La dinámica del mártir (Parte II) ¿Mártires producidos por el Estado o por la comunidad?. El origen de los relatos.

La dinámica del mártir es un dispositivo de control político que eleva la supremacía moral de una comunidad, por encima  de la  un sistema, mostrando desde el punto de vista de los miembros de la comunidad el error moral y los fallos del Sistema mismo al condenar a un miembro “justo”    Normalmente el dispositivo del mártir funciona de la manera anterior, como fue en el caso de los mártires cristianos de los tres primeros primeros siglos del cristianismo. Pero, ¿qué sucede cuando surge un doble discurso a favor de la creación de mártires, y ese discurso es dirigido por el mismo Estado?    Para ello haré un breve recorrido por la historia del martirio cristiano, con el fin de  encontrar los procesos a los cuales la comunidad da lugar  dentro de la formación de la dinámica del mártir, para luego trasladarlos y compararlos al acontecimiento actual de los mártires de Ayotzinapa, mostrando de ésta manera parte del funcionamiento del dispositivo político del mártir.

-El discurso y relato de los Dolientes.

El surgimiento de la figura del mártir, proviene del dolor presente en una comunidad por la muerte de alguno o varios de sus miembros ante una injusticia cometida por el Estado que decía resguardar sus intereses.  El mártir es declarado como tal luego de un proceso dentro del cual la comunidad se vuelve doliente, no sólo por el hecho de la muerte de sus miembros, sino por la manera en que murieron, denotando que quiénes son sometidos a muerte fueron considerados como menos que humanos (dado que el martirio implica crueldad y tortura hacia quienes se les ejerce  cierto tipo de violencia normalizada, bajo un discurso dentro del cual el violentado merece un castigo por quebrantar la norma jurídica).    Ante ello y solo hasta luego de su desaparición y muy probable muerte, si es el caso donde se hallaron restos, la comunidad se duele ante el desgastarse en pensar  la manera en que los habrán matado, así como  el sufrimiento  con el cual fueron despojados de la existencia, solo hasta que surge un relato que cuente lo que ocurrió y recuerde los hechos, son convertidos en mártires.

Ante el dolor,  para la comunidad, ya no se trata simplemente del hermano, amigo o esposo muerto, sino de alguien que fue capaz de dar su vida por los ideales que la comunidad intentaba vivir, es el máximo sacrificio que un ser humano puede hacer, y para el cristiano, la representación del sacrificio máximo ocurrido en el mártir por excelencia del cristianismo: Cristo.  En ello consiste el primer discurso que surge al elevar a la corona del martirio a quien ya no hace presencia de su existencia ante la comunidad, pero sí de sus actos.  A éste discurso lo llamaré el discurso de los Dolientes, el cual  básicamente  exige la justicia sobre sus mártires y reparación del daño mediante la no repetición de la producción de mártires.  Con el cristiano, esto se ve cubierto mediante la obtención de la salvación al repetir la dinámica de sacrificio de Cristo con su propia vida.   Es éste un discurso que habla entonces sobre la denuncia de la injusticia, más que del ejercicio de la justicia.

Pero se halla también otro discurso, el cual normalmente resulta opuesto al discurso de los Dolientes y que pertenece a la Bestia mayor  que domina  tanto a dolientes como a no-dolientes.   En él se señala que si se mató a alguien, fue por infringir  alguna norma que diera orden a la sociedad.  En el caso de los cristianos de los primeros siglos, eran matados por cometer el crimen de “lesa majestad y el sacrilegio, siendo condenados por ateísmo”[1], lo cual consistía en negar la divinidad del Emperador al reconocer  como único Dios  a Yaveh, y a Cristo como dueño y señor del mundo.   En sí la falta por la cual se castigaba con la muerte a los cristianos era  de origen jurídico, ni siquiera religioso, pues poco le importaba al Imperio en quién creyeran los cristianos, siempre y cuando no atentara contra el orden establecido por el Imperio mismo.

Luego entonces, el castigo  infligido sobre una pequeña comunidad era dado  a causa de que la comunidad rompía con el esquema normativo de la ciudadanía romana.   Desde éste discurso no hay mártires,  sino sujetos  a castigar por romper con la dinámica de ser un buen ciudadano.  Al menos durante las primeras persecuciones contra los cristianos, el  Imperio no tenía la necesidad de crear mártires,  pues muchas veces los sujetos que sufrían castigo de muerte ni siquiera eran considerados como ciudadanos (recordando que dentro del Imperio Romano la  esclavitud era permitida, y la ciudadanía romana sólo podía ser ejercida por hombres libres que  eran hijos de ciudadanos romanos, o había comprado su ciudadanía), es decir,  entes que han perdido o carecen de derechos, y por ello pueden ser castigados, puesto que ni siquiera son capaces de copiar el esquema del buen ciudadano que, en esos tiempos, correspondía al ciudadano romano.   A éste discurso lo denominaré como el “discurso del Estado”, que busca señalar que existen sujetos dignos de castigo y que no son mártires por el hecho de quebrantar el orden social sobre el cual se fundamenta el Estado, es decir, el ejercicio de la justicia en contra de quienes se manifiestan contrarios al orden social.

