De bestias, máscaras, madrigueras y violencia incendiaria. Un acercamiento o introducción

Usualmente se nos ha enseñado que hemos de cumplir con ciertos ritos para formar parte de una sociedad, que nuestra existencia se halla atada  a comportamientos que nos denominan como seres sociales y con  rasgos de civilidad que nos separan de los animales, y que usualmente llamamos “humanidad” a aquello que nos separa del resto de seres vivientes con los cuales compartimos nuestro habitar el mundo.

Actualmente, al nombrarnos y definirnos como humanos, asumimos una propiedad que procede de discursos de finales de la Edad Media y que conocemos como “dignidad”, que se halla en relación con lo civilizatorio y  rechazando lo bestial como algo infrahumano, algo que aterroriza y llena de temor al apenas asomarse frente al espejo en aquel ser humano que, tras embriagarse un poco o dejarse llevar por las emociones, arroja comportamientos que parecen ser contrarios a lo que se nos ha educado que es parte de un vivir en sociedad.  Luego vienen cuestiones como la culpa, la molestia moral ante costumbres que se han arraigado durante siglos en nuestro pensamiento, que poco a poco han ido configurando lo que definimos como ser humano, y que nos han llevado en nuestro mundo occidental, en nuestra sociedad cristiana sin Cristo, a culpabilizar aquellos actuares que connotan lo que engañosamente hemos definido como “pecado”.

Eventualmente el negar ciertas pasiones – pulsiones contenidas en nuestra naturaleza nos lleva a una maraña de confusión sobre lo que es correcto e incorrecto. ¿cómo es posible que algo que satisface lo que siento como necesario me lleve a parecer incorrecto si no daño a otros?.  En otras palabras ¿Qué mecanismos de control social me han llevado a considerar negativo algo instintivo como el comer y sentir culpa si veo a alguien que no come?.  La respuesta que algunos ofrecen inmediatamente es el culpar a la sociedad, a una serie de valores contenidos en un discurso para el control de unos sobre otros (buenos contra malos), que llevan a culpabilizar a lo Otro (Sociedad) como lo culpable.  Sin embargo me parece que el error no radica en totalmente en ese mostro gigante que llamamos sociedad.   Puesto que cada uno de los que existimos, nos quejamos y habitamos la ciudad pertenecemos, en alguna medida, nos guste o no a la Sociedad, entonces tenemos cierta parte en el acontecer de lo social.  Y si la Sociedad tiene la culpa sobre aquello que nos acontece, entonces cada uno de  nosotros la tenemos.  Y ello proviene en gran medida de aquello que estamos entendiendo como ser humano y de aquello que entendemos como ciudadano, bajo un presupuesto hobbesiano nos aliamos y formamos sociedad con el fin de sobrevivir y que no nos matemos unos contra otros.   Luego entonces, funcionamos como parte de un engranaje social como medio de supervivencia y esto último obedece a la condición que tenemos previa a lo que conocemos como humanidad: somos animales que poseemos un instinto que nos lleva a buscar el sobrevivir a costa de lo que se pueda.  Por más crudo que pueda leerse no podemos negar la animalidad que poseemos, pues si es negada o reprimida, tarde o temprano explota de tal manera que produce violencia asociada a un mal moral.

Sin embargo actualmente seguimos negando y reprimiendo ese instinto animal (a lo cual tendré por bien llamarlo desde ahora como “bestia”,  explicando lo que connota cada tipo de bestia en los capítulos siguientes) que poseemos y que es parte natural nuestra, además de asumir como correctos y cómo “verdades individuales” los diversos discursos que la historia en Occidente nos ha venido presentando.   El problema no radica en la asunción de tales discursos, pues a fin de cuentas históricamente las sociedades se han construido y tomado forma dependiendo siempre de un discurso que pueda dar lugar a la construcción de un papel social, una máscara o disfraz como patrón de una pretendida identidad o self[1],  sino en que actualmente esas máscaras (como las llamaré y explicaré posteriormente a las bestias) han sido recubiertas por otros discursos que buscan el reemplazo de la máscara como dispositivo de control social, pretendiendo la fragmentación de un sistema conocido como sociedad, y refugiando al ser humano en un mundo creado a su imagen y semejanza, dando un rostro “humano” a lo que no es humanidad ni bestia, sino mera maquina cuya función es ser una pieza reemplazable que puede predicar de sí  misma la multitud de recubiertas que quiera colocar a su máscara.   A esas recubiertas las llamaré antifaces.  Los antifaces buscan el reemplazo de la máscara mediante su fragmentación y  dan lugar a una nueva visión, a un rostro de hombre que pone sus esperanzas en aquello que pueda darse supervivencia y, mediante un discurso transformado y que promete ya no la trascendencia de la vida sino la mejor supervivencia, aislarse de la construcción de la comunidad, de la experiencia del día a día con los otros, de ocultar la animalidad siempre presente en lo que promete ser el rostro del hombre definitivo, Golem de nuestros tiempos: el Cyborg.

Claro que, mientras el ser humano se embarca en la búsqueda de su esperanza, eventualmente la represión de su animalidad rechazada y desconocida por el temor hacia aquello que en realidad es, las bestias suelen aflorar en un estallido de violencia, mal controladas y poco conocidas por sus poseedores, que llevan a la destrucción el hombre de arcilla recubierto de tecnología que hemos formado en la cultura occidental cómo producto del alejamiento y rechazo de nuestras bestias y pasiones.

Estos breves ensayos pretenden mostrar cómo es que funciona todo aquello que hemos perdido y reprimimos, nuestras bestias, las máscaras y los antifaces como dispositivos de control social, con el fin de mostrar una orientación hacia aquello que somos y que nos configura como seres humanos.   No pretenden ser una guía definitiva o un nuevo decálogo moral sobre lo que debe ser el hombre,  apenas y podrán mostrar los atisbos de las relaciones en las cuales nos movemos y que configuran nuestra existencia, para romper con el Golem que llevamos y comenzar o re-comenzar con nuestro descubrimiento de aquello que somos.  Los alcances y el éxito o el fracaso dependerán del viaje que cada cual inicie consigo mismo y de todo aquello que decida quebrar o reconfigurar en sí, la creatividad con la cual sea capaz de romper los antifaces y colocarse nuevas o viejas máscaras, de dejarse dominar por sus bestias y conocerlas hasta los límites que puedan llegar.  Después de todo, quizá el ser humano, como lo construían a finales de la Edad Media algunos filósofos,  no sea algo ya definido (como es el caso del Golem), sino un ser que puede tender hacia aquellas configuraciones: bestia o ángel, que lo conformar sin llevar a definirlo por una sola.   Comencemos entonces el viaje  mostrando qué es un Golem y nuestra situación actual.  Puede que seamos Golems en lugar de seres humanos.

