Sueños de vigilias. (Anhelando el Paraíso)

¿Cómo podría mentirte?

Y decirte que aún puedo dormir.

¿De qué manera? cuando a mis ojos les pesan los sueños

desde aquel día en qué se cruzaron con tu alma

encerrada tras el velo del otoño

que guarda tras el velo la más bella primavera.

Si tu sonrisa me lleva a los verdes prados

en donde mi alma reposa fuera de la vigilia.

 

¿Cómo reinventarme el Universo?

si se me hace presente en tus palabras

que me queman los adentros,

que maduran mis pensamientos.

Ya no puedo sucumbir al infierno de la Ciudad

cuando reinvento el Paraíso a tu lado,

cuando los seres mágicos habitan el entorno

mientras que al tono de flautas y cuerdas

se abre el Cielo a mi alma.

 

Y, cobardemente desde líneas,

mientras llueve y contemplo desde la ventana,

suelo refugiarme en el frío y la oscuridad nocturna.

Tras la Luna y con palabras flotando en el Universo

vivo entre vigilia y sueños,

esperando de nuevo el Paraíso.

Sin poder prometerte lo que los enfermos llaman eterno,

pero disfrutando cada momento en el Paraíso

y anhelando el Cielo desde el infierno

de un  corazón que no reposa ni se aquieta.

Y que desea la vida a cada momento

mientras mi mente juega al oficio

del pseudo-poeta que no sabe más que sentir

muriendo cada noche cuando le llega el sueño.

 

 

La dinámica del mártir (parte V)

-Mártires vs Víctimas.

He intentado plantear previamente algunos aspectos sobre cómo el ejecutar la dinámica del Mártir  implanta  una manera de proceder para justificar políticamente relaciones de poder de manera asimétrica, es decir,  el juego entre oprimido y opresor como bueno y malo, permitiendo así  la utilización de una moral que busca señalar al  grueso de la población y del Sistema como los “malos o malditos” en contra de la minoría que busca sobreponerse señalando al malo como culpable de la producción de mártires.   Sin embargo me gustaría esbozar en ésta entrada las diferencias entre mártires y víctimas, para adentrarme de una mejor manera en el planteamiento señalado.

¿Qué diferencía a una víctima de un mártir?.  Sin duda ambos mueren de manera violenta, o son forzados a desaparecer.  Pero mientras que el mártir posee un relato particular que ensalza su heroicidad y  lo señala como el “santo que ha asumido su destino y afrentado la muerte por la comunidad”, la víctima carece de esa particularidad llamada individualidad.  Se me ocurre pensar, por ejemplo, en aquello que conocemos como el “holocausto judío de la Segunda Guerra Mundial”; el dato común es que se exterminaron por lo menos seis millones de judíos, de los cuales se conserva una historia general en manos de Occidente, dónde no se conservan las historias particulares de todos y cada uno de aquellos que perecieron.  Para ciertas tradiciones judías por supuesto que la memoria histórica ha convertido a algunos de éstos en mártires, pero para la historia de Occidente se ha perdido, olvidado o ignorado quienes fueron cada uno de aquellos muertos, independientemente de la historia que pretenda tomarse para analizar el caso.

Algo similar ocurre en nuestro país con los más de veintidós mil desaparecidos; no se tiene  la particularidad de la historia de cada uno, ni se dice que por ejemplo alguno de los que fueron encontrados entre los cuerpos de alguna fosa común  tenga siquiera nombre o apellido, y mucho menos que halla muerto de manera heroica   en la defensa de su comunidad, o que sea estandarte de los sin-nombre llamados comúnmente como “inmigrantes”.   Existen, por supuesto, sitios desde la virtualidad o la temporalidad que se dedican a recabar documentos para demostrar que aquellos que denuncian como desaparecidos existieron.  Pero curiosamente no hay una dinámica que busque recordar sus nombres y ensalzarlos en las filas de la corona del martirio como dignos representantes de una comunidad.   Tampoco se hallan respaldados por alguna historia que remarque sus virtudes y su actuar como constructor social.   Tristemente son arrojados a la suma de un número más que tener presente.  Pero quizá como tradición heredada del judaísmo y luego del cristianismo primitivo, no se recuerda el nombre, y luego no se sabe de qué manera se ha de tener presente.

En el judaísmo el nombre evoca presencia, es por ello que se prohíbe la pronunciación del Nombre Divino, pues se actualizaría la presencia Divina al momento.  No se trata de un mero recuerdo o memoria, el pronunciar un nombre vuelca en acción la presencia del nombrado a través de los actos.  Cuestión similar ocurre en el Cristianismo Primitivo, donde al nombrar a Jesús de Nazaret se le encuentra resucitado en el actuar de la comunidad.  He aquí que con el mártir dentro de su dinámica ocurre algo similar:  si se conserva el nombre de mártir, se conserva su historia, sea real o no, y se le hace presente, se le convierte en motivo de denuncia y lucha contra un Sistema que ha victimizado al mártir, pero existe el Discurso de los Dolientes que recuerda y hace presente el actuar del mártir.

Hay un peligro en la heroicidad de la dinámica del mártir, que consiste en la transformación política de la historia enaltecida de un individuo al nivel de un héroe cuya virtud fue dar la vida por la bondad de su comunidad.  Porque la comunidad que ha enaltecido a su mártir, que lo eleva en la liturgia de repetir su nombre, de hacerlo presente como pretexto político, se olvida comúnmente de cuantas otras víctimas la historia ha dejado, y si llega a tenerlas presentes apenas y cuentan como un número sin identidad y sin particularidad.  Las víctimas son una entre millones o miles, sin nombre que las haga presentes, sin liturgias que les celebren la heroicidad ni la presunta “humanidad” que el supuesto humanismo que defiende mártires grita y denuncia a grandes voces.  Simplemente las víctimas dejan de ser humanos, pasan a los libreros de la memoria como un dato que no evoca presencia alguna más que el imaginario que se ha construido sobre ellas, si es que existe.  No hay pena ni gloria para la víctima.  Y entonces querido lector, yo le pregunto ¿Es necesario que creemos o asumamos la dinámica de mártires? ¿o habría que quitar la mirada de un “humanismo” que aterra con sus dinámicas heroicas y olvida a quienes no le conviene tener presentes en su discurso?

 

 

 

 

La dinámica del mártir (Parte III)

-Patibulum y el Mártir cristiano por excelencia, aproximación a la trasvaloración de “bueno” y “malo” en el martirio primitivo cristiano.

1.1  El  Mártir cristiano por excelencia en el retrato de sus “Dolientes”.

Señalaba en la entrada anterior que el Discurso de los Dolientes funciona como dispositivo de control moral, para señalar algún fallo del aparato político del Estado que da lugar a una “injusticia” cometida en contra de una minoría que es perseguida y busca colocarse como la “buena y pura” frente a un Leviathan cargado de maldad y opresión, que a la manera de la cabeza de Lucifer en el último círculo dantesco del Infierno, mastica eternamente a sus condenados sin poderlos devorar.   Pero cada historia que se nos cuenta, tenemos una contrahistoria que narra algunos detalles que la historia oficial se ha olvidado, sea porque presenta contradicciones o detalles que molestaban al uso político de la historia defendida.

Como mera aproximación y bajo la esperanza de que la situación de mártires en la cual se ha colocado a los jóvenes de Ayotzinapa, agarrándolos incluso de pretexto para cesar actividades en algunas dependencias universitarias de nuestra Ciudad, sea cual sea el motivo que la historia de un pequeño grupo nos cuenta, quisiera ahora remontarme a pequeños detalles de una contrahistoria de finales del siglo I que pudiera arrojar pequeñas dudas sobre el funcionamiento de la dinámica del mártir.

Ambientados en la Galilea del año 30, en la región ahora conocida como Palestina, según el relato de un compilador de diversas historias, que probablemente pretendía crear una catequesis para su comunidad de judíos helenizados y que la historia lo nombra simplemente como Marcos, escribiendo su relato por lo menos 30 años posteriormente a los hechos, narra de manera muy breve el sufrimiento y muerte de un judío de nombre Jeshua, quien muere en el madero a causa del delito de sedición a manos de la legislatura romana y, según el relato de Marcos, acusado del crimen de blasfemia por su mismo pueblo[i].  Sobre la base del relato anterior  se construyó posteriormente una serie de interpretaciones teológicas que justificaron  en su momento los diversos cristianismo a finales del siglo I y siglos posteriores.

Si bien el relato de Marcos no es una fuente histórica (como en realidad no puede serlo ningún evangelio sea canónico, gnóstico o apócrifo)  puesto que su finalidad no fue la de recabar  puntualmente la cronología sobre los hechos de la vida del Nazareno, pueden extraerse detalles que sirven a la construcción de un análisis sobre un discurso de los dolientes muy particular, que dio siglos más tarde, una justificación a la inversión de valores dentro de la moral del Cristianismo.  No es mi intención en este breve análisis el declararme a favor o en contra de cierto tipo de Cristianismo, ni mucho menos justificar de una manera teológica un discurso que evoca necesariamente acciones políticas, pero si lo es presentar algunos detalles que permitan la comprensión de cómo se ha incrustado tal tipo de discurso en nuestra sociedad actual.   Marcos es el evangelio más antiguo que se tiene; su narrativa corresponde a la de un relato compuesto de manera sencilla, en el cual las partes importantes son narradas de manera breve y precisa, mientras que algunos relatos de no tanta importancia, destacan por presentar una narración larga y adornada con detalles que recuerdan la vida de la Galilea del siglo I, una vida más de campo y de gente sencilla.  Su finalidad es meramente catequética y sus discursos teológicos no son tan delicadamente elaborados como los de otros evangelios más tardíos.   Con lo anterior el relato de la pasión según san Marcos ofrece una aproximación más cercana al discurso de los dolientes mantenido por las primeras comunidades de cristianos.

¿Qué distinguió a Jesús de Nazaret de otros predicadores y mesías judíos del siglo I, al grado de  que sus seguidores y cercanos  tuvieran la necesidad de crear un discurso de los dolientes?.   El mesianismo era algo común en el judaísmo del siglo I, antes de Jesús existieron otros intentos de rebelión contra Roma declarados con diversos discursos de mesianísmo, pues el pueblo judío esperaba un descendiente de la línea de David que rompiera con la esclavitud de su pueblo para declarar al judaísmo como el pueblo dominante del mundo sobre las otras naciones. Incluso después de él en el año 70 la última revuelta judía llevo a su pueblo a la diáspora definitiva de la región Palestina.   En la cruz solo morían aquellos que carecían de ciudadanía romana y que eran acusados por cometer algún crimen político de Lesa majestad, tal como el no-reconocimiento del Emperador como máxima divinidad del Imperio.

