La dinámica del Mártir

Escribo esta entrada, haciendo un paréntesis entre los temas que usualmente delimito en éste blog.  No sin alejarme de un punto de vista genealógico ni del tema de la violencia.   Y lo hago con el fin de  presentar un bosquejo sobre el desarrollo de una dinámica muy particular que se ha venido suscitando en las actividades estudiantiles y de masas,  motivadas, según se cuenta,  a razón de los  43 estudiantes desaparecidos.  Y antes de que se me someta condena de ser quemado en leña verde por insensible, o debido a una interpretación sobre éstas líneas dónde se especule y afirme que  el autor está en contra de la movilización y protesta actuales, hago una breve advertencia de que no es lo que busco al escribir esto.    Quizá, en el mejor de los casos, aquello que quiero plantear es  que, al consentir una dinámica como la que  presento aquí, nos estemos colocando  en el lugar que interesa a quienes manipulan la entrada y salida de información política del lugar dónde vivimos, y que nominamos como país.

¿A razón de qué, estudiantes y masas se han movilizado en protestas, marchas y paros desde hace aproximadamente más de un mes?.  De acuerdo a lo que he podido consultar  de información, desde diarios,  redes sociales,  testimonios en línea, panfletos y griterío de  masas, parece ser que la premisa  principal, muy resumida y sosa, es que esos 43 eran estudiantes.  Y que, ya con un poco más de trabajo,  la represión sobre ése grupo concreto, ha provocado entre otras razones, la unificación de diversos sectores estudiantiles, abanderados  por su lucha constante en contra de los cambios al Sistema Educativo Superior, que ha pretendido establecerse  en el país, ello dado que tenemos un sistema de educación pública.   A todo lo anterior, ¿cómo no iban a enardecerse  los grupos estudiantiles y demás si exactamente los 43 eran estudiantes?.  Y con ello llego al comienzo de aquello que he venido desarrollarse desde la ocurrencia de éstos hechos.

Según las acepciones mostradas por la RAE, «Martirio» hace referencia a “muerte o tormentos padecidos por causa de una religión o ideales.“ Además su origen se remonta al latín martyrium (cuya traducción tomaré por testimonio).  Con ello tenemos ya que el martirio es el testimonio en nombre de un ideal, cuya resultante es la muerte  a través de diversos tormentos.    Aunado a ello, asumo que vivimos en una sociedad cristiana sin Cristo (entendiendo esto  de la siguiente manera: muchos de los conceptos que manejamos, así como prácticas y costumbres, provienen del Cristianismo que nació en los Concilios Ecuménicos a partir del s III, y para quienes crecimos en un ambiente mexicano,  nos hallamos impregnados de cristianismo medieval y español), por lo que la figura del mártir nos evoca al santo enaltecido  por la defensa de su fe hasta el último momento, por la firmeza ante un sistema represivo  que no acepta los ideales de vida de un grupo cuya práctica de vida es contracultural en su momento.

El martirio cristiano pasa por diversos momentos a la hora de elevar las acciones de un sujeto que ya no se halla presente hasta el altar del sacrificio.    Las actas de los mártires fueron construidas con base a las leyendas que la comunidad recordaba,  para enaltecer la figura del mártir el relato era adornado con situaciones que rompían con la cotidianeidad del asunto: he aquí los milagros.   También se buscaba con ello enaltecer la participación de lo divino en la voluntad humana, por lo cual se omitían los errores que el mártir pudiera haber cometido, pues el bien realizado  y ganado por la corona del martirio, debía superar al mal  hecho en algún momento (ello dado que el  candidato a mártir era, de origen humano, y por ello comería errores).   Sin embargo, la humanidad era superada por la gracia concedida por la corona del martirio, es decir, los pecados eran borrados y trascendidos por una autoinmolación del sujeto al defender su fe, ello era reflejado en las actas de los mártires al describir hechos insólitos como que el mártir parte sin dolor alguno, libre de enfermedad, o cantando himnos.   Luego de la lectura de las actas de los mártires, el sujeto era elevado, ahora sí, al altar como santo y mártir; sus restos, si era posible rescatarlos, recibían los últimos sacramentos, eran limpiados y venerados por la manifestación de lo divino a través de ellos.

Y el lector podrá preguntar con justa razón ¿y todo eso qué tiene que ver con los desaparecidos, a lo mejor ni cristianos eran?.  Es más, ni siquiera los hemos encontrado.

Poniendo un poco de atención al breve resumen sobre el martirio cristiano, el primer paso para reconocer a un candidato a mártir es que ya no está,  que ha sido violentado de la comunidad donde estaba y que, por supuesto, pertenece a una comunidad  de quienes lo elevan como mártir.  En éste caso, son estudiantes  que pertenecen a una comunidad, y que  por ese hecho mueven ya a la comunidad estudiantil que ve que a ellos les puede pasar lo mismo,  que fueron violentados luego de estar en su comunidad ejerciendo su ideal, y que de repente ya no están.   Ipso facto se  presupone, dadas las condiciones de nuestro país, que han muerto y que si es el caso, no lo hicieron de una manera indolora.    Surge luego la especulación ¿quiénes eran y por qué se los llevaron? (A qué comunidad pertenecían).   Luego de un poco de información, nunca directa, sino de testimonios recopilados de por aquí y por allá,  se encuentra una identificación para ellos, surge entonces, desde una comunidad estudiantil, la idea sobre éstos individuos desaparecidos que, antes de saber sus nombres, eran estudiantes.  Comienza  la segunda etapa de los candidatos a mártires de la comunidad estudiantil.

