-Patibulum y el Mártir cristiano por excelencia, aproximación a la trasvaloración de “bueno” y “malo” en el martirio primitivo cristiano.
1.1 El Mártir cristiano por excelencia en el retrato de sus “Dolientes”.
Señalaba en la entrada anterior que el Discurso de los Dolientes funciona como dispositivo de control moral, para señalar algún fallo del aparato político del Estado que da lugar a una “injusticia” cometida en contra de una minoría que es perseguida y busca colocarse como la “buena y pura” frente a un Leviathan cargado de maldad y opresión, que a la manera de la cabeza de Lucifer en el último círculo dantesco del Infierno, mastica eternamente a sus condenados sin poderlos devorar. Pero cada historia que se nos cuenta, tenemos una contrahistoria que narra algunos detalles que la historia oficial se ha olvidado, sea porque presenta contradicciones o detalles que molestaban al uso político de la historia defendida.
Como mera aproximación y bajo la esperanza de que la situación de mártires en la cual se ha colocado a los jóvenes de Ayotzinapa, agarrándolos incluso de pretexto para cesar actividades en algunas dependencias universitarias de nuestra Ciudad, sea cual sea el motivo que la historia de un pequeño grupo nos cuenta, quisiera ahora remontarme a pequeños detalles de una contrahistoria de finales del siglo I que pudiera arrojar pequeñas dudas sobre el funcionamiento de la dinámica del mártir.
Ambientados en la Galilea del año 30, en la región ahora conocida como Palestina, según el relato de un compilador de diversas historias, que probablemente pretendía crear una catequesis para su comunidad de judíos helenizados y que la historia lo nombra simplemente como Marcos, escribiendo su relato por lo menos 30 años posteriormente a los hechos, narra de manera muy breve el sufrimiento y muerte de un judío de nombre Jeshua, quien muere en el madero a causa del delito de sedición a manos de la legislatura romana y, según el relato de Marcos, acusado del crimen de blasfemia por su mismo pueblo[i]. Sobre la base del relato anterior se construyó posteriormente una serie de interpretaciones teológicas que justificaron en su momento los diversos cristianismo a finales del siglo I y siglos posteriores.
Si bien el relato de Marcos no es una fuente histórica (como en realidad no puede serlo ningún evangelio sea canónico, gnóstico o apócrifo) puesto que su finalidad no fue la de recabar puntualmente la cronología sobre los hechos de la vida del Nazareno, pueden extraerse detalles que sirven a la construcción de un análisis sobre un discurso de los dolientes muy particular, que dio siglos más tarde, una justificación a la inversión de valores dentro de la moral del Cristianismo. No es mi intención en este breve análisis el declararme a favor o en contra de cierto tipo de Cristianismo, ni mucho menos justificar de una manera teológica un discurso que evoca necesariamente acciones políticas, pero si lo es presentar algunos detalles que permitan la comprensión de cómo se ha incrustado tal tipo de discurso en nuestra sociedad actual. Marcos es el evangelio más antiguo que se tiene; su narrativa corresponde a la de un relato compuesto de manera sencilla, en el cual las partes importantes son narradas de manera breve y precisa, mientras que algunos relatos de no tanta importancia, destacan por presentar una narración larga y adornada con detalles que recuerdan la vida de la Galilea del siglo I, una vida más de campo y de gente sencilla. Su finalidad es meramente catequética y sus discursos teológicos no son tan delicadamente elaborados como los de otros evangelios más tardíos. Con lo anterior el relato de la pasión según san Marcos ofrece una aproximación más cercana al discurso de los dolientes mantenido por las primeras comunidades de cristianos.