Dado lo anterior, el primer elemento que he de rescatar y reconfigurar, pertenece al “Relato”, que surge a partir de dos discursos que resultan ser antagónicos , y que cuentan de una manera muy distinta un mismo hecho;  el relato de los Dolientes, que nos lleva a la construcción de la figura del mártir, y el relato del Estado, que se ocupa de señalar a uno o varios individuos, que han de ser castigados por romper con las leyes que llevan al orden social.

 

Una vez que tenemos presentes  los discursos de los Dolientes y del Estado, podemos trasladarlos, con sus debidas precauciones contextuales e históricas, a nuestro contexto actual y a los mártires de Ayotzinapa.   Primero, el relato de los Dolientes.    ¿Cómo desaparecieron los normalistas según sus familias y la comunidad estudiantil a la cual pertenecían?.    Se nos cuenta que los normalistas fueron a Iguala con el fin de recolectar fondos para continuar con sus estudios, ello dada su situación de bajos recursos y falta de material para trabajar.  Con ese fin, secuestraron un autobús, cuestión que parece ser muy común en Guerrero y otros estados de la república a causa de la falta de apoyo económico por parte del Estado.    Luego fueron interceptados por policías, según algunos detalles del relato, ser balaceados y desaparecidos, ello lo atestiguan en algunos diarios otros compañeros normalistas que veían el proceso en el cual se llevaron a sus compañeros, y que asistieron posteriormente al velorio de aquellos  normalistas que fueron encontrados muertos, luego de severas marcas de haber sido torturados (no fueron encontrados todos los desaparecido, pero al momento de originar el relato, puede presuponerse que los demás sufrieron un trato similar).   Tras los primeros días de este hecho, algunos estudiantes creían que, como afirmaba el comunicado del Estado, sus compañeros habían corrido la mala suerte de atravesarse en una balacera entre sicarios y policías, y que por ello, aquellos que aparecieron muertos días más tarde, habían sido torturados por los sicarios.   En éste punto el relato se fue armando o sólo con el acontecimiento de la persecución y el tiroteo, sino por los sentimientos sumados por las familias cuyos hijos habían sido encontrados con señales de tortura brutal y ya sin vida.  El terror acompañado del miedo, montados en su caballo negro asoló entonces las cabezas de la comunidad estudiantil de Guerrero y de los familiares de los desaparecidos: “Si ya encontraron a tantos muertos, los demás pueden estar de la misma manera”.   El terror es un factor que ayuda enormemente a la creación de éste tipo de relatos, pues en realidad no se sabe qué sucedió con el resto de desaparecidos, pero se tiene el sentido inmediato de que lo más probable es que se hallen en las misma condiciones que muestran el horror de los muertos encontrados.  El terror es una consecuencia del miedo generalizado por una situación que causa horror a los ojos humanos ¿cómo es posible que haya sucedido esto, que haya llegado a éstos extremos?, Esa pregunta surgió inmediatamente dentro de la comunidad.

El relato cargado ya con el miedo y el terror sugirió una respuesta que da lugar a la creación de los mártires: “vivos los queremos, vivos se los llevaron”.  Ante la incertidumbre y el miedo, la respuesta de la comunidad que duele por sus desaparecidos es la negación de aquello que parece evidente por el horror mostrado con unos cuantos; ello llevará  a la exigencia de quitar a un Estado que no es capaz de garantizar las condiciones de seguridad a sus habitantes, y, peor aún,  un Estado que permite la injusticia sobre quienes trabajan por construir un ideal.  Ello llevó eventualmente a  la negación sobre los cuerpos calcinados que el Estado ofreció como respuesta de una injusticia.  Pero eso es ya parte del relato del Estado en confrontación con los dolientes, y merece la atención de otra entrada.   La creación del mártir por su comunidad  responde no a la exigencia de justicia, sino de  la garantía de salvación mediante el mostrar la injusticia en unos cuantos.

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-El Discurso y relato del Estado.

Según el Relato del Estado, los desaparecidos habían ido a manifestarse en contra de algunas reformas implantadas por el gobierno, así como la falta de apoyo que no les es otorgada por el Estado mismo.    Además de tocarle la mala suerte a los desaparecidos de atravesarse en medio de una balacera entre sicarios y policías.    Inicialmente se declara no saber qué sucedió con los desaparecidos, pero sí que el poder judicial pondría todo lo que estuviera a su alcance para hallarlos.