Pueden rastrearse diversas pautas desde los evangelios en las cuales se denota el movimiento político de Jesús de Nazaret. Antes de cualquier carga teológica que pudiera dársele al texto de Marcos, hay que señalar ciertos puntos con el fin de aclarar de una mejor manera el contenido entre líneas escondido en el relato de la Pasión.  Como primer punto, y por más redundante que parezca, es importante señalar que Jesús pertenecía al pueblo judío, su formación cultural y religiosa obedecía a la de cualquier individuo de sexo masculino perteneciente a la región de Galilea cerca del año 30, es decir, se hallaba inmerso en una vivencia religiosa donde el hecho de la vida misma merecía en título de “milagro”; esperaba, como el resto de su pueblo, la liberación definitiva de Yahvé sobre las naciones al dar un Mesías a su pueblo; la aparición de diversos “mesías” era común en su tiempo y la manifestación en contra del pueblo romano era algo de lo más normal, al grado de que existían diversos grupos que buscaban la liberación inmediata, como el caso de los zelotes o sicarii (sicarios, nombre dado por los romanos a éste grupo dado que cargaban siempre con ellos una espada corta o daga) y el caso de la comunidad de Qumram que buscaba el apartarse del resto de  los judías a la espera de la renovación del judaísmo en la irrupción definitiva de Dios en la historia.  Los judíos del siglo I no tenía una concepción de “alma o anima” como la entendemos actualmente; el ser humano era acto de la creación y co-creador a la vez , no buscaban la liberación del alma. Sino de aquello que los conformaba como humanos en una unidad que podía asemejarlos al creador por ser el más alto grado de creación visible.    Por ello, hablar sobre una supuesta “salvación del alma” es irrelevante y ridículo al analizar a Jesús  y a su primera comunidad de seguidores. Jesús mismo no se consideraba como alguien aparte de su pueblo, sabía su pertenencia como ente judío y lo más probable es que perteneciera a la comunidad farisea (por ello el que la gente lo llamara “rabbí o maestro”).  Por ello, si Jesús buscaba  una liberación del hombre, lo hacía desde una concepción judía que incluía la liberación de la opresión romana, y por tanto, su movimiento denota un carácter político.

Los evangelios sinópticos y apócrifos que refieren a la Pasión de Jesús, relatan en su mayoría que el detonante político de la detención y condena a muerte de su maestro fue el episodio conocido como la “Expulsión de los mercaderes del Templo”, a la cual la Tradición Cristiana Occidental le atribuye como causa principal una especie de “limpieza” del Templo en el cual al parecer los mercaderes y sacerdotes eran los “malos” del cuento, pues robaban y traficaban con la mercancía del Templo.  Nada más alejado de los estudios que la sociología sobre los evangelios pueden ofrecernos hoy en día.  Como primera objeción, el relato se halla cargado de interpretaciones teológicas puestas en boca de Jesús a través de palabras del Antiguo Testamento.  Nadie en su sano juicio va por la vida justificando su actuar con fragmentos literales de un libro sagrado, por lo que resulta inverosímil el conocer exactamente este discurso.  Las palabras le fueron atribuidas en un sentido teológico para construir un sentido al actuar político de Jesús en ese momento.  Sin embargo, parece ser que. Dado que tanto evangelios canónicos como apócrifos coinciden en que el hecho de parar las actividades del Templo de Jerusalén en realidad haya ocurrido.  Marcos relata que Jesús entorpeció las actividades del Templo hasta caer la tarde.

Para entender la magnitud de lo anterior, sin caer en exageraciones, es necesario presentar el siguiente contexto: El Templo para los judíos era el máximo centro cultural y religioso de su pueblo, en él moraba el mismo Dios, a quién se le rendía sacrificio en las diferentes épocas del año y con el fin de recuperar el perdón sobre alguna falta moral cometida.  Se hallaba dividido en diversos patios, y la entrada de cada patio era de acuerdo al nivel de purificación que cada cual tenía, empezando por el primer patio donde podían entrar tanto judíos como gentiles y enfermos, y que era el lugar donde se concentraban los cambistas de monedas y vendedores de animales para los sacrificios, hasta llegar al Sancto Sanctorum, lugar donde creían moraba Dios, y cuya entrada solo le estaba permitida al Sumo Sacerdote una vez al año.  Fuera de la zona del Templo los romanos poseían una fortaleza conocida como “Antonia”, desde la cual vigilaban la actividad dentro del Templo.  En realidad no es que Jesús detuviera totalmente las actividades dentro del recinto, dado que los cambistas y mercaderes se alojaban en el primer patio con el fin de  intercambiar la moneda extrajera por shekels o moneda oficial para evitar que entrara dinero impuro al lugar santo de los judíos.  Al volcar las mesas de los cambistas y liberar a los animales para los sacrificios Jesús declaraba que el sistema del Templo era ineficaz para la liberación de su pueblo: si se esperaba la irrupción de Dios dentro de la historia, este debía hacerlo desde el estar con la gente, no precisaba ya de sacrificios.   Con este acto Jesús se gana la enemistad del sistema religioso del Templo, y su actuar evidentemente no escapó a la mirada de los romanos.   Lo anterior es un acto político de rebeldía contra un sistema que excluía a enfermos, y extranjeros de la cercanía con Dios, el cual ya no radica en el interior del Sancto Sanctorum, sino en el corazón mismo del hombre.

El relato de Marcos prosigue más tarde con la detención de Jesús en el huerto de los Olivos,  quienes llegan a detenerlo son una cohorte de guardias armados con espadas.   Una cohorte estaba conformada netamente por guardias romanos, y dado que no se le permitía al Templo contar con sus propios guardias, no es posible creer que hayan sido los judíos quienes llegan a apresar a Jesús.    Otro motivo para denotar el movimiento político de Jesús es el episodio narrado en Marcos 14, 47, donde uno de los que iban con él saca su espada y corta la oreja a un miembro de la guardia.    Se sabe que por lo menos Judas Iscariote era zelote, lo mismo que Simón,  por lo que es posible que ellos y algún otro fueran armados, de tal suerte que algunos autores manejan la hipótesis de que en realidad el grupo de los Doce, pasado a la tradición cristiana como los Doce discípulos, fueran en realidad la guardia personal de Jesús.

El relato sobre el juicio de Jesús ante el Sanedrín parece poco probable.  Ya he presentado que los romanos tenían bien vigilado el Templo, a si hacemos caso a que aquellos que detienen a Jesús fue una cohorte romana, no habría una razón por la cual llevarlo a casa del Sumo Sacerdote dado que él no tiene la autoridad para matarlo.  Según el relato de Marcos, así como el relato de los evangelios canónicos, Jesús sería acusado de blasfemia ante el Sanedrín, pero si ese hubiera sido el caso los judíos mismos podrían haberlo matado por lapidación, que era la condena al delito de blasfemia y que además no tendría peso ante un juicio romano.  Por otra parte, el sistema de vigilancia romano hubiera podido interceptar fácilmente la aprensión de Jesús si esta se hubiera dado a manos de las autoridades del Templo.    El pretexto de colocar la culpa sobre el pueblo judío directamente y no sobre los romanos se entiende dado que la comunidad que escribió y recopiló el texto de Marcos vivía a la sombra del Imperio romano, y no era algo sencillo ganarse el odio de aquellos que cometieran deicidio, por otra parte, el cristianismo comenzaba a separarse de su origen judío, los cristianos eran expulsados de las comunidades judaicas y las sinagogas, y por ello surge la necesidad de inventarse un relato que culpe directamente al pueblo judío.

Recordemos que el Discurso de los Dolientes emerge e un primer momento desde una pequeña comunidad que es segregada de los suyos, y que generalmente es estigmatizada como los menos, como aquellos que carecen de derechos y pueden ser perseguidos y desaparecidos con facilidad, pero este discurso obedece también a un movimiento político en contra de lo que un Estado puede cometer contra la pequeña comunidad.  Luego entonces no es de extrañarse que el relato sobre el Mártir cristiano por excelencia busque deslindarse indirectamente de quienes en realidad mataron y torturaron a su mártir.   Recordemos también que generalmente el héroe elevado al martirio es enaltecido por sus mejores actos, eliminando del relato aquello que lo señala como humano, por ello la carga teológica implementada sobre los relatos evangélicos de la Pasión, donde a pesar de querer quitar o encubrir algunos señalamientos políticos del movimiento de Jesús, al momento de redactar los relatos se conservaros ciertas ideas que permiten rastrear su actuar político.

Finalmente , las primeras comunidades terminaron la redacción de los relatos de la Pasión tratando de evitar en lo mayor posible, el suplicio ocurrido a su Mártir, lo cual puede apreciarse fielmente en el relato de Marcos, donde el suplicio de la crucifixión o Patibulum es narrado en unas breves líneas.  No es de extrañarse esto, puesto que para los judíos, morir en el madero implicaba el abandono total de Dios, dado que se moría desnudo y no había posibilidad de enterrar el cuerpo, el cual se dejaba expuesto a la intemperie en los procesos de putrefacción y con el peligro de que los animales devorasen el cuerpo.  La comunidad de Marcos era muy probablemente de judíos helenizados convertidos al cristianismo, por lo que el hecho de describir el suplicio de la cruz debía ser mencionado con los menos detalles posibles.   El ser perseguidos por sus camaradas judíos y por el imperio mismo que los tachaba a la par que los demás judíos los llevó a esconder su discurso de Dolientes entre líneas, para evitar que el Imperio los aniquilase de una vea por todas.  Además existe la interrogante de  quién en realidad pudo rescatar las palabras que Jesús dijo desde la cruz, suponiendo que tuviera la energía suficiente para pronunciarlas.  La mayoría de los discursos presentados por los evangelios en el momento de la cruz obedecen a la construcción de un bagaje teológico que permitiera la justificación de Jesús como el Mesías que cumplía la escritura de la Torá.     Traducido a nuestro análisis de la dinámica del mártir, obedece a la construcción de la leyenda sobre el mártir naciente.    Para las primeras comunidades cristianas no existía un discurso de doble moral que les permitiera implantarse como los buenos por encima de los malos, sino que  el sufrimiento de su mártir elevado a la participación del poder de Dios luego de su muerte, el discurso de los Dolientes que  se habían creado luego de memorias y reflexión teológica y vivencial con el paso del tiempo, les permitió encontrarse como comunidad naciente en la alegría de aquello que su mártir había hecho como movimiento político en vida, es decir, les permitía hacer presente a su Maestro en la resurrección de su actuar en medio de la comunidad, prestando su discurso de igualdad ante quien lo necesitase y dando lugar, de acuerdo a la vivencia de cada comunidad, a la reflexión y vivencia de diversos tipos de cristianismos.  El vuelco sobre una moral que permitiera imponerse encima del opresor como malo se dio casi dos siglos y medio después de la redacción del texto de Marcos, y su invención y uso bajo la bandera de un solo Cristianismo serviría como un dispositivo político de control sobre una sociedad cada vez más dispersa y fuera de control con respecto al Imperio romano, pero eso lo analizaré en la siguiente entrada.