¿Qué distinguió a Jesús de Nazaret de otros predicadores y mesías judíos del siglo I, al grado de que sus seguidores y cercanos tuvieran la necesidad de crear un discurso de los dolientes?. El mesianismo era algo común en el judaísmo del siglo I, antes de Jesús existieron otros intentos de rebelión contra Roma declarados con diversos discursos de mesianísmo, pues el pueblo judío esperaba un descendiente de la línea de David que rompiera con la esclavitud de su pueblo para declarar al judaísmo como el pueblo dominante del mundo sobre las otras naciones. Incluso después de él en el año 70 la última revuelta judía llevo a su pueblo a la diáspora definitiva de la región Palestina. En la cruz solo morían aquellos que carecían de ciudadanía romana y que eran acusados por cometer algún crimen político de Lesa majestad, tal como el no-reconocimiento del Emperador como máxima divinidad del Imperio.
Pueden rastrearse diversas pautas desde los evangelios en las cuales se denota el movimiento político de Jesús de Nazaret. Antes de cualquier carga teológica que pudiera dársele al texto de Marcos, hay que señalar ciertos puntos con el fin de aclarar de una mejor manera el contenido entre líneas escondido en el relato de la Pasión. Como primer punto, y por más redundante que parezca, es importante señalar que Jesús pertenecía al pueblo judío, su formación cultural y religiosa obedecía a la de cualquier individuo de sexo masculino perteneciente a la región de Galilea cerca del año 30, es decir, se hallaba inmerso en una vivencia religiosa donde el hecho de la vida misma merecía en título de “milagro”; esperaba, como el resto de su pueblo, la liberación definitiva de Yahvé sobre las naciones al dar un Mesías a su pueblo; la aparición de diversos “mesías” era común en su tiempo y la manifestación en contra del pueblo romano era algo de lo más normal, al grado de que existían diversos grupos que buscaban la liberación inmediata, como el caso de los zelotes o sicarii (sicarios, nombre dado por los romanos a éste grupo dado que cargaban siempre con ellos una espada corta o daga) y el caso de la comunidad de Qumram que buscaba el apartarse del resto de los judías a la espera de la renovación del judaísmo en la irrupción definitiva de Dios en la historia. Los judíos del siglo I no tenía una concepción de “alma o anima” como la entendemos actualmente; el ser humano era acto de la creación y co-creador a la vez , no buscaban la liberación del alma. Sino de aquello que los conformaba como humanos en una unidad que podía asemejarlos al creador por ser el más alto grado de creación visible. Por ello, hablar sobre una supuesta “salvación del alma” es irrelevante y ridículo al analizar a Jesús y a su primera comunidad de seguidores. Jesús mismo no se consideraba como alguien aparte de su pueblo, sabía su pertenencia como ente judío y lo más probable es que perteneciera a la comunidad farisea (por ello el que la gente lo llamara “rabbí o maestro”). Por ello, si Jesús buscaba una liberación del hombre, lo hacía desde una concepción judía que incluía la liberación de la opresión romana, y por tanto, su movimiento denota un carácter político.
Los evangelios sinópticos y apócrifos que refieren a la Pasión de Jesús, relatan en su mayoría que el detonante político de la detención y condena a muerte de su maestro fue el episodio conocido como la “Expulsión de los mercaderes del Templo”, a la cual la Tradición Cristiana Occidental le atribuye como causa principal una especie de “limpieza” del Templo en el cual al parecer los mercaderes y sacerdotes eran los “malos” del cuento, pues robaban y traficaban con la mercancía del Templo. Nada más alejado de los estudios que la sociología sobre los evangelios pueden ofrecernos hoy en día. Como primera objeción, el relato se halla cargado de interpretaciones teológicas puestas en boca de Jesús a través de palabras del Antiguo Testamento. Nadie en su sano juicio va por la vida justificando su actuar con fragmentos literales de un libro sagrado, por lo que resulta inverosímil el conocer exactamente este discurso. Las palabras le fueron atribuidas en un sentido teológico para construir un sentido al actuar político de Jesús en ese momento. Sin embargo, parece ser que. Dado que tanto evangelios canónicos como apócrifos coinciden en que el hecho de parar las actividades del Templo de Jerusalén en realidad haya ocurrido. Marcos relata que Jesús entorpeció las actividades del Templo hasta caer la tarde.