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[1] Eugenio Trías, Filosofía y carnaval y otros ensayos, Anagrama, Barcelona, 1884, 15p.

La dinámica del mártir (Parte II) ¿Mártires producidos por el Estado o por la comunidad?. El origen de los relatos.

La dinámica del mártir es un dispositivo de control político que eleva la supremacía moral de una comunidad, por encima  de la  un sistema, mostrando desde el punto de vista de los miembros de la comunidad el error moral y los fallos del Sistema mismo al condenar a un miembro “justo”    Normalmente el dispositivo del mártir funciona de la manera anterior, como fue en el caso de los mártires cristianos de los tres primeros primeros siglos del cristianismo. Pero, ¿qué sucede cuando surge un doble discurso a favor de la creación de mártires, y ese discurso es dirigido por el mismo Estado?    Para ello haré un breve recorrido por la historia del martirio cristiano, con el fin de  encontrar los procesos a los cuales la comunidad da lugar  dentro de la formación de la dinámica del mártir, para luego trasladarlos y compararlos al acontecimiento actual de los mártires de Ayotzinapa, mostrando de ésta manera parte del funcionamiento del dispositivo político del mártir.

-El discurso y relato de los Dolientes.

El surgimiento de la figura del mártir, proviene del dolor presente en una comunidad por la muerte de alguno o varios de sus miembros ante una injusticia cometida por el Estado que decía resguardar sus intereses.  El mártir es declarado como tal luego de un proceso dentro del cual la comunidad se vuelve doliente, no sólo por el hecho de la muerte de sus miembros, sino por la manera en que murieron, denotando que quiénes son sometidos a muerte fueron considerados como menos que humanos (dado que el martirio implica crueldad y tortura hacia quienes se les ejerce  cierto tipo de violencia normalizada, bajo un discurso dentro del cual el violentado merece un castigo por quebrantar la norma jurídica).    Ante ello y solo hasta luego de su desaparición y muy probable muerte, si es el caso donde se hallaron restos, la comunidad se duele ante el desgastarse en pensar  la manera en que los habrán matado, así como  el sufrimiento  con el cual fueron despojados de la existencia, solo hasta que surge un relato que cuente lo que ocurrió y recuerde los hechos, son convertidos en mártires.

Ante el dolor,  para la comunidad, ya no se trata simplemente del hermano, amigo o esposo muerto, sino de alguien que fue capaz de dar su vida por los ideales que la comunidad intentaba vivir, es el máximo sacrificio que un ser humano puede hacer, y para el cristiano, la representación del sacrificio máximo ocurrido en el mártir por excelencia del cristianismo: Cristo.  En ello consiste el primer discurso que surge al elevar a la corona del martirio a quien ya no hace presencia de su existencia ante la comunidad, pero sí de sus actos.  A éste discurso lo llamaré el discurso de los Dolientes, el cual  básicamente  exige la justicia sobre sus mártires y reparación del daño mediante la no repetición de la producción de mártires.  Con el cristiano, esto se ve cubierto mediante la obtención de la salvación al repetir la dinámica de sacrificio de Cristo con su propia vida.   Es éste un discurso que habla entonces sobre la denuncia de la injusticia, más que del ejercicio de la justicia.

Pero se halla también otro discurso, el cual normalmente resulta opuesto al discurso de los Dolientes y que pertenece a la Bestia mayor  que domina  tanto a dolientes como a no-dolientes.   En él se señala que si se mató a alguien, fue por infringir  alguna norma que diera orden a la sociedad.  En el caso de los cristianos de los primeros siglos, eran matados por cometer el crimen de “lesa majestad y el sacrilegio, siendo condenados por ateísmo”[1], lo cual consistía en negar la divinidad del Emperador al reconocer  como único Dios  a Yaveh, y a Cristo como dueño y señor del mundo.   En sí la falta por la cual se castigaba con la muerte a los cristianos era  de origen jurídico, ni siquiera religioso, pues poco le importaba al Imperio en quién creyeran los cristianos, siempre y cuando no atentara contra el orden establecido por el Imperio mismo.

Luego entonces, el castigo  infligido sobre una pequeña comunidad era dado  a causa de que la comunidad rompía con el esquema normativo de la ciudadanía romana.   Desde éste discurso no hay mártires,  sino sujetos  a castigar por romper con la dinámica de ser un buen ciudadano.  Al menos durante las primeras persecuciones contra los cristianos, el  Imperio no tenía la necesidad de crear mártires,  pues muchas veces los sujetos que sufrían castigo de muerte ni siquiera eran considerados como ciudadanos (recordando que dentro del Imperio Romano la  esclavitud era permitida, y la ciudadanía romana sólo podía ser ejercida por hombres libres que  eran hijos de ciudadanos romanos, o había comprado su ciudadanía), es decir,  entes que han perdido o carecen de derechos, y por ello pueden ser castigados, puesto que ni siquiera son capaces de copiar el esquema del buen ciudadano que, en esos tiempos, correspondía al ciudadano romano.   A éste discurso lo denominaré como el “discurso del Estado”, que busca señalar que existen sujetos dignos de castigo y que no son mártires por el hecho de quebrantar el orden social sobre el cual se fundamenta el Estado, es decir, el ejercicio de la justicia en contra de quienes se manifiestan contrarios al orden social.

Dado lo anterior, el primer elemento que he de rescatar y reconfigurar, pertenece al “Relato”, que surge a partir de dos discursos que resultan ser antagónicos , y que cuentan de una manera muy distinta un mismo hecho;  el relato de los Dolientes, que nos lleva a la construcción de la figura del mártir, y el relato del Estado, que se ocupa de señalar a uno o varios individuos, que han de ser castigados por romper con las leyes que llevan al orden social.