 

El escarnio sobre el cuerpo del condenado cumple en el relato una doble función:  mostrar la crueldad del opresor y dar una justificación teológica del mesianísmo en Jesús.

El escarnio sobre el cuerpo del condenado cumple en el relato una doble función: mostrar la crueldad del opresor y dar una justificación teológica del mesianísmo en Jesús.

 


[i] Para mayor información, consultar el relato de la Pasión según san Marcos, desde 14, 43 hasta 15, 38

El mito del Golem y el hombre postmoderno. Un camino hacia la tecnología. (Última parte)

-Introduciendo a las bestias, el Golem se resquebraja. –

 

El camino recorrido hasta este último apartado, desde bosquejar el mito del Golem dentro de la mística judía, mirar de reojo sus problemáticas y su cambio de paradigmas desde lo que era una manifestación del poder divino, hasta la arrogancia de una creación humana, obra de la Kábala cristiana, que muestra la decadencia de la razón y compara ésta ultima con el mito mismo en cuestión.  Luego la presentación de el hombre postmoderno y el Cyborg, así como las analogías entre Cyborg como mito y el Golem, tuvieron la pretensión de llegar a éste punto donde intento comenzar a mostrar mediante la reconstrucción de términos y conceptos ya usados, pero volcándolos a una nueva dirección que permita la reestructuración del ser humano al romper con el Golem.   El trabajo de recopilar los diversos significados de éstos términos es en sí  ambicioso, pero promete resultados satisfactorios que permitan vislumbrar el problema de la muerte del hombre, como ya lo señalaba Eugenio Trías anteriormente.  Mis notas y bosquejos sobre el Golem postmoderno culminan aquí con lo que es comienzo para otro apartado.  Si al romper y fragmentar  el Golem encontramos a las bestias, ahora habrá que ir descubriendo la manera en la cual cada bestia se presenta, el discurso instintivo que las mueve y la manera en la cual se van integrando hasta formar la sociedad, así como su papel enmascarado dentro de esta.   De las bestias, que es el tema principal que pretendía desarrollar inicialmente, antes de mi contacto con la reconstrucción del Golem, me ocuparé en el capítulo próximo.  Por lo pronto y como introducción a una base filosófica de dónde tomar el concepto de las bestias, he de remitirlo, querido lector, a la definición de bestia y de hombre en Pico Della Mirándola:

“Las bestias, ya en el momento de nacer, traen consigo […] de útero materno todo lo que tendrán después.  Los espíritus superiores, desde un principio o poco después, fueron lo que serán en su perpetua duración sin fin.  Al hombre naciente el Padre le confirió simientes de toda especie y gérmenes de toda vida.  Y según como cada hombre los haya cultivado, madurarán en él y le darán sus frutos.  Si fueran vegetales, se hará planta; si intelectuales, será ángel o hijo de Dios, y, si no contento con la suerte de ninguna creatura, se repliega en el centro de su unidad, transformado en un espíritu a solas con Dios en la solitaria oscuridad del Padre, él, que fue  fue colocado sobre todas las cosas, estará por encima de todas ellas.” [1]

Según el relato de Picco pareciera ser que al Creador no le quedaba algo en especial que darle al hombre  y por esa razón le otorga la capacidad de tender hacia lo que prefiera.  Pero no es así, ya que el hecho de que el hombre pueda deslizarse y tender hacia una u otra naturaleza le permite el adoptar ciertas cualidades políticas  como ciudadano; en su discurso por la Dignidad del hombre, uno de los fines de mostrar que el ser humano posee tal naturaleza es el de llegar a la Concordia, la cual se configura como la utopía de la ciudad que es capaz de reunir a todos sus habitantes sin importar sus diferencias teológicas y religiosas, y unificando a la ciudad desde el ideal de que, sea la religión occidental que sea (Islamismo, Cristianismo y Judaísmo como las religiones dominantes de su época), todos son creación divina, cuya dignidad humana pende del nivel en el cual cada uno es capaz de adoptar la bestialidad o inteligencia para beneficio de la Ciudad y la comunidad misma.

La búsqueda por una configuración distinta de ser humano, ya no de un ser creado al servicio del Rey, obedece en gran parte al movimiento político suscitado en Florencia, dónde la Ciudad  se configuraba mediante el alto poder de los mercaderes y la burguesía naciente, en contraposición a la nobleza, que se defendía bajo  el pensamiento de que unos hombres provienen de linaje con protección divina y otros no.  Entonces no se trata meramente de un ideal de simple paz entre los diversos miembros de la Ciudad, sino de proponer un nuevo modelo político donde la divergencia de pensamientos podía servir para la defensa de una Ciudad contra otra, y el crecimiento de sus ciudadanos al permanecer en unidad.  En el fondo se esconde una estrategia de supervivencia social que permitiera a los ciudadanos no solo sobrevivir, sino poder convivir sin la necesidad de matarse entre ellos por sus divergencias y no reprimir  el pensamiento de unos sobre otros.

El pensamiento plasmado por Picco Della Mirándola no alcanzó a cumplirse, quedó como una mera utopía renacentista.  Pero su ideal del hombre que es capaz de tender hacia una u otra naturaleza fue aprovechado por la Modernidad, orientando al hombre hacia las capacidades propias de los ángeles como el Intelecto.   Las bestias poseen terquedad, pero también fortaleza y el instinto de supervivencia que es útil para la guerra de Ciudad contra Ciudad mientras todos los ciudadanos estén unidos.    La bestia por naturaleza posee todo lo que necesitará después, es decir, su instinto le permite   sobrevivir a toda consta, no necesita más que su fuerza e instinto.

Ahora, con los avances de la biología y la ciencia, sabemos que, al menos bajo ciertas concepciones evolucionistas, provenimos de los animales, por lo que ese instinto y fuerza bestial siguen operando en nosotros, son parte de nuestra naturaleza, pero los hemos negado ante el temor de lo que pudieran ocasional, ante la llegada inminente de la muerte, ante un sinsentido que pudiera develarse al mostrar que simplemente intentamos sobrevivir a costa de lo que se pueda.   Por eso se niegan las bestias.  Pero nuestro instinto bestial, nuestro instinto de supervivencia no solo se quedó en una mera supervivencia, pues en cuanto pudimos como especie ser consientes de la muerte, del vacío que queda ante un miembro que desaparece de la comunidad, creamos el simbolismo, el rito que es memorial de aquello que el ser que ha desaparecido fue; si fue capaz de dar su vida por el alimento de la comunidad, en la cacería entonces nació como héroe.  Entonces creamos el  sentido de trascendencia en una carrera por tratar de vencer a la muerte, a aquella que es capaz de aterrorizar al más fuerte de los héroes y volverlo piedra, dejarlo sin aliento y sin vida para perecer en no dejar recuerdo y desaparecer en la historia.  La bestia humana comenzó a tomar un discurso que le permitiera protegerse del olvido y “sobrevivir” a la muerte.  Esa carrera por vencer a la muerte, a lo natural en nuestra condición bestial, sigue subsistiendo hasta el día de hoy, y mientras no conozcamos el funcionamiento de aquellos mecanismos que hemos inventado para protegernos de lo bestial, mientras no conozcamos cómo funciona nuestra humanidad, no podremos saber a qué nos atamos, ni dónde depositamos nuestro tesoro, nuestra existencia con el fin de construir aquellas relaciones con los otros que, desde la visión de Picco Della  Mirándola, son capaces de ayudarnos a sobrevivir en sociedad al tener las cualidades que nosotros tenemos y tender hacia lo bestial o lo angélico según sea necesario.  Mientras no rompamos nuestra individualidad encerrados en la arcilla del Golem, no podremos tender auténticos lazos de creación y supervivencia hacia los otros, de formación de comunidad, por más que el sueño del ciberespacio nos ofrezca múltiples rostros.  Y entonces estaremos condenados a ser un número más en el ciberespacio, uno de tantos aquellos que soñaron con ser los únicos seres inteligentes del universo y que de cuya existencia pendía el mundo.  De aquellos que terminaron siendo devorados por sus bestias interiores al no conocerlas, y que finalmente murieron en un sinsentido, sin humanidad, ni bestialidad, perdidos entre decenas de rostros que buscaban acomodarse en su verdadero rostro de bestia.

Las bestias no son simplemente el aspecto animal que tenemos, el instinto de supervivencia y el uso del símbolo y el lenguaje permitieron jugar con la creación de lo que somos ahora, con reinventarnos como hombres  e inventar una sociedad.  Si sabemos, si aprendemos a movernos en esos juegos creadores, podríamos moldear y reintentar desde lo pequeño lo social, revirtiendo al Golem que nos hemos construido.  Pero de las bestias y su funcionamiento me ocuparé en el siguiente capítulo.

 

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[1] Giovanni Picco Della Mirándola, Discurso sobre la dignidad del hombre, Trad. de Silvia Magnavacca, Winograd, Buenos Aires,  209 p.