Resulta que mientras se fue desarrollando éste hecho en Guerrero, dentro del mismo estado había y aún hay una serie de problemas más graves:  en primera el gobierno de Guerrero se halla en problemas, parece ser que va a destituirse, encapuchados no militares tienen las fronteras del estado vigiladas e impiden la entrada y salida de cualquiera que ellos no autoricen, desaparece mucha más gente en el estado, pero como no son estudiantes y no hay un reconocimiento por parte de ello de parte del Estado,  no entran en la dinámica de mártir y quedan como meras víctimas sufrientes dentro de la historia a la par que sus familiares.  Más tarde el estado de Guerrero entra en una supresión de gobierno, no hay ley, deberían de abrirse nuevas votaciones, algunos datos mencionan y apuntan a la posible separación de Guerrero de los Estados Unidos Mexicanos.  Y uno, querido lector, puede preguntarse ¿y eso por qué, ?, y luego ¿y tus fuentes?.  Basta con informarse un poco, investigar, salir un poco de los mártires que se nos presentan ara ver qué otras cosas suceden detrás.    No por nada Guerrero es uno de los principales productores ilegales de opio que se va directo a los EEUU, entre otras cuestiones (zonas turísticas, riqueza natural), y quizá aprovechando el “buen fin” todo esto no sea más que una dinámica política para ocultar lo que  pasa detrás.  Es la creación de unos mártires, no,  de Los mártires estudiantes normalistas, para tapar el pozo de muchos mártires más que no llegarán a ser coronados, pues no tienen un discurso político que los levante.

Pero habíamos quedado en un inicio que el discurso del Estado no reconoce al mártir, sino que lo condena por romper con el orden social.  Y mire usted, querido lector,  resulta que el Estado dice ayudar a la búsqueda de los desaparecidos, pero reconoce en u principio que habían ido a manifestarse a Iguala  que ejercieron actos violentos  frente a las oficinas de gobierno, con ello ya se rompe el orden social, con ello, al menos para quienes ejercen el poder judicial, ya existen sujetos que castigar y violentar.  Sólo que aquí  el Estado maneja un doble discurso para taparle el ojo al buey: niega y crea mártires a la vez, pequeños mártires que, apoyado en el discurso de los Dolientes y estudiantes anexados,  elevan a sus mártires al altar, y les dan un simbolismo tan grande que ya se puede maniobrar políticamente por detrás de ellos con menos discreción.   Más tarde el gobierno corta cabezas, se encuentra a los culpables y se entregan a la justicia, pero para éste momento los mártires ya han sido elevados, y el discurso de los Dolientes es contra la injusticia, no importa ya que  hayan hecho justicia, pues lo que se exige desde la dinámica del mártir es el evitar que la injusticia se vuelva a cometer.  Entonces el crimen hecho por algunos ya no queda en los  que ejecutaron el hecho, sino en el Estado que permitió que ello ocurriera, un Estado que no es capaz de garantizar la justicia dentro de sí.  Pero eso es lo que se defiende tras el relato de los Dolientes, que no cesarán de exigirlo bajo riesgo de perder a sus mártires, se rompería la dinámica si se cayera en ese juego.  Y mientras el movimiento de los 43 sigue agarrando fuerza y pretextos políticos, como sucede con todo mártir en la historia.

Más tarde el Estado termina su relato con entregar los cuerpos de os desaparecidos, calcinados, sufridos y sufrientes.  Pero el discurso de los Dolientes ya está políticamente montado, será imparable hasta conseguir su objetivo, luego de ello será usado eventualmente para justificar violencia en contra de violencia por pequeños grupos.  La historia nos lo ha enseñado y no aprendemos.  Y tano Estado como Dolientes han logrado sus relatos y discursos.  El telón no puede ser cerrado y la función debe continuar.

Y yo le pregunto a usted, querido lector ¿Dónde está parado?, ¿participa usted de alguno de éstos discursos? ¿desde qué parte del Coliseo mira la función, ¿no será que hemos caído exactamente dónde el Estado quería colocarnos, o me equivoco?

A fin de cuentas, presento este análisis comparándolo con el martirio cristiano, así que  bien podemos suponer que nos hallamos en el Coliseo Romano, mirando el espectáculo de la ejecución de los mártires, quizá  mirando lo a la fuerza o por morbo.  Pero ello tendrá que contestárselo usted.

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Citas Textuales:


[1] Cf.  Santos Narciso, Cristianismo e Imperio Romano durante el siglo I, Ediciones Clásicas, Madrid, 1994, pág.  38.

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