 

Una vez que tenemos presentes  los discursos de los Dolientes y del Estado, podemos trasladarlos, con sus debidas precauciones contextuales e históricas, a nuestro contexto actual y a los mártires de Ayotzinapa.   Primero, el relato de los Dolientes.    ¿Cómo desaparecieron los normalistas según sus familias y la comunidad estudiantil a la cual pertenecían?.    Se nos cuenta que los normalistas fueron a Iguala con el fin de recolectar fondos para continuar con sus estudios, ello dada su situación de bajos recursos y falta de material para trabajar.  Con ese fin, secuestraron un autobús, cuestión que parece ser muy común en Guerrero y otros estados de la república a causa de la falta de apoyo económico por parte del Estado.    Luego fueron interceptados por policías, según algunos detalles del relato, ser balaceados y desaparecidos, ello lo atestiguan en algunos diarios otros compañeros normalistas que veían el proceso en el cual se llevaron a sus compañeros, y que asistieron posteriormente al velorio de aquellos  normalistas que fueron encontrados muertos, luego de severas marcas de haber sido torturados (no fueron encontrados todos los desaparecido, pero al momento de originar el relato, puede presuponerse que los demás sufrieron un trato similar).   Tras los primeros días de este hecho, algunos estudiantes creían que, como afirmaba el comunicado del Estado, sus compañeros habían corrido la mala suerte de atravesarse en una balacera entre sicarios y policías, y que por ello, aquellos que aparecieron muertos días más tarde, habían sido torturados por los sicarios.   En éste punto el relato se fue armando o sólo con el acontecimiento de la persecución y el tiroteo, sino por los sentimientos sumados por las familias cuyos hijos habían sido encontrados con señales de tortura brutal y ya sin vida.  El terror acompañado del miedo, montados en su caballo negro asoló entonces las cabezas de la comunidad estudiantil de Guerrero y de los familiares de los desaparecidos: “Si ya encontraron a tantos muertos, los demás pueden estar de la misma manera”.   El terror es un factor que ayuda enormemente a la creación de éste tipo de relatos, pues en realidad no se sabe qué sucedió con el resto de desaparecidos, pero se tiene el sentido inmediato de que lo más probable es que se hallen en las misma condiciones que muestran el horror de los muertos encontrados.  El terror es una consecuencia del miedo generalizado por una situación que causa horror a los ojos humanos ¿cómo es posible que haya sucedido esto, que haya llegado a éstos extremos?, Esa pregunta surgió inmediatamente dentro de la comunidad.

El relato cargado ya con el miedo y el terror sugirió una respuesta que da lugar a la creación de los mártires: “vivos los queremos, vivos se los llevaron”.  Ante la incertidumbre y el miedo, la respuesta de la comunidad que duele por sus desaparecidos es la negación de aquello que parece evidente por el horror mostrado con unos cuantos; ello llevará  a la exigencia de quitar a un Estado que no es capaz de garantizar las condiciones de seguridad a sus habitantes, y, peor aún,  un Estado que permite la injusticia sobre quienes trabajan por construir un ideal.  Ello llevó eventualmente a  la negación sobre los cuerpos calcinados que el Estado ofreció como respuesta de una injusticia.  Pero eso es ya parte del relato del Estado en confrontación con los dolientes, y merece la atención de otra entrada.   La creación del mártir por su comunidad  responde no a la exigencia de justicia, sino de  la garantía de salvación mediante el mostrar la injusticia en unos cuantos.

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-El Discurso y relato del Estado.

Según el Relato del Estado, los desaparecidos habían ido a manifestarse en contra de algunas reformas implantadas por el gobierno, así como la falta de apoyo que no les es otorgada por el Estado mismo.    Además de tocarle la mala suerte a los desaparecidos de atravesarse en medio de una balacera entre sicarios y policías.    Inicialmente se declara no saber qué sucedió con los desaparecidos, pero sí que el poder judicial pondría todo lo que estuviera a su alcance para hallarlos.

Resulta que mientras se fue desarrollando éste hecho en Guerrero, dentro del mismo estado había y aún hay una serie de problemas más graves:  en primera el gobierno de Guerrero se halla en problemas, parece ser que va a destituirse, encapuchados no militares tienen las fronteras del estado vigiladas e impiden la entrada y salida de cualquiera que ellos no autoricen, desaparece mucha más gente en el estado, pero como no son estudiantes y no hay un reconocimiento por parte de ello de parte del Estado,  no entran en la dinámica de mártir y quedan como meras víctimas sufrientes dentro de la historia a la par que sus familiares.  Más tarde el estado de Guerrero entra en una supresión de gobierno, no hay ley, deberían de abrirse nuevas votaciones, algunos datos mencionan y apuntan a la posible separación de Guerrero de los Estados Unidos Mexicanos.  Y uno, querido lector, puede preguntarse ¿y eso por qué, ?, y luego ¿y tus fuentes?.  Basta con informarse un poco, investigar, salir un poco de los mártires que se nos presentan ara ver qué otras cosas suceden detrás.    No por nada Guerrero es uno de los principales productores ilegales de opio que se va directo a los EEUU, entre otras cuestiones (zonas turísticas, riqueza natural), y quizá aprovechando el “buen fin” todo esto no sea más que una dinámica política para ocultar lo que  pasa detrás.  Es la creación de unos mártires, no,  de Los mártires estudiantes normalistas, para tapar el pozo de muchos mártires más que no llegarán a ser coronados, pues no tienen un discurso político que los levante.