El Mito del Golem y el hombre postmoderno. Con los ojos vueltos al Cyborg. (VI)

Construcción del «hombre postmoderno».  Con los ojos vueltos al Cyborg

-Hombre de arcilla, hombre de carne.  Necesidad de romper el Golem-

Dado el bosquejo anterior, el hombre postmoderno puede compararse con un Golem de arcilla, producto de los diversos discursos que tuvieron lugar posteriormente a la razón.   Tenemos entonces un “hombre de arcilla” cuya emergencia denota tiempos que ya no dependen de la razón y que, en su afán de olvidar los mitos como  aquello que no trajo esperanza, ha caído en adoptar y personificar otros mitos que refunden su vida social, asumiendo y mezclando cuanto le sirve de cada discurso para crearse múltiples rostros y personalidades, olvidando así lo que lo define como ser humano.

En contraposición al hombre de arcilla o Golem, tenemos al “hombre de carne”, del cual se desprendieron los conceptos de dignidad humana y modelo de ciudadano.  Durante la edad de la Razón se buscó centralizar al hombre con distintos fines políticos teniendo siempre por delante a la razón, lo que llevó al ocaso a aquel que buscaba una identidad que ya no dependiera del dios cristiano que sojuzgaba a las naciones y cuya representación era el poder del monarca.  Pero la búsqueda por centralizar al hombre y darle una dignidad por su origen, así como su desarrollo correcto en el actuar del sueño de la Ciudad como aquella utopía donde se reuniera lo mejor de cada religión y pensamiento occidental para que todos pudieran convivir juntos. El hombre de carne es aquel que nace previamente a la edad de la Razón y luego de la búsqueda del hombre servil, creación de Dios, del Medioevo, es el hombre que posee, domina y se deja dominar por sus pasiones e instintos animales como por la imitación de las potencias divinas del intelecto que dan lugar a lo que conocemos como Razón.  Es decir, el hombre de carne es aquel que  conoce sus límites y sabe actuar en el momento justo potenciando tanto las pasiones que tiene por naturaleza (instinto y supervivencia) como aquellas que ha creado para defenderse del entorno y que denominamos comúnmente como razón.   El expositor de ésta idea de lo que es el hombre y de cómo asume su dignidad desde el dominio y dejarse dominar por lo que lo constituye es Pico Della Mirandola, filósofo del cual pretendo retomar algunos de sus conceptos sobre lo que es el hombre, trasladándolos a la actualidad para poder trazar un camino de comprensión de aquello que nos configura como seres humanos, como ese discurso civilizatorio que puede resquebrajar con el Golem postmoderno –el hombre de arcilla-, llegando finalmente al inicio de aquellos mecanismos que Foucault llama relaciones de poder como aquellas dinámicas a través de las cuales construimos la Sociedad buscando la supervivencia al convivir con los otros.

El Golem postmoderno es la asunción de diversos discursos con el fin de encontrar algo de qué asirse ante el temor a la muerte.  El fracaso del sueño de la Razón nos ha mostrado un  mundo sin esperanza, donde es posible pasar y fracturar la arcilla del otro  sin siquiera mirarlo o tomarlo en cuenta.  Justo porque es diferente y porque el discurso postmoderno (si es que puede llamársele de tal manera a la conglomeración de discursos que tenemos actualmente) permite enfrascarse en su misma recubierta sin importar lo que el otro piense (solipsismo), llevándonos a asumir nuestra propia “verdad” que impide el dialogo con el otro promoviendo la agresión ante lo que es distinto.  La posibilidad latente de los múltiples rostros a través del ciberespacio    facilita la construcción del Golem que se enfrasca en arcilla sin conocerse a si mismo, y que tras la asunción de su solipsismo se encuentra en un estado constante de agresión contra aquel que se muestre distinto a lo que sus diversos rostros virtuales pretenden mostrar y decir como suyo.

En realidad el hombre de arcilla no tiene una aceptación de las pasiones que lo pudieran constituir, dado que no las conoce, o si en algún momento de su existencia, cuando aún se hallaba en la búsqueda de una configuración “humana”, afloró alguna de sus pasiones mostrando apenas una parte del rostro bestial que la conforma, corrió a suprimir o esconder su bestialidad, travistiéndola de cuanto discurso exista y que pueda proporcionarle la tranquilidad y el confort de ignorar aquella bestialidad latente.  Eugenio Trías en su ensayo Filosofía y Carnaval llama máscaras a los diversos disfraces que los discursos ofrecen de sí mismos: Nietzsche se disfraza de Nietzsche[1] en cada uno de sus textos para desmontar los discursos que la filosofía se había forjado para fundamentar la verdad.  Con ello Trías pone como ejemplo que, de la misma manera que Nietzsche se propuso asumir ciertos discursos creando lo que el autor de Filosofía y Carnaval llama máscara,  la filosofía occidental se ha encargado de hacer lo mismo con sus discursos y definiciones sobre qué es el hombre, llegando al grado donde el hombre ya no es un ser humano, en su lugar se halla una multitud de máscaras y disfraces generando así una filosofía carnavalesca que lleva a la muerte del hombre, que solo es un cascarón travestido  de carnaval.

No tomaré la definición que Trías propone como máscara, dado que pretendo darle un enfoque distinto al propuesto en la explicación anterior, pero asumiendo su muerte del hombre provocada por los diversos discursos que el hombre se la filosofía le ha impuesto, afirmaré mi tesis sobre la construcción del hombre de arcilla o Golem postmoderno como aquel ente que ha dejado de ser humano al no conocerse, al no asumir su bestialidad, y al disfrazarse de cuanto discurso haga falta para sobrevivir .

El que el hombre de arcilla actual afirme su ego sum (yo soy), intentando configurarlo de diversos rostros virtuales, lo lleva a perderse entre sus múltiples rostros, a disolverse perdiendo consigo la dignidad del hombre y lo que conocemos como persona humana.   Quizá no sea esto lo que me resulta más grave del hombre de arcilla, sino el constante estado de agresión en el cual sobrevive contra aquello que le es diferente siendo que él mismo es distinto de sí dado que ya no hay una integración o unidad que podamos llamar ser humano.  La negación a conocer y afirmar de suyo su bestialidad, su locura, así como su estado constante de agresión lo lleva eventualmente a la producción de violencia en la Sociedad, Bestia mayor que poco a poco se diluye al igual que el hombre de arcilla en el ciberespacio que no necesita de un lugar físico para moverse.

Me parece que una filosofía carnavalesca como es propuesta por Trías no es completamente posible hasta el momento en el cual comienza a reconfigurarse el ser humano, no mientras os múltiples rostros o recuperen una unidad compuesta a su vez de la diversidad de ser bestia con múltiples máscaras (entendiendo máscara como un discurso creado socialmente que funciona como dispositivo de control), pudiendo jugar con unas y otras a voluntad, dando lugar entonces al Carnaval Social.

Si no hay conocimiento de lo que uno es, de lo que uno como ser humano puede alcanzar y hacer, no puede haber un movimiento de baile que permita colocarse una máscara de terror, paciencia o tranquilidad, mientras que el baile de la vida o mascarada se desarrolla constantemente.  Para romper la tensión constante de sobrevivir en la agresión, es necesario saber como funciona cada máscara, resquebrajar el hombre de arcilla, conocer a las bestias y comenzar a travestirlas de aquellas máscaras que sabemos cómo funcionan.

Una vez roto el Golem no hay marcha atrás, pues se conozca totalmente o no a la o las bestias, inevitablemente se comenzará a enmascararlas para dominarlas.  Si se le intenta dominar, eventualmente la bestia correspondiente romperá sus ataduras y emergerá violentamente, no se necesita domar a la bestia (la razón ya lo intentó durante varios siglos y fracasó), sino dejarse dominar por ella para saber en qué momento dejarla actuar o frenarla, enmascararla con una sonrisa pacífica en tiempos de guerra y dejarla morder en el momento preciso.    Pero antes de llegar a las bestias, que es a donde el Golem lleva inevitablemente, necesitamos conocer qué estamos entendiendo por hombre, y para ello creo que la definición de hombre propuesta por Pico Della Mirándola es la que podría arrojarnos  una mejor comprensión de la unidad que osamos llamar “Ser humano”.  Pero eso lo trataré en el siguiente capítulo.

Bestia en el espejo


[1] Eugenio Trías, Filosofía y Carnaval, en: Filosofía y Carnaval y otros textos afines, Anagrama, Barcelona, 1984, 79 p.

El Mito del Golem y el hombre postmoderno. Con los ojos vueltos al Cyborg. (V)

Construcción del «hombre postmoderno».  Con los ojos vueltos al Cyborg .

-El Cyborg y la nueva esperanza.  El Mesías ha llegado.-

El hombre construye sus sociedades a través de los mitos.  Lo complejo del entorno lo ha llevado durante la historia, a la búsqueda constante sobre el explicar su existencia y el mundo que le rodea.  Nuestra cultura Occidental se ha olvidado de sus raíces místicas y espirituales[1], llevando al hombre al sinsentido de su existencia.  La Muerte de Dios plasma el punto que pareciera no tener retorno en el cual el ser humano parece desvincularse de lo sagrado.  Las diversas dinámicas sociales  que intentan fundar una esperanza ya no se mueven en la búsqueda de  una relación deidad – hombre, por lo que el drama  de la moralidad pareciera ya no tener lugar dado que se ha renunciado a la existencia de algo divino que nos vincule con el mundo.

Sin embargo la sociedad, en su afán de explicarse el mundo y busca un sentido  bajo el cual pueda construir y ordenar la vida, así como  mantener algún tipo de esperanza, ha reinventado sus mitos para poder subsistir entre dinámicas de control de unos sobre otros.   Nuestra sociedad actual no es la excepción en la reinvención de sus mitos.  La Razón y la Ciencia a finales del siglo XIX trajeron, junto con el positivismo, una nueva concepción sobre la vida – y por tanto sobre la sociedad-, en la cual los nuevos descubrimientos sobre el universo, sostenidos por la Física, relacionaban al hombre con la complejidad de los nuevos descubrimientos; la vida humana ya no dependía de un pre-determinismo o como una necesidad evolutiva, simplemente la existencia del ser humano respondía a la posibilidad de vida que el universo, en su gran constitución de materia y átomos, podía resultar con el paso del tiempo y condiciones favorables.

