De carne zombie y simulacros violentos

El tema del apocalipsis zombie ha sido un recurso cinematográfico explotado con gran fuerza a partir de la primera década del siglo XXI. En dichas películas generalmente el tema es una infección o virus que ataca a la población llevándolos al quiebre del Estado y de la sociedad. Ante ello se impone la supervivencia de los individuos, a veces con el intento de reestructuración de lo social bajo aquello que ha decaído ante una violencia que consume todo a su paso.

Si bien, el tema del zombie como lo otro contrario a lo humano, ha sido tratado desde el siglo XX, su masificación y posibilidad ficcional se ha impuesto en el pensamiento colectivo como algo que podría constituir una realidad no muy lejana gracias a los avances y accidentes científicos. Por ejemplo, la cinta 28 Days Later, del director  Danny Boyle nos presenta a los zombies como infectados, es decir, individuos cuya corporalidad ha sido afectada por cambios químicos o procesos invasivos que los constituyen como ese otro capaz de consumir carne de sus iguales de manera aparentemente imparable e instintiva.

En el 2014, la introducción del Krokodrile[1] como droga barata capaz de consumir y quemar los tejidos del cuerpo, mientras los sujetos sufren de una violencia excesiva producida por sus efectos narcóticos sin cura posible y llevándolos eventualmente a la muerte; llevó al pánico general a la población de Florida debido a que un sujeto bajo dichos efectos consumió como caníbal la carne de un indigente, afectando así el imaginario común y llevando a muchos incluso a preguntarse sobre la seguridad de dicho estado ante una posible infección zombie. El apocalipsis había llegado; al menos en el imaginario, si pensamos a ese otro como un sujeto capaz de producir una violencia extrema y romper con lo cotidiano al ser influenciado por sustancias químicas.

Ahora bien, el peligro de facto no está en una posible infección que nos lleve a un apocalipsis zombie como en las películas, sino quizás, en el consumo de la violencia que produce la ruptura del Estado, mostrándolo como una institución inestable ante el control de las masas a través del deseo. Y, a pesar de todo, el deseo ha pasado ya, el apocalipsis ha llegado con una violencia esparcida y viralizada a través de las redes sociales, del deseo re-producido de los esquemas anteriores a las rupturas del Estado para crear Estados alternos capaces de soportar la infraestructura en Países Tercermundistas.  El Narcotráfico, que ha basado su expansión en las particularidades de México a través de la producción y consumo de violencia, se ha implantado a través de una cultura pop que lo retrate y vuelva atractivo: -Miren todos, el país y la economía que es sustentable a partir de la muerte, del consumo de la carne-. Hemos llegado a ser zombies; carne que produce y consume violencia ante un sistema de repetición de los esquemas que han pasado y fallado.

Jean Baudrillard habla en su libro “La transparencia del mal”, nos habla del simulacro como aquello que se ha impuesto ante el deseo y el consumo que ya pasó, ante una sociedad en la que todo se ha mostrado y revelado, y por ello lo que queda es el reproducir los antiguos esquemas para obtener un consumo rápido y funcional. “Ya nada se refleja […] [todo explota] en una potencialización fantástica donde interpretan su propia pérdida” [Baudrillard, 1991, 11p]. Al perder todo, ha sido tirado el velo para vernos desnudos en una orgía en la cual el límite es marcado por el hastío de que todo ha sido mostrado. Y ante la pérdida de todo, no podemos hacer otra cosa que centrarnos en una violencia capaz de ser consumida y colocarnos como lo otro humano.

En el rastreo cinematográfico de la temática zombie, me he encontrado con la cinta “Melanie: Apocalipsis zombie” (Colm McCarthy, The Girl with All the Gifts, 2016), en la cual, un gen ha mutado para producir una segunda generación de infectados por un hongo causante de la infección  zombie capaces de racionalizar, es decir, existen niños cuyo status de humanidad pende de su capacidad de establecer una sociedad para sobrevivir. Melanie, una niña de aproximadamente diez años con un coeficiente intelectual alto, escapa de un centro de experimentación en Londres para mirar que el mundo ha sido consumido y que ella no es ya un humano como aquellos que experimentan con ella, sino algo más capaz de sobrevivir ante el cambio. En su trayecto encontrará a otros niños que han sobrevivido tras haber devorado a sus madres siendo aún fetos y abrirse paso en la construcción de una primitiva sociedad en donde la más inteligente se establece matando de paso a la humanidad por ser seres que no aceptan lo nuevo.  En dicha trama la orgía (como concepto de Baudrillard), entendida como ese estado donde todo ha sido develado, gozado y difundido, ha pasado ya; sólo queda lugar para la simulación de una micro sociedad militarizada por los sobrevivientes que buscan una cura, o bien, la destrucción de todos ellos “viejos humanos” salvo los que sirven para constituir cultura, y el establecimiento de una nueva sociedad heredera de la nueva configuración de la “nueva humanidad” bajo los niños que han mutado.  Una película con excelentes escenas gore y tomas aéreas de Pripyat, ciudad fantasma afectada por el desastre nuclear de Chernobyl en 1986.
La idea del progreso y la sociedad han desaparecido ya en la trama de la película, pero siguen funcionando ante las alternativas que emergen en los imaginarios que cada cual busca para sobrevivir e imponerse contra los otros.  Ante ello queda preguntarse sobre si en las condiciones del Narcotráfico que nos ofrece México no nos encontramos ya en un estado de “zombificacion”; también, sobre si los sujetos capaces de dar y producir muerte con la espectacularidad gore que logra una película como esta no han logrado ya el establecimiento de un consumo de carne muerta, y de carne que es desechada en lo que conocemos como naco fosas; preguntarnos sobre si la extinción de los sujetos incapaces de defenderse ante la novedad de la repetición de aquello que funciona como una sociedad y nueva humanidad en la película,  no puede ser comparado con la exterminación de todos aquellos que fungimos el papel del mera carne lista para ser devorada por otros, o bien, para ser usada y desechada.

La viralización de todo: economía, política, sociedad, ha pasado y se ha superado (en el sentido de que ha perdido su significación primitiva); estableciéndose ahora bajo nuevos signos: enfermedades, procesos de placer reducidos al alto consumo de imágenes gore, de violencia que ha superado la virtualidad como plataforma de descripción y configuración de lo que denominamos como realidad. ¿Qué comeremos ahora que nos hemos descubierto como caníbales?   Sólo queda lugar para lo trans, es decir, lo que va más allá y ha dejado atrás el pasado ¿Cómo reinventaremos nuestro simulacro en tiempos de zombies masificados?