Pero habíamos quedado en un inicio que el discurso del Estado no reconoce al mártir, sino que lo condena por romper con el orden social.  Y mire usted, querido lector,  resulta que el Estado dice ayudar a la búsqueda de los desaparecidos, pero reconoce en u principio que habían ido a manifestarse a Iguala  que ejercieron actos violentos  frente a las oficinas de gobierno, con ello ya se rompe el orden social, con ello, al menos para quienes ejercen el poder judicial, ya existen sujetos que castigar y violentar.  Sólo que aquí  el Estado maneja un doble discurso para taparle el ojo al buey: niega y crea mártires a la vez, pequeños mártires que, apoyado en el discurso de los Dolientes y estudiantes anexados,  elevan a sus mártires al altar, y les dan un simbolismo tan grande que ya se puede maniobrar políticamente por detrás de ellos con menos discreción.   Más tarde el gobierno corta cabezas, se encuentra a los culpables y se entregan a la justicia, pero para éste momento los mártires ya han sido elevados, y el discurso de los Dolientes es contra la injusticia, no importa ya que  hayan hecho justicia, pues lo que se exige desde la dinámica del mártir es el evitar que la injusticia se vuelva a cometer.  Entonces el crimen hecho por algunos ya no queda en los  que ejecutaron el hecho, sino en el Estado que permitió que ello ocurriera, un Estado que no es capaz de garantizar la justicia dentro de sí.  Pero eso es lo que se defiende tras el relato de los Dolientes, que no cesarán de exigirlo bajo riesgo de perder a sus mártires, se rompería la dinámica si se cayera en ese juego.  Y mientras el movimiento de los 43 sigue agarrando fuerza y pretextos políticos, como sucede con todo mártir en la historia.

Más tarde el Estado termina su relato con entregar los cuerpos de os desaparecidos, calcinados, sufridos y sufrientes.  Pero el discurso de los Dolientes ya está políticamente montado, será imparable hasta conseguir su objetivo, luego de ello será usado eventualmente para justificar violencia en contra de violencia por pequeños grupos.  La historia nos lo ha enseñado y no aprendemos.  Y tano Estado como Dolientes han logrado sus relatos y discursos.  El telón no puede ser cerrado y la función debe continuar.

Y yo le pregunto a usted, querido lector ¿Dónde está parado?, ¿participa usted de alguno de éstos discursos? ¿desde qué parte del Coliseo mira la función, ¿no será que hemos caído exactamente dónde el Estado quería colocarnos, o me equivoco?

A fin de cuentas, presento este análisis comparándolo con el martirio cristiano, así que  bien podemos suponer que nos hallamos en el Coliseo Romano, mirando el espectáculo de la ejecución de los mártires, quizá  mirando lo a la fuerza o por morbo.  Pero ello tendrá que contestárselo usted.

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Citas Textuales:


[1] Cf.  Santos Narciso, Cristianismo e Imperio Romano durante el siglo I, Ediciones Clásicas, Madrid, 1994, pág.  38.

La dinámica del Mártir

Escribo esta entrada, haciendo un paréntesis entre los temas que usualmente delimito en éste blog.  No sin alejarme de un punto de vista genealógico ni del tema de la violencia.   Y lo hago con el fin de  presentar un bosquejo sobre el desarrollo de una dinámica muy particular que se ha venido suscitando en las actividades estudiantiles y de masas,  motivadas, según se cuenta,  a razón de los  43 estudiantes desaparecidos.  Y antes de que se me someta condena de ser quemado en leña verde por insensible, o debido a una interpretación sobre éstas líneas dónde se especule y afirme que  el autor está en contra de la movilización y protesta actuales, hago una breve advertencia de que no es lo que busco al escribir esto.    Quizá, en el mejor de los casos, aquello que quiero plantear es  que, al consentir una dinámica como la que  presento aquí, nos estemos colocando  en el lugar que interesa a quienes manipulan la entrada y salida de información política del lugar dónde vivimos, y que nominamos como país.

¿A razón de qué, estudiantes y masas se han movilizado en protestas, marchas y paros desde hace aproximadamente más de un mes?.  De acuerdo a lo que he podido consultar  de información, desde diarios,  redes sociales,  testimonios en línea, panfletos y griterío de  masas, parece ser que la premisa  principal, muy resumida y sosa, es que esos 43 eran estudiantes.  Y que, ya con un poco más de trabajo,  la represión sobre ése grupo concreto, ha provocado entre otras razones, la unificación de diversos sectores estudiantiles, abanderados  por su lucha constante en contra de los cambios al Sistema Educativo Superior, que ha pretendido establecerse  en el país, ello dado que tenemos un sistema de educación pública.   A todo lo anterior, ¿cómo no iban a enardecerse  los grupos estudiantiles y demás si exactamente los 43 eran estudiantes?.  Y con ello llego al comienzo de aquello que he venido desarrollarse desde la ocurrencia de éstos hechos.

Según las acepciones mostradas por la RAE, «Martirio» hace referencia a “muerte o tormentos padecidos por causa de una religión o ideales.“ Además su origen se remonta al latín martyrium (cuya traducción tomaré por testimonio).  Con ello tenemos ya que el martirio es el testimonio en nombre de un ideal, cuya resultante es la muerte  a través de diversos tormentos.    Aunado a ello, asumo que vivimos en una sociedad cristiana sin Cristo (entendiendo esto  de la siguiente manera: muchos de los conceptos que manejamos, así como prácticas y costumbres, provienen del Cristianismo que nació en los Concilios Ecuménicos a partir del s III, y para quienes crecimos en un ambiente mexicano,  nos hallamos impregnados de cristianismo medieval y español), por lo que la figura del mártir nos evoca al santo enaltecido  por la defensa de su fe hasta el último momento, por la firmeza ante un sistema represivo  que no acepta los ideales de vida de un grupo cuya práctica de vida es contracultural en su momento.

El martirio cristiano pasa por diversos momentos a la hora de elevar las acciones de un sujeto que ya no se halla presente hasta el altar del sacrificio.    Las actas de los mártires fueron construidas con base a las leyendas que la comunidad recordaba,  para enaltecer la figura del mártir el relato era adornado con situaciones que rompían con la cotidianeidad del asunto: he aquí los milagros.   También se buscaba con ello enaltecer la participación de lo divino en la voluntad humana, por lo cual se omitían los errores que el mártir pudiera haber cometido, pues el bien realizado  y ganado por la corona del martirio, debía superar al mal  hecho en algún momento (ello dado que el  candidato a mártir era, de origen humano, y por ello comería errores).   Sin embargo, la humanidad era superada por la gracia concedida por la corona del martirio, es decir, los pecados eran borrados y trascendidos por una autoinmolación del sujeto al defender su fe, ello era reflejado en las actas de los mártires al describir hechos insólitos como que el mártir parte sin dolor alguno, libre de enfermedad, o cantando himnos.   Luego de la lectura de las actas de los mártires, el sujeto era elevado, ahora sí, al altar como santo y mártir; sus restos, si era posible rescatarlos, recibían los últimos sacramentos, eran limpiados y venerados por la manifestación de lo divino a través de ellos.