Lo anterior no es sino una renovación de la cosmogonía antigua, que no deja de ser una búsqueda por explicar la existencia del ser humano, ahora basada  en la ciencia en lugar de alguna religión antigua.  El positivismo fracasó en su búsqueda por establecer un sistema libre de metafísica y de errores; a mediados del s XX llegó un cambio de paradigma dentro de la Ciencia, y con él, el mito de la Ciencia Objetiva, como lo denomina Schwartz, cayó  abriendo la posibilidad de religar nuevamente al hombre con lo que lo constituye como el mismo se ha autodenominado ser social: ante los distintos cambios de paradigmas y la posibilidad de aceptar que cualquier teoría sobre la formación del universo no es certera del todo, sino que se adecua y responde a un momento histórico especifico, surge una nueva postura asumiendo que el universo y sus leyes funcionan de manera sistemática, poseyendo un grado de complejidad en el cual se desarrollan la vida y las diversas manifestaciones de aquello que produce la unión de átomos y materia con el paso del tiempo.  El ser humano construye entonces un nuevo mito que le permita sostenerse y fundamentar su existencia en un mundo complejo y cambiante:  conforme los nuevos paradigmas científicos ofrezcan avances que permitan modificar lo biológico  y con ello trascender su mera existencia humana.   Cobra importancia en esos momentos de la historia la tecnología y sus avances, ya que el ser humano comienza a fijar sus esperanzas y metas en aquello que  le permita permanecer más tiempo con vida y mostrar “mejorías” que otros no tienen.  El concepto de Cyborg alberga y ofrece al hombre postmoderno la posibilidad de trascender ante la muerte al permanecer más tiempo vivo, recuperarse de enfermedades que años atrás llevaban inevitablemente a la muerte.    Toma forma entonces el mito de la tecnología y el mito del Cyborg como el Prometeo que trae la luz y la ciencia a los seres humanos en el siglo XXI.  Pero antes de continuar con las “maravillas” que nos ofrece el mito del Cyborg, me parece prudente recorrer con un poco más de detalle las diferencias entre robot, androide y Cyborg,  presentadas de una manera rápida en el capítulo introductor al Golem y al Cyborg.

La tecnología y las máquinas se han presentado como un avance desde la primera Revolución Industrial; presentaban ya una novedad al reducir los tiempos de trabajo en las fábricas y reducir la mano de obra, con lo cual el  dueño de la máquina podía ahorrarse capital que pagaba a otros trabajadores.  La ciencia ficción presentaba a sus lectores –de una manera imaginaria, pero dejando entrever problemáticas que las máquinas traían a la sociedad de los escritores-, lo que un denominado “robot” podía hacer  en lugar de un ser humano; a grandes rasgos un robot es una máquina, que no necesariamente tiene forma humana, utilizada para acelerar procedimientos que el hombre tardaría mucho en realizar, al menos es esa la definición que lo escritores de ciencia ficción de principios del s XX ofrecían en sus lecturas.  Dentro de las historias mencionadas y con el tiempo, las máquinas se volvían un problema dado que se hablaba de que en algún momento el avance del robot llegaría a un punto donde cobrara inteligencia por sí mismo y destruyera a su creador.  En ello el robot dentro de la imaginería resultaba similar al Golem.  Actualmente los robots cobraron realidad y  son usados para investigar el desarrollo de la llamada inteligencia artificial, término tomado de la ciencia ficción como el avance que una máquina puede presentar en contraposición a un ser humano.   La imaginería del hombre siguió desarrollándose y luego propusieron la existencia de robots similares a los seres humanos, con una inteligencia artificial superior a la de un robot convencional, de nuevo la advertencia hecha por escritores era la misma: las creaciones de ser humano pueden en algún momento llevarlo a su propia destrucción.  Tales imaginerías no venían simplemente de una mente desocupada: provenía del desastre de la guerra y las innovaciones  en armamento que se habían desarrollado con el fin de destruirse unos a otros. Realmente el hombre no necesita de un dios castigador. Le basta con una ambición de dominar y someter a otros para que con sus mismas invenciones pueda destruirse.   Los peligros de la creación de una inteligencia artificial y un androide ( una creación humana de apariencia similar a un ser humano pero elaborado de metal como cualquier máquina), pueden observarse en las películas de Terminator, donde la inteligencia artificial llega a un punto en el cual está a punto de exterminar a los seres humanos y, para eliminar a aquellos que aún quedan, les envía androides con una cubierta de tejido vivo similar a la piel, por lo que no es sencillo reconocerlos.   El mito del androide presentado por la ciencia ficción de finales de los años setenta del siglo XX llevó, como en años anteriores, al desarrollo de máquinas que pudieran brindar ayuda al hombre: la posibilidad de reemplazar  alguna parte del cuerpo perdida por un accidente, o incluso la ampliación de los sentidos ante gente que pierde la capacidad de usar alguno de sus sentidos.  Nace con ello el concepto del Cyborg, como aquel individuo que está compuesto por partes de máquina y partes naturales o humanas.  El concepto es tomado, al igual que sus antecesores,  de la ciencia ficción de los años ochentas y noventas del siglo XX, donde se reflejaba ya la posibilidad de que estos individuos existieran.

El problema presentado ante un Cyborg no reside en que esté hecho o que contenga en si partes mecánicas.  El problema radica en, como ya es señalado en la ciencia ficción, la utilización de sus partes mecánicas con el fin de  deshumanizar al hombre, así como el querer evitar el dolor y la muerte con el uso de aquello que no es natural al ser humano.  Una cosa es abogar por condiciones y calidad de vida, y otra muy distinta volver el fin de la vida misma el “perfeccionarse”, queriendo evitar lo que es natural a cualquier ser vivo.    Las herramientas que la tecnología ofrece para mejorar la calidad de vida, curar enfermedades e incluso reemplazar extremidades del cuerpo pueden ser útiles al ser humano, y cada caso ha de ser evaluado con extremo cuidado.   Pero el hecho de querer trascender la muerte mediante la asunción de un discurso en el cual, el ser humano cobra valor en la medida que puede evitar o retrasar sus dolencias y la vejez misma, me parece nefasto.  En el fondo lo que se oculta tras este problema es la no – aceptación de la condición biológica que poseemos, ya no se niega la bestialidad per se, sino  que se refleja el miedo de en realidad no tener dada a que asirse.  La incorporación de la muerte a la vida cotidiana proviene desde que el ser conocido como homo sapiens toma conciencia de la muerte y busca superarla y  aceptarla.  Los rituales mágicos, las religiones y los mitos son, a grandes rasgos, un intento por incorporar la muerte al acontecer diario de la vida.  Surgen entonces los discursos sobre la vida como preparación para la muerte.  Sin embargo, parece ser que en nuestra sociedad, aún con los inmensos avances tecnológicos que poseemos, el miedo a la muerte es una de las principales preocupaciones del ser humano, que pone su existencia en un discurso – mito que, tras ya no haber religión o símbolo que denote una trascendencia más allá de la muerte con el sentido que uno le da al vivir diariamente, se ata en la esperanza de que la tecnología misma pueda evitar lo que naturalmente está dicho.  Es entonces cuando el ser humano se re-inventa  a sí mismo en un Mesías que venga a solucionar el problema de la muerte.  La tecnología en unión con lo biológico parece que puede ofrecer una esperanza para no morir, o eso es lo que el mito del Cyborg nos presenta.  Y el Cyborg no es sino una actualización del mito del Golem.  Ahora bien.  El hombre postmoderno tiene la esperanza de que la tecnología puede salvarlo incluso de sí mismo.  A través del ciberespacio es capaz de “vivir otras vidas”, asumir riesgos y conocer lugares a los cuales no podía acceder con facilidad antes.  Cada vez que el hombre asume una identidad distinta desde el ciberespacio, por ejemplo a través de las redes sociales, se fragmenta en tanto como pueda imaginar, se re-crea personalmente cuantas veces sea necesario , pero se olvida y evade su bestialidad, no se conoce a sí mismo, y al no saber hablar sobre sí, sobre su propio contenido, se inventa cuantas personalidades puede.  En esta medida el hombre postmoderno es un Golem que tras no saber lo que es, (no conoce su humanidad) inventa y crea múltiples hombres de arcilla, frágiles personalidades en las cuales esconderse y que pueden reproducir diversos discursos, a la manera del Golem cada discurso es una orden introducida en él.  ¿Y quién es el creador del Golem como mito actual?.  La Razón de la modernidad y el escapar del sinsentido.  Luego entonces, queda preguntarse: si solo somos hombres de arcilla, figuras de barro que se resquebrajan fácilmente,  ¿qué hay dentro de las figuras?, ¿si el Golem se rompe solo hay un hueco por llenar, solo quedan los pedazos de discursos regados o existe la posibilidad un hombre en construcción?

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[1] Fernando Schwarz, Mitos, ritos y símbolos, Antropología de lo sagrado, Biblos, Buenos Aires, 2008, 11p-

El mito del Golem y el hombre Postmoderno. Un camino hacia la tecnología (IV)

1.3 Construcción del hombre Postmoderno, con los ojos vueltos al Cyborg.

-El mito del Golem en la Postmodernidad, notas sobre un problema-

Hasta ahora he esbozado lo más breve posible una genealogía sobre cómo se ha ido construyendo dentro de la mística judía el mito del Golem, el fin que intento alcanzar con lo anterior es sentar una base sobre las implicaciones que abordó en su momento el hablar sobre la creación de un hombre artificial desde un pensamiento específico.  Tratar de saltar desde una concepción medievalista o moderna del Golem hacia la sociedad del siglo XXI resultaría anacrónico, puesto que no contamos actualmente con el mismo contexto histórico – cultural que el de hace tres o cuatro siglos.  Sin embargo, una vez que ya hemos reconstruido históricamente ciertas nociones sobre los problemas presentados por el mito del Golem, resulta que podemos rescatar algunos elementos de el mito ya explorado, que resultan similares al comportamiento que maneja el ser humano actualmente.  Al final de capa apartado he procurado ir presentando pequeñas ideas que sugieren la comparación de problemáticas presentes en el mito mencionado con lo que se desarrollará a partir de éstas líneas, pues resulta que  los acontecimientos históricos siempre se repiten de alguna u otra manera, y muchas veces, mitos o leyendas que fueron pensadas hace siglos, cobran realidad dentro de una sociedad decadente como la nuestra.   Ya apuntaba previamente a la Razón dentro de la cultura occidental como aquello que buscaba la constitución de una definición del hombre por ser hombre y no creación divina.   En occidente durante la Edad Media, el concepto de Dios se había vuelto un ordenador moral y un dispositivo de control social, la libertad que promovía el Cristianismo de los primeros siglos se había perdido y modificado sus conceptos de tal manera que sirvieran a intereses sociales, justificando el poder de unos cuantos sobre el resto de la población.  Como respuesta la modernidad busca re-construir otro ideal de hombre, que ya no dependiera totalmente de un dios que castiga y premia, pero que siguiera obedeciendo a los interese s de unos cuantos, al menos ese fue el caso de diversas corriente filosóficas que sirvieron para cambiar y justificar el control político de unos sobre otros, cambiando únicamente de Señor al cual prestarle obediencia.