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[1] Al respecto puede consultarse la nota “Krokodril, la droga que consume la piel, de Univisión, disponible en <https://www.youtube.com/watch?v=n_TZuarRlgE >.  Cabe resaltar que, a pesar de la afirmación del noticiero de que la droga llegó a Estados  Umidos, ahora se sabe que es originaria de ahí.

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Bibliografía

– BAUDRILLARD, Jean, La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos. Trad. de Joaquín Jordá. Barcelona, Ediciones Anagrama, 1991. 185pp. (Colección Argumentos)

-VALENCIA, Sayak, Capitalismo Gore. México, Paidós, 2016. 232pp.

 

La dinámica del mártir (parte V)

-Mártires vs Víctimas.

He intentado plantear previamente algunos aspectos sobre cómo el ejecutar la dinámica del Mártir  implanta  una manera de proceder para justificar políticamente relaciones de poder de manera asimétrica, es decir,  el juego entre oprimido y opresor como bueno y malo, permitiendo así  la utilización de una moral que busca señalar al  grueso de la población y del Sistema como los “malos o malditos” en contra de la minoría que busca sobreponerse señalando al malo como culpable de la producción de mártires.   Sin embargo me gustaría esbozar en ésta entrada las diferencias entre mártires y víctimas, para adentrarme de una mejor manera en el planteamiento señalado.

¿Qué diferencía a una víctima de un mártir?.  Sin duda ambos mueren de manera violenta, o son forzados a desaparecer.  Pero mientras que el mártir posee un relato particular que ensalza su heroicidad y  lo señala como el “santo que ha asumido su destino y afrentado la muerte por la comunidad”, la víctima carece de esa particularidad llamada individualidad.  Se me ocurre pensar, por ejemplo, en aquello que conocemos como el “holocausto judío de la Segunda Guerra Mundial”; el dato común es que se exterminaron por lo menos seis millones de judíos, de los cuales se conserva una historia general en manos de Occidente, dónde no se conservan las historias particulares de todos y cada uno de aquellos que perecieron.  Para ciertas tradiciones judías por supuesto que la memoria histórica ha convertido a algunos de éstos en mártires, pero para la historia de Occidente se ha perdido, olvidado o ignorado quienes fueron cada uno de aquellos muertos, independientemente de la historia que pretenda tomarse para analizar el caso.

Algo similar ocurre en nuestro país con los más de veintidós mil desaparecidos; no se tiene  la particularidad de la historia de cada uno, ni se dice que por ejemplo alguno de los que fueron encontrados entre los cuerpos de alguna fosa común  tenga siquiera nombre o apellido, y mucho menos que halla muerto de manera heroica   en la defensa de su comunidad, o que sea estandarte de los sin-nombre llamados comúnmente como “inmigrantes”.   Existen, por supuesto, sitios desde la virtualidad o la temporalidad que se dedican a recabar documentos para demostrar que aquellos que denuncian como desaparecidos existieron.  Pero curiosamente no hay una dinámica que busque recordar sus nombres y ensalzarlos en las filas de la corona del martirio como dignos representantes de una comunidad.   Tampoco se hallan respaldados por alguna historia que remarque sus virtudes y su actuar como constructor social.   Tristemente son arrojados a la suma de un número más que tener presente.  Pero quizá como tradición heredada del judaísmo y luego del cristianismo primitivo, no se recuerda el nombre, y luego no se sabe de qué manera se ha de tener presente.

En el judaísmo el nombre evoca presencia, es por ello que se prohíbe la pronunciación del Nombre Divino, pues se actualizaría la presencia Divina al momento.  No se trata de un mero recuerdo o memoria, el pronunciar un nombre vuelca en acción la presencia del nombrado a través de los actos.  Cuestión similar ocurre en el Cristianismo Primitivo, donde al nombrar a Jesús de Nazaret se le encuentra resucitado en el actuar de la comunidad.  He aquí que con el mártir dentro de su dinámica ocurre algo similar:  si se conserva el nombre de mártir, se conserva su historia, sea real o no, y se le hace presente, se le convierte en motivo de denuncia y lucha contra un Sistema que ha victimizado al mártir, pero existe el Discurso de los Dolientes que recuerda y hace presente el actuar del mártir.

Hay un peligro en la heroicidad de la dinámica del mártir, que consiste en la transformación política de la historia enaltecida de un individuo al nivel de un héroe cuya virtud fue dar la vida por la bondad de su comunidad.  Porque la comunidad que ha enaltecido a su mártir, que lo eleva en la liturgia de repetir su nombre, de hacerlo presente como pretexto político, se olvida comúnmente de cuantas otras víctimas la historia ha dejado, y si llega a tenerlas presentes apenas y cuentan como un número sin identidad y sin particularidad.  Las víctimas son una entre millones o miles, sin nombre que las haga presentes, sin liturgias que les celebren la heroicidad ni la presunta “humanidad” que el supuesto humanismo que defiende mártires grita y denuncia a grandes voces.  Simplemente las víctimas dejan de ser humanos, pasan a los libreros de la memoria como un dato que no evoca presencia alguna más que el imaginario que se ha construido sobre ellas, si es que existe.  No hay pena ni gloria para la víctima.  Y entonces querido lector, yo le pregunto ¿Es necesario que creemos o asumamos la dinámica de mártires? ¿o habría que quitar la mirada de un “humanismo” que aterra con sus dinámicas heroicas y olvida a quienes no le conviene tener presentes en su discurso?

 

 

 

 

La dinámica del mártir (Parte III)

-Patibulum y el Mártir cristiano por excelencia, aproximación a la trasvaloración de “bueno” y “malo” en el martirio primitivo cristiano.

1.1  El  Mártir cristiano por excelencia en el retrato de sus “Dolientes”.

Señalaba en la entrada anterior que el Discurso de los Dolientes funciona como dispositivo de control moral, para señalar algún fallo del aparato político del Estado que da lugar a una “injusticia” cometida en contra de una minoría que es perseguida y busca colocarse como la “buena y pura” frente a un Leviathan cargado de maldad y opresión, que a la manera de la cabeza de Lucifer en el último círculo dantesco del Infierno, mastica eternamente a sus condenados sin poderlos devorar.   Pero cada historia que se nos cuenta, tenemos una contrahistoria que narra algunos detalles que la historia oficial se ha olvidado, sea porque presenta contradicciones o detalles que molestaban al uso político de la historia defendida.