Y el lector podrá preguntar con justa razón ¿y todo eso qué tiene que ver con los desaparecidos, a lo mejor ni cristianos eran?.  Es más, ni siquiera los hemos encontrado.

Poniendo un poco de atención al breve resumen sobre el martirio cristiano, el primer paso para reconocer a un candidato a mártir es que ya no está,  que ha sido violentado de la comunidad donde estaba y que, por supuesto, pertenece a una comunidad  de quienes lo elevan como mártir.  En éste caso, son estudiantes  que pertenecen a una comunidad, y que  por ese hecho mueven ya a la comunidad estudiantil que ve que a ellos les puede pasar lo mismo,  que fueron violentados luego de estar en su comunidad ejerciendo su ideal, y que de repente ya no están.   Ipso facto se  presupone, dadas las condiciones de nuestro país, que han muerto y que si es el caso, no lo hicieron de una manera indolora.    Surge luego la especulación ¿quiénes eran y por qué se los llevaron? (A qué comunidad pertenecían).   Luego de un poco de información, nunca directa, sino de testimonios recopilados de por aquí y por allá,  se encuentra una identificación para ellos, surge entonces, desde una comunidad estudiantil, la idea sobre éstos individuos desaparecidos que, antes de saber sus nombres, eran estudiantes.  Comienza  la segunda etapa de los candidatos a mártires de la comunidad estudiantil.

“Se los llevaron por ser estudiantes”, “querían un cambio en la educación”, “Ellos cumplían bien con su trabajo y por eso se los llevaron”.  Aparece la justificación moral, el adorno del relato, de las actas de los mártires.  Y cómo respuesta de la comunidad estudiantil sobre éstos hechos surge el grito de guerra y lema: “vivos se los llevaron, vivos los queremos”, surgen los hashtags de redes sociales “Yosoyayotzinapa”, en solidaridad con los nuevos mártires.   Surge la negación del acontecimiento para elevar al altar a los nuevos caudillos de la lucha estudiantil.  Por instinto y sentido común se presupone su muerte, si se los llevaron es por que ya no van a regresar, fueron torturados, alguien subió fotos de ello.  Pero el grito de negación es en realidad por la exigencia de que ya no haya más mártires,  es el grito de la impotencia romántica resquebrajada por un acontecimiento y luego parchada por la leyenda construida sobre el hecho.   Con el paso de los días aparecen 42 cuerpos en un río, pero seguramente ellos no son, la noticia es cambiada al día siguiente por  16 cuerpos de los cuales no se tiene la certeza que todos sean humanos.  ¿Y ello por qué?.  Para quienes mueven la marioneta cósmica política del país no conviene que un movimiento que jala adeptos y mueve (valga la redundancia)  centenares de estudiantes y agregados,  con sus mártires recién elevados al altar. Quizá debido a que detrás de todo ese movimiento comunitario y hasta fraterno (facultades de la UNAM que no se iban a paro se fueron), se halla un agujero más grande, un problema que deshace a todo el país, la aplicación de dinámicas diversas a la del mártir que ocurren día a día  y que no son vistas, aunque sucedan frente a la nariz de uno, porque han sido normalizadas ante la prioridad de los mártires estudiantes.

“Nos duelen sus muertes”, “Ya se destaparon más de N fosas comunes con entre 60 y 100 personas por fosa, pero NO son ellos”.   Se pretende apelar entonces a la humanidad, pero ¿no son acaso los rasgos humanos de los 43 lo que se desaparecieron para volverlos mártires?, ¿no son los 43 héroes que lograron una lucha sobrehumana y por eso fueron llevados?. Nada sabemos de sus costumbres, algunos estudiantes del movimiento ignoran sus nombres, nada se comenta de sus “males morales”: que si fulano consumía marihuana. Que si zutano le ponía el cuerno a su mujer.  Todo ello no es relevante en la construcción de la figura y dinámica del mártir.    Y usted, apreciado lector, podrá reclamarme y decirme que a fin de cuentas eran humanos.  A lo que yo respondo que  efectivamente eran humanos, pero que si yo tengo que llorar y pelear por ellos que murieron injustamente por ser humanos, tengo que hacer lo mismo con cada humano que muere en situación injusta:  policías y soldados muertos en tiroteos,  todas y cada una de las víctimas del narcotráfico (incluyendo a la par a narcos y a quienes están en fosas comunes), pues todo ellos fueron seres humanos, alguna vez tuvieron nombre  y apellido, y a fin de cuentas son víctimas no de su humanidad, sino de la Prostituta de Babilonia que da de beber a todo aquel que es «poderoso» con la sangre de los mártires, tengo que culpar a la Bestia llamada sistema.  Eo solo por echarle la culpa a alguien externo a mí, como si yo no poseyera deformaciones de bestias pequeñas, que tras ciertos discursos tengo que ocultar bajo máscaras y antifaces que conforman la sociedad y nos regresan a la Bestia Sistema.

Pues poseemos dentro todos los seres humanos, a la par, bestias pequeñas que evocan la supervivencia instintiva de cada cual.  Algunas de ellas han deformado el instinto de supervivencia,  y un discurso que les permita matar a su igual y disfrutar su muerte.  Es decir, un discurso que normalice la violencia que esconde una bestia deformada que obedece a la sed de sangre.

A fin de cuentas ¿qué nos garantiza  que  tras la desaparición de los 43, que tras las narcofosas que tras la muerte de unos 25 “delincuentes” a manos del ejercito en una bodega la semana pasada (que por cierto, ya se habían rendido cuando el ejército los alcanzó), no sea sino la sed de sangre, el gusto por matar de una bestia deforme, que se halla justificada por una Bestia mayor que la embriaga de “poder”?

 

¿Qué mecanismos hemos desarrollado para ocultar nuestras bestias instintivas?