Con el paso del tiempo surgieron diversas concepciones sobre qué es el hombre, algunas muy alejadas de la concepción de hombre que presentaba la Modernidad en sus inicios.  Las diversas corrientes filosóficas que entronizaban a la Razón como el fundamento de la libertad del hombre cayeron a finales del siglo XVIII en aquello que decían buscaban desterrar: una moralidad que contralara, mediante los términos de verdad y falsedad, lo que fuera correcto e incorrecto para la sociedad.  Nietzsche se encargó de denunciar la problemática que ya “olía mal” en su tiempo: la Razón o ha curado al hombre de su ignorancia, lo ha embaucado en una reconstrucción de términos que lo han llevado a perderse de o que en realidad es, haciéndole creerse superior por poseer algo llamado intelecto o Razón, invención del ser humano débil y esclavo de otros más fuertes para justificar sus derechos y su lugar en la sociedad derribando al fuerte del poder.  El Cristianismo se convirtió en un dispositivo de control social, y más tarde la Razón hizo lo mismo, en realidad en Occidente no había una liberación que condijera a la verdad.  Si existía algo que fuese verdadero, no podía sujetarse meramente a definir no que es bueno y lo que no lo es, pues eso es fácilmente manipulable a los intereses de unos cuantos, y el débil cuando se hace del ejercicio de poder suele ser más cruel que lo que era el fuerte.    Aquello que Nietzsche denunciaba mediante sus escritos cobró actualidad durante la Segunda Guerra mundial y las guerras posteriores.  Con ello la modernidad había muerto; ni siquiera había llegado a su plenitud cuando ya presentaba los síntomas de su ocaso:  la esperanza había muerto, Dios, como concepto representante de la moral y la esperanza había muerto también.     Palabras demasiado fuertes para aquellos que se decían liberales y que conservaban a conveniencia una moral cristiana de esclavos, que mediante la culpa hacía menos que humano a aquel que cometía un error.  Había legado entonces el principio de la Postmodernidad.  Y como si Nietzsche fuese un profeta (entendiendo profeta como aquel que denuncia los errores de la sociedad dado que ya ocurren, y que pronostican calamidades como consecuencia lógica de los errores cometidos) sus palabras cobraron realidad durante el siglo XX, el hombre había quedado desencantado de todo lo que se le había venido pronosticando como promesa de salvación.  Campos y ciudades apestaban a muerte y no salvación durante la primera mitad de los años cuarenta del siglo XX, con ello se mostraba que en realidad no había algo que pudiera salvar al hombre de sí mismo, que no lo hacía trascender la muerte.  El cuento, el sueño de la Razón había finalizado de manera abrupta y cruel, despertando a sus soñadores con un golpe frío de sangre y pestilencia en la cara.  Entonces el hombre guardó silencio luego de un grito estremecedor ante el horror de la no esperanza.  Desde entonces no pudo volver a hablar, al menos no de sí mismo, tuvo que regresas sobre sus pasos en el pasado para buscar algo de lo que no había funcionado y crear nuevamente una esperanza de la cual asirse.   Se hablaba entonces de que  ya no hay una verdad, sino diversas verdades que dependen de su contexto, que muestran diversos paradigmas cambiantes y que  son incapaces de gritar una verdad del pasado a una más reciente debido a que sus condiciones fueron distintas.

El hombre que callaba y no encontraba humanidad en sí mismo se convirtió en un dispositivo que repetía cuanto discurso encontrara delante  para asirse a algo ante el desencanto.  En esa medida podemos decir que se convirtió en un Golem, pues se reveló hacia su creador, hacia la Razón, al ver que no podía salvarlo, y comenzó a destruir todo cuanto tuviera enfrente, a crecerse llenándose de papeles diversos que contenían muchos discursos entremezclados, buscando una identidad, y ejecutando las ordenes de los discursos aunque fuesen contradictorias.

Luego surgió algo de algunos pensadores:  la Ciencia Ficción buscaba presentar una esperanza en la tecnología, pues la guerra se había asido a los avances tecnológicos como aquello que posibilitaba su dominio del ejercicio de poder sobre el resto del planeta.   Se habló por loa años veintes del Robot, la máquina capaz de ofrecer una ayuda al hombre ante su desesperación de vivir; luego vino el androide como una máquina que se parecía a un hombre (esto recuerda en alguna medida al mito medieval del Golem); y finalmente llegó durante los años ochentas el nacimiento del Cyborg: un ente que entremezclaba lo biológico del ser humano con los avances tecnológicos, volviéndolo más fuerte, e inclusive capaz de imponerse contra aquellos que lo dominaban previamente.

William Gibson, a mediados de los años ochenta,  presentaba en sus novelas un recurso futurista conocido como el ciberespacio, como aquello que como avance tecnológico conectara al mundo entre sí, a través de redes neuronales, bajo un solo gobierno.  La tecnología aplicada en las masas decía haber unido al ser humano, pero en el fondo lo había dejado expuesto totalmente a la carnicería de los gobernantes y de unos cuantos.  Nuevamente el sueño de protección, la esfera contra la muerte se había re-creado en aquellas novelas.  Ahora, a comienzos del siglo XXI parece ser que todo aquello que Gibson inventara y usara como recurso Deus ex Machina se ha vuelto realidad, nos hallamos viviendo en el ciberespacio, desde donde se pueden leer éstas líneas, sin un lugar físico que nos aloje, seguimos repitiendo los discursos que nos presentan, bajo el presupuesto de “tomar lo mejor de cada cual” para nuestro provecho.  Y justo hemos asumido un discurso que nos dice protegernos y darnos mayor libertad desde el ciberespacio.  Quizá en realidad nos hemos creado una recubierta de arcilla, o una burbuja de cristal dónde escondernos donde fragmentarnos, creando diversos avatares de lo que decimos ser.  Depositando anhelos e ideas en cada uno de esos avatares.   Y sin embargo aún callamos, si alguien nos preguntara a quemarropa ¿qué somos?, aún no podemos dar una respuesta: repetiremos cientos de discursos, miraremos los avances tecnológicos como la esperanza en la cual nos miramos a futuro (un futuro que entre más próximo, mejor), evitaremos el dolor de no saber aún que somos, el dolor de saberse Golem sin conocer lo que la palabra misma explica y encierra en sí misma.     No sabemos respondes sobre qué es el ser humano, pues aún nos hallamos perdidos, y la ciencia ficción de hace treinta años se ha vuelto más real de lo que uno puede imaginarse.    Somos seres post-modernos, la modernidad fracasó, somos Golems que no saben hablar de sí mismo no salir de su arcilla.  Y el temor a la muerte no se ha superado,  Quizá, como en las novelas cyberpunk de Gibson, o  en películas como Matrix, Tememos a la muerte a manos de la tecnología misma que dice protegernos.  Los jinetes del Apocalipsis de san Juan cabalgan nuevamente, pero esta vez en caballos de metal y de impulsos eléctricos que viaja por el aire como si de magia se tratara.  Y en nuestro desconocimiento y sin-razón cabe la duda de ¿qué es lo que somos?, para poder construirnos como seres humanos nuevamente .

Animatrix, El segundo Renacimiento.

El mito del Golem y el hombre postmoderno. Un camino hacia la tecnología. (III)

-El Golem y lo racional –

Para el hombre moderno los conceptos medievales son meras imaginerías, el simbolismo místico del Golem medieval pierde sentido  y se contrapone el término de la razón a la magia, entendida como el proceso que re-liga la mística con el simbolismo de lo divino.  Si bien, el potencial creativo del sabio se veía mostrado mediante la creación del Golem, esto se toma como algo negativo, incapaz de mostrar verdad dado que durante la Edad Moderna la verdad no puede ligarse simplemente mediante una relación mística entre un hombre y la verdad.  Las exigencias de la época llevan a que la verdad solo puede construirse y creerse a través de un método que sea infalible, y el Sefer Yesirah, con su lenguaje  no es claro del todo, y para los siglos XVII y XVIII solo es seguida por aquellos iniciados en la Kábala y el Zohar, como una especie de misticismo que nada tiene que ver con la razón.    Pese a ello, diversos autores  durante el Renacimiento y principios de la Edad Moderna, sobre todo cabalistas, siguieron reinterpretando el texto del Sefer Yesirah, la creación del Golem pasó de ser un símbolo místico, a un mito que podía ser realizable como parte de los misterios ocultos de la Kábala cuando el iniciado llegase a poseer el conocimiento total de los nombres divinos.    Se inició entonces una reflexión influenciada por la edad de la razón dónde se buscaba que el Golem reflejara las cualidades más cercanas al hombre y a los ángeles.  Luego del Renacimiento, las ciencias ocultas como la Kábala se entremezclaron con  el Neoplatonismo Occidental gracias a italianos como Pico Della Mirándola y  Marsilio Ficcino.  A través de sus cambios renacentistas, cabalistas como  Jacob Cordovero  afirman que  al ser el Golem una creación humana hecha con selem o imagen,  este  es capaz de captar emanaciones que surgen de los círculos superiores divinos y que le otorgan la propiedad de reflejar la luz que desciende de los cielos superiores[1], asemejándolo a un humano, pero siendo aún inferior a un animal dado que no posee un lenguaje con el cual comunicarse.   La propiedad anterior puede ser traducida como vitalidad (hiyut).  La creación del Golem dentro del ocultismo en los siglos XVII y XVIII se enfoca en lograr la producción de un hombre artificial  que pueda asemejarse  ya no a un esclavo al servicio del amo, sino que fuese capaz de reflejar a través de la ciencia oculta y divina las mayores perfecciones posibles.  Sin embargo dentro de las leyendas conservadas en los siglos mencionados, uno de los problemas principales que preocupaban a los ocultistas era que el Golem, en lugar de denotar perfecciones, llevaba siempre a una catástrofe debido a su torpeza y gran fuerza, dicho de otra manera, la creación de un hombre artificial hecha por manos humanas solo puede generar violencia, a pesar de  que las intenciones al momento de plantear su creación sean positivas.  Las leyendas medievales sobre el Golem fueron retocadas y adaptadas para comenzar a atribuirle al objeto creado cualidades netamente humanas como discernimiento de órdenes, audición y cierto nivel de raciocinio.  El Golem se vuelve peligroso no por el hecho de que sea o no humano, sino porque comienza a adquirir cualidades que lo vuelve incontrolable e independiente de su creador.  Esto acarreó problemas dentro de ciertas comunidades judías dónde el hecho de destruir a un Golem causaba controversia sobre si al hacerlo no se eliminaba a un hombre[2]:  el problema radicaba en que si el Golem  poseía la facultad de oír aunque no pudiera responder, equivalía a la situación de un sordomudo puesto que fue capaz de inteligir una orden, llevarla a cabo y luego salirse de control al luego de cumplir la orden de su amo, destruir todo lo que encontraba a su paso, fuera por un crecimiento desmedido de su cuerpo, o bien por mera destrucción de su entorno al independizarse de su amo.   Al parecer el problema fue presentado dentro del Sanedrín debido a que los cabaliastas cristianos pretendían mostrar que su magia era más poderosa que la magia natural que hace referencia al Golem clásico, cuyas características se presentaron en el apartado anterior.   Sea como fuere, dentro de la Halakhah o ley judía, el problema con el Golem tuvo relevancia por las atribuciones vitales que éste contenía resolviéndose de parte del  testimonio judío con la conclusión de que el Golem no poseía las facultades del alma superior –dado que no era capaz de articular palabra- y que por lo tanto  era inferior al ser humano, aunque superior a otros animales, podría decirse que era un animal antropomorfizado que resultaba potencialmente peligroso al revelarse contra su amo.