Como mera aproximación y bajo la esperanza de que la situación de mártires en la cual se ha colocado a los jóvenes de Ayotzinapa, agarrándolos incluso de pretexto para cesar actividades en algunas dependencias universitarias de nuestra Ciudad, sea cual sea el motivo que la historia de un pequeño grupo nos cuenta, quisiera ahora remontarme a pequeños detalles de una contrahistoria de finales del siglo I que pudiera arrojar pequeñas dudas sobre el funcionamiento de la dinámica del mártir.

Ambientados en la Galilea del año 30, en la región ahora conocida como Palestina, según el relato de un compilador de diversas historias, que probablemente pretendía crear una catequesis para su comunidad de judíos helenizados y que la historia lo nombra simplemente como Marcos, escribiendo su relato por lo menos 30 años posteriormente a los hechos, narra de manera muy breve el sufrimiento y muerte de un judío de nombre Jeshua, quien muere en el madero a causa del delito de sedición a manos de la legislatura romana y, según el relato de Marcos, acusado del crimen de blasfemia por su mismo pueblo[i].  Sobre la base del relato anterior  se construyó posteriormente una serie de interpretaciones teológicas que justificaron  en su momento los diversos cristianismo a finales del siglo I y siglos posteriores.

Si bien el relato de Marcos no es una fuente histórica (como en realidad no puede serlo ningún evangelio sea canónico, gnóstico o apócrifo)  puesto que su finalidad no fue la de recabar  puntualmente la cronología sobre los hechos de la vida del Nazareno, pueden extraerse detalles que sirven a la construcción de un análisis sobre un discurso de los dolientes muy particular, que dio siglos más tarde, una justificación a la inversión de valores dentro de la moral del Cristianismo.  No es mi intención en este breve análisis el declararme a favor o en contra de cierto tipo de Cristianismo, ni mucho menos justificar de una manera teológica un discurso que evoca necesariamente acciones políticas, pero si lo es presentar algunos detalles que permitan la comprensión de cómo se ha incrustado tal tipo de discurso en nuestra sociedad actual.   Marcos es el evangelio más antiguo que se tiene; su narrativa corresponde a la de un relato compuesto de manera sencilla, en el cual las partes importantes son narradas de manera breve y precisa, mientras que algunos relatos de no tanta importancia, destacan por presentar una narración larga y adornada con detalles que recuerdan la vida de la Galilea del siglo I, una vida más de campo y de gente sencilla.  Su finalidad es meramente catequética y sus discursos teológicos no son tan delicadamente elaborados como los de otros evangelios más tardíos.   Con lo anterior el relato de la pasión según san Marcos ofrece una aproximación más cercana al discurso de los dolientes mantenido por las primeras comunidades de cristianos.

¿Qué distinguió a Jesús de Nazaret de otros predicadores y mesías judíos del siglo I, al grado de  que sus seguidores y cercanos  tuvieran la necesidad de crear un discurso de los dolientes?.   El mesianismo era algo común en el judaísmo del siglo I, antes de Jesús existieron otros intentos de rebelión contra Roma declarados con diversos discursos de mesianísmo, pues el pueblo judío esperaba un descendiente de la línea de David que rompiera con la esclavitud de su pueblo para declarar al judaísmo como el pueblo dominante del mundo sobre las otras naciones. Incluso después de él en el año 70 la última revuelta judía llevo a su pueblo a la diáspora definitiva de la región Palestina.   En la cruz solo morían aquellos que carecían de ciudadanía romana y que eran acusados por cometer algún crimen político de Lesa majestad, tal como el no-reconocimiento del Emperador como máxima divinidad del Imperio.

Pueden rastrearse diversas pautas desde los evangelios en las cuales se denota el movimiento político de Jesús de Nazaret. Antes de cualquier carga teológica que pudiera dársele al texto de Marcos, hay que señalar ciertos puntos con el fin de aclarar de una mejor manera el contenido entre líneas escondido en el relato de la Pasión.  Como primer punto, y por más redundante que parezca, es importante señalar que Jesús pertenecía al pueblo judío, su formación cultural y religiosa obedecía a la de cualquier individuo de sexo masculino perteneciente a la región de Galilea cerca del año 30, es decir, se hallaba inmerso en una vivencia religiosa donde el hecho de la vida misma merecía en título de “milagro”; esperaba, como el resto de su pueblo, la liberación definitiva de Yahvé sobre las naciones al dar un Mesías a su pueblo; la aparición de diversos “mesías” era común en su tiempo y la manifestación en contra del pueblo romano era algo de lo más normal, al grado de que existían diversos grupos que buscaban la liberación inmediata, como el caso de los zelotes o sicarii (sicarios, nombre dado por los romanos a éste grupo dado que cargaban siempre con ellos una espada corta o daga) y el caso de la comunidad de Qumram que buscaba el apartarse del resto de  los judías a la espera de la renovación del judaísmo en la irrupción definitiva de Dios en la historia.  Los judíos del siglo I no tenía una concepción de “alma o anima” como la entendemos actualmente; el ser humano era acto de la creación y co-creador a la vez , no buscaban la liberación del alma. Sino de aquello que los conformaba como humanos en una unidad que podía asemejarlos al creador por ser el más alto grado de creación visible.    Por ello, hablar sobre una supuesta “salvación del alma” es irrelevante y ridículo al analizar a Jesús  y a su primera comunidad de seguidores. Jesús mismo no se consideraba como alguien aparte de su pueblo, sabía su pertenencia como ente judío y lo más probable es que perteneciera a la comunidad farisea (por ello el que la gente lo llamara “rabbí o maestro”).  Por ello, si Jesús buscaba  una liberación del hombre, lo hacía desde una concepción judía que incluía la liberación de la opresión romana, y por tanto, su movimiento denota un carácter político.

Los evangelios sinópticos y apócrifos que refieren a la Pasión de Jesús, relatan en su mayoría que el detonante político de la detención y condena a muerte de su maestro fue el episodio conocido como la “Expulsión de los mercaderes del Templo”, a la cual la Tradición Cristiana Occidental le atribuye como causa principal una especie de “limpieza” del Templo en el cual al parecer los mercaderes y sacerdotes eran los “malos” del cuento, pues robaban y traficaban con la mercancía del Templo.  Nada más alejado de los estudios que la sociología sobre los evangelios pueden ofrecernos hoy en día.  Como primera objeción, el relato se halla cargado de interpretaciones teológicas puestas en boca de Jesús a través de palabras del Antiguo Testamento.  Nadie en su sano juicio va por la vida justificando su actuar con fragmentos literales de un libro sagrado, por lo que resulta inverosímil el conocer exactamente este discurso.  Las palabras le fueron atribuidas en un sentido teológico para construir un sentido al actuar político de Jesús en ese momento.  Sin embargo, parece ser que. Dado que tanto evangelios canónicos como apócrifos coinciden en que el hecho de parar las actividades del Templo de Jerusalén en realidad haya ocurrido.  Marcos relata que Jesús entorpeció las actividades del Templo hasta caer la tarde.