¿Qué ganamos con hacer mártires a algunos, si potencialmente podemos ser mártires?

¿Qué escondemos tras nuestras máscaras, y qué se esconde tras todo éste movimiento?.

¿Qué entendemos por ser humanos?, y si nos declaramos humanos, ejerzamos nuestra humanidad al 100.  No neguemos nuestra humanidad desde el martirio.  Al menos no si no sabemos las implicaciones detrás de ello.   Analicemos un poco más a fondo  los signos de los tiempos que se nos presentan antes de actuar.

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Las “bestias de los bosques”. (Parte 1)

 Dado que las bestias reflejan las pasiones que poseemos como humanos, creo importante hablar sobre un segundo tipo de bestias. Recapitulando, la “bestia primitiva” es aquella que obedece al impulso más básico que poseemos como animales: la supervivencia, que a su vez se ve reflejada en la invención del concepto de “trascendecia”, como manera de racionalizar un instinto tan primitivo y hacer una distinción entre animales racionales y no-racionales para mostrar una supuesta superioridad de los primeros sobre los segundos.  Sin embargo, nuestras pasiones no se limitan al mero hecho de sobrevivir, y por ende, luego de la «bestia primitiva» hallamos otro tipo de bestias que siguen moviéndose desde lo pasional.

Luego del conocimiento y aceptación de la bestia primitiva que todos poseemos, vienen dos tipos de bestias que obedecen en un primer momento al placer obtenido por el reconocimiento que obtenemos de los otros, lo cual tiene como resultado el deseo de trascendencia sobre la muerte.  A éstas las llamaré las “bestias de los bosques”, pues sus orígenes antropológicos se remontan a la fertilidad del bosque y a seres mitológicos griegos cómo sátiros y ménades en la primera bestia, mientras que la segunda se identifica con el héroe antiguo y, en los extremos con las figuras bíblicas de Jacob y Lucifer.

a) La bestia del Eros – Fertilidad.

Algunos autores medievales y renacentistas, sobre todo los influenciados por la corriente neoplatónica, consideran al Eros como fuente de la creatividad, la melancholia y el impulso creador del mago, que es capaz de trasformar la naturaleza a voluntad.  Pero antes de que éste fuera pensado, se encuentra, muchos siglos antes, las relaciones anímicas de los chamanes  al surgimiento de la cultura del homo sapiens, dónde la Diosa primera y principal era la Fertilidad, representada en pequeñas estatuillas de mujeres voluminosas que intentaban transmitir la capacidad de que podían dar a luz y tener descendencia.  Ello es importante dado que el Homo Sapiens, como todo animal, busca alguna defensa ante la naturaleza hostil, y tras no contar con garras o gruesa piel, desarrolla la razón como medio de supervivencia, tras darse cuenta de aquello que puede hacer con esto ultimo comienza a desarrollar un pensamiento que le permita creer que la muerte no es inútil, y que puede transmitir aquello que logró hacer en su corta vida a la siguiente generación.   Con ello nace la cultura entendida como aquello que es dejado para la supervivencia de una generación a otra, con el fin de mejorar cada vez más y no morir tan pronto.  Pero también surge a la par, poco a poco, la idea de la trascendencia y la inmortalidad;  si aquel que muere es capaz de dejar su técnica  de supervivencia a la generación siguiente, no muere, sino que permanece de una generación a otra a través de sus actos.   La procreación, que proviene de un reflejo básico de supervivencia va cobrando un sentido mítico que comienza a disfrazar el sobrevivir como algo más importante, el no morir.  Claro que la muerte biológica es inevitable, pero el sentido metafórico de no-muerte queda plasmado en lo transmitido a el resto de la comunidad, a tal grado que con el pasar del tiempo ello dará lugar a la figura del Héroe como aquel que es capaz de dejar al resto de la comunidad una manera de sobrevivir bajo ciertas acciones, naciendo entonces la moralidad y la división entre actos de bondad y maldad.

Cabe aclarar que la bestia de la fertilidad per se y en su orígenes no tiene un valor moral, es tan solo una manera de sobrevivir, sin embargo con la evolución de la comunidad y la complejidad de supervivencia de una comunidad ante otra, es necesario el establecimiento de ciertas normas que impidan se maten entre ellos, tal como el el pacto celebrado luego del estado de Naturaleza hobbesiano.   Luego entonces se busca el ocultar a la bestia, rechazándola como mero impulso de supervivencia, y destacando únicamente aquello que busca dar un sentido a la supervivencia en un mundo hostil.   La bestia es entonces censurada, ocultada por vergüenza a reconocer el objeto principal de supervivencia bajo un código moral que señale como inadecuado o malo el pensar únicamente en sobrevivir, pues si un individuo piensa en sí mismo y su supervivencia, fractura la división de trabajo en la comunidad, rompiendo con el esquema de sociedad de su tiempo.

Pero esa bestia de la fertilidad provoca también el movimiento del Eros como capacidad creadora ante el supuesto orden social.  Las bestias no pueden ser reprimidas totalmente, pues son parte de la naturaleza misma del ser humano, por ello los griegos representaban éste aspecto bestial en Baco y su corte de Ménades y Sátiros.  Era necesario el sacarla bestia interna en algún momento so riesgo de que si es retenida, tarde o temprano emergerá violentamente, solo que la justificación que adquiere tras el mito griego es de aspecto ritualista, la fertilidad da lugar al placer, reconozco al otro como mi igual, como bestia que busca su supervivencia – trascendencia y ello provoca el deseo de la inmortalidad, de ser perpetuado.  Por ello el reconocimiento a través del placer da lugar a cierto impulso capaz de crear no sólo vida, sino mito que actualize la supervivencia dentro de la sociedad.   Ello es la fuerza creadora del Eros que posteriormente rescatarán los neoplatónicos.  Una bestia disfrazada de razón creadora.