Para entender la magnitud de lo anterior, sin caer en exageraciones, es necesario presentar el siguiente contexto: El Templo para los judíos era el máximo centro cultural y religioso de su pueblo, en él moraba el mismo Dios, a quién se le rendía sacrificio en las diferentes épocas del año y con el fin de recuperar el perdón sobre alguna falta moral cometida. Se hallaba dividido en diversos patios, y la entrada de cada patio era de acuerdo al nivel de purificación que cada cual tenía, empezando por el primer patio donde podían entrar tanto judíos como gentiles y enfermos, y que era el lugar donde se concentraban los cambistas de monedas y vendedores de animales para los sacrificios, hasta llegar al Sancto Sanctorum, lugar donde creían moraba Dios, y cuya entrada solo le estaba permitida al Sumo Sacerdote una vez al año. Fuera de la zona del Templo los romanos poseían una fortaleza conocida como “Antonia”, desde la cual vigilaban la actividad dentro del Templo. En realidad no es que Jesús detuviera totalmente las actividades dentro del recinto, dado que los cambistas y mercaderes se alojaban en el primer patio con el fin de intercambiar la moneda extrajera por shekels o moneda oficial para evitar que entrara dinero impuro al lugar santo de los judíos. Al volcar las mesas de los cambistas y liberar a los animales para los sacrificios Jesús declaraba que el sistema del Templo era ineficaz para la liberación de su pueblo: si se esperaba la irrupción de Dios dentro de la historia, este debía hacerlo desde el estar con la gente, no precisaba ya de sacrificios. Con este acto Jesús se gana la enemistad del sistema religioso del Templo, y su actuar evidentemente no escapó a la mirada de los romanos. Lo anterior es un acto político de rebeldía contra un sistema que excluía a enfermos, y extranjeros de la cercanía con Dios, el cual ya no radica en el interior del Sancto Sanctorum, sino en el corazón mismo del hombre.
El relato de Marcos prosigue más tarde con la detención de Jesús en el huerto de los Olivos, quienes llegan a detenerlo son una cohorte de guardias armados con espadas. Una cohorte estaba conformada netamente por guardias romanos, y dado que no se le permitía al Templo contar con sus propios guardias, no es posible creer que hayan sido los judíos quienes llegan a apresar a Jesús. Otro motivo para denotar el movimiento político de Jesús es el episodio narrado en Marcos 14, 47, donde uno de los que iban con él saca su espada y corta la oreja a un miembro de la guardia. Se sabe que por lo menos Judas Iscariote era zelote, lo mismo que Simón, por lo que es posible que ellos y algún otro fueran armados, de tal suerte que algunos autores manejan la hipótesis de que en realidad el grupo de los Doce, pasado a la tradición cristiana como los Doce discípulos, fueran en realidad la guardia personal de Jesús.
El relato sobre el juicio de Jesús ante el Sanedrín parece poco probable. Ya he presentado que los romanos tenían bien vigilado el Templo, a si hacemos caso a que aquellos que detienen a Jesús fue una cohorte romana, no habría una razón por la cual llevarlo a casa del Sumo Sacerdote dado que él no tiene la autoridad para matarlo. Según el relato de Marcos, así como el relato de los evangelios canónicos, Jesús sería acusado de blasfemia ante el Sanedrín, pero si ese hubiera sido el caso los judíos mismos podrían haberlo matado por lapidación, que era la condena al delito de blasfemia y que además no tendría peso ante un juicio romano. Por otra parte, el sistema de vigilancia romano hubiera podido interceptar fácilmente la aprensión de Jesús si esta se hubiera dado a manos de las autoridades del Templo. El pretexto de colocar la culpa sobre el pueblo judío directamente y no sobre los romanos se entiende dado que la comunidad que escribió y recopiló el texto de Marcos vivía a la sombra del Imperio romano, y no era algo sencillo ganarse el odio de aquellos que cometieran deicidio, por otra parte, el cristianismo comenzaba a separarse de su origen judío, los cristianos eran expulsados de las comunidades judaicas y las sinagogas, y por ello surge la necesidad de inventarse un relato que culpe directamente al pueblo judío.