Para entender la magnitud de lo anterior, sin caer en exageraciones, es necesario presentar el siguiente contexto: El Templo para los judíos era el máximo centro cultural y religioso de su pueblo, en él moraba el mismo Dios, a quién se le rendía sacrificio en las diferentes épocas del año y con el fin de recuperar el perdón sobre alguna falta moral cometida.  Se hallaba dividido en diversos patios, y la entrada de cada patio era de acuerdo al nivel de purificación que cada cual tenía, empezando por el primer patio donde podían entrar tanto judíos como gentiles y enfermos, y que era el lugar donde se concentraban los cambistas de monedas y vendedores de animales para los sacrificios, hasta llegar al Sancto Sanctorum, lugar donde creían moraba Dios, y cuya entrada solo le estaba permitida al Sumo Sacerdote una vez al año.  Fuera de la zona del Templo los romanos poseían una fortaleza conocida como “Antonia”, desde la cual vigilaban la actividad dentro del Templo.  En realidad no es que Jesús detuviera totalmente las actividades dentro del recinto, dado que los cambistas y mercaderes se alojaban en el primer patio con el fin de  intercambiar la moneda extrajera por shekels o moneda oficial para evitar que entrara dinero impuro al lugar santo de los judíos.  Al volcar las mesas de los cambistas y liberar a los animales para los sacrificios Jesús declaraba que el sistema del Templo era ineficaz para la liberación de su pueblo: si se esperaba la irrupción de Dios dentro de la historia, este debía hacerlo desde el estar con la gente, no precisaba ya de sacrificios.   Con este acto Jesús se gana la enemistad del sistema religioso del Templo, y su actuar evidentemente no escapó a la mirada de los romanos.   Lo anterior es un acto político de rebeldía contra un sistema que excluía a enfermos, y extranjeros de la cercanía con Dios, el cual ya no radica en el interior del Sancto Sanctorum, sino en el corazón mismo del hombre.

El relato de Marcos prosigue más tarde con la detención de Jesús en el huerto de los Olivos,  quienes llegan a detenerlo son una cohorte de guardias armados con espadas.   Una cohorte estaba conformada netamente por guardias romanos, y dado que no se le permitía al Templo contar con sus propios guardias, no es posible creer que hayan sido los judíos quienes llegan a apresar a Jesús.    Otro motivo para denotar el movimiento político de Jesús es el episodio narrado en Marcos 14, 47, donde uno de los que iban con él saca su espada y corta la oreja a un miembro de la guardia.    Se sabe que por lo menos Judas Iscariote era zelote, lo mismo que Simón,  por lo que es posible que ellos y algún otro fueran armados, de tal suerte que algunos autores manejan la hipótesis de que en realidad el grupo de los Doce, pasado a la tradición cristiana como los Doce discípulos, fueran en realidad la guardia personal de Jesús.

El relato sobre el juicio de Jesús ante el Sanedrín parece poco probable.  Ya he presentado que los romanos tenían bien vigilado el Templo, a si hacemos caso a que aquellos que detienen a Jesús fue una cohorte romana, no habría una razón por la cual llevarlo a casa del Sumo Sacerdote dado que él no tiene la autoridad para matarlo.  Según el relato de Marcos, así como el relato de los evangelios canónicos, Jesús sería acusado de blasfemia ante el Sanedrín, pero si ese hubiera sido el caso los judíos mismos podrían haberlo matado por lapidación, que era la condena al delito de blasfemia y que además no tendría peso ante un juicio romano.  Por otra parte, el sistema de vigilancia romano hubiera podido interceptar fácilmente la aprensión de Jesús si esta se hubiera dado a manos de las autoridades del Templo.    El pretexto de colocar la culpa sobre el pueblo judío directamente y no sobre los romanos se entiende dado que la comunidad que escribió y recopiló el texto de Marcos vivía a la sombra del Imperio romano, y no era algo sencillo ganarse el odio de aquellos que cometieran deicidio, por otra parte, el cristianismo comenzaba a separarse de su origen judío, los cristianos eran expulsados de las comunidades judaicas y las sinagogas, y por ello surge la necesidad de inventarse un relato que culpe directamente al pueblo judío.

Recordemos que el Discurso de los Dolientes emerge e un primer momento desde una pequeña comunidad que es segregada de los suyos, y que generalmente es estigmatizada como los menos, como aquellos que carecen de derechos y pueden ser perseguidos y desaparecidos con facilidad, pero este discurso obedece también a un movimiento político en contra de lo que un Estado puede cometer contra la pequeña comunidad.  Luego entonces no es de extrañarse que el relato sobre el Mártir cristiano por excelencia busque deslindarse indirectamente de quienes en realidad mataron y torturaron a su mártir.   Recordemos también que generalmente el héroe elevado al martirio es enaltecido por sus mejores actos, eliminando del relato aquello que lo señala como humano, por ello la carga teológica implementada sobre los relatos evangélicos de la Pasión, donde a pesar de querer quitar o encubrir algunos señalamientos políticos del movimiento de Jesús, al momento de redactar los relatos se conservaros ciertas ideas que permiten rastrear su actuar político.

