultura, de echar a andar una copia irrisoria, una parodia de la copia anterior. Si esta parodia se basa en la producción de deseos a una velocidad de instante, asomándose al eterno presente en el cual todo es horriblemente visible, entonces ha logrado su cometido de ser una burla de sí misma y de no dejar lugar para el pensamiento aparentemente.

La virtud de realizar la copia está en la posibilidad misma de la ruptura de la copia sin caer en lo terriblemente veloz y risible. De otra manera tenemos una parodia del hiperconsumo: una máscara que requiere de antifaces ultraveloces que cambien en tonalidades led en una reducción del lenguaje a caritas xD .

Deseo y objeto al mismo nivel de producción La copia irrisoria hiperveloz como productora y consumidora de deseos creadores de antifaces.  «Todo ser profundo ama el disfraz…» (Nietzsche) Pero todo ser hiperconsumista ama el antifaz ultraveloz. La felicidad se vuelve horrorosamente deseable cuando existen centenares de antifaces capaces de romper la mascarada incesantemente.

En medio de la ruptura de la mascarada, se quiebra también la posibilidad de espacio de ensayo de la copia. El deseo se come toda posibilidad de creación de manera violenta, escupiendo sujetos deseantes de copias irrisorias, mascaradas rápidas que no abarquen sujetos, sino imaginarios de deseos consumibles a gran escala. No se anhela destapar el velo y mirar la silueta dejada por la humanidad anterior, se anhela el antifaz que me permita disfrazarme nuevamente tan rápido como venga el siguiente. Ante esto la filosofía que se encierra en sus velos y que adora al tótem de la lechuza, amando las palabras malinterpretadas de sus amantes, se queda en la misma burla irrisoria, copia de la copia sarcástica y risible denominada como ciberrealidad, sin alcanzar a entender que no se trata más que de una copia, y que detrás de toda copia no hay nada más.

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  • Deleuze, Gilles y Guattari, Felix. El Anti Edipo. Capitalismo y esquizofrenia. Trad. De Francisco Monge. 1ª Ed. Paidós, Barcelona, 1973.
  • Fernández, Jorge. Pierre Klossowski. La pornografía del pensamiento. Articulo en línea en: http://documents.mx/documents/pierre-klossowski-la-pornografia-del-pensamiento.html
  • Lipovetsky, Gilles. La felicidad paradójica. Ensayo sobre la sociedad hiperconsumista. Trad. Antonio Prometeo Moya. Anagrama, Barcelona, 2000.
  • Trías, Eugenio. Filosofía y Carnaval. Segunda edición. Anagrama. Barcelona, 1970.

2 comentarios en “Anotaciones sobre la figura del Carnaval y la copia de la copia.

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