En la actualidad se repiten los mismos esquemas, la mascara de ésta bestia de los bosques es actualizada como dispositivo de control social, se le despoja de su impulso creador y de trascendencia para simplemente mostrar un placer que pretende llenar el vacío de alguien con otro vacío que espera lo mismo, el problema es que tras la mascara que cada cual porta y que según muestra una bestia erótica escondida, no hay sino un hueco, la bestia se ha reprimido y confundido, se le han despojado de sus colmillos, y tras una angustia de supervivencia que ha olvidado sus orígenes, no puede hallarse ya la bestia perdida, famélica tras carecer de su alimento de fertilidad – trascendencia. Ello da lugar a comportamientos violentos por negar la naturaleza de la bestia y buscarla tras una mascara vacía, pero ello lo analizaré en la siguiente parte.

 

 

 

El surgimiento de la “bestia primitiva”

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Me parece importante precisar los mecanismos bajo los cuales se sostiene la publicación anterior, tales como el título mismo sugiere; las Bestias y las madrigueras, para desembocar posteriormente en la normalización de la violencia dada en los sectores medio-bajo y medio-alto, de la población a la cual pertenezco y dónde se desarrollaron los hechos de la entrada anterior.  Ello con el fin primordial de aclarar en qué sentido uso cierta terminología, así como presentar el análisis de carga conceptual que puede aportarnos cada término para una reflexión filosófica.  Para ello comenzaré con la identificación y análisis de los distintos tipos de Bestias.

Dado que he comenzado con una cita de Pico Della Mirandola, habrá que aclarar qué entiende tal autor por dicho término en su “Oración por la dignidad del hombre”: la “bestia” es un estrato inferior de la creación y, en el caso del hombre, representa los instintos y pasiones animales adoptados y desarrollados por éste desde su condición de creatura.  Es decir, el autor del Discurso sobre la dignidad del hombre parte de una particularidad específica que puede o no, dependiendo de su dominio y uso, aportar un bien utilitario a la sociedad.

La adopción de las pasiones animales una vez que son dominadas y conocidas por el ciudadano, quién se asocia con otros que son capaces de dominar sus bestias, es usado con fines políticos como el ejercicio del poder de una ciudad sobre otra, sea en el caso de la guerra, dónde el sometimiento de un grupo sobre otro dependerá, en cierta medida, de la fuerza y opresión que la ciudad dominante es capaz de ejercer.  Claro que para Pico la guerra no depende solamente del ejercicio de la bestialidad como propiedad de un grupo conformado por ciertos individuos, ya que el modelo de ciudadano y de hombre propuesto es aquel que es capaz de dominar, no sólo sus pasiones bestiales, sino también sus virtudes angélicas, como es el caso del ejercicio del intelecto y la contemplación de lo divino como verdad, que da lugar a la Concordia, pudiendo evitar de esta manera la guerra si aquel que es distinto es capaz de moldear sus acciones desde la imitación de los serafines.   De ello que el ciudadano tiene la obligación del conocimiento, control y dominio de sus pasiones bestiales.

Pero, analizando la postura de Pico desde un enfoque foucaltiano, la Concordia no es más que otra manera del ejercicio de poder.  Para Foucault el poder no está contenido en un solo sector como es el dominante; el oprimido participa también del ejercicio del poder en la medida de que, el tomar el rol del oprimido sumiso permite obtener cierto control sobre el grupo dominante.  La opresión dura hasta que el oprimido deja que así sea.  Normalmente es  necesario que el dispositivo de control establecido por el grupo dominante sea lo suficientemente fuerte para mediante el miedo evitar que el oprimido pueda darse cuenta de que puede invertir el control que lo oprime de alguna manera.   Sólo en algunos casos excepcionales, cuando el dispositivo de control tiene una fractura, el miedo se transforma en una angustia que sobrepone instintivamente la supervivencia animal.  Una “bestia primitiva” ha aflorado entonces para asegurar el sobrevivir.

Si bien se dice que el ser humano busca su trascendencia como «algo» superior a su animalidad, autores como Ernest Becker señalan que en realidad la trascendencia obedece al instinto más primitivo de supervivencia, solo que ahora evolucionado en un querer trascender o «eclipsar» la muerte.  El ser humano ya no busca trascender  a través de la heroicidad como los helenos antiguos, ahora traslada el papel del héroe a aquel que cumple con cierto status social y de vida, crea una máscara que refleje su trascendencia a la muerte para ocultar su bestialidad misma y, su máscara de terror a la muerte como todo animal indefenso ante un mundo amenazante que puede colapsar en cualquier momento.

La Concordia se logra solo sí ambas partes se mueven en un entendimiento mutuo como parte de una misma creación, logrando unificar las diferencias de pensamiento bajo el supuesto de que todos tienen algo útil que aportar a la Ciudad se cual fuere su credo.  Pero bajo el contexto medieval-renacentista donde se ubica Pico, y, aún bajo nuestro contexto actual, esto no es más que la idea de Utopia que la ciudad toma como modelo para guiarse moralmente, tratando de evitar la muerte que se daría bajo la imposición de conciencias desde la bestia primitiva, es decir, logrando un pacto social de convivencia-supervivencia.

De Bestias, madrigueras y violencia incediaria.

 

“Las bestias, ya en el momento de nacer, traen consigo de útero materno todo lo que tendrán después.  Los espíritus superiores, desde un principio o poco después, fueron lo que serán en su perpetua duración sin fin.  Al hombre naciente el Padre le confirió simientes de toda especie y gérmenes de toda vida.  Y según como cada hombre los haya cultivado, madurarán en él y le darán sus frutos.  Si fueran vegetales, se hará planta; si intelectuales, será ángel o hijo de Dios, y, si no contento con la suerte de ninguna creatura, se repliega en el centro de su unidad, transformado en un espíritu a solas con Dios en la solitaria oscuridad del Padre, él, que fue  fue colocado sobre todas las cosas, estará por encima de todas ellas.”

-Giovanni Pico Della Mirandola, Discurso sobre la dignidad del hombre.