Finalmente , las primeras comunidades terminaron la redacción de los relatos de la Pasión tratando de evitar en lo mayor posible, el suplicio ocurrido a su Mártir, lo cual puede apreciarse fielmente en el relato de Marcos, donde el suplicio de la crucifixión o Patibulum es narrado en unas breves líneas.  No es de extrañarse esto, puesto que para los judíos, morir en el madero implicaba el abandono total de Dios, dado que se moría desnudo y no había posibilidad de enterrar el cuerpo, el cual se dejaba expuesto a la intemperie en los procesos de putrefacción y con el peligro de que los animales devorasen el cuerpo.  La comunidad de Marcos era muy probablemente de judíos helenizados convertidos al cristianismo, por lo que el hecho de describir el suplicio de la cruz debía ser mencionado con los menos detalles posibles.   El ser perseguidos por sus camaradas judíos y por el imperio mismo que los tachaba a la par que los demás judíos los llevó a esconder su discurso de Dolientes entre líneas, para evitar que el Imperio los aniquilase de una vea por todas.  Además existe la interrogante de  quién en realidad pudo rescatar las palabras que Jesús dijo desde la cruz, suponiendo que tuviera la energía suficiente para pronunciarlas.  La mayoría de los discursos presentados por los evangelios en el momento de la cruz obedecen a la construcción de un bagaje teológico que permitiera la justificación de Jesús como el Mesías que cumplía la escritura de la Torá.     Traducido a nuestro análisis de la dinámica del mártir, obedece a la construcción de la leyenda sobre el mártir naciente.    Para las primeras comunidades cristianas no existía un discurso de doble moral que les permitiera implantarse como los buenos por encima de los malos, sino que  el sufrimiento de su mártir elevado a la participación del poder de Dios luego de su muerte, el discurso de los Dolientes que  se habían creado luego de memorias y reflexión teológica y vivencial con el paso del tiempo, les permitió encontrarse como comunidad naciente en la alegría de aquello que su mártir había hecho como movimiento político en vida, es decir, les permitía hacer presente a su Maestro en la resurrección de su actuar en medio de la comunidad, prestando su discurso de igualdad ante quien lo necesitase y dando lugar, de acuerdo a la vivencia de cada comunidad, a la reflexión y vivencia de diversos tipos de cristianismos.  El vuelco sobre una moral que permitiera imponerse encima del opresor como malo se dio casi dos siglos y medio después de la redacción del texto de Marcos, y su invención y uso bajo la bandera de un solo Cristianismo serviría como un dispositivo político de control sobre una sociedad cada vez más dispersa y fuera de control con respecto al Imperio romano, pero eso lo analizaré en la siguiente entrada.

 

El escarnio sobre el cuerpo del condenado cumple en el relato una doble función:  mostrar la crueldad del opresor y dar una justificación teológica del mesianísmo en Jesús.

El escarnio sobre el cuerpo del condenado cumple en el relato una doble función: mostrar la crueldad del opresor y dar una justificación teológica del mesianísmo en Jesús.

 


[i] Para mayor información, consultar el relato de la Pasión según san Marcos, desde 14, 43 hasta 15, 38

La dinámica del mártir (Parte II) ¿Mártires producidos por el Estado o por la comunidad?. El origen de los relatos.

La dinámica del mártir es un dispositivo de control político que eleva la supremacía moral de una comunidad, por encima  de la  un sistema, mostrando desde el punto de vista de los miembros de la comunidad el error moral y los fallos del Sistema mismo al condenar a un miembro “justo”    Normalmente el dispositivo del mártir funciona de la manera anterior, como fue en el caso de los mártires cristianos de los tres primeros primeros siglos del cristianismo. Pero, ¿qué sucede cuando surge un doble discurso a favor de la creación de mártires, y ese discurso es dirigido por el mismo Estado?    Para ello haré un breve recorrido por la historia del martirio cristiano, con el fin de  encontrar los procesos a los cuales la comunidad da lugar  dentro de la formación de la dinámica del mártir, para luego trasladarlos y compararlos al acontecimiento actual de los mártires de Ayotzinapa, mostrando de ésta manera parte del funcionamiento del dispositivo político del mártir.

-El discurso y relato de los Dolientes.

El surgimiento de la figura del mártir, proviene del dolor presente en una comunidad por la muerte de alguno o varios de sus miembros ante una injusticia cometida por el Estado que decía resguardar sus intereses.  El mártir es declarado como tal luego de un proceso dentro del cual la comunidad se vuelve doliente, no sólo por el hecho de la muerte de sus miembros, sino por la manera en que murieron, denotando que quiénes son sometidos a muerte fueron considerados como menos que humanos (dado que el martirio implica crueldad y tortura hacia quienes se les ejerce  cierto tipo de violencia normalizada, bajo un discurso dentro del cual el violentado merece un castigo por quebrantar la norma jurídica).    Ante ello y solo hasta luego de su desaparición y muy probable muerte, si es el caso donde se hallaron restos, la comunidad se duele ante el desgastarse en pensar  la manera en que los habrán matado, así como  el sufrimiento  con el cual fueron despojados de la existencia, solo hasta que surge un relato que cuente lo que ocurrió y recuerde los hechos, son convertidos en mártires.

Ante el dolor,  para la comunidad, ya no se trata simplemente del hermano, amigo o esposo muerto, sino de alguien que fue capaz de dar su vida por los ideales que la comunidad intentaba vivir, es el máximo sacrificio que un ser humano puede hacer, y para el cristiano, la representación del sacrificio máximo ocurrido en el mártir por excelencia del cristianismo: Cristo.  En ello consiste el primer discurso que surge al elevar a la corona del martirio a quien ya no hace presencia de su existencia ante la comunidad, pero sí de sus actos.  A éste discurso lo llamaré el discurso de los Dolientes, el cual  básicamente  exige la justicia sobre sus mártires y reparación del daño mediante la no repetición de la producción de mártires.  Con el cristiano, esto se ve cubierto mediante la obtención de la salvación al repetir la dinámica de sacrificio de Cristo con su propia vida.   Es éste un discurso que habla entonces sobre la denuncia de la injusticia, más que del ejercicio de la justicia.

Pero se halla también otro discurso, el cual normalmente resulta opuesto al discurso de los Dolientes y que pertenece a la Bestia mayor  que domina  tanto a dolientes como a no-dolientes.   En él se señala que si se mató a alguien, fue por infringir  alguna norma que diera orden a la sociedad.  En el caso de los cristianos de los primeros siglos, eran matados por cometer el crimen de “lesa majestad y el sacrilegio, siendo condenados por ateísmo”[1], lo cual consistía en negar la divinidad del Emperador al reconocer  como único Dios  a Yaveh, y a Cristo como dueño y señor del mundo.   En sí la falta por la cual se castigaba con la muerte a los cristianos era  de origen jurídico, ni siquiera religioso, pues poco le importaba al Imperio en quién creyeran los cristianos, siempre y cuando no atentara contra el orden establecido por el Imperio mismo.

Luego entonces, el castigo  infligido sobre una pequeña comunidad era dado  a causa de que la comunidad rompía con el esquema normativo de la ciudadanía romana.   Desde éste discurso no hay mártires,  sino sujetos  a castigar por romper con la dinámica de ser un buen ciudadano.  Al menos durante las primeras persecuciones contra los cristianos, el  Imperio no tenía la necesidad de crear mártires,  pues muchas veces los sujetos que sufrían castigo de muerte ni siquiera eran considerados como ciudadanos (recordando que dentro del Imperio Romano la  esclavitud era permitida, y la ciudadanía romana sólo podía ser ejercida por hombres libres que  eran hijos de ciudadanos romanos, o había comprado su ciudadanía), es decir,  entes que han perdido o carecen de derechos, y por ello pueden ser castigados, puesto que ni siquiera son capaces de copiar el esquema del buen ciudadano que, en esos tiempos, correspondía al ciudadano romano.   A éste discurso lo denominaré como el “discurso del Estado”, que busca señalar que existen sujetos dignos de castigo y que no son mártires por el hecho de quebrantar el orden social sobre el cual se fundamenta el Estado, es decir, el ejercicio de la justicia en contra de quienes se manifiestan contrarios al orden social.