Recordemos que el Discurso de los Dolientes emerge e un primer momento desde una pequeña comunidad que es segregada de los suyos, y que generalmente es estigmatizada como los menos, como aquellos que carecen de derechos y pueden ser perseguidos y desaparecidos con facilidad, pero este discurso obedece también a un movimiento político en contra de lo que un Estado puede cometer contra la pequeña comunidad. Luego entonces no es de extrañarse que el relato sobre el Mártir cristiano por excelencia busque deslindarse indirectamente de quienes en realidad mataron y torturaron a su mártir. Recordemos también que generalmente el héroe elevado al martirio es enaltecido por sus mejores actos, eliminando del relato aquello que lo señala como humano, por ello la carga teológica implementada sobre los relatos evangélicos de la Pasión, donde a pesar de querer quitar o encubrir algunos señalamientos políticos del movimiento de Jesús, al momento de redactar los relatos se conservaros ciertas ideas que permiten rastrear su actuar político.
Finalmente , las primeras comunidades terminaron la redacción de los relatos de la Pasión tratando de evitar en lo mayor posible, el suplicio ocurrido a su Mártir, lo cual puede apreciarse fielmente en el relato de Marcos, donde el suplicio de la crucifixión o Patibulum es narrado en unas breves líneas. No es de extrañarse esto, puesto que para los judíos, morir en el madero implicaba el abandono total de Dios, dado que se moría desnudo y no había posibilidad de enterrar el cuerpo, el cual se dejaba expuesto a la intemperie en los procesos de putrefacción y con el peligro de que los animales devorasen el cuerpo. La comunidad de Marcos era muy probablemente de judíos helenizados convertidos al cristianismo, por lo que el hecho de describir el suplicio de la cruz debía ser mencionado con los menos detalles posibles. El ser perseguidos por sus camaradas judíos y por el imperio mismo que los tachaba a la par que los demás judíos los llevó a esconder su discurso de Dolientes entre líneas, para evitar que el Imperio los aniquilase de una vea por todas. Además existe la interrogante de quién en realidad pudo rescatar las palabras que Jesús dijo desde la cruz, suponiendo que tuviera la energía suficiente para pronunciarlas. La mayoría de los discursos presentados por los evangelios en el momento de la cruz obedecen a la construcción de un bagaje teológico que permitiera la justificación de Jesús como el Mesías que cumplía la escritura de la Torá. Traducido a nuestro análisis de la dinámica del mártir, obedece a la construcción de la leyenda sobre el mártir naciente. Para las primeras comunidades cristianas no existía un discurso de doble moral que les permitiera implantarse como los buenos por encima de los malos, sino que el sufrimiento de su mártir elevado a la participación del poder de Dios luego de su muerte, el discurso de los Dolientes que se habían creado luego de memorias y reflexión teológica y vivencial con el paso del tiempo, les permitió encontrarse como comunidad naciente en la alegría de aquello que su mártir había hecho como movimiento político en vida, es decir, les permitía hacer presente a su Maestro en la resurrección de su actuar en medio de la comunidad, prestando su discurso de igualdad ante quien lo necesitase y dando lugar, de acuerdo a la vivencia de cada comunidad, a la reflexión y vivencia de diversos tipos de cristianismos. El vuelco sobre una moral que permitiera imponerse encima del opresor como malo se dio casi dos siglos y medio después de la redacción del texto de Marcos, y su invención y uso bajo la bandera de un solo Cristianismo serviría como un dispositivo político de control sobre una sociedad cada vez más dispersa y fuera de control con respecto al Imperio romano, pero eso lo analizaré en la siguiente entrada.
El escarnio sobre el cuerpo del condenado cumple en el relato una doble función: mostrar la crueldad del opresor y dar una justificación teológica del mesianísmo en Jesús.
[i] Para mayor información, consultar el relato de la Pasión según san Marcos, desde 14, 43 hasta 15, 38