“Se los llevaron por ser estudiantes”, “querían un cambio en la educación”, “Ellos cumplían bien con su trabajo y por eso se los llevaron”.  Aparece la justificación moral, el adorno del relato, de las actas de los mártires.  Y cómo respuesta de la comunidad estudiantil sobre éstos hechos surge el grito de guerra y lema: “vivos se los llevaron, vivos los queremos”, surgen los hashtags de redes sociales “Yosoyayotzinapa”, en solidaridad con los nuevos mártires.   Surge la negación del acontecimiento para elevar al altar a los nuevos caudillos de la lucha estudiantil.  Por instinto y sentido común se presupone su muerte, si se los llevaron es por que ya no van a regresar, fueron torturados, alguien subió fotos de ello.  Pero el grito de negación es en realidad por la exigencia de que ya no haya más mártires,  es el grito de la impotencia romántica resquebrajada por un acontecimiento y luego parchada por la leyenda construida sobre el hecho.   Con el paso de los días aparecen 42 cuerpos en un río, pero seguramente ellos no son, la noticia es cambiada al día siguiente por  16 cuerpos de los cuales no se tiene la certeza que todos sean humanos.  ¿Y ello por qué?.  Para quienes mueven la marioneta cósmica política del país no conviene que un movimiento que jala adeptos y mueve (valga la redundancia)  centenares de estudiantes y agregados,  con sus mártires recién elevados al altar. Quizá debido a que detrás de todo ese movimiento comunitario y hasta fraterno (facultades de la UNAM que no se iban a paro se fueron), se halla un agujero más grande, un problema que deshace a todo el país, la aplicación de dinámicas diversas a la del mártir que ocurren día a día  y que no son vistas, aunque sucedan frente a la nariz de uno, porque han sido normalizadas ante la prioridad de los mártires estudiantes.

“Nos duelen sus muertes”, “Ya se destaparon más de N fosas comunes con entre 60 y 100 personas por fosa, pero NO son ellos”.   Se pretende apelar entonces a la humanidad, pero ¿no son acaso los rasgos humanos de los 43 lo que se desaparecieron para volverlos mártires?, ¿no son los 43 héroes que lograron una lucha sobrehumana y por eso fueron llevados?. Nada sabemos de sus costumbres, algunos estudiantes del movimiento ignoran sus nombres, nada se comenta de sus “males morales”: que si fulano consumía marihuana. Que si zutano le ponía el cuerno a su mujer.  Todo ello no es relevante en la construcción de la figura y dinámica del mártir.    Y usted, apreciado lector, podrá reclamarme y decirme que a fin de cuentas eran humanos.  A lo que yo respondo que  efectivamente eran humanos, pero que si yo tengo que llorar y pelear por ellos que murieron injustamente por ser humanos, tengo que hacer lo mismo con cada humano que muere en situación injusta:  policías y soldados muertos en tiroteos,  todas y cada una de las víctimas del narcotráfico (incluyendo a la par a narcos y a quienes están en fosas comunes), pues todo ellos fueron seres humanos, alguna vez tuvieron nombre  y apellido, y a fin de cuentas son víctimas no de su humanidad, sino de la Prostituta de Babilonia que da de beber a todo aquel que es «poderoso» con la sangre de los mártires, tengo que culpar a la Bestia llamada sistema.  Eo solo por echarle la culpa a alguien externo a mí, como si yo no poseyera deformaciones de bestias pequeñas, que tras ciertos discursos tengo que ocultar bajo máscaras y antifaces que conforman la sociedad y nos regresan a la Bestia Sistema.

Pues poseemos dentro todos los seres humanos, a la par, bestias pequeñas que evocan la supervivencia instintiva de cada cual.  Algunas de ellas han deformado el instinto de supervivencia,  y un discurso que les permita matar a su igual y disfrutar su muerte.  Es decir, un discurso que normalice la violencia que esconde una bestia deformada que obedece a la sed de sangre.

A fin de cuentas ¿qué nos garantiza  que  tras la desaparición de los 43, que tras las narcofosas que tras la muerte de unos 25 “delincuentes” a manos del ejercito en una bodega la semana pasada (que por cierto, ya se habían rendido cuando el ejército los alcanzó), no sea sino la sed de sangre, el gusto por matar de una bestia deforme, que se halla justificada por una Bestia mayor que la embriaga de “poder”?

 

¿Qué mecanismos hemos desarrollado para ocultar nuestras bestias instintivas?

¿Qué ganamos con hacer mártires a algunos, si potencialmente podemos ser mártires?

¿Qué escondemos tras nuestras máscaras, y qué se esconde tras todo éste movimiento?.

¿Qué entendemos por ser humanos?, y si nos declaramos humanos, ejerzamos nuestra humanidad al 100.  No neguemos nuestra humanidad desde el martirio.  Al menos no si no sabemos las implicaciones detrás de ello.   Analicemos un poco más a fondo  los signos de los tiempos que se nos presentan antes de actuar.

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