Dado lo anterior, el primer elemento que he de rescatar y reconfigurar, pertenece al “Relato”, que surge a partir de dos discursos que resultan ser antagónicos , y que cuentan de una manera muy distinta un mismo hecho;  el relato de los Dolientes, que nos lleva a la construcción de la figura del mártir, y el relato del Estado, que se ocupa de señalar a uno o varios individuos, que han de ser castigados por romper con las leyes que llevan al orden social.

 

Una vez que tenemos presentes  los discursos de los Dolientes y del Estado, podemos trasladarlos, con sus debidas precauciones contextuales e históricas, a nuestro contexto actual y a los mártires de Ayotzinapa.   Primero, el relato de los Dolientes.    ¿Cómo desaparecieron los normalistas según sus familias y la comunidad estudiantil a la cual pertenecían?.    Se nos cuenta que los normalistas fueron a Iguala con el fin de recolectar fondos para continuar con sus estudios, ello dada su situación de bajos recursos y falta de material para trabajar.  Con ese fin, secuestraron un autobús, cuestión que parece ser muy común en Guerrero y otros estados de la república a causa de la falta de apoyo económico por parte del Estado.    Luego fueron interceptados por policías, según algunos detalles del relato, ser balaceados y desaparecidos, ello lo atestiguan en algunos diarios otros compañeros normalistas que veían el proceso en el cual se llevaron a sus compañeros, y que asistieron posteriormente al velorio de aquellos  normalistas que fueron encontrados muertos, luego de severas marcas de haber sido torturados (no fueron encontrados todos los desaparecido, pero al momento de originar el relato, puede presuponerse que los demás sufrieron un trato similar).   Tras los primeros días de este hecho, algunos estudiantes creían que, como afirmaba el comunicado del Estado, sus compañeros habían corrido la mala suerte de atravesarse en una balacera entre sicarios y policías, y que por ello, aquellos que aparecieron muertos días más tarde, habían sido torturados por los sicarios.   En éste punto el relato se fue armando o sólo con el acontecimiento de la persecución y el tiroteo, sino por los sentimientos sumados por las familias cuyos hijos habían sido encontrados con señales de tortura brutal y ya sin vida.  El terror acompañado del miedo, montados en su caballo negro asoló entonces las cabezas de la comunidad estudiantil de Guerrero y de los familiares de los desaparecidos: “Si ya encontraron a tantos muertos, los demás pueden estar de la misma manera”.   El terror es un factor que ayuda enormemente a la creación de éste tipo de relatos, pues en realidad no se sabe qué sucedió con el resto de desaparecidos, pero se tiene el sentido inmediato de que lo más probable es que se hallen en las misma condiciones que muestran el horror de los muertos encontrados.  El terror es una consecuencia del miedo generalizado por una situación que causa horror a los ojos humanos ¿cómo es posible que haya sucedido esto, que haya llegado a éstos extremos?, Esa pregunta surgió inmediatamente dentro de la comunidad.

El relato cargado ya con el miedo y el terror sugirió una respuesta que da lugar a la creación de los mártires: “vivos los queremos, vivos se los llevaron”.  Ante la incertidumbre y el miedo, la respuesta de la comunidad que duele por sus desaparecidos es la negación de aquello que parece evidente por el horror mostrado con unos cuantos; ello llevará  a la exigencia de quitar a un Estado que no es capaz de garantizar las condiciones de seguridad a sus habitantes, y, peor aún,  un Estado que permite la injusticia sobre quienes trabajan por construir un ideal.  Ello llevó eventualmente a  la negación sobre los cuerpos calcinados que el Estado ofreció como respuesta de una injusticia.  Pero eso es ya parte del relato del Estado en confrontación con los dolientes, y merece la atención de otra entrada.   La creación del mártir por su comunidad  responde no a la exigencia de justicia, sino de  la garantía de salvación mediante el mostrar la injusticia en unos cuantos.

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-El Discurso y relato del Estado.

Según el Relato del Estado, los desaparecidos habían ido a manifestarse en contra de algunas reformas implantadas por el gobierno, así como la falta de apoyo que no les es otorgada por el Estado mismo.    Además de tocarle la mala suerte a los desaparecidos de atravesarse en medio de una balacera entre sicarios y policías.    Inicialmente se declara no saber qué sucedió con los desaparecidos, pero sí que el poder judicial pondría todo lo que estuviera a su alcance para hallarlos.

Resulta que mientras se fue desarrollando éste hecho en Guerrero, dentro del mismo estado había y aún hay una serie de problemas más graves:  en primera el gobierno de Guerrero se halla en problemas, parece ser que va a destituirse, encapuchados no militares tienen las fronteras del estado vigiladas e impiden la entrada y salida de cualquiera que ellos no autoricen, desaparece mucha más gente en el estado, pero como no son estudiantes y no hay un reconocimiento por parte de ello de parte del Estado,  no entran en la dinámica de mártir y quedan como meras víctimas sufrientes dentro de la historia a la par que sus familiares.  Más tarde el estado de Guerrero entra en una supresión de gobierno, no hay ley, deberían de abrirse nuevas votaciones, algunos datos mencionan y apuntan a la posible separación de Guerrero de los Estados Unidos Mexicanos.  Y uno, querido lector, puede preguntarse ¿y eso por qué, ?, y luego ¿y tus fuentes?.  Basta con informarse un poco, investigar, salir un poco de los mártires que se nos presentan ara ver qué otras cosas suceden detrás.    No por nada Guerrero es uno de los principales productores ilegales de opio que se va directo a los EEUU, entre otras cuestiones (zonas turísticas, riqueza natural), y quizá aprovechando el “buen fin” todo esto no sea más que una dinámica política para ocultar lo que  pasa detrás.  Es la creación de unos mártires, no,  de Los mártires estudiantes normalistas, para tapar el pozo de muchos mártires más que no llegarán a ser coronados, pues no tienen un discurso político que los levante.