Otro de los problemas presentados ante la creación del Golem consistía en que, al poseer la creatura los nombres divinos, poseía ya en si cierta sabiduría divina, y un alma inferior a la del hombre, pero a fin de cuentas alma, que le daba ya cierto nivel de perfección dentro de la creación.   Para una cultura judía donde lo más importante era la demostración del poder divino, el Golem mostrado por los cabalistas no judíos   era un atentado contra el poder divino, pues el cabalista no participaba de la mística judía medieval y en su lugar pretendía mostrar que su razón era capaz de superar a la creación divina, aunque eventualmente terminara en desastres y estuviera condenado a su desaparición.  En las líneas anteriores puede verse ya la conjugación entre la razón y la magia de los cabalistas del siglo XVII.  El enfoque presentado no es el del hombre en condición de creatura hecha a imagen y semejanza de  Dios, sino el mostrar las virtudes del hombre por sí mismo y para el hombre, como un desafío ante la antigua magia medieval que no era capaz de mostrar verdad.  El mito del Golem en la edad de la Razón no hace sino reflejar el detrimento que el mismo ser humano ha hecho de si mismo, al buscar su perfección fuera de algo que lo ligue con su entorno.  La posesión de la verdad ya radica en el hombre mismo, de tal manera que puede re-construirse en una mole de arcilla que refleje las máximas perfecciones que el hombre anhela, aunque posteriormente la creación se vuelta contra el creador, llevándolo inevitablemente hacia su destrucción.

La construcción de una verdad sistemática en la edad de la Razón jamás llegó a su culmen, eventualmente, como en el mito del Golem Moderno, en la búsqueda de la perfección, llevó al ser humano a perderse entre sus conceptualizaciones teóricas sin saber lo que realmente era.  El negar la bestialidad de lo animal y esconderse detrás de un intelecto  denominado como superior, llevó a mostrar cuan capaz era el hombre de actuar bestialmente destruyendo su entorno y a sí mismo, como en el caso de Segunda Guerra mundial del s XX.  Lo que fue hecho con arcilla disfrazada de sabiduría divina, se derrumbó por sí misma, manifestando violentamente lo que intentaba negar ante el desconocimiento de lo que se es.

La figura de arcilla denominada como Golem y creada por la Razón en el pensamiento occidental intenta exigir a su creador respuestas, pero no es capaz de comunicarse con otros, puesto que vive encerrada en sí misma, oyendo los cientos de discursos que su amo ha creado para él, y ejecutándolos sin llegar a entenderlos totalmente.  Ese desconocimiento de su Ser lo lleva inevitablemente hacia su destrucción, y es así como va vislumbrándose el hombre postmoderno, lleno de tantos discursos racionales y mágicos que nunca llegaron a cumplirse del todo, entremezclándolos y ejecutando órdenes que lo llevan a crecer y crecer hasta que atenta contra el orden cósmico al cual pertenece, y comienza a derrumbarse bajo el peso de sus pesadas máscaras de oro que no pueden ser sostenidas por un cuerpo de arcilla.  El Golem postmoderno, u hombre postmoderno, busca desesperadamente a qué aferrarse sin llegar a comprender el por qué de su destrucción.  Solo que actualmente nuestros Golems no claman a discursos en papel que le son insertados como el Golem medieval, en su lugar buscan sostenerse de un ideal enfrascado en lo cómodo y en evitar el dolor: el placebo de la tecnología como discurso heredado de su creador (el hombre racional) y  un nuevo modelo de Golem que busca las perfecciones máximas del hombre como evitar la muerte y alargar la existencia, lo cual se halla contenido en el concepto de Cyborg, lo cual explicaré en el capítulo siguiente.

 

Creación mística del Golem


[1] Cf. Idel Moshé, El Golem, Tradiciones mágicas y místicas del Judaísmo sobre la creación de un hombre artificial, Siruela, Anzos, 2008, 207 p

[2] Cf. Idem 222 p.   Moshé Idel ofrece un capítulo completo a la problemática del Golem en el s XVII y su debate sobre si su destrucción atentaba o no contra cierta humanidad concedida a la creatura a raíz de sus facultades vitales dentro de la ley judía.

El mito del Golem y el hombre Postmoderno. Un camino hacia la tecnología (II)

El Golem en la edad de la Razón.

-Formación del concepto de Golem en la Edad Media-

Una vez planteadas las ideas generales en las cuales pretendo situar al Golem en relación con la razón,  hay que aclarar de qué manera ha ido tomando forma el concepto de Golem desde la tradición a la cual pertenece, para lo cual podemos tomar como definición inicial la presentada por la Encyclopaedia Judaíca:

“ El Golem es una criatura, particularmente un ser humano, creada artificialmente por medio de la magia, mediante el uso de nombres sagrados.  La idea de que es posible crear seres vivos de ese modo está difundida en la magia de muchos pueblos.  Son conocidos, en particular, los ídolos e imágenes a los que otros pueblos primitivos atribuían el poder hablar.  Entre los griegos y árabes, esas actividades están ligadas a especulaciones astrológicas basadas en la posibilidad de <<atraer la fuerza de las estrellas>> hacia entes de menor categoría.  Sin embargo, el desarrollo de la idea del Golem en el judaísmo se halla muy lejos de la astrología.  Sus raíces se encuentran en la interpretación mágica del Sefer Yesirah y en la noción de qué el lenguaje  y las letras poseen un poder creador”[1]

El Sefer Yesirah es un tratado de mística judía  que narra la cosmogonía  del libro del Génesis de la Torá.  Cobra relevancia  en el mito del Golem dado que su narración es orientada hacia la técnica bajo la cual  fue creado el universo[2] y la materia mediante las distintas combinaciones de letras del nombre divino.   Es entonces un tratado sobre el uso del lenguaje y cómo la verdad, contenida en el poder divino, manifiesta su voluntad a través del acto creador.  Luego entonces el hombre que consulta el Sefer Yesirah y que busca la creación de un Golem, lo que busca, al menos dentro de la mística judía, es  participar del poder divino, de la verdad, de tal manera que pueda hacerla presente y manifiesta en el mundo, justificando así su existencia.  Puesto que Dios no está presente para reclamar su creación, el hombre puede hacerlo manifestando que conoce y posee la verdad dado que puede hacer uso del lenguaje.

El lenguaje dentro del judaísmo refleja vida y, por ende, verdad.  Sin embargo, no es solo el leguaje lo que denota una creación que sea capaz de mostrar el acto creador en todo su potencial.   El hombre es capaz de hablar y de comunicarse, pero ello no garantiza la posesión total de la verdad, la cual se halla contenida en la manera  en qué fue creado el universo, en la  combinación exacta de letras de uno de los nombres divinos.    El problema con el Golem es que, a partir de los relatos medievales, el Golem no es capaz de hablar ni de utilizar el lenguaje y por ello, no posee un alma (concepto básico  en el cual se manifiesta el más alto grado dentro de la creación divina) o soplo divino, como es el caso de la tierra en algunos relatos,  los animales, el ser humano y los seres angélicos.  Claro que habría que entenderse la distinción entre los términos hebreos Ruaj y Nefesh; el primero se refiere al soplo divino insuflado por Dios a su creación, y el segundo se especifica en lo que podríamos entender actualmente como Intelecto, característica propia de las criaturas angélicas y luego soplada en el ser humano como una cualidad especial y otorgándole el grado más alto en las creaturas corpóreas creadas.

Luego entonces el Golem es un ser que al carecer de Nefesh carece de intelecto, y a pesar de que haya sido creado siguiendo todos los pasos encerrados en el Sefer Yesirah,  no posee la capacidad de “razonar”, lo cual se ve demostrado en su incapacidad de hablar.  Las leyendas medievales que referían a rabinos santos que lograron crear un Golem indicaban que era necesario introducirle las instrucciones a realizar por algún orificio para que las “procesara” y llevara a cabo.  El Golem medieval representaba entonces meramente un ser creado mediante el cual se mostraba el poder divino de la creación de Dios como capacidad contenida en el ser humano, y que mostraba una pequeña parte del poder divino contenido en el hombre.   Sin embargo el Golem era apenas un ser de arcilla, barro o piedra, lento, torpe y que apenas podía ejecutar algunas órdenes pudiendo llevar a resultados catastróficos si su creador no cuidaba de él.   La vida manifestada a través del Golem de las leyendas medievales se lograba a partir de inscribirle en la frente la palabra hebrea “emet”, traducida a nuestro lenguaje como “verdad”, haciendo referencia a lo ya mencionado anteriormente: la relación de correspondencia entre verdad y vida.  Si era necesario matar o desactivar al Golem bastaba con borrar la primera letra  de emet, para que quedara la palabra met, traducida como muerte y como mentira.    Existe entonces una relación contrapuerta entre verdad y mentira en la creación del Golem, solo la vida es verdadera por ser divina, al proceder del lenguaje  denotan un impulso creador en su interior que lleva a la creatura al movimiento.  La mentira dentro de la mística judía es contrapuesta a la verdad por el hecho de no poder moverse, de simular y ocultar el conocimiento auténtico.