 

Para el autor renacentista de la cita anterior, el ser humano se halla, por su naturaleza misma, indeterminado y puede tender hacia aquello que prefiera elevarse o abajarse, según su autoformación, para poder tender siempre hacia el bien de la Ciudad.  El hombre ideal sería aquel que domina todas sus transformaciones y que puede elevarse o abajarse a voluntad según la situación lo requiera.    Ésta parece ser la idea, pero, ¿qué sucede cuando, a consecuencia de mirar un “beneficio económico” el ser humano se transforma en bestia no por el bien de sus compañeros y vecinos, sino con el fin de sobreexplotar la humanidad misma de los mas vulnerables, volviéndolos bestias y, atentando contra su dignidad?.  Y no me refiero a una mera hipótesis de trabajo, sino a un caso concreto que acaba de suceder apenas hora y media antes de redactar estas líneas, antes de no poder volver a conciliar el sueño luego de algo que, para la mayoría de la gente y para quienes “no se vieron afectados”, al menos en cuanto al daño de sus viviendas,  les parece algo normal lo que acaba de acontecer y o pasa  de ser un chisme de lavaderos por los vecinos.

Los hechos  a los cuales quiero referirme, para no dejar más en suspenso la redacción, ocurrieron alrededor de las 5:30 de mañana, al menos aquello que detonó el problema al momento, puesto que las condiciones de supervivencia y abuso se vienen presentando desde años atrás y han pasado a ser vistas socialmente como “algo normal” dentro de una población media baja que vive todo el tiempo a la espera de la violencia y  a la confrontación con el otro.   En una habitación de 4×4  habían por lo menos 20 personas amarradas en el suelo, cubiertas de orín, alguna que otra chica  a lo más durmiendo en una colchoneta sucia, despertaron siendo sofocados por el denso y negro humo que invadía la habitación.   Los dos “vigilantes encargados del orden” habían sido golpeados por un grupo de al menos cinco gentes que,  tras liberarse de las ataduras se amotinaron contra  los vigilantes y entre golpe y golpe tiraron las veladoras encomendadas a sus “santitos” para protegerse en el negocio.   Tras iniciarse el incendio los  presos comenzaron a romper los vidrios para tratar se salir, el humo fue detectado por los vecinos (alrededor de 15 familias que rentan en cuartos similares a falta de dinero, cuyas condiciones de vida no son precisamente las mejores ya que muchos de los cuartos  en el mejor de los casos cuentan con goteras o paredes enmohecidas.), quienes salieron corriendo rompiendo vidrios, puertas y lo que estuviera en el paso para avisar a la “casera” sobre el incendio que ocurría,  La presunta casera nunca dio la cara.   Algún vecino cercano alertó a los bomberos y a las patrullas, los segundos llegaron primero para levantar rastro de la evidencia, al revisar el resto de los cuartos hallaron, por cierto, unas cajas con coca y marihuana  y, al preguntar por los habitante de la vivienda no encontraron más que fantasmas en calzones corriendo por las calles.

Los vigilantes del lugar dónde se levantó el motín eran miembros pertenecientes a uno de los famosos “Grupos de AA” , tan populares y abundantes por mi colonia,  los tipos golpeados huyeron al grupo más cercano a pedir ayuda a los “padrinos” que llegaron a sacar a cuanta gente pudieron antes de que llegaran las patrullas y que, en cuanto la tira apareció huyeron a esconderse, no sin antes ponerle su  buena madrina a cuanto pelón sacaron del cuarto.

Para la mayoría de los vecinos la situación parece normal, muchos de ellos han estado en éstos “grupos de ayuda”, dónde han sido sometidos a violencia y tratos severos como golpes, comer su propio vómito, ser bañados en orín, rapados, abusados psicológica y sexualmente,  quienes aguantan el carro terminan dependiendo de  éstos grupos o saliendo para nunca más querer volver, pero para quiénes no lo hacen, usualmente mueren o sobreviven hasta llegar a puntos como suicidio o caer en algo más fuerte  que por los motivos que fueron encerrados.    Las familias de éstas personas o desconocen el maltrato o a sabiendas de la situación ingresan a sus familiares con el fin de que  éstos “sean curados”.  El hecho es que los supuestos “padrinos” heredan el puesto a sus hijos, quienes desde temprana edad (14 o 15 años) saben ya de qué va el “negocio familiar” y abusan de la gente  con el fin de sacar la mayor ventaja posible.  Es bien sabido que  los “grupos” recién ayuda de las familias, alimentos, ropa y hasta descuentos en churros, tarjetas del gobierno cuyo contenido rara vez llega a los supuestos beneficiados.   He oído de la boca de la gente a cargo de éstos grupos como “se ahorran hasta dos mil o tres mil pesos en ropa para ellos mismos, o como toca ir a recoger la dotación de pan diaria para la familia,  jóvenes que ni estudian ni trabajan pues viven ya  de lo que se supone es un beneficio para gente afectada.

Ante los hechos anteriores,  una de las preguntas que han despertado mi insomnio pese a el cansancio que mi cuerpo y mente presentan es ¿ a qué dinámicas de violencia estamos sometidos como sociedad que nos parece normal que ocurran hechos como el anterior?, y que llega a parecer tan normal el ser sometido a la condición bestial que uno puede tranquilamente tomarse un atole y una torta de tamal para partir al trabajo.   No me espanta el hecho anterior, puesto a que desde hace unos años he participado en cosas como ayuda al migrante y demás, he convivido directamente y viajado con quienes van a bordo de “la Bestia”, no me espantan estos hechos, pero lo que si me aterra, me causa enojo y me indigna a la vez, es la crudeza con la cual la gente reprime, hasta parecerle lo más normal,  la violencia que tiene no lejos de sus casas, incluso dentro de las mismas, y la condición  a la cual quienes ejercen ésta violencia se rebajan a ser meras bestias en busca de placer a costa de quienes son sus iguales y no miran como tales.

Así llega un amanecer más en la Ciudad de México, con un caso entre tantos, con la ambición de muchas bestias, con el folclore de su fauna agresiva.  Y, aunque la condición misma de abrir los ojos una mañana y vivir es violenta, como el mismo impulso de la vida, hay situaciones  donde la violencia llega al extremo de atentar contra el otro, contra el vecino, el hermano, el amigo, como si fuese algo común, la bestialidad está a la orden del día esperando devorar al mas débil , ya no hay condición angélica, mucho menos la de hijo del hombre, en algunas madrigueras de la Ciudad el ambiente se reduce a carroñería entre bestias que pelean por sobrevivir e imponerse sobre otros sin piedad alguna.

Jueves 18 de septiembre, 2014, año del Señor,  7:54 am, en algún rincón de la Ciudad de México.

JS