Pero habíamos quedado en un inicio que el discurso del Estado no reconoce al mártir, sino que lo condena por romper con el orden social.  Y mire usted, querido lector,  resulta que el Estado dice ayudar a la búsqueda de los desaparecidos, pero reconoce en u principio que habían ido a manifestarse a Iguala  que ejercieron actos violentos  frente a las oficinas de gobierno, con ello ya se rompe el orden social, con ello, al menos para quienes ejercen el poder judicial, ya existen sujetos que castigar y violentar.  Sólo que aquí  el Estado maneja un doble discurso para taparle el ojo al buey: niega y crea mártires a la vez, pequeños mártires que, apoyado en el discurso de los Dolientes y estudiantes anexados,  elevan a sus mártires al altar, y les dan un simbolismo tan grande que ya se puede maniobrar políticamente por detrás de ellos con menos discreción.   Más tarde el gobierno corta cabezas, se encuentra a los culpables y se entregan a la justicia, pero para éste momento los mártires ya han sido elevados, y el discurso de los Dolientes es contra la injusticia, no importa ya que  hayan hecho justicia, pues lo que se exige desde la dinámica del mártir es el evitar que la injusticia se vuelva a cometer.  Entonces el crimen hecho por algunos ya no queda en los  que ejecutaron el hecho, sino en el Estado que permitió que ello ocurriera, un Estado que no es capaz de garantizar la justicia dentro de sí.  Pero eso es lo que se defiende tras el relato de los Dolientes, que no cesarán de exigirlo bajo riesgo de perder a sus mártires, se rompería la dinámica si se cayera en ese juego.  Y mientras el movimiento de los 43 sigue agarrando fuerza y pretextos políticos, como sucede con todo mártir en la historia.

Más tarde el Estado termina su relato con entregar los cuerpos de os desaparecidos, calcinados, sufridos y sufrientes.  Pero el discurso de los Dolientes ya está políticamente montado, será imparable hasta conseguir su objetivo, luego de ello será usado eventualmente para justificar violencia en contra de violencia por pequeños grupos.  La historia nos lo ha enseñado y no aprendemos.  Y tano Estado como Dolientes han logrado sus relatos y discursos.  El telón no puede ser cerrado y la función debe continuar.

Y yo le pregunto a usted, querido lector ¿Dónde está parado?, ¿participa usted de alguno de éstos discursos? ¿desde qué parte del Coliseo mira la función, ¿no será que hemos caído exactamente dónde el Estado quería colocarnos, o me equivoco?

A fin de cuentas, presento este análisis comparándolo con el martirio cristiano, así que  bien podemos suponer que nos hallamos en el Coliseo Romano, mirando el espectáculo de la ejecución de los mártires, quizá  mirando lo a la fuerza o por morbo.  Pero ello tendrá que contestárselo usted.

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Citas Textuales:


[1] Cf.  Santos Narciso, Cristianismo e Imperio Romano durante el siglo I, Ediciones Clásicas, Madrid, 1994, pág.  38.

La dinámica del Mártir

Escribo esta entrada, haciendo un paréntesis entre los temas que usualmente delimito en éste blog.  No sin alejarme de un punto de vista genealógico ni del tema de la violencia.   Y lo hago con el fin de  presentar un bosquejo sobre el desarrollo de una dinámica muy particular que se ha venido suscitando en las actividades estudiantiles y de masas,  motivadas, según se cuenta,  a razón de los  43 estudiantes desaparecidos.  Y antes de que se me someta condena de ser quemado en leña verde por insensible, o debido a una interpretación sobre éstas líneas dónde se especule y afirme que  el autor está en contra de la movilización y protesta actuales, hago una breve advertencia de que no es lo que busco al escribir esto.    Quizá, en el mejor de los casos, aquello que quiero plantear es  que, al consentir una dinámica como la que  presento aquí, nos estemos colocando  en el lugar que interesa a quienes manipulan la entrada y salida de información política del lugar dónde vivimos, y que nominamos como país.

¿A razón de qué, estudiantes y masas se han movilizado en protestas, marchas y paros desde hace aproximadamente más de un mes?.  De acuerdo a lo que he podido consultar  de información, desde diarios,  redes sociales,  testimonios en línea, panfletos y griterío de  masas, parece ser que la premisa  principal, muy resumida y sosa, es que esos 43 eran estudiantes.  Y que, ya con un poco más de trabajo,  la represión sobre ése grupo concreto, ha provocado entre otras razones, la unificación de diversos sectores estudiantiles, abanderados  por su lucha constante en contra de los cambios al Sistema Educativo Superior, que ha pretendido establecerse  en el país, ello dado que tenemos un sistema de educación pública.   A todo lo anterior, ¿cómo no iban a enardecerse  los grupos estudiantiles y demás si exactamente los 43 eran estudiantes?.  Y con ello llego al comienzo de aquello que he venido desarrollarse desde la ocurrencia de éstos hechos.

Según las acepciones mostradas por la RAE, «Martirio» hace referencia a “muerte o tormentos padecidos por causa de una religión o ideales.“ Además su origen se remonta al latín martyrium (cuya traducción tomaré por testimonio).  Con ello tenemos ya que el martirio es el testimonio en nombre de un ideal, cuya resultante es la muerte  a través de diversos tormentos.    Aunado a ello, asumo que vivimos en una sociedad cristiana sin Cristo (entendiendo esto  de la siguiente manera: muchos de los conceptos que manejamos, así como prácticas y costumbres, provienen del Cristianismo que nació en los Concilios Ecuménicos a partir del s III, y para quienes crecimos en un ambiente mexicano,  nos hallamos impregnados de cristianismo medieval y español), por lo que la figura del mártir nos evoca al santo enaltecido  por la defensa de su fe hasta el último momento, por la firmeza ante un sistema represivo  que no acepta los ideales de vida de un grupo cuya práctica de vida es contracultural en su momento.

El martirio cristiano pasa por diversos momentos a la hora de elevar las acciones de un sujeto que ya no se halla presente hasta el altar del sacrificio.    Las actas de los mártires fueron construidas con base a las leyendas que la comunidad recordaba,  para enaltecer la figura del mártir el relato era adornado con situaciones que rompían con la cotidianeidad del asunto: he aquí los milagros.   También se buscaba con ello enaltecer la participación de lo divino en la voluntad humana, por lo cual se omitían los errores que el mártir pudiera haber cometido, pues el bien realizado  y ganado por la corona del martirio, debía superar al mal  hecho en algún momento (ello dado que el  candidato a mártir era, de origen humano, y por ello comería errores).   Sin embargo, la humanidad era superada por la gracia concedida por la corona del martirio, es decir, los pecados eran borrados y trascendidos por una autoinmolación del sujeto al defender su fe, ello era reflejado en las actas de los mártires al describir hechos insólitos como que el mártir parte sin dolor alguno, libre de enfermedad, o cantando himnos.   Luego de la lectura de las actas de los mártires, el sujeto era elevado, ahora sí, al altar como santo y mártir; sus restos, si era posible rescatarlos, recibían los últimos sacramentos, eran limpiados y venerados por la manifestación de lo divino a través de ellos.