La creación del Golem lleva metafóricamente la lucha del hombre por la posesión de la verdad a imitación de lo divino.  Sin embargo la verdad poseída por el hombre es incompleta, es apenas una mera demostración de la fuerza divina que no llega a ser completa, y que su uso es meramente como demostración del poder divino y servicio a manos del Rabí.

Solo un hombre sabio y santo (entendiendo “santo” como aquel que se aparta de otros para dedicarse al estudio de las cosas divinas) sería capaz de hacer presente la fuerza divina creadora, de ahí surge la metáfora que oculta la creación del Golem según la interpretación de Gershom Scholem, quién afirma que la creación medieval del Golem era meramente para fines místicos[3], es decir, servía al desarrollo de la mística del sabio o rabino como una experiencia interior de creación, e incluso de re-creación el sabio en su interior, mostrando que no había una sola naturaleza en el interior del hombre, sino que  aquel que era capaz de unirse místicamente con lo divino, debía ser capaz de crear dentro de sí otro hombre – creatura al servicio se la sabiduría divina contenida en el sabio, capaz de crear.   Si esa nueva creatura se volvía peligrosa al mostrar la bestialidad del ser humano, éste podía destruirla para crearla nuevamente si fuese necesario.    En el fondo el mito de creación a través de manos humanas  solo podía darse al servicio de lo divino, del intelecto medieval o razón  Cuando surge alguna creación humana que intenta olvidarse que proviene del simbolismo de lo divino, está condenada a desaparecer y llevar necesariamente a la muerte y a la mentira.   Siglos más tarde, cuando el hombre postmoderno vea su nacimiento al rechazar una sola verdad, e intente construirse como otro hombre, cuya esperanza está en sus mismas creaciones (como los adelantos de la medicina y la tecnología), se convertirá en un Golem, incapaz de hablar de lo que le acontece al haber negado la razón y rechazado lo simbólico.

 

El Golem medieval al servicio del Sabio.


[1] Encyclopaedia Judaíca [1971] vol. 7, Col. 753, cita en  Idel Moshé, El Golem, Tradiciones mágicas y místicas del Judaísmo sobre la creación de un hombre artificial, Siruela, Anzos, [2008]  49 p.

[2] Íbidem,  63 p.

[3] Ïdem, 41 p.

El mito del Golem y el hombre postmoderno. Un camino hacia la tecnología. (I)

El sueño de la Razón y el Golem.

Nuestra cultura occidental ha heredado  un estado de “sueño” en el cual refugiarse: hace unos  siglos vino la razón como la esperanza que salvaría al hombre; el método cartesiano y la duda de la razón para proporcionar una certeza que ayudara a configurar al ser humano como el dueño de todo aquello que pudiera decir suyo, y así el cogito ergo sum mostraba el camino que llevaría al individuo a la certeza del sí mismo sin que alguien más interviniera, pues el acceso al mundo externo estaba vedado.

De trasfondo radica un problema socio-político de supervivencia; ya no es el que puede ejercer su fuerza sobre otro aquel que sobrevive, sino el débil que justifica su supervivencia a través de la construcción de discursos que le permitan ponerse por encima de quien gobierna.  A tales discursos tendré por bien nombrarlos como máscaras .

Con el paso del tiempo llegó la decadencia cultural.  Nietzsche ya lo venía señalando en obras como “El origen de la tragedia”: un pueblo  se halla en  decadencia cuando más muestra su esplendor en producción cultural a través de lo trágico.   Occidente no fue la excepción, y aunque Nietzsche criticaba la decadencia de los griegos y su filosofía, y con ello la situación en la cual se hallaba la Alemania de su tiempo, puede decirse que su crítica aplicaba y aplica en general para la cultura occidental, dado que bebemos actualmente en gran parte de la filosofía y la educación alemana de los tiempos del autor de Ecce Homo.

Fue entonces cuando surgió la  postmodernidad, no como una historia de hechos aislados  durante el paso del tiempo, sino como una cadena causal dada por la conjunción a través del tiempo de los diversos elementos que el pensamiento dominante heredaba a la siguiente generación: la tragedia del espíritu griego y su filosofía fue empapando cada cultura y adaptándose con el tiempo, pues en el medioevo lo mismo cristianos que árabes tomaban elementos de los griegos “Clásicos” para fundamentar su pensamiento y modo de vida, heredándolo a su vez de aquello que se había configurado como la manera de pensar en la antigüedad tardía.   Mediante la razón la filosofía se propuso por mucho tiempo el olvidarse de lo pasional, rechazarlo por pertenecer a lo bestial.  Con Kant llega la declaración total contra lo animal.  Sólo la razón salva, sólo la razón puede dar certeza del pensamiento  y no otra cosa.

Pero luego la razón fracasó y comenzó su declive con la llegada de las guerras mundiales, la carrera armamentista posterior y hechos cómo la bomba atómica denotaron la llegada de  la Muerte de la Esperanza, mejor conocida como la Muerte de Dios.  Desde una sociedad que había bebido y modificado los contenidos del cristianismo a su conveniencia, llegó el fracaso total del hombre.  Para el cristiano es el hombre que intenta tomar el papel de lo divino, el hombre que tiene ambición de crear por sí mismo un hombre nuevo que ya no dependa de un Dios-entorno-vida, sino que sea capaz de sustentarse por sí mismo; lo anterior se concretó en el interés histórico y social mostrado hacia el avance científico y tecnológico.  Y es aquí desde dónde puede hablarse de un mito Medieval y Renacentista que cobra sentido en nuestra sociedad actual, es aquí dónde toma espacio y configuración  el mito del  Golem.   Pero para entender el situar al Golem en la Postmodernidad, creo necesario recurrir a un análisis sobre la manera en que se ha construido este mito, para lo cual pretendo recurrir a un enfoque genealógico que permita ver históricamente las problemáticas que presentaba el mito del Golem en la mística judía, que es dónde tiene su punto de partida.

El mito del Golem es de origen judío, y aunque la palabra “Golem” se encontraba ya en la Biblia desde mucho tiempo atrás, no cobró relevancia hasta que al hombre medieval, en su afán de unión mística con lo divino, creía que podía crear un hombre desde sí mismo, accediendo al conocimiento pleno de lo divino mediante las ciencias ocultas  de la Kábala y el Zohar , que daban lugar las vocales que componían el nombre oculto de Dios.  Para un judío el nombrar a una persona  denota presencia y poder, de ésta manera, si alguien podía nombrar a Dios con su nombre original perdido en el tiempo, podría participar de su poder, incluso en la creación de lo humano, que era la tentación oculta ya en el hombre que buscaba su propia justificación alejada de una visión creacionista a la llegada de la Razón.     Mientras que para el hombre moderno la verdad radica en la posesión del conocimiento a través de un método deductivo y certero, para el judío medieval y renacentista el conocimiento radica en Dios, en su nombre oculto y es adquirido por el hombre en la semejanza de lo divino : el selem, como aquello que da rostro a lo humano.

¿Qué relevancia cobra el Golem entonces con el sueño de la Razón?  La posesión de la ciencia, de una verdad capaz de nombrar reglas generales sobre las cuales se constituye el ser humano, la última palabra sobre lo que es y lo que no es algo, es un lenguaje sobre el cual se constituye la fundamentación del hombre por considerar dueño y señor del entorno natural que le rodea, a pesar de su limitada existencia:

“En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento.  Fue el minuto más altanero y falaz de la <<Historia Universal>>; pero, a fin de cuentas, sólo un minuto.  Tras breves respiraciones de la naturaleza el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer”[1]

Con la anterior fábula Nietzsche señala ya lo ridículo de la pretensión de la posesión absoluta del conocimiento como La Verdad, consecuencia del racionalismo de la edad Moderna, alentado a su vez por el pensamiento alemán de Kant.    El hombre es un ser finito que intenta de-construirse y resguardarse en La Verdad para olvidar su corta finitud.  En ese sentido el racionalismo se relaciona con el concepto Renacentista del Golem, que es construido por el hombre como “otro hombre” mediante la posesión del conocimiento pleno (La Verdad) y su método de fabricación radica en la combinación de números y cifras[2]  que da lugar al poder creador de lo divino  al recitar el nombre de Dios, y con ello la posesión del entorno natural del hombre.    Si el hombre puede comprender el conocimiento divino, entonces entiende cómo funciona el mecanismo del mundo, y toma el control de su entorno.  Si bien, el Génesis y su relato Yavista contenido en este presuponen ya que al hombre le ha sido otorgado el control y dominación de su entorno, la tentación de poseer la invención del Conocimiento total que asegure la supervivencia, lleva necesariamente a la búsqueda de la construcción de un hombre alejado de las leyes divinas, un conocimiento que ya no radique en lo mágico y desconocido, sino en lo verificable sistemáticamente .   La Creación del hombre en los mitos judíos, sea la tradición Yavista o la Eloísta, presuponen el más alto grado de   conocimiento, pues al hombre le ha sido revelado todo cuanto existe, incluso se le ha permitido nombrar aquello que existe (recordemos que el nombrar denota la posesión y presencia de aquello que se nombra).  El hombre crea carne a través de la procreación (crezcan y multiplíquense).  Sin embargo los relatos anteriores revelan una idea del vivir en comunidad denotada en la relación existente entre el hombre y lo creado, relación que se pierde  cuando el hombre asume la pretensión de  un Conocimiento pleno propio de lo divino, es decir, cuando busca la creación de otro hombre enmascarado o disfrazado, un hombre inventado con rostro humano dado y manipulado mediante el conocimiento, un Golem.

 


[1] Nietzsche, F.  Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Tecnos, Madrid, 1996, 15 p

[2] Idel Moshé, El Golem, Tradiciones mágicas y místicas del Judaísmo sobre la creación de un hombre artificial, Siruela, Anzos, 2008, 26 p