Y el lector podrá preguntar con justa razón ¿y todo eso qué tiene que ver con los desaparecidos, a lo mejor ni cristianos eran?.  Es más, ni siquiera los hemos encontrado.

Poniendo un poco de atención al breve resumen sobre el martirio cristiano, el primer paso para reconocer a un candidato a mártir es que ya no está,  que ha sido violentado de la comunidad donde estaba y que, por supuesto, pertenece a una comunidad  de quienes lo elevan como mártir.  En éste caso, son estudiantes  que pertenecen a una comunidad, y que  por ese hecho mueven ya a la comunidad estudiantil que ve que a ellos les puede pasar lo mismo,  que fueron violentados luego de estar en su comunidad ejerciendo su ideal, y que de repente ya no están.   Ipso facto se  presupone, dadas las condiciones de nuestro país, que han muerto y que si es el caso, no lo hicieron de una manera indolora.    Surge luego la especulación ¿quiénes eran y por qué se los llevaron? (A qué comunidad pertenecían).   Luego de un poco de información, nunca directa, sino de testimonios recopilados de por aquí y por allá,  se encuentra una identificación para ellos, surge entonces, desde una comunidad estudiantil, la idea sobre éstos individuos desaparecidos que, antes de saber sus nombres, eran estudiantes.  Comienza  la segunda etapa de los candidatos a mártires de la comunidad estudiantil.

“Se los llevaron por ser estudiantes”, “querían un cambio en la educación”, “Ellos cumplían bien con su trabajo y por eso se los llevaron”.  Aparece la justificación moral, el adorno del relato, de las actas de los mártires.  Y cómo respuesta de la comunidad estudiantil sobre éstos hechos surge el grito de guerra y lema: “vivos se los llevaron, vivos los queremos”, surgen los hashtags de redes sociales “Yosoyayotzinapa”, en solidaridad con los nuevos mártires.   Surge la negación del acontecimiento para elevar al altar a los nuevos caudillos de la lucha estudiantil.  Por instinto y sentido común se presupone su muerte, si se los llevaron es por que ya no van a regresar, fueron torturados, alguien subió fotos de ello.  Pero el grito de negación es en realidad por la exigencia de que ya no haya más mártires,  es el grito de la impotencia romántica resquebrajada por un acontecimiento y luego parchada por la leyenda construida sobre el hecho.   Con el paso de los días aparecen 42 cuerpos en un río, pero seguramente ellos no son, la noticia es cambiada al día siguiente por  16 cuerpos de los cuales no se tiene la certeza que todos sean humanos.  ¿Y ello por qué?.  Para quienes mueven la marioneta cósmica política del país no conviene que un movimiento que jala adeptos y mueve (valga la redundancia)  centenares de estudiantes y agregados,  con sus mártires recién elevados al altar. Quizá debido a que detrás de todo ese movimiento comunitario y hasta fraterno (facultades de la UNAM que no se iban a paro se fueron), se halla un agujero más grande, un problema que deshace a todo el país, la aplicación de dinámicas diversas a la del mártir que ocurren día a día  y que no son vistas, aunque sucedan frente a la nariz de uno, porque han sido normalizadas ante la prioridad de los mártires estudiantes.

“Nos duelen sus muertes”, “Ya se destaparon más de N fosas comunes con entre 60 y 100 personas por fosa, pero NO son ellos”.   Se pretende apelar entonces a la humanidad, pero ¿no son acaso los rasgos humanos de los 43 lo que se desaparecieron para volverlos mártires?, ¿no son los 43 héroes que lograron una lucha sobrehumana y por eso fueron llevados?. Nada sabemos de sus costumbres, algunos estudiantes del movimiento ignoran sus nombres, nada se comenta de sus “males morales”: que si fulano consumía marihuana. Que si zutano le ponía el cuerno a su mujer.  Todo ello no es relevante en la construcción de la figura y dinámica del mártir.    Y usted, apreciado lector, podrá reclamarme y decirme que a fin de cuentas eran humanos.  A lo que yo respondo que  efectivamente eran humanos, pero que si yo tengo que llorar y pelear por ellos que murieron injustamente por ser humanos, tengo que hacer lo mismo con cada humano que muere en situación injusta:  policías y soldados muertos en tiroteos,  todas y cada una de las víctimas del narcotráfico (incluyendo a la par a narcos y a quienes están en fosas comunes), pues todo ellos fueron seres humanos, alguna vez tuvieron nombre  y apellido, y a fin de cuentas son víctimas no de su humanidad, sino de la Prostituta de Babilonia que da de beber a todo aquel que es «poderoso» con la sangre de los mártires, tengo que culpar a la Bestia llamada sistema.  Eo solo por echarle la culpa a alguien externo a mí, como si yo no poseyera deformaciones de bestias pequeñas, que tras ciertos discursos tengo que ocultar bajo máscaras y antifaces que conforman la sociedad y nos regresan a la Bestia Sistema.

Pues poseemos dentro todos los seres humanos, a la par, bestias pequeñas que evocan la supervivencia instintiva de cada cual.  Algunas de ellas han deformado el instinto de supervivencia,  y un discurso que les permita matar a su igual y disfrutar su muerte.  Es decir, un discurso que normalice la violencia que esconde una bestia deformada que obedece a la sed de sangre.

A fin de cuentas ¿qué nos garantiza  que  tras la desaparición de los 43, que tras las narcofosas que tras la muerte de unos 25 “delincuentes” a manos del ejercito en una bodega la semana pasada (que por cierto, ya se habían rendido cuando el ejército los alcanzó), no sea sino la sed de sangre, el gusto por matar de una bestia deforme, que se halla justificada por una Bestia mayor que la embriaga de “poder”?

 

¿Qué mecanismos hemos desarrollado para ocultar nuestras bestias instintivas?

¿Qué ganamos con hacer mártires a algunos, si potencialmente podemos ser mártires?

¿Qué escondemos tras nuestras máscaras, y qué se esconde tras todo éste movimiento?.

¿Qué entendemos por ser humanos?, y si nos declaramos humanos, ejerzamos nuestra humanidad al 100.  No neguemos nuestra humanidad desde el martirio.  Al menos no si no sabemos las implicaciones detrás de ello.   Analicemos un poco más a fondo  los signos de los tiempos que se nos presentan antes de